Lo intolerable de la violencia intolerable

La noche del lunes 17 de diciembre, cuando finalizaba el acto de entrega de las luces led en el barrio Rosedal, el alcalde Rodrigo Paz Pereira fue literalmente correteado por una turba compuesta – aparentemente – por revendedores y funcionarios del CRAMA y el CERCAT, los dos mercados...

La noche del lunes 17 de diciembre, cuando finalizaba el acto de entrega de las luces led en el barrio Rosedal, el alcalde Rodrigo Paz Pereira fue literalmente correteado por una turba compuesta – aparentemente – por revendedores y funcionarios del CRAMA y el CERCAT, los dos mercados indiferenciados que conforman el mercado campesino y que, según denuncian, se han visto afectados con la determinación de prohibir el parqueo de camiones aprovisionadores durante la jornada. Por determinación del Gobierno Municipal, todos los camiones que quieran hacer venta directa del productor al consumidor – característica con la que se concibió el Mercado Campesino – deben ir al Mercado Abasto del Sur, literalmente en la otra punta de la ciudad.

Las imágenes que circularon por las redes son de una inusitada violencia tal vez exacerbada por aquellos que trataban de proteger al alcalde – que dicho sea, eran mayoría - de quienes le increpaban a gritos, braceando y recogiendo piedras del camino. El alcalde llegó magullado hasta su vagoneta y desapareció.

La violencia es el recurso de la sinrazón, y no es tolerable que nadie se sienta en la legitimidad de acudir a ella sin que tenga consecuencias. Es necesario que como sociedad nos comprometamos en erradicar este tipo de prácticas, que con extraña vigorosidad han vuelto a aparecer en los últimos meses con recurrente frecuencia. La condena, a la que nos sumamos, ha sido unánime en las redes sociales y en la escena pública. Nadie querría ver en Tarija a un alcalde circulando en vehículo blindado, con dos o tres delante y dos o tres detrás y rodeado de guardaespaldas; sería el ejemplo del fracaso absoluto como modelo de ciudad y sociedad.

Seguramente lo sucedido no puede analizarse como un hecho aislado sino como un fenómeno social al alza en el país y en la sociedad y resultado de un proceso de acumulación, alimentado desde diferentes fuentes, y que tiene que ver con lo ético del ejercicio de la función pública y profesional y la capacidad de ofrecer respuestas a una situación de crisis crónica que se vive no solo en la ciudad de Tarija, sino en el país y que no parece haber sido suficientemente atendida.

Nada justifica, sin embargo, lo sucedido el lunes en la noche, y nada debería hacer pensar a los violentos que con esa actitud pueden cambiar la decisión del Alcalde, ni siquiera la falta de solidez en decisiones similares. Es cierto que el Gobierno Municipal dijo que no se subiría el pasaje de micro hasta que no se reordenara y se implementara el servicio público y luego lo subió 30 centavos a cambio de nada; es cierto que se negó un día entero a habilitar la feria del Día de la Madre para permitir al día siguiente su instalación una cuadra más allá; y es también cierto que acaba de autorizar la feria navideña en el Parque Temático pese a lo que costó habilitar el Campo Ferial del Constructor. “La ciudad debe ordenarse”, insiste el alcalde, pero nadie quiere ser el primero luego de tres años tarareando sin resultados la misma canción.

Nada justifica la agresión, ni la agresión debe justificar el atrincheramiento definitivo en un búnker de victimismo, lanzando acusaciones gratuitas a sus rivales electorales directos y denunciando complots que solo existen en los propios complejos de un Gobierno Municipal.
Sin duda, cumplir con los compromisos siendo firme en las determinaciones, sería la mejor política que podría aplicar el alcalde en lo que le queda en el despacho.

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