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Bolsonaro, Duque, Macri y la restauración frustrada

Pasan los meses y el año clave del 2019 se está convirtiendo en una especie de pesadilla para los teóricos de la restauración conservadora en el “continente Sudamericano” como movimiento pendular y “definitivo” de reacción a los movimientos nacional – populares de la primera...

Pasan los meses y el año clave del 2019 se está convirtiendo en una especie de pesadilla para los teóricos de la restauración conservadora en el “continente Sudamericano” como movimiento pendular y “definitivo” de reacción a los movimientos nacional – populares de la primera década del siglo XXI que se extendieron hasta la mitad de esta.

La constatación “definitiva” de la política “proteccionista imperial” de Donald Trump, que no es tan diferente a la que utilizaron sus antecesores salvo por la subordinación exigida explícitamente sin tanto edulcorante, ha puesto en jaque a aquellos que veían en el sucesor de Obama esa oportunidad de retomar el orden anteriormente establecido.

Y no se trata de que Nicolás Maduro siga al frente de Venezuela, que tiene más que ver con la fallida estrategia golpista de Juan Guaidó que con la solvencia ejecutiva del chavismo; sino que los Bolsonaro, Duque y sobre todo, Macri, han hecho méritos por sí solos para evidenciar que el camino de la ortodoxia neoliberal y conservadora no acaba de cuadrar en un continente que sigue necesitando ejercer su soberanía con más decisión para pintar algo en el contexto internacional.

Mauricio Macri fue la punta de lanza al “recuperar” Argentina para la causa liberal tras derrotar al menos kirchnerista de los peronistas, Daniel Scioli, elegido sucesor de Cristina Fernández con pocas expectativas de victoria. El relato de crisis económica estaba instalado tan fuertemente luego de doce años de gobierno y dura batalla, que no le resultó difícil. El problema era gobernar, y Macri ha dado muestras de incapacidad encadenando fracasos y escándalos; el dólar ha tocado los sesenta pesos y Macri ha pasado cuatro años prometiendo que lo que acababa de pasar era lo más duro, y que ya se arreglaba. Los 15 puntos de ventaja que el peronismo más clásico le ha sacado en las PASO parece algo más que un mensaje para navegantes.
La constatación “definitiva” de la política “proteccionista imperial” de Donald Trump, que no es tan diferente a la que utilizaron sus antecesores salvo por la subordinación exigida explícitamente sin tanto edulcorante
Jair Bolsonaro fue el resultado de un hartazgo cuyas consecuencias se empiezan a evidenciar. El ruido inmenso que hizo caer al Partido de los Trabajadores en su conjunto por un juicio insistente contra Lula, que se llevó por delante a Dilma Rousseff sin estar nunca vinculada al escándalo de lavado. Bolsonaro practica un ultraliberalismo con el que se frotan las empresas transnacionales, y ante las críticas echa mano de su vena nacionalista/soberanista que sin embargo no practica ante Donald Trump. El sector energético está siendo el primero; el negocio de los transgénicos el segundo, y seguro vendrán más. Su popularidad está por los suelos.

En Colombia por primera vez en décadas se acariciaba un tono de la izquierda, pero acabó por imponerse Iván Duque, conservador clásico y discípulo de Álvaro Uribe. Santos no era ni mucho menos un progresista, pero logró la paz con las FARC. Duque y Uribe la intentan dinamitar a pesar de los esfuerzos locales.

También ha habido problemas en Ecuador, que ya tiene el FMI de vuelta, y en Perú, con su enésimo presidente electo en la cárcel.

Mientras tanto Bolivia aparece en el foco más cercano; una elección que sin embargo se mueve en parámetros muy diferentes en cuanto a hegemonía, ejercicio del poder y alternativas.

Economía, soberanía, ecología y paz social; sin duda aspectos centrales que Gobierno y aspirantes deben aclarar para que todo el mundo sepa dónde se alineará la próxima Bolivia.

 

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