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¿La industrialización está aquí o soñamos despiertos?

El gobierno acaba de publicar, basándose en datos del INE, que “las ventas externas de la industria manufacturera llegaron a 965 millones de dólares, posicionándose así, como el sector con la mayor participación (37,3%)” en las exportaciones del primer cuatrimestre de 2019, que en total...

El gobierno acaba de publicar, basándose en datos del INE, que “las ventas externas de la industria manufacturera llegaron a 965 millones de dólares, posicionándose así, como el sector con la mayor participación (37,3%)” en las exportaciones del primer cuatrimestre de 2019, que en total sumaron 2.589 millones de dólares.

El Ministerio de Economía destacó que, además, las manufacturas mantuvieron “un comportamiento creciente por tercer año consecutivo, pues entre enero y abril de este año aumentó 6,2% en relación al monto de 2018”.

Así vistas las cosas, la transformación estructural de la economía boliviana va viento en popa. Sin embargo, algo no termina de cuadrar cuando se mira de cerca el tipo de actividades económicas que se incluyen en la llamada “industria manufacturera”.

Los datos publicados por los citados organismos gubernamentales celebran, por ejemplo, el crecimiento de valor de las exportaciones de oro metálico, plata metálica y del girasol y sus derivados. Ya no hablando de valor sino de volumen exportado, el reporte oficial destaca el comportamiento de las exportaciones de la soya y sus derivados, seguido por la urea granulada y por el Gas Licuado de Petróleo (GLP).

Ahora bien, los entendidos en economía cuestionan que se clasifique a la mayoría de estas actividades como parte de la industria manufacturera o de la industrialización de recursos naturales, y afirman que, exceptuando quizá el caso de la urea, en realidad siguen siendo materias primas.

Particularmente se refieren a la refinación de petróleo, el procesamiento de elementos químicos y la fundición de minerales, y también a los rubros de Cacao, Azúcar, Café elaborado, Algodón e Hilados de Algodón, Cueros y Manufacturas de Cuero, y Maderas y Manufacturas de Madera.

Según los expertos, “la nueva forma de los materiales tratados no cambia su esencia como materias primas”, y aunque hayan pasado “por un cierto proceso de agregación de valor antes de su comercialización en el extranjero, siguen siendo parte de cadenas de valor que concluyen en la fabricación de bienes diferentes, por lo que tendrán que pasar por nuevos procesos de transformación industrial para su consumo efectivo”.

En otras palabras, no dejan de ser materias primas a ser utilizadas en posteriores procesos de industrialización, por lo que “no resulta razonable que sean incluidos en la industria manufacturera”.

Lo cierto es que, hasta el momento, el único proceso de industrialización real de los recursos naturales está plasmado en la planta de urea-amoniaco de Bulo Bulo, con sus virtudes como iniciativa y con sus cuestionables desaciertos técnicos.

La petroquímica de plásticos y las baterías de litio -grandes emblemas de la industrialización estatal- siguen siendo sueños de un futuro incierto. Mientras tanto, más allá de la retórica, lo demás es lo de siempre, o menos.

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