La plaga constante

Los casos de violencia contra las mujeres continúan en aumento en Tarija, como si de una historia sin fin se tratara. Se han creado leyes, programas, se han protagonizado marchas y demás, pero nada frena las violaciones y feminicidios en el departamento. La violencia contra la mujer es un...

Los casos de violencia contra las mujeres continúan en aumento en Tarija, como si de una historia sin fin se tratara. Se han creado leyes, programas, se han protagonizado marchas y demás, pero nada frena las violaciones y feminicidios en el departamento.

La violencia contra la mujer es un problema que obedece a estructuras jerárquicas, se trata de aquellas culturas que ven a las mujeres como objetos desechables y maltratables. Prueba de ello son las múltiples violaciones a nuestros derechos, tanto en tiempos de paz como de conflicto.

La violencia feminicida es una situación progresiva, que puede terminar con la muerte violenta de mujeres; y se aborda como un continuum de violencias que ellas enfrentan para mantenerse en el orden social.

En este sentido, los tipos de violencia representan mecanismos para conservar y reproducir la situación de subordinación de las mujeres ante el ejercicio de poder masculino en diferentes ámbitos.

Margarita Bejarano Celaya coincide con que el modelo de vida económico y social utiliza a la violencia como un mecanismo de control eficiente; la que se ejerce contra las mujeres, funciona como un código universal, para que ellas no trasgredan el orden social.

De manera lamentable en el Día Mujer Boliviana se conoció que en nuestro país hasta el 11 de octubre se registraban 94 casos de feminicidio. Añadido a esto se alertó que los casos van en aumento.

¿Qué hacemos para detener este flagelo? El planteamiento nos involucra a todos. Medios de comunicación, centros educativos, políticos y familias.

A menudo las autoridades aseguran que ya se están tomando cartas en el asunto, nacen normas, pero otro problema es que de forma paralela muchas denuncias se van acallando por miedo o lo que es peor, porque estos derivaron en feminicidios y ya no existe parte acusadora, surgen propuestas en el sentido de que esos delitos sólo desaparecerán si se aplican penas más severas contra los infractores.

En muchas ocasiones hemos escuchado de mujeres que denunciaban y denunciaban, y terminaron muertas debido a que las normas exigían mucho para protegerlas.  Sin duda hay algo que está mal en las leyes. Se debe priorizar la protección de una mujer tras una simple amenaza de un hombre, pues tras esa simpleza puede esconderse un próximo crimen.

Las mujeres necesitan vivir libres sin tener miedo a caminar por las calles, sin vivir con la constante amenaza de alguien que las piensa desechables. Hay muchas normas, más aún es fundamental hacer una evaluación de ellas. Contemplando el antes y el después de su aparición.

Para realmente resolver también hace falta voluntad política, voluntad educativa y voluntad social. Pues hay normas, pero no se administran solas, ni son eternas, es fundamental evaluarlas para perfeccionarlas y ajustarlas.   De lo contrario jamás terminaremos con esta plaga que día a día termina con más vidas.

Desde la parte educativa está el desmitificar la palabra “hombre”, desmasculinizar los roles y educar a los nuevos hombres, esto de la mano de la familia.

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