Cuba y los nuevos desafíos

La República de Cuba ya tiene un nuevo presidente. Miguel Díaz - Canel dio ayer su primer discurso ante la Asamblea Nacional ya erigido como nuevo Jefe de Estado. Sobre él se posaron los ojos no solo de todos los cubanos, que ya lo conocían, sino de media humanidad, ávidos de conocer el...

La República de Cuba ya tiene un nuevo presidente. Miguel Díaz - Canel dio ayer su primer discurso ante la Asamblea Nacional ya erigido como nuevo Jefe de Estado. Sobre él se posaron los ojos no solo de todos los cubanos, que ya lo conocían, sino de media humanidad, ávidos de conocer el criterio de este nuevo personaje que ha irrumpido en la escena internacional y sobre el que se han depositado las expectativas de lo más diversas.

Miguel Díaz – Canel, de 57 años, nacido después de la Revolución, ha sido presentado al mundo por la prensa más ortodoxa de las potencias centrales como el encargado de jubilar a la vieja guardia revolucionaria y tomar las riendas del país para dirigirlo ineludiblemente hacia el progreso, que en función de estos medios no es otro que el sistema neoliberal dominante en el mundo occidental.

Por alguna extraña razón, los editoriales de los diarios más influyentes del mundo, sobre todo los de habla hispana como El País, el New York Times, Clarín o El Universal han dado por sentado que este nuevo líder traicionará a todos sus mentores, sus principios y valores y convertirá a Cuba en el enésimo paraíso caribeño al servicio del libre comercio, las drogas, la prostitución y la venta de armas. También han apuntado que de no lograrlo será porque la sombra de los Castro es alargada y Raúl se ha reservado para sí la presidencia del partido hasta 2021 y una especie de rol de garante.

Díaz Canel ha sido el niño mimado por Raúl Castro los últimos diez años de su mandato y así lo ensalzó en el discurso de cierre de la histórica sesión en La Habana. Castro dijo que confía en el “éxito absoluto” de su sucesor destacando sus “virtudes, experiencia y dedicación al trabajo” e incidió en que “no es un improvisado” y en que “su ascenso no ha sido fruto del azar ni del apresuramiento”. Castro puso en valor la “solidez ideológica, sensibilidad política, compromiso y fidelidad hacia la revolución”.

Antes, el propio Díaz - Canel había jurado su lealtad a los principios de la revolución y al legado de los Castro recalcando su propósito de “dar continuidad” al régimen socialista de partido único, subrayando que no habrá “espacio para una transición” política o una “restauración del capitalismo”.

Los mismos medios que catapultaron la imagen de un Raúl Castro reformador enfrentado ideológicamente con su hermano Fidel esperan ahora que Díaz – Canel de pasos que permitan crear otro relato para la isla desde la prensa internacional sin tener en cuenta ni escuchar lo que desde la isla se explica.

El discurso de Díaz - Canel fue sólido y nítido. “Aquí no hay espacio para una transición que destruya lo que se ha logrado en tantos años de lucha”, sentenció. Díaz - Canel habla de soberanía y dignidad para Cuba. También habla de integración continental sudamericana y de solidaridad, valores cada vez más amenazados en el continente y en el nivel mundial, sean quienes sean quienes dominen las potencias centrales.

América Latina atraviesa momentos delicados en su de por sí delicada historia de integración. Los avances de la década pasada en lo que se refiere a concepción de proximidad, solidaridad y soberanía se han frenado en seco con la caída de regímenes progresistas en Argentina y Brasil principalmente, sustituidos por Gobiernos dirigidos por empresarios millonarios firmes partidarios de las recetas neoliberales. La dignidad, sin embargo, se va perdiendo poco a poco en Cumbres como la recientemente realizada en Lima o sosteniendo a un secretario general de la OEA como Luis Almagro mientras el presidente de los Estados Unidos, también empresario multimillonario pero, como representante del poder central, soberanista y firme defensor de las recetas proteccionistas.

Trump representa un renovado discurso para Estados Unidos con un mismo objetivo que todos sus antecesores: consolidarse como líder mundial. Su llegada ha sorprendido a los Gobiernos latinoamericanos que andaban retornando a la subordinación que, lejos de modificar sus intenciones, han aceptado grandes dosis de indignidad con tal de aplicar su receta. Es necesario que alguien insufle nuevas ideas y discursos, fuerza y coraje en esta relación que cada vez se vuelve más tóxica y denigrante. Tal vez esa persona sea Díaz – Canel.

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