La FUL y la ruina moral de la UAJMS

La noche del martes asistimos al enésimo acto vergonzoso de la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho. Una noche en la que se debía elegir una plancha para presidir la Federación Universitaria Local (FUL), es decir, la máxima autoridad de los estudiantes. Idealmente, se trata de la voz en...

La noche del martes asistimos al enésimo acto vergonzoso de la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho. Una noche en la que se debía elegir una plancha para presidir la Federación Universitaria Local (FUL), es decir, la máxima autoridad de los estudiantes. Idealmente, se trata de la voz en sí de los jóvenes en los órganos de Gobierno universitario, aquellos que, dicho sea de paso, más deben velar por la calidad de sus propios estudios, por lo que les viene en el futuro.

En cualquier otro lugar del mundo, que seis frentes diferentes se hubieran habilitado para optar al cargo sería motivo de celebración. Sería sinónimo de vitalidad, de ideas en ebullición, de compromiso social y con el entorno. Sin duda una buena señal para lo que debe ser la casa superior de estudios. Debate político, intercambio de opiniones, de criterios, análisis sesudo de la situación con el objetivo de mejorar, de crecer, de hacer mejor.

En el caso de la Juan Misael Saracho, el debate no ha sido tan profundo, apenas alguna idea suelta para elevar el nivel del plantel docente. Como casi siempre se convirtió en una campaña por ver qué frente era capaz de sumar más simpatizantes, fascinar más amigos, captar más atenciones y en definitiva, lograr más votos que avalen no tanto un programa de gobierno sino la confianza de unos ejecutivos para manejar a su antojo una buena parte de los recursos.

Estaba anunciado y no “decepcionó”, el recuento de votos se convirtió en una batalla campal con vidrios rotos, puertas quebradas, ánforas agujereadas y actas escondidas. Humillantes escenas para la casa del saber que por desgracia se repiten con demasiada frecuencia.

Desde El País no vamos a hacer eco del moralismo que condena a la juventud con frivolidad sin hacerse responsable de los actos que han llevado hasta el momento. No es verdad que los jóvenes de hoy sean menos nada que los jóvenes de ayer. Lo que pasa en la FUL, evidentemente, no tiene que ver con las políticas de los jóvenes, sino con las de los adultos.

La FUL ha sido tradicionalmente uno de los primeros escenarios de aproximación a la política real de los jóvenes. Un espacio en el que decenas de universitarios, en Tarija y en todo el mundo, han experimentado el debate, reflexionado sobre los enfoques, tomado posiciones y aprendido a defenderla. Es una escuela política por excelencia y no hay absolutamente nada malo en eso.

El problema ha llegado cuando la política se convirtió en una mera asignación de recursos a través de métodos opacos, y las ideologías se embarraron con cuotas de poder, becas comedor, plazas de guardería, buses, etc. Por desgracia, la corrupción ha ido creciendo conforme se han incrementado los recursos y, por más desgracia, cuando se han reducido se ha quedado ahí mismo donde estaba.

La Universidad Juan Misael Saracho debería ser una de las punteras del país por el nivel de ingresos y posibilidades, pero no lo es. Ni del país ni mucho menos del continente. Durante años ha estado gobernada por unos intereses ajenos a la calidad de la enseñanza. Las roscas se han acomodado y soldado a la propia estructura de la casa de estudios. El prestigio ha ido cayendo en picado dejando efectos nocivos en la masa estudiantil que, salvo honrosas excepciones, que las hay, no puede ni goza de la mejor calidad posible sino que esta ha sido sacrificada entre interinos, pruebas de suficiencia, contratos cortos, acumulación de paralelos y otra serie de chicanas en los bordes de la ortodoxia. En estos juegos tramposos se ha involucrado a la FUL y a sus representantes y eso parece ser ahora la motivación principal de los aspirantes a políticos.

Es necesario que el nuevo Rector Gonzalo Gandarillas inicie cuanto antes la renovación moral de la Universidad Juan Misael Saracho, aplique con fuerza sus compromisos de campaña, derrumbe los tabús, los tótems y los juegos de artificio y construya algo de lo que todos nos sintamos orgullosos. Que la UAJMS vuelva a ser una Universidad digna requiere esfuerzos que, al final, serán reconocidos.

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