La protesta como derecho prioritario
Las escenas son habituales: vías bloqueadas, personas agrupadas y en muchos casos edificios violentados… para muchos esto es parte de la protesta, y de esta manera parte de su derecho. Sin embargo, la violencia siempre está de más, pues al margen de traer daños, el poder la usa para...
Las escenas son habituales: vías bloqueadas, personas agrupadas y en muchos casos edificios violentados… para muchos esto es parte de la protesta, y de esta manera parte de su derecho. Sin embargo, la violencia siempre está de más, pues al margen de traer daños, el poder la usa para deslegitimar el fundamental derecho a la protesta de los ciudadanos.
Como lo expresan cientos de politólogos el derecho a la protesta “no es uno más,” sino uno muy relevante dentro de cualquier ordenamiento constitucional: “se trata de un derecho que nos ayuda a mantener vivos los restantes derechos”.
De acuerdo al analista Roberto Gargarella, “Sin un fundamental derecho a la protesta, todos los demás quedan bajo amenaza, puestos en riesgo. Por ello resulta sensato designar al derecho a la protesta como el primer derecho”.
Más aun, está claro que las protestas en las calles pueden traer consigo violencia y es esto lo que debemos evitar: el enfrentamiento, el riesgo de la vida y con ello la mancha sobre nuestro derecho prioritario.
Para la politóloga Sandra Borda “la protesta social no debe hacer uso de la violencia, no debe servir para sus propósitos. De la misma forma, el uso de la violencia no debe ser un propósito claro y establecido de quienes organizan la protesta social”.
Hay cientos de formas de protestar sin incluir violencia, empero hay otro punto, ya que mientras unos ejercen su derecho de forma pacífica entre las cientos de personas que protagonizan las medidas hay siempre quien se sale de los márgenes y ahí surge otro problema, pues a raíz de ello se pone en cuestión el derecho fundamental en juego.
Esto de ninguna manera debería ser así, ya que el que unos individuos decidan cometer actos vandálicos en medio de una marcha, por ejemplo, no debe poner en duda el derecho a la marcha ni su causa, sino que debe poner en cuestión a quien cometió el acto de violencia.
Así también, para Gargarella, debemos tener en claro que la violencia puede prevenirse y se debe lidiar con ella por separado, puede prevenirse; si irrumpe; y en ningún caso debe servir como excusa para poner en cuestión el derecho fundamental en juego.
Más aún, otro punto entra al análisis. Hoy en día, sobre todo para los poderes de turno, disentir es “violento” desde la mirada y, sobre todo, la forma de comunicación y propaganda del establecimiento, donde lo “correcto” es regularmente entendido como estar en la “norma”, en el estándar: no molestar a la mayoría.
En este sentido la violencia, la posibilidad de expresar esa “violencia” sin agresiones físicas ha sido la herramienta de todos los movimientos sociales a lo largo de la historia. “Gritar, provocar, parar, interferir y vulnerar el orden establecido son las armas de un sector de la sociedad desarmado que solo tiene su cuerpo para hacer notar su descontento”.
Entonces ¿Habrá una violencia legítima? No lo creemos, más allá de las interpretaciones la violencia siempre dejará secuelas y eso es negativo. Hay quienes se salen del margen, pero del otro lado el negarse al diálogo y generar las condiciones de base que provocan este descontento como la desigualdad y la corrupción son hechos asimismo violentos.
Con este análisis no defendemos la violencia, pero si defendemos el derecho a la protesta social, la no criminalización de ésta por unos cuantos y el diálogo oportuno para evitar tensiones.
Como lo expresan cientos de politólogos el derecho a la protesta “no es uno más,” sino uno muy relevante dentro de cualquier ordenamiento constitucional: “se trata de un derecho que nos ayuda a mantener vivos los restantes derechos”.
De acuerdo al analista Roberto Gargarella, “Sin un fundamental derecho a la protesta, todos los demás quedan bajo amenaza, puestos en riesgo. Por ello resulta sensato designar al derecho a la protesta como el primer derecho”.
Más aun, está claro que las protestas en las calles pueden traer consigo violencia y es esto lo que debemos evitar: el enfrentamiento, el riesgo de la vida y con ello la mancha sobre nuestro derecho prioritario.
Para la politóloga Sandra Borda “la protesta social no debe hacer uso de la violencia, no debe servir para sus propósitos. De la misma forma, el uso de la violencia no debe ser un propósito claro y establecido de quienes organizan la protesta social”.
Hay cientos de formas de protestar sin incluir violencia, empero hay otro punto, ya que mientras unos ejercen su derecho de forma pacífica entre las cientos de personas que protagonizan las medidas hay siempre quien se sale de los márgenes y ahí surge otro problema, pues a raíz de ello se pone en cuestión el derecho fundamental en juego.
Esto de ninguna manera debería ser así, ya que el que unos individuos decidan cometer actos vandálicos en medio de una marcha, por ejemplo, no debe poner en duda el derecho a la marcha ni su causa, sino que debe poner en cuestión a quien cometió el acto de violencia.
Así también, para Gargarella, debemos tener en claro que la violencia puede prevenirse y se debe lidiar con ella por separado, puede prevenirse; si irrumpe; y en ningún caso debe servir como excusa para poner en cuestión el derecho fundamental en juego.
Más aún, otro punto entra al análisis. Hoy en día, sobre todo para los poderes de turno, disentir es “violento” desde la mirada y, sobre todo, la forma de comunicación y propaganda del establecimiento, donde lo “correcto” es regularmente entendido como estar en la “norma”, en el estándar: no molestar a la mayoría.
En este sentido la violencia, la posibilidad de expresar esa “violencia” sin agresiones físicas ha sido la herramienta de todos los movimientos sociales a lo largo de la historia. “Gritar, provocar, parar, interferir y vulnerar el orden establecido son las armas de un sector de la sociedad desarmado que solo tiene su cuerpo para hacer notar su descontento”.
Entonces ¿Habrá una violencia legítima? No lo creemos, más allá de las interpretaciones la violencia siempre dejará secuelas y eso es negativo. Hay quienes se salen del margen, pero del otro lado el negarse al diálogo y generar las condiciones de base que provocan este descontento como la desigualdad y la corrupción son hechos asimismo violentos.
Con este análisis no defendemos la violencia, pero si defendemos el derecho a la protesta social, la no criminalización de ésta por unos cuantos y el diálogo oportuno para evitar tensiones.