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Deshojando la margarita de las extractivas

En entrevista con un medio de comunicación, el Ministro de Economía, Luis Arce Catacora, explicó que se está enfrentando la adversa coyuntura económica internacional con “factores diversificadores de la economía nacional”. Esos factores son, según la autoridad, la generación de...

En entrevista con un medio de comunicación, el Ministro de Economía, Luis Arce Catacora, explicó que se está enfrentando la adversa coyuntura económica internacional con “factores diversificadores de la economía nacional”.

Esos factores son, según la autoridad, la generación de excedentes de los sectores estratégicos: “Fue hidrocarburos y se viene el litio, el Mutún, las hidroeléctricas y el desarrollo agropecuario que vemos venir”, agregando a esa lista al turismo. Salvo este último, la apuesta sigue siendo -acaso más que nunca- en favor de los sectores extractivos.
Ojo que no está mal que el país aproveche sus recursos naturales en favor de su desarrollo y para mejorar las condiciones de vida de la población. Pero eso es justamente lo que hay que preguntarse. ¿Se estará usando los recursos para lo que necesitamos los bolivianos, o al contrario, sólo para que los indicadores macroeconómicos proyecten una imagen no necesariamente cabal de la realidad?

Los hidrocarburos generaron excedentes importantes, parte de los cuales se redistribuyeron a la población con bonos, logrando impactos en la reducción de la pobreza, especialmente la extrema. Pero ese resultado no se ha basado en el cambio de las estructuras económicas, y según los expertos, corre riesgo de revertirse tan pronto como esos excedentes se acaben del todo.

El litio es una promesa eterna. Pero las cuantiosas inversiones realizadas a lo largo de estos años hasta ahora no han producido resultados, y las informaciones incompletas y confusas de las autoridades del sector minero no logran refutar ni aclarar las preocupaciones de la opinión pública. El Mutún es otra promesa eterna, con los mismos resultados.

Los proyectos hidroeléctricos aparentemente son una apuesta interesante, pero la localización, el tamaño y los costos -no sólo económicos y financieros sino también sociales y ambientales- no permiten abrazarlos ciegamente. Y el gobierno no ha logrado refutar los argumentos que piden hidroeléctricas pequeñas, eficientes y orientadas a satisfacer las necesidades internas (junto con energía eólica y solar), y que critican la intención generar dólares basados en el despojo y los mega-contratos por invitación directa y con condiciones de financiamiento poco claras.

La apuesta por la agroindustria (etanol, biodiesel, soya, transgénicos, etc.), bajo el término “desarrollo agropecuario”, ha sido criticada recientemente por investigadores nacionales e internacionales, a la que califican no sólo de “fatal”, sino que es catalogada como simple “extractivismo agrario”, basada en la desposesión, los riesgos ambientales, los desmontes de bosques nativos y la dependencia de cadenas globales de insumos agropecuarios que no controlamos los bolivianos.

Según el ministro Arce, los resultados de toda esta planificación se verán partir del año 2021 y 2022, quizá desde 2020. Y aunque esperamos que así sea, también nos preocupa el largo plazo, o sea dentro de una década y más. El modelo no ha cambiado y según esta información no lo hará: seguimos deshojando la margarita de las extractivas. Lo que no sabemos es si seguirá habiendo un suelo fértil donde sembrar algo más cuando los pétalos se acaben.

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