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El teatro de la ONU (II)

La Asamblea General de la ONU avanza por los derroteros habituales, con cada presidente vendiendo su charque desde la tribuna y los lobbys idolatrando hasta el hartazgo la icónica figura de Greta Thunberg, la jovencísima sueca que se ha convertido en símbolo mundial de la lucha por el medio...

La Asamblea General de la ONU avanza por los derroteros habituales, con cada presidente vendiendo su charque desde la tribuna y los lobbys idolatrando hasta el hartazgo la icónica figura de Greta Thunberg, la jovencísima sueca que se ha convertido en símbolo mundial de la lucha por el medio ambiente, al menos en la cultura pop – millenial tan sedienta de líderes dispuestos a ser devorados, pues la cumbre del clima antecedió la Asamblea General ordinaria en una clara intención de centrar los debates y discursos.

Lo cierto es que de alguna forma lo ha hecho, pero la respuesta por parte de aquellos que se han sentido aludidos ha sido contundente. Lo curioso de esto es que los medios hegemónicos, por primera vez en tiempo, han explicitado el desafío a un sistema que ciertamente ya no funciona.

Trump lo ha llamado – o le han traducido – como “Patriotas contra globalistas” y que pasa por ser la especificación del cambio de orden mundial, aún en la lógica capitalista, pero donde las recetas transfronterizas de lo neoliberal han pasado a la historia.
Bolsonaro ha venido a decir que la Amazonía es brasilera a todos los efectos y que hará con ella lo que le venga en gana – decidan los votos -, y que lo del pulmón del planeta no cuela, ni aunque cada país le regale un pedazo de territorio del tamaño de los alveolos que le corresponderían
Trump tiene claro que el socialismo no es la alternativa, pero también que aquello de fronteras abiertas y libre tránsito para todos tampoco es la opción. Trump defiende la forma de hacer negocios liberal y con un Estado subordinado a los intereses de esas mismas formas de hacer negocio. Eliminar la competencia extranjera es, fundamentalmente, la primera determinación, pero también incentivar con medidas concretas que la empresa nacional pueda desarrollarse.

Los postulados de Trump sobre política económica no están tan lejos de los de Vladimir Putin, ni los de Xi Jinping, ni de los de Hugo Chávez o de Díaz Canel, tampoco sus postulados sobre la paz mundial. No se trata, como decían los neoliberales más ortodoxos o más “encantadores”, como Bill Clinton o Barak Obama, de que todo el mundo haga negocios felices en mesas interculturales para vivir tranquilos suponiendo su supremacía, sino en que los Estados sean fuertes. Es otra perspectiva basada en el mismo principio: el poder de las armas, y con una  posición sin eufemismos y que se resumen en su lema de campaña “American first”, y que aplica en todos los ámbitos.

A Trump le ha salido un alumno aventajado en Brasil, Jair Bolsonaro, que con la misma meridiana claridad ha venido a decir que la Amazonía es brasilera a todos los efectos y que hará con ella lo que le venga en gana – decidan los votos -, y que lo del pulmón del planeta no cuela, ni aunque cada país le regale un pedazo de territorio del tamaño de los alveolos que le corresponderían. Bolsonaro, como Trump, habla claro respecto a sus intenciones con el continente, lo que afecta en buena medida a los intereses de Bolivia.

Como sea, el orden mundial se viene configurando sobre viejos – nuevos paradigmas nacionalistas e imperialistas que subordinan el interés nacional a los negocios transnacionales mientras Europa, y otros, hacen el ridículo. De eso va la elección en Argentina y Uruguay, y también la de Bolivia. Explicar las posiciones y asumir compromisos en uno u otro sentido. Y obrar en consecuencia.

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