La fragilidad de siempre

Apenas las lluvias se intensificaron revelaron una vez más lo vulnerable que es Bolivia ante ellas, nuevamente vamos sumando afectados por riadas, mazamorras y derrumbes, entre otros. Se informó que al menos 200 habitantes en cinco manzanos de Tiquipaya resultaron afectados por la mazamorra...

Apenas las lluvias se intensificaron revelaron una vez más lo vulnerable que es Bolivia ante ellas, nuevamente vamos sumando afectados por riadas, mazamorras y derrumbes, entre otros.

Se informó que al menos 200 habitantes en cinco manzanos de Tiquipaya resultaron afectados por la mazamorra que ocasionó el desborde del río Taquiña la noche del viernes 21 de febrero.

Hoy diferentes niveles del Estado, municipios, Gobernación y Gobierno central, trabajan de forma mancomunada. En nuestro departamento las poblaciones próximas al río Pilcomayo se mantienen alerta ante un posible desborde y en el municipio de El Puente cerca de 800 familias fueron afectadas por las riadas en las comunidades de Paicho, Tomayapo e Iscayachi.

Pero ¿Por qué sucede esto cada año? La respuesta es sencilla aunque la solución parece ser todo lo contrario. La falta de prevención y de priorización ha permitido que esto sea una constante.

Sumado a ello hay situaciones que agravan el problema y que además de involucrar a las autoridades también nos involucran como población. Y esto tiene que ver por ejemplo con el desorden en la urbanización, pues ésta ha inundado las cuencas de los ríos. Sin ir más lejos hay cientos de casas próximas al río Guadalquivir que sufren esta época durante cada año.

Hemos robado a los ríos sus áreas de inundación con la informalidad del crecimiento urbano, y las consecuencias suelen ser fatales. Pero esto es solo parte del problema, la otra cara es la construcción de diques ilegales para secar humedales y la erosión.

Éste último punto es fundamental para tener una visión más clara, pues el suelo captura, almacena y filtra el agua, de modo que cuando se erosiona, transita menos agua. Sin suelo, la calidad del agua potable en las tierras bajas puede disminuir, ya que el agua no fue filtrada de forma adecuada a través del suelo aguas arriba. Además, con menos suelo para absorber las lluvias torrenciales, las inundaciones pueden volverse más frecuentes e intensas.

Sumado a ello los expertos indican que “cuando la tierra no está sujeta por las raíces de las plantas, puede verse fácilmente arrastrada por el viento o el agua. Como resultado, el suelo suelto y erosionado puede hacer que las inundaciones, los deslizamientos de tierra y los vientos huracanados sean más intensos. Estos desastres naturales no sólo destruyen las explotaciones agrícolas, sino que también pueden dañar a personas e infraestructuras urbanas que aportan servicios vitales a los habitantes de las ciudades”.

Estos son algunos de los errores que hemos cometido y que debemos remediar cuanto antes, pues el comportamiento del clima de los últimos años es un claro indicio de que la prevención de desastres debe ocupar el puesto número uno entre las tareas de las autoridades locales y nacionales. Esto también nos ahorrará grandes cantidades de dinero destinadas a paliar los daños.

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