Una oportunidad para la educación post-Covid
La evolución de la pandemia amenaza con arruinar otro curso escolar. Luego de dos meses de paralización y cuando apenas había iniciado, no se atisba una opción de retorno factible y seguro de los niños a los colegios después del 31 de mayo. Los más moderados auguran que recién en...
La evolución de la pandemia amenaza con arruinar otro curso escolar. Luego de dos meses de paralización y cuando apenas había iniciado, no se atisba una opción de retorno factible y seguro de los niños a los colegios después del 31 de mayo. Los más moderados auguran que recién en septiembre se podría iniciar un retorno más o menos escalonado a las aulas. Los más pesimistas lo dan por perdido. El pico de contagios se estimaba para finales de agosto o mediados de septiembre, pero los números reales están empeorando las proyecciones.
La situación escolar ha abierto numerosos frentes de reflexión. Bolivia es un país rezagado en gran parte por su limitación educativa. Con demasiados déficits en la educación regular, de ninguna manera podría contentarse con condensar un año en cuatro meses por lo que implicaría en el retraso de los estudiantes y la pérdida de conceptos, además de todo el daño que la situación ya ha hecho en los procesos procedimentales y actitudinales de constancia, esfuerzo y afán de superación.
Como de cualquier crisis, se puede salir hundido o fortalecido, y la probabilidad de una cosa u otra dependen de las decisiones que se tomen. El sistema educativo boliviano no tiene margen de error ni posibilidades de hundirse más, por lo que es imprescindible que todos los actores involucrados: Instituciones educativas, profesores y familias, empujen en una misma dirección, y para ello es necesario fijar los objetivos y contar con un Gobierno capaz de liderar, que por el momento no aparece.
El mundo occidental, castigado por la pandemia, ha respondido de forma similar, básicamente, suspendiendo las clases presenciales. A partir de ahí y desde el día uno, los Gobiernos nacionales o departamentales buscaron soluciones para mantener la actividad educativa en todos los niveles. Unos optaron por emplear herramientas online, otros han utilizado las redes de radio y televisión públicas, pero la consigna ha sido la misma: mantener activado a los estudiantes.
En Bolivia la situación ha sido diferente incluso en el sistema privado y salvo contadas excepciones en las universidades. Las clases y cualquier contacto con la institución educativa están suspendidos, y ni siquiera aquellos que quieren mantener los cobros de pensiones al 100% en el sector privado han podido ofrecer soluciones integrales.
Es urgente construir un sistema nacional de educación a distancia, una plataforma soberana donde profesores, estudiantes y familias se encuentren
Más allá de decidir qué se hace con el resto del curso y evitar que puedan repetirse situaciones como la del curso anterior, donde el compromiso de recuperar las tres semanas perdidas por los bloqueos de octubre y noviembre quedaron en nada, es necesario concentrarse en el futuro y dar saltos que nos permitan ponernos al nivel de los países del entorno.
Es urgente una inversión pública y decidida en un mejor internet para todos. Sin excusas y sin planes de cooperación con los operadores privados. En paralelo, es urgente construir un sistema nacional de educación a distancia, una plataforma soberana donde profesores, estudiantes y familias se encuentren y haga pública la organización curricular, las tareas, exámenes, etc., y que no se interrumpa por las inclemencias cada vez más habituales. Un sistema que involucre más a las familias en la educación y eleve la exigencia de la docencia, que requerirá también más personal y cuya inversión contribuirá sin duda a elevar el nivel cultural y educativo nacional.
No es tiempo de compadecerse ni de esperar a que pase el temporal para volver a hacer lo mismo de siempre, sino de ser proactivos y ambiciosos. La educación es, en definitiva, lo que cambia el mundo. Urge enfrentarla.
La situación escolar ha abierto numerosos frentes de reflexión. Bolivia es un país rezagado en gran parte por su limitación educativa. Con demasiados déficits en la educación regular, de ninguna manera podría contentarse con condensar un año en cuatro meses por lo que implicaría en el retraso de los estudiantes y la pérdida de conceptos, además de todo el daño que la situación ya ha hecho en los procesos procedimentales y actitudinales de constancia, esfuerzo y afán de superación.
Como de cualquier crisis, se puede salir hundido o fortalecido, y la probabilidad de una cosa u otra dependen de las decisiones que se tomen. El sistema educativo boliviano no tiene margen de error ni posibilidades de hundirse más, por lo que es imprescindible que todos los actores involucrados: Instituciones educativas, profesores y familias, empujen en una misma dirección, y para ello es necesario fijar los objetivos y contar con un Gobierno capaz de liderar, que por el momento no aparece.
El mundo occidental, castigado por la pandemia, ha respondido de forma similar, básicamente, suspendiendo las clases presenciales. A partir de ahí y desde el día uno, los Gobiernos nacionales o departamentales buscaron soluciones para mantener la actividad educativa en todos los niveles. Unos optaron por emplear herramientas online, otros han utilizado las redes de radio y televisión públicas, pero la consigna ha sido la misma: mantener activado a los estudiantes.
En Bolivia la situación ha sido diferente incluso en el sistema privado y salvo contadas excepciones en las universidades. Las clases y cualquier contacto con la institución educativa están suspendidos, y ni siquiera aquellos que quieren mantener los cobros de pensiones al 100% en el sector privado han podido ofrecer soluciones integrales.
Es urgente construir un sistema nacional de educación a distancia, una plataforma soberana donde profesores, estudiantes y familias se encuentren
Más allá de decidir qué se hace con el resto del curso y evitar que puedan repetirse situaciones como la del curso anterior, donde el compromiso de recuperar las tres semanas perdidas por los bloqueos de octubre y noviembre quedaron en nada, es necesario concentrarse en el futuro y dar saltos que nos permitan ponernos al nivel de los países del entorno.
Es urgente una inversión pública y decidida en un mejor internet para todos. Sin excusas y sin planes de cooperación con los operadores privados. En paralelo, es urgente construir un sistema nacional de educación a distancia, una plataforma soberana donde profesores, estudiantes y familias se encuentren y haga pública la organización curricular, las tareas, exámenes, etc., y que no se interrumpa por las inclemencias cada vez más habituales. Un sistema que involucre más a las familias en la educación y eleve la exigencia de la docencia, que requerirá también más personal y cuya inversión contribuirá sin duda a elevar el nivel cultural y educativo nacional.
No es tiempo de compadecerse ni de esperar a que pase el temporal para volver a hacer lo mismo de siempre, sino de ser proactivos y ambiciosos. La educación es, en definitiva, lo que cambia el mundo. Urge enfrentarla.
