Tranquilidad y claridad para vivir bien
Aunque la campaña política de estos meses ha sido en extremo larga y poco apasionante, el proceso electoral que se expresará mañana ha generado ciertos nerviosismos e incertidumbres, al menos en materia económica. Por ejemplo, en reuniones sociales y grupos de Whatsapp se rumorea y se...
Aunque la campaña política de estos meses ha sido en extremo larga y poco apasionante, el proceso electoral que se expresará mañana ha generado ciertos nerviosismos e incertidumbres, al menos en materia económica. Por ejemplo, en reuniones sociales y grupos de Whatsapp se rumorea y se recomienda que la gente cambie bolivianos a dólares, o que retire dólares del banco.
Con el fin de aportar en contra de la desinformación y los fake news en que ésta pueda basarse, es importante realizar algunas puntualizaciones, no sólo para que el voto del domingo se emita con la mayor racionalidad posible, sino para que las semanas y meses posteriores no se conviertan en lo que muchos temen que se conviertan.
Primero, la trayectoria de la economía boliviana en el corto plazo no va a variar significativamente, sea quien sea que gane las elecciones. Las variables macroeconómicas principales y sus componentes - reservas internacionales, déficits fiscal y comercial, crecimiento del PIB, etc.-, dependen de aspectos que, para cambiar, requieren de tiempo, planificación, y mucha sensibilidad social y política. Lo contrario significará perder legitimidad y gobernabilidad rápidamente.
Lo que acaba de ocurrir en Ecuador con su gasolinazo, muestra que en Latinoamérica ya no es posible imponer cambios a espaldas del pueblo. En Bolivia ese aspecto es aún más evidente. Parece difícil imaginar la aplicación de recetas neoliberales ortodoxas como en Argentina o Ecuador. Sería un suicidio político. Puede ocurrir, pero sería un camino difícil y tortuoso, no inmediato.
Tocar el tipo de cambio también es de alto riesgo, y aunque las reservas internacionales no parecen estar en el nivel más adecuado para sostenerlo, la solución pasa más por hacer que ingresen los dólares que por arriesgarse a un proceso inflacionario con consecuencias inciertas. Cómo hacer que suban las RIN es el meollo del asunto, y muy poco se ha hablado sobre ese tema de fondo en la carrera electoral.
El déficit fiscal es otro aspecto a discutir, poco debatido. Las visiones típicas hablan de reducirlo recortando el gasto e inversión pública. Otros afirman que se puede vivir con déficit cuando este genera movimiento y crecimiento económico que, a la larga, puede revertir ese y otros déficits. Las recetas del FMI no parecen estar más acertadas ahora que en los 90s, así que cualquier gobierno caminará mejor mirando su realidad y su gente para ver por dónde ir.
Y así sucesivamente. Estos y otros puntos, como se ve, no pueden abordarse ligeramente y de un plumazo. Requieren de cuidadosas revisiones, estudios y conversaciones con diversos sectores de la sociedad civil.
No estamos encaminados al cielo ni al infierno. Todo es posible, y todo está en manos del pueblo. No tanto en las urnas mañana ni en el resultado, sino, sobre todo, en el día a día, en las fuentes laborales y en las calles, en el seguimiento cuidadoso a las políticas que se apliquen, y especialmente en la naturaleza nacional de los bolivianos y en su intuición, aspectos que se han ido afinando con los siglos y los años. A votar sin temor, pero, sobre todo, a vivir sin temor, para vivir mejor.
Con el fin de aportar en contra de la desinformación y los fake news en que ésta pueda basarse, es importante realizar algunas puntualizaciones, no sólo para que el voto del domingo se emita con la mayor racionalidad posible, sino para que las semanas y meses posteriores no se conviertan en lo que muchos temen que se conviertan.
Primero, la trayectoria de la economía boliviana en el corto plazo no va a variar significativamente, sea quien sea que gane las elecciones. Las variables macroeconómicas principales y sus componentes - reservas internacionales, déficits fiscal y comercial, crecimiento del PIB, etc.-, dependen de aspectos que, para cambiar, requieren de tiempo, planificación, y mucha sensibilidad social y política. Lo contrario significará perder legitimidad y gobernabilidad rápidamente.
Lo que acaba de ocurrir en Ecuador con su gasolinazo, muestra que en Latinoamérica ya no es posible imponer cambios a espaldas del pueblo. En Bolivia ese aspecto es aún más evidente. Parece difícil imaginar la aplicación de recetas neoliberales ortodoxas como en Argentina o Ecuador. Sería un suicidio político. Puede ocurrir, pero sería un camino difícil y tortuoso, no inmediato.
Tocar el tipo de cambio también es de alto riesgo, y aunque las reservas internacionales no parecen estar en el nivel más adecuado para sostenerlo, la solución pasa más por hacer que ingresen los dólares que por arriesgarse a un proceso inflacionario con consecuencias inciertas. Cómo hacer que suban las RIN es el meollo del asunto, y muy poco se ha hablado sobre ese tema de fondo en la carrera electoral.
El déficit fiscal es otro aspecto a discutir, poco debatido. Las visiones típicas hablan de reducirlo recortando el gasto e inversión pública. Otros afirman que se puede vivir con déficit cuando este genera movimiento y crecimiento económico que, a la larga, puede revertir ese y otros déficits. Las recetas del FMI no parecen estar más acertadas ahora que en los 90s, así que cualquier gobierno caminará mejor mirando su realidad y su gente para ver por dónde ir.
Y así sucesivamente. Estos y otros puntos, como se ve, no pueden abordarse ligeramente y de un plumazo. Requieren de cuidadosas revisiones, estudios y conversaciones con diversos sectores de la sociedad civil.
No estamos encaminados al cielo ni al infierno. Todo es posible, y todo está en manos del pueblo. No tanto en las urnas mañana ni en el resultado, sino, sobre todo, en el día a día, en las fuentes laborales y en las calles, en el seguimiento cuidadoso a las políticas que se apliquen, y especialmente en la naturaleza nacional de los bolivianos y en su intuición, aspectos que se han ido afinando con los siglos y los años. A votar sin temor, pero, sobre todo, a vivir sin temor, para vivir mejor.