Lo que calla Sánchez

Después de una semana de alto voltaje en la relación Bolivia – Argentina, que culminó con una visita no oficial de Evo Morales a Buenos Aires en el que nadie, es decir, ninguna autoridad oficial, lo recibió ni formal ni informalmente, se ha impuesto la Ley del Hielo. El viernes anterior a...

Después de una semana de alto voltaje en la relación Bolivia – Argentina, que culminó con una visita no oficial de Evo Morales a Buenos Aires en el que nadie, es decir, ninguna autoridad oficial, lo recibió ni formal ni informalmente, se ha impuesto la Ley del Hielo.
El viernes anterior a la visita de Morales, el Ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez anunció una visita de alto nivel de los ejecutivos de Integración Energética Argentina (Ienasa), la empresa sucesora de Enarsa que ha asumido todos los roles relativos al contrato de compra venta del gas boliviano.

El hecho de que a día de hoy no se hayan conocido las conclusiones de un encuentro que se anunció con tanta profusión puede deberse a tres aspectos: Que las decisiones sean tan buenas para Bolivia que el Ministerio haya decidido guardarlo en reserva por humildad; que las conclusiones sean tan malas que el Ministerio haya decidido ocultar la información o que, simplemente, el encuentro no se haya producido.

El encuentro se había anunciado para tratar de aclarar el contexto en relación a la deuda de 450 millones de dólares que la Argentina – en una situación de crisis con intervención del FMI – arrastra desde mayo; saber si se cumplen o no se cumplen con las nominaciones diarias de gas y finalmente, conocer las intenciones que tiene Argentina de cumplir con el contrato firmado hasta 2026 luego de las declaraciones del secretario de Hidrocarburos Javier Iguacel, quien aseguró que en dos años –por el desarrollo de Vaca Muerta - ya no se requeriría más energético boliviano, lo cual no es más que una declaración de fuerza pues los contratos están blindados y cualquier modificación bilateral pasaría por tribunales.

Conociendo los antecedentes del Ministerio de Hidrocarburos, capaz de hacer una fiesta por un simple apretón de manos con la penúltima empresa del sector o por entregar áreas semi vírgenes a los depredadores del fracking, resulta imposible creer que la reunión se produjo, hubo algo favorable a Bolivia y Sánchez y su equipo lo guarden en silencio. Este medio ha solicitado tres veces por el cauce habitual por el que se distribuye la información de este tipo que se den detalles de la reunión y los funcionarios públicos han optado por el vil silencio, que no solo es cuestión de educación, sino que va contra sus obligaciones de servidor del Estado.

La otra posibilidad es que las noticias sean malas. El embajador argentino señaló que en las últimas semanas se envían apenas 12 millones de metros cúbicos de gas e Iguacel aseguró que Bolivia había pedido modificar los términos del contrato al no poder cumplir con el mismo. Sánchez se limita a decir que se cumple con lo nominado, lo que a decir de Iguacel y Álvarez no sería cierto. De serlo, Sánchez habría consumado su fracaso al frente de la cartera de hidrocarburos, incapaz de abrir nuevos mercados y de cumplir siquiera con los blindados por la falta de hallazgos de consideración.

La tercera es, efectivamente, que la reunión no se haya producido. En ese sentido, no tiene mayor lógica que el Ministerio no responda a las básicas preguntas sobre la información que cualquier acto de gobierno debe brindar.

Bolivia está sometido a una presión negociadora esencialmente chantajista por parte de Argentina, muy consciente de que sin Brasil y sin los proyectos de industrialización desarrollados, Bolivia no tiene más posibilidad que entregar su gas al único vecino al que le puede vender para sostener sus cuentas. El objetivo es claramente rebajar los precios y el método es desde todos los puntos de vista cuestionable, pero eso no impide evidenciar que hay un responsable claro de que Bolivia haya llegado a este punto en una posición de debilidad total y ese es el Ministro Luis Alberto Sánchez.

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