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La impunidad y los municipios

Los tiempos de la bonanza en Tarija han pasado dejando una sensación general de impotencia que, en la debida gestión, debería llevarse hacia una especie de manual de autoayuda con lecciones aprendidas para no repetir los mismos errores que llevaron a dilapidar los grandes recursos que por...

Los tiempos de la bonanza en Tarija han pasado dejando una sensación general de impotencia que, en la debida gestión, debería llevarse hacia una especie de manual de autoayuda con lecciones aprendidas para no repetir los mismos errores que llevaron a dilapidar los grandes recursos que por primera vez parecían llegar a Tarija de forma exhaustiva.

Lo cierto es que nada de eso está pasando y más bien los alcaldes y autoridades, salvo excepciones, andan buscando formas de seguir colocando cemento por todo su territorio, cuanto más rápido mejor. El problema de fondo es de concepto, pues lo electoral está cada vez más lejos de esos excesos ladrilleros y los gestores más expuestos al escrutinio diario.

En El País hemos iniciado una serie de reportajes que nos llevará por los diferentes municipios del departamento para testear de primera mano el destino de los recursos que se han gestionado, pues ni los mismos alcaldes son capaces de defender sus famosos “proyectos concurrentes” con los que día sí y día también amenazan a la Gobernación con proceder al débito automático para llenar sus arcas luego de que la misma Gobernación autorizara nuevos convenios para nuevas mini obras de cemento no ensambladas en ningún plan general coherente.

Los dos primeros reportajes, donde visitamos Entre Ríos y San Lorenzo, han delineado un patrón similar, que veremos si se repite en el resto del territorio. Obras normalmente muy ambiciosas, que finalmente no fueron utilizadas porque a nadie se le ocurrió que la gente del pueblo tendría que desplazarse hasta allí, erogando recursos que no tienen, y nadie dio soluciones ni a eso ni a otras cosas.
La sensación de que no pasa nada está haciendo un daño irreparable a las nuevas generaciones y sobre todo, a la institucionalidad, cuyas consecuencias se verán al medio plazo
En Entre Ríos, la Estación Policial, la Terminal de Buses, los Coliseos, etc., son enormes monumentos en franco deterioro para los que no hay responsables.

En San Lorenzo el asunto es similar. Un Mercado convertido en oficinas, un internado desplomándose luego de una década sin uso, cemento asfáltico podrido sin abordar la Circunvalación, etc. En San Lorenzo solo hay una demanda por este asunto, y tampoco avanza.

Muchas de las obras ni siquiera son las obras arrancadas bajo el mandato del dispendioso Lino Condori y que hasta la fecha no se pueden acabar porque nunca existieron los recursos necesarios para ello, ni por mucho débito que se haga, sino que vienen de antes. ¿Por qué no se garantizó el uso? ¿Por qué no se concluyen adecuadamente? Son preguntas sin respuesta que sin duda la merecen. Sin demagogias.

La Gobernación creyó, erróneamente, poder conciliar con los alcaldes a través de los proyectos concurrentes para que de forma ordenada se pudiera dar salida a los problemas acumulados. Nada de eso ha pasado, y al contrario, se ha generado otros mayores, por lo que tiene ahora una responsabilidad que ejercer.

El problema en el desarrollo de Tarija y Bolivia no es solo la corrupción, sino la impunidad. La sensación de que no pasa nada está haciendo un daño irreparable a las nuevas generaciones y sobre todo, a la institucionalidad, cuyas consecuencias se verán al medio plazo. Es necesario acabar con eso.

 

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