Una economía global pesada: poco crecimiento y mucha deuda
El mundo ha sufrido cambios inimaginables en este último año. Al finalizar el 2019 el debate económico se centraba en la desaceleración de la economía global después de una década de lenta recuperación, luego de la crisis de 2008-2009. En ese momento la propagación del SARS-CoV-2 como pandemia era simplemente inconcebible. El mundo cambiaría dramáticamente y con este su economía.
Un reciente informe del semanario The Economist ha señalado que la economía global, a medida que se va estabilizando, adquiere ciertas dinámicas que tienen que ver con el tipo de políticas que han sido necesarias para enfrentar la pandemia y cuidar a la población.
Tres dinámicas marcan este nuevo periodo y ‒aunque se cuente pronto con una vacuna‒ perseverarán en un mediano plazo. La primera de ellas tiene que ver con un lento crecimiento económico, la segunda con una baja tasa de inflación y la tercera con el incremento exacerbado de los distintos tipos de deuda.
La inevitable deuda
Según el Foro Económico Mundial, se estima que los gastos globales relacionados con la pandemia de la covid-19 podrían llegar a representar hasta $US 15,8 billones (millones de millones). Es una cifra tan grande que para poder dimensionarla hay que compararla con las dos economías más grandes del planeta, el valor del PIB de China en 2018 fue $US 13,6 billones, mientras que ese mismo año el valor del PIB de EE.UU. fue de $US 20,5 billones.
La materialización de estos gastos fue principalmente a través de las políticas fiscales implementadas por los gobiernos de todo el mundo. Sin embargo, como la economía mundial ya se encontraba en un momento de desaceleración, muchos países están financiando estas políticas con deuda interna o externa. Se estima que, en promedio, esto representará que los déficits fiscales, en relación al PIB, alcanzarán valores cercanos al 17%. Recordar que para 2019 Bolivia acumuló un déficit fiscal cercano al 7%.
También será inevitable un incremento de la deuda privada, tanto de los hogares como de las empresas.
Una economía pesada y lenta
Si bien al inicio de la pandemia se especuló sobre si la brusca desaceleración económica traería consigo escasez en los mercados, con el tiempo se hizo evidente que los consumidores prefirieron ‒y muchos no tuvieron otra alternativa‒ ahorrar y/o disminuir sus gastos frente al clima de incertidumbre. Y como los sectores de bienes más necesarios no dejaron de producir ‒por lo que no hubo escasez‒ la inflación no se disparó. Este hecho también tuvo que ver con que las tasas de interés a nivel global se mantuvieron muy bajas.
Como ya se sabe, se estima que para 2020 la economía global tendrá una contracción aproximada del 5% ‒la más grande desde la Gran Depresión‒. Si bien se espera que desde el 2021 la economía mundial inicie un ciclo de recuperación, todo indica que este proceso no será acelerado. Será una economía pesada que, en el mediano y largo plazo, deberá arrastrar un conjunto de secuelas de la pandemia.