Un sueño que quedó grande

La baja en la pesca en este año, los problemas del río Pilcomayo sumados a la crisis económica que enfrenta el departamento han dejado al pueblo Weenhayek sumido en una profunda crisis, que se agrava con otros conflictos que enfrentan como la falta de condiciones para poder acceder a una...

La baja en la pesca en este año, los problemas del río Pilcomayo sumados a la crisis económica que enfrenta el departamento han dejado al pueblo Weenhayek sumido en una profunda crisis, que se agrava con otros conflictos que enfrentan como la falta de condiciones para poder acceder a una educación formal.

El artículo 82 de la Constitución Política del Estado (CPE) garantiza el acceso a la educación en igualdad de condiciones para todos, pero además, compromete al Estado a apoyar a los estudiantes con menos posibilidades económicas para que accedan a los diferentes niveles del sistema educativo.

Las escuelas que posee el pueblo Weenhayek en Bolivia son una herencia de la Misión Sueca que por muchos años intentó ayudar a este grupo en cuanto a educación. De a poco influyó en el pensar de los padres de familia quienes eran reacios a enviar a sus hijos a la escuela. Cultivaron metas y sembraron sueños.

Más aún en 1995 la Misión Sueca dejó de apoyar al pueblo y aunque el derecho a la educación se establece en la Constitución Política del Estado boliviana las instancias gubernamentales de a poco olvidan a estas personas.

En la escuela Sueca de Capirendita (pueblo Weenhayek) estudian 397 alumnos que tienen grandes sueños. Quieren ser médicos, otros abogados, unos cuantos enfermeros y la mayoría maestros. Más aún, poco o nada saben de la burocracia que impedirá sus metas, aunque a diario sus estómagos ya les dan pista de la desatención que sufren.

Los jóvenes y adolescentes pasan clases en infraestructuras de hace 50 años, sentándose de a dos en un asiento, pidiendo lápices, hojas y cuadernos a los profesores para avanzar la materia. Con el agravante de que deben esperar hasta el mediodía para comer el primer alimento de la jornada.

En muchas ocasiones las distancias son sumamente lejanas desde las comunidades hasta las escuelas, más aun los que deciden luchar por sus objetivos se quedan en el internado de Capirendita, donde las condiciones no son de las mejores y lo que falta de igual manera es la comida.

Las autoridades municipales de Villa Montes han admitido que cada estudiante posee sólo 3 bolivianos para desayuno y almuerzo, lo que no alcanza para ambas cosas, por lo que los encargados de estos alimentos en las escuelas han optado por darles solamente almuerzo.
¿Qué comen los niños y adolescentes durante toda la mañana?, lamentablemente nada. ¿Qué pueden hacer sus padres?, poco o nada, pues este año no fue una buena temporada de pesca, por lo que no tienen para alimento y menos para útiles escolares. El País evidenció esto con un reportaje.

Pero eso no es todo, la droga, aquella que se aprovecha de toda condición, aquella que no perdona a nadie ha ingresado a este pueblo. Maestras de la escuela de Capirendita y hasta los mismos estudiantes lo han admitido. Una bolsita de marihuana se consigue a diez o 20 bolivianos, robando dinero a los amigos e incluso a familiares. Esto ha hecho que muchos estudiantes abandonen sus estudios.

¿Qué hacen las autoridades al respecto?, ¿Cuáles son las soluciones sobre este problema?, los conflictos del río Pilcomayo continúan sin solución, se les ha reducido el presupuesto de alimentación a la escuelas y aunque la CPE establece hermandad con los pueblos indígenas queda claro que a las autoridades del mismo gobierno y a las departamentales este sueño les ha quedado grande.

“El Gobierno se dice un gobierno indígenas pero aún no ha entendido que aquí hay indígenas”, dice molesto un profesor de la escuela de Capirendita.

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