Espacio publicitarioEspacio publicitarioEspacio publicitario

Renunciar para dar a luz, el debate pendiente

La ya ex Ministra de Salud Ariana Campero podría haber renunciado al menos media docena de veces en sus tres años de gestión y otras tantas podía haber sido cesada. No avanzó nada en la implementación del Seguro Universal, convirtió la Caja Nacional de Salud en un paradigma de la...

La ya ex Ministra de Salud Ariana Campero podría haber renunciado al menos media docena de veces en sus tres años de gestión y otras tantas podía haber sido cesada. No avanzó nada en la implementación del Seguro Universal, convirtió la Caja Nacional de Salud en un paradigma de la politización, nunca dio respuestas a los problemas de la descentralización o de la gestión de servicios por parte de los Municipios, pero sí se convirtió en experta a la hora de manejar los ítems y sus repartos.

Que finalmente su renuncia sea justificada por sus seis meses de embarazo es una decisión personal e incuestionable que toma desde su libertad de mujer. Muchas son las mujeres que se ven abocadas cada año a tomar la misma decisión sin ser Ministras, sin tener el futuro resuelto, sin saber que será de ellas y sin tener que dar explicaciones por ello. Muchas otras ni siquiera pueden planteárselo y deben cargar lo que llegan y salir adelante. Que esto siga pasando en general es lo que constituye un fracaso del Ministerio y del activismo del Movimiento Al Socialismo de la rama teóricamente más a la izquierda.

Sin embargo, buscando el lado positivo, contribuye a poner en primera plana un debate que, por su acción al frente del Ministerio, no ha conseguido. En un país en el que el Estado asumiera políticas de cuidado consciente y progresista, en la maternidad y en la crianza, una madre no debería tener que renunciar a su puesto de trabajo sino hacer uso de los permisos prenatal y postnatal que manda la Ley. La ya ex Ministra de Sanidad sería tal vez una del diminuto universo de mujeres que en Bolivia pueden acceder a esos beneficios y que, sin embargo, ha juzgado insuficientes.

La familia, a 2018, sigue siendo la primera red de protección social en Bolivia. La segunda son las kermesses. En un país infrapoblado como Bolivia y con un desarrollo hacia la “modernidad neoliberal” acelerado, es necesario que el Estado tome en serio las políticas que incentivan la natalidad. En 1960 cada boliviana tenía un promedio de seis hijos. A principios del siglo XXI tenían cuatro, actualmente no llega a tres y en ciudades como Tarija apenas se sostiene el factor de continuidad, pues ya baja de dos.

La maternidad sigue siendo hoy objeto de discriminación laboral para las mujeres. El acceso para una mujer joven a una fuente profesional reglada es más difícil que para los hombres. Medidas como la equiparación de la solicitud del subsidio materno para cualquiera de los progenitores ha contribuido en algo a igualar la situación, aunque en la práctica suponga dificultar el acceso de los dos por el elevado costo que ha alcanzado.

El permiso por maternidad, de apenas tres meses, uno y medio antes y uno y medio después, está muy lejos de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que pide seis meses de lactancia exclusiva.

Las políticas de conciliación no existen más allá de la naturalización que existe de la figura en el ámbito laboral. El problema vuelve a ser familiar y, fundamentalmente, femenino.
La ministra sale del Ministerio usando tal vez una excusa que no debería y que hace flaco favor a la lucha feminista por la igualdad. El debate queda pendiente y difícilmente su predecesor lo asumirá. Ojalá sí.

Más del autor
Las prisas lentas de YPFB
Las prisas lentas de YPFB
Tema del día
Tema del día