Tarija y su pobreza multidimensional
Los tiempos cambian y los paradigmas avanzan, y aquellos que no son capaces de adaptarse corren el riesgo de vivir en una ensoñación que acaba perjudicando su propia existencia. En ese sentido, y viviendo en estos momentos de exitismo y márketing, es de reconocer el esfuerzo realizado desde la...
Los tiempos cambian y los paradigmas avanzan, y aquellos que no son capaces de adaptarse corren el riesgo de vivir en una ensoñación que acaba perjudicando su propia existencia. En ese sentido, y viviendo en estos momentos de exitismo y márketing, es de reconocer el esfuerzo realizado desde la Gobernación por sincerar la perspectiva y visión de la realidad de los habitantes de Tarija.
Por años, el departamento ha cargado con el sambenito de ser el “más rico” del país en base a una cuenta absurda pero recurrente, que dividía ingresos de regalías e IDH por habitantes, y que nos situaba a la cabeza y con mucha diferencia, básicamente, porque el 70% de los hidrocarburos salía de nuestras entrañas.
La falacia, repetida mil veces, ha llevado a que desde el eje central, pero también desde el corazón de Tarija, se tenga una imagen irreal que se ha traducido en menos inversiones desde el nivel central del Estado – dónde sí hay ingentes cantidades de recursos -, pero también en el diseño de una multitud de obras absurdas que no han resuelto los problemas de la población.
El indicador deja al descubierto otra de las falacias de la gestión de Lino Condori y su séquito, que aseguraba que los más de 18.000 millones de bolivianos administrados en su interinato 2010 – 2015 se invirtieron en las provincias
Si el Producto Interno Bruto y su crecimiento está en cuestión como indicador de desarrollo al no tener en cuenta elementos como la redistribución, y porque solo mide la generación de riqueza sin tener en cuenta que un buen porcentaje puede acabar fugado en forma de dividendos “repatriados” o depositados en paraísos fiscales, la renta per cápita para medir la pobreza ha quedado obsoleto.
En su reemplazo, Naciones Unidas ha propuesto el índice de pobreza multidimensional, que calcula no solo el ingreso familiar, sino la capacidad y el acceso a los servicios elementales, y también a los derechos humanos.
El ejemplo es sencillo. Una familia puede elevar sus ingresos durante un año porque el cabeza de familia ha encontrado un trabajo bien pagado en la construcción de un Estadio, o un Hipódromo, pero sus hijos igual no van a tener acceso a agua potable, van a tener una educación deficiente y muchos riesgos para la salud y nada cambiará cuando acabe la obra.
En ese sentido, el estudio impulsado desde la secretaría de Gestión Institucional y el cambio de mentalidad que supone a la hora de entender y planificar el desarrollo es un gesto valiente del Gobernador Adrián Oliva, que asume tener un departamento con más de un tercio de sus habitantes con necesidades insatisfechas luego de llevar años escuchando las pujanzas de la economía boliviana.
El déficit esencial está en las provincias. El indicador deja al descubierto otra de las falacias recurrentes de la gestión de Lino Condori y su séquito, que aseguraba una y otra vez que la mayor parte de los más de 18.000 millones de bolivianos administrados en su interinato 2010 – 2015 se invirtió en las provincias.
Una vez más, ahora con datos, queda claro lo que ya periodísticamente habíamos advertido, la plata llegó, se gastó – en cemento absurdo o en farras simples – y las necesidades quedaron insatisfechas.
El índice de pobreza multidimensional debe ser un nuevo punto de partida que sirva para reorientarlo todo, desde la inversión directa hasta el Prosol o la Ley del 8%. Es una base para empezar a dialogar sobre un verdadero pacto fiscal departamental que nos haga más sólidos y mejores.
Por años, el departamento ha cargado con el sambenito de ser el “más rico” del país en base a una cuenta absurda pero recurrente, que dividía ingresos de regalías e IDH por habitantes, y que nos situaba a la cabeza y con mucha diferencia, básicamente, porque el 70% de los hidrocarburos salía de nuestras entrañas.
La falacia, repetida mil veces, ha llevado a que desde el eje central, pero también desde el corazón de Tarija, se tenga una imagen irreal que se ha traducido en menos inversiones desde el nivel central del Estado – dónde sí hay ingentes cantidades de recursos -, pero también en el diseño de una multitud de obras absurdas que no han resuelto los problemas de la población.
El indicador deja al descubierto otra de las falacias de la gestión de Lino Condori y su séquito, que aseguraba que los más de 18.000 millones de bolivianos administrados en su interinato 2010 – 2015 se invirtieron en las provincias
Si el Producto Interno Bruto y su crecimiento está en cuestión como indicador de desarrollo al no tener en cuenta elementos como la redistribución, y porque solo mide la generación de riqueza sin tener en cuenta que un buen porcentaje puede acabar fugado en forma de dividendos “repatriados” o depositados en paraísos fiscales, la renta per cápita para medir la pobreza ha quedado obsoleto.
En su reemplazo, Naciones Unidas ha propuesto el índice de pobreza multidimensional, que calcula no solo el ingreso familiar, sino la capacidad y el acceso a los servicios elementales, y también a los derechos humanos.
El ejemplo es sencillo. Una familia puede elevar sus ingresos durante un año porque el cabeza de familia ha encontrado un trabajo bien pagado en la construcción de un Estadio, o un Hipódromo, pero sus hijos igual no van a tener acceso a agua potable, van a tener una educación deficiente y muchos riesgos para la salud y nada cambiará cuando acabe la obra.
En ese sentido, el estudio impulsado desde la secretaría de Gestión Institucional y el cambio de mentalidad que supone a la hora de entender y planificar el desarrollo es un gesto valiente del Gobernador Adrián Oliva, que asume tener un departamento con más de un tercio de sus habitantes con necesidades insatisfechas luego de llevar años escuchando las pujanzas de la economía boliviana.
El déficit esencial está en las provincias. El indicador deja al descubierto otra de las falacias recurrentes de la gestión de Lino Condori y su séquito, que aseguraba una y otra vez que la mayor parte de los más de 18.000 millones de bolivianos administrados en su interinato 2010 – 2015 se invirtió en las provincias.
Una vez más, ahora con datos, queda claro lo que ya periodísticamente habíamos advertido, la plata llegó, se gastó – en cemento absurdo o en farras simples – y las necesidades quedaron insatisfechas.
El índice de pobreza multidimensional debe ser un nuevo punto de partida que sirva para reorientarlo todo, desde la inversión directa hasta el Prosol o la Ley del 8%. Es una base para empezar a dialogar sobre un verdadero pacto fiscal departamental que nos haga más sólidos y mejores.