YPFB sí necesita elecciones
En seis meses de Gobierno de Jeanine Áñez han pasado tres presidentes de Yacimiento Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), además de cinco vicepresidentes, unos cuantos directores de área y varios gerentes. Los escándalos se han multiplicado, casi siempre en una dirección. El último...
En seis meses de Gobierno de Jeanine Áñez han pasado tres presidentes de Yacimiento Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), además de cinco vicepresidentes, unos cuantos directores de área y varios gerentes. Los escándalos se han multiplicado, casi siempre en una dirección.
El último ha sido en sí mismo la destitución de Herland Soliz, que el martes tenía su carta de renuncia redactada y firmada, pero decidió romperla. Esa misma tarde, el Ministro de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora, eludía ratificar su confianza en Soliz y enumeraba los procesos abiertos en su contra, para después dejar una enigmática frase en el auditorio: yo no tengo nada que ver en la renuncia ni en el nombramiento, es cosa de la Presidenta.
Al día siguiente fue el senador Óscar Ortiz, que hace las veces de enlace para temas de fondo con la Gobernación de Santa Cruz – de donde procede Soliz - y jefe de campaña de Juntos, quien dejó caer al ya ex ejecutivo que no contaba con la confianza de sus padrinos.
Finalmente fue Zamora quien posesionó – como ya hizo con Soliz – a su sucesor: Richard Botello, un hombre procedente del mundo de las transnacionales, con más de 20 años ofreciendo servicios al Estado y las petroleras.
En los seis meses de Zamora al frente de la institución, se ha ganado muy poco en transparencia en cuanto a datos de producción y exportación; también se mantienen ocultos algunos documentos clave, como los reportes de costos recuperables que las petroleras siguen descontándose y algunos otros aspectos clave de la gestión del MAS tantas veces criticadas. Leyes y decretos de alto riesgo, como el que autoriza el fracking en Miraflores; el que autoriza la exploración en áreas protegidas (Tariquía) o la del Fondo de Incentivos que descuenta el 12% del IDH, siguen vigentes.
Soliz ha estampado su firma en el anexo que amplía el plazo para entregar el gas pactado por contrato con Brasil en 1999 y que fue Zamora quien negoció y presentó públicamente como el gran éxito de su gestión.
A Soliz se lo ha llevado un conjunto de escándalos relacionados a negocios “rutinarios” de provisión de diésel, alimentos y seguros. Negocios que el propio Ministro Zamora minimizó al tiempo que anunciaba las investigaciones. Sin embargo, Soliz ha estampado su firma en el anexo que amplía el plazo para entregar el gas pactado por contrato con Brasil en 1999 y que fue Zamora quien negoció y presentó públicamente como el gran éxito de su gestión.
En un Gobierno de transición como el actual, sin la legitimidad de las urnas, resulta complejo pretender darle un rumbo de largo plazo a la empresa más importante del país. Uno de los desencuentros más sonoros entre Zamora y Soliz vino precisamente a cuenta de lo que uno y otro quería hacer con la empresa al día siguiente de la peor crisis del petróleo que se recuerda.
Con los precios por los suelos, Soliz planteó recuperar la industrialización y dotar de gas al mercado interno – cementeras incluidas – porque ni el plástico, ni la urea, ni el cemento fluctúa como el gas. Zamora, por su parte, insistió en la receta de la desnacionalización, de la inversión extranjera y de los nuevos mercados pese a la coyuntura de corto y mediano plazo que se evidencia.
Esas mismas tareas le ha encomendado al nuevo Presidente, pero cabe recordar que esas decisiones son de demasiado calado como para dejarlas en manos de aves de paso. Y qué aves.
El último ha sido en sí mismo la destitución de Herland Soliz, que el martes tenía su carta de renuncia redactada y firmada, pero decidió romperla. Esa misma tarde, el Ministro de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora, eludía ratificar su confianza en Soliz y enumeraba los procesos abiertos en su contra, para después dejar una enigmática frase en el auditorio: yo no tengo nada que ver en la renuncia ni en el nombramiento, es cosa de la Presidenta.
Al día siguiente fue el senador Óscar Ortiz, que hace las veces de enlace para temas de fondo con la Gobernación de Santa Cruz – de donde procede Soliz - y jefe de campaña de Juntos, quien dejó caer al ya ex ejecutivo que no contaba con la confianza de sus padrinos.
Finalmente fue Zamora quien posesionó – como ya hizo con Soliz – a su sucesor: Richard Botello, un hombre procedente del mundo de las transnacionales, con más de 20 años ofreciendo servicios al Estado y las petroleras.
En los seis meses de Zamora al frente de la institución, se ha ganado muy poco en transparencia en cuanto a datos de producción y exportación; también se mantienen ocultos algunos documentos clave, como los reportes de costos recuperables que las petroleras siguen descontándose y algunos otros aspectos clave de la gestión del MAS tantas veces criticadas. Leyes y decretos de alto riesgo, como el que autoriza el fracking en Miraflores; el que autoriza la exploración en áreas protegidas (Tariquía) o la del Fondo de Incentivos que descuenta el 12% del IDH, siguen vigentes.
Soliz ha estampado su firma en el anexo que amplía el plazo para entregar el gas pactado por contrato con Brasil en 1999 y que fue Zamora quien negoció y presentó públicamente como el gran éxito de su gestión.
A Soliz se lo ha llevado un conjunto de escándalos relacionados a negocios “rutinarios” de provisión de diésel, alimentos y seguros. Negocios que el propio Ministro Zamora minimizó al tiempo que anunciaba las investigaciones. Sin embargo, Soliz ha estampado su firma en el anexo que amplía el plazo para entregar el gas pactado por contrato con Brasil en 1999 y que fue Zamora quien negoció y presentó públicamente como el gran éxito de su gestión.
En un Gobierno de transición como el actual, sin la legitimidad de las urnas, resulta complejo pretender darle un rumbo de largo plazo a la empresa más importante del país. Uno de los desencuentros más sonoros entre Zamora y Soliz vino precisamente a cuenta de lo que uno y otro quería hacer con la empresa al día siguiente de la peor crisis del petróleo que se recuerda.
Con los precios por los suelos, Soliz planteó recuperar la industrialización y dotar de gas al mercado interno – cementeras incluidas – porque ni el plástico, ni la urea, ni el cemento fluctúa como el gas. Zamora, por su parte, insistió en la receta de la desnacionalización, de la inversión extranjera y de los nuevos mercados pese a la coyuntura de corto y mediano plazo que se evidencia.
Esas mismas tareas le ha encomendado al nuevo Presidente, pero cabe recordar que esas decisiones son de demasiado calado como para dejarlas en manos de aves de paso. Y qué aves.