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El fracking nuestro de cada día

La estrategia de comunicación dentro del Gobierno respecto a sus hidrocarburos parece haber cambiado. El Ministro Luis Alberto Sánchez ha sostenido desde siempre que todo está perfectamente controlado y es maravillosamente satisfactorio, al mismo tiempo que impulsaba proyectos abiertamente...

La estrategia de comunicación dentro del Gobierno respecto a sus hidrocarburos parece haber cambiado. El Ministro Luis Alberto Sánchez ha sostenido desde siempre que todo está perfectamente controlado y es maravillosamente satisfactorio, al mismo tiempo que impulsaba proyectos abiertamente riesgosos como la exploración en áreas protegidas o la exploración no convencional esgrimiendo simplemente argumentos económicos, todos fundados en los miles de dólares que vendrían después.

Actualmente, es el Vicepresidente Álvaro García Linera quien parece haber tomado la batuta con un movimiento mucho más abierto. Es decir, protegiendo primero la viabilidad de un Estado extractivista, contra el que se suponía venía luchando el proceso de cambio desde siempre; y defendiendo a capa y espada la necesidad de explorar más y más en el país, para lo que no ha dudado en justificar la exploración en áreas protegidas, que ha calificado de un “invento de los gringos” para proteger sus reservas estratégicas en otros países.

Es verdad que el Vicepresidente todavía no ha mencionado la actividad exploratoria no convencional, más conocida como fracking, como uno de los caminos a seguir; pero la propia escenificación de la urgencia y los datos del sector sugieren que, llegado el momento, se optará por ello.

De hecho, el Ministerio de Hidrocarburos ya concedió el área de Miraflores a una empresa especializada, Cancambria, con quien firmó un convenio en 2018 en el hotel Los Parrales y con presencia del presidente Evo Morales. El speaker insistía una y otra vez que aquello era un paso histórico para el país, ya que ingresaba en la era de lo no convencional, y por lo tanto, era una gran noticia. Año y medio después, el contrato es un secreto y nadie puede asegurar que esté operando ni todo lo contrario.

Lo cierto es que las reservas no avanzan; las previsiones para llegar a 2025 con 20 TCF ya han sido corregidas a la baja; los mercados se van cerrando y no hay espaldas suficientes para abordar proyectos grandes que requieren de una inversión mayúscula, como sería la instalación de una planta de GNL en Ilo o incluso, el impulso definitivo de la planta petroquímica de Yacuiba.

Ambos proyectos requieren miles de millones, pero sobre todo, la garantía de que hay gas en el país para poder amortizar cualquier inversión y por lo tanto, ya no es tiempo de andarse con eufemismos o poses, sino de afrontar la realidad. No se trata de hacer cálculos sobre regalías futuras y pretender que a alguien se le ilumine la ambición para acceder a tal o cual proyecto.

Es cierto que una decisión de ese calado se acabará llevando por delante cualquier rescoldo de pachamamismo que pueda quedar en el Gobierno y entre sus simpatizantes; pero también es cierto que los países de alrededor no han dudado en emplear la agresiva técnica para aumentar su producción y sus reservas.

Sin duda, se viene un momento de decisiones drásticas, y ciertamente la campaña electoral parece un momento propicio para tratar estos asuntos.

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