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Tarija, ante el inédito desafío de defender la Reserva de Tariquía

Mientras haya resistencia, hay esperanza. El departamento de Tarija está llamado el miércoles 27 de marzo a un paro cívico para defender la Reserva Natural de Flora y Fauna de Tariquía, uno de los pulmones del sur del país y principal fuente de agua del departamento y secundar así a los...

Mientras haya resistencia, hay esperanza. El departamento de Tarija está llamado el miércoles 27 de marzo a un paro cívico para defender la Reserva Natural de Flora y Fauna de Tariquía, uno de los pulmones del sur del país y principal fuente de agua del departamento y secundar así a los habitantes de los cantones de Tariquía, Salinas y Chiquiacá que se han plantado ante el ingreso de las petroleras tras meses de avasallamiento y engaños. Ya no se trata de “consulta previa”, sino de “fuera las petroleras” como se repitió hasta la saciedad el lunes en el puente de Vallecito (Chiquiacá).
Solo la movilización ciudadana, la capacidad de repercutir en el mundo, la posibilidad de incidir, de llamar la atención sobre el atropello y de desvestir mitos que no habían tenido trasfondo es lo que puede salvar Tariquía
El paro es prácticamente inédito en el mundo. Nunca una ciudad como Tarija, con su cuarto de millón de habitantes, se había movilizado en defensa de una Reserva Nacional. Ni la resistencia por el TIPNIS logró una movilización similar. No hay precedentes en el entorno continental y apenas hay en el mundo.

En una época en la que lo ambiental está de moda, aunque sea desde perspectivas millenials del hedonismo pasajero, que Tarija se plante ante las petroleras es un hito que se debe ensalzar, más luego de haber cargado toda la vida con la cruz del pasotismo chapaco. Qué esto suceda además en el tercer gobierno de Evo Morales, que sigue proyectando al mundo una imagen de indígena defensor de la Madre Tierra debería convertirlo en noticia mundial.

Hay una idea bien errada en el eje central, que presenta a los tarijeños como un pueblo tranquilo y gozoso de sí mismo, sin importarle lo más mínimo lo que pasa a su alrededor, por el hecho de tener un subsuelo millonario. Es sin duda una imagen prejuiciosa proyectada desde diferentes círculos y estamentos sociales con pretensiones bien particulares. Desalentar modelos alternativos como el que Tarija viene planteando en base a una autonomía frustrada en el origen y en el posterior desarrollo contribuye a santificar el centralismo secante, que no solo es político, sino también social y periodístico. Por eso algunos acaban de descubrir los elefantes que otros llevamos una década denunciando.

La única estrategia del Ministerio de Hidrocarburos, cuyo titular es además tarijeño, para más incomprensión, ha pasado por la cantidad de plata que el departamento de Tarija iba a lograr con la perforación de los pozos en Tariquía. Nada más. Y la verdad es que los tarijeños están hartos de esas palabras que nunca han resuelto los problemas de la gente.

No es tiempo de hacer política con un asunto tan delicado que marca un punto de inflexión en la relación del Gobierno con Tarija. Tampoco es tiempo de ponerse de perfil. Un basta ya que debería además involucrar al resto del país, sumándose a la vanguardia.

La batalla jurídica se da por fracasada a pesar de sustentarse en aspectos tan obvios como que un Decreto no puede sobreponerse a la Constitución, que protege las Reservas Naturales y la consulta previa. Solo la movilización ciudadana, la capacidad de repercutir en el mundo, la posibilidad de incidir, de llamar la atención sobre el atropello y de desvestir mitos que no habían tenido trasfondo es lo que puede salvar Tariquía. Mientras hay resistencia, hay esperanza.

 

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