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Arce, los depósitos y la economía de la calle

Después de dos años de pandemia es difícil toparse con un trabajador que no haya empeorado sus condiciones de trabajo y no tenga incertidumbre ante el futuro mientras el gobierno mira para otro lado

El exitismo de Luis Arce respecto a la economía contrasta con la incertidumbre que se vive al pie de la calle. Demasiadas empresas hacen cuentas estos días para decidir si continúan un mes más o deciden cerrar a finales de 2021 ante la desaparición de las utilidades y la inexistencia de algún incentivo o “brote verde” que les permita ser optimistas.

El Presidente proclamaba ayer de nuevo el buen estado de la economía a la vista del dato de los depósitos, que por un mes más siguió creciendo. Arce destacó la “recuperación” del sistema financiero en este año, que en el caso de la liquidez financiera registró un incremento del 23% con relación a 2020, mientras que los depósitos del público alcanzaron, a noviembre, Bs 208.016 millones.

Según los datos de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) a octubre de este año, los depósitos del público alcanzaron los 206.300 millones de bolivianos, de los cuales los depósitos a plazo fijo son 100.244 millones de bolivianos, caja de ahorros 63.662 millones de bolivianos, depósitos a la vista 37.378 millones de bolivianos y otros depósitos, 5.016 millones de bolivianos.

Lo cierto es que nadie puede dudar de que al sistema financiero le sigue yendo bien con el Movimiento Al Socialismo (MAS), de hecho, son el único sector que no han dejado de registrar  beneficios durante los casi dos años de pandemia, pero que crezcan los depósitos no es un buen indicador para la economía real, porque lo que indica es que la gente está prefiriendo ahorrar su dinero, aun a pesar de los miserables intereses que se ofrecen en el circuito legal, que ponerlo en circulación a través de la inversión o el gasto.

Después de dos años de pandemia es difícil toparse con un trabajador que no haya empeorado sus condiciones de trabajo: muchos que aportaban a la AFP dejaron de hacerlo; otros perdieron el seguro; otros cedieron parte del sueldo; otros perdieron incentivos o viáticos; otros estiraron como chicle las fechas de cobro. Algunos incluso en el sector público, y aun así, nada mejoró porque de fondo siempre subyace ese temor a perder el empleo y cada cual ahorra lo que puede por si vienen peores.

Esto tiene traducciones específicas en la vida cotidiana: Los que querían comprar su lote no lo hicieron; los que querían construir un cuartito más no lo hicieron; los que iban a ponerse una estufa o un lavarropas tampoco lo hicieron; los que salían una vez al mes a cenar en familia dejaron de hacerlo; los que iban a ir de vacaciones a Tarija pospusieron de nuevo el viaje. Y sí, además de la crisis del capitalismo clásico, la pobreza extrema volvió a superar el 40%.

Esta falta de inversión y de gasto corriente afecta especialmente a ese 70 y pico por ciento de gente que vive en la informalidad y que precisamente recoge de lo que se distribuye tras el cobro de salarios. Pero nada ha cambiado en este año de gobierno socialista, salvo que se celebra el incremento de depósitos en el país como una señal de recuperación económica.

A Luis Arce le quedan cuatro largos años por delante y no parece estar bien conectado con la calle, como han demostrado sus últimos planteamientos legislativos, que han acabado en fracaso. Sin embargo, le convendría prestar más atención a la economía rutilante urbana y menos a la salud de las grandes financieras. Que por ahí todo bien, pero la gente se cansa.


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