Coronavirus: proyecciones de una recesión económica mundial
El mundo se encuentra en vilo por la crisis sanitaria provocada por los contagios del coronavirus (SARS-CoV-2). Entre febrero y marzo ya existían señales de que esta pandemia acarrearía un impacto económico severo, pero esos datos resultaron ser optimistas frente a recientes estimaciones. La...



El mundo se encuentra en vilo por la crisis sanitaria provocada por los contagios del coronavirus (SARS-CoV-2). Entre febrero y marzo ya existían señales de que esta pandemia acarrearía un impacto económico severo, pero esos datos resultaron ser optimistas frente a recientes estimaciones. La economía mundial no solo dejará de crecer, sino que este año decrecerá entre el 3 % y 6 %, según distintas fuentes. Muchos economistas señalan que será la recesión más profunda desde la gran depresión de 1929.
Perspectivas de la recesión
Hasta la fecha, más de 2,5 millones de personas han sido registradas como portadoras de la COVID-19 y más de 170 mil han fallecido desde que el primer caso quedara registrado el 31 de diciembre de 2019 en Hubei, China. Pese a que algunos países presentan mejoras en el manejo de la pandemia, aún es difícil mirar el final del túnel.
Esta tragedia humana ha modificado en poco tiempo la fisionomía de la vida humana tal y como estábamos acostumbrados. Al no contar con un tratamiento efectivo contra la enfermedad y menos con una vacuna que la prevenga, la principal medida de cuidado es el confinamiento, lo que ha significado que el mundo se detenga y, por ende, gran parte de la economía.
Según el observatorio de la COVID-19 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se estima que, debido a medidas de cuarentena parcial o total, más de 2.700 millones de trabajadores alrededor del mundo han visto afectadas sus actividades laborales. En otras palabras, las medidas afectan “a alrededor del 81 por ciento de la fuerza de trabajo mundial”.
Ante la envergadura del confinamiento en un escenario de elevada incertidumbre, las previsiones económicas han variados sustancialmente en las últimas semanas. Hasta el mes de febrero se hablaba de una desaceleración preocupante de la economía, sin embargo, la contingencia sanitaria rebasó todo pronóstico.
Un conjunto de informes actualizados en abril, plantean que la economía mundial entrará en una profunda recesión con un crecimiento negativo. Una de las estimaciones más pesimistas es la de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que prevé que por cada mes de contención para evitar la propagación del coronavirus el PIB mundial se reducirá en 2 puntos porcentuales. Similares estimaciones fueron realizadas por la CEPAL, el Banco Mundial y el FMI.
La CEPAL señala que los efectos en el corto plazo serán: mayor desempleo, menores salarios, aumento de la pobreza, sistemas de salud más costosos, fragmentados y desiguales en el acceso. Mientras que en el mediano y largo plazo los efectos serán: quiebra de empresas, reducción de inversión privada, menor crecimiento, menor integración de cadenas de valor y deterioro de las capacidades productivas y del capital humano.
Junto a lo anterior, la OIT estima que en el segundo trimestre de este año 195 millones de trabajadores a tiempo completo perderán su empleo, mientras que el FMI augura que la pérdida acumulada del PIB, entre 2020 y 2021, podría alcanzar los 9 billones de dólares.
¿Es la pandemia causante de la recesión?
Diversos analistas coinciden al afirmar que esta recesión no es resultado de la pandemia. “Con todo lo importante que es el coronavirus y los costos implicados en su contención (...) no son suficientes para explicar la crisis económica actual ni son sus causas de fondo. Son en todo caso, sus detonadores”, afirma el académico mexicano, Arturo Guillen.
Lo que plantean es que para fines del 2019 –antes de la pandemia– la economía mundial ya presentaba indicadores de una desaceleración en curso. Un crecimiento esperado de tan solo 2,9 %, además de un endeudamiento del 330 % respecto al PIB global, muy por encima del 269 % que se había registrado en la crisis de 2007.
Previsiones ad hoc.
Un escenario impredecible
La mayor parte de las estimaciones realizadas por instituciones y organismos internacionales han sido realizadas a partir de suposiciones sobre el desenvolvimiento de la epidemia en los siguientes meses. En la mayoría de los casos se asume que se alcanzará el pico de la pandemia en el segundo trimestre de este año y que el segundo semestre las cosas volverán poco a poco a la normalidad.
Sin embargo, diversas experiencias recientes, como la de la isla de Hokkaido en Japón –donde fue necesario reinstalar una cuarentena por un virulento rebrote de la enfermedad– han encendido las alarmas de una posible extensión de las medidas de confinamiento. Lo que podría empeorar sustancialmente las previsiones económicas en el mediano y largo plazo.
Si bien diversos países han anunciado pruebas para el tratamiento de personas infectadas con COVID-19, así como para la experimentación de una vacuna, hasta ahora no existe una respuesta contundente que permita definir una estrategia homogénea y eficaz para salir de la crisis sanitaria. Mientras ello no ocurra las medidas de confinamiento parcial y/o total subsistirán.
Lo anterior conlleva el sostenimiento de un escenario para el que las economías de los países están poco preparadas.
Es cada vez más evidente la dificultad de sostener largas cuarentenas cuando gran parte de la población del mundo depende del trabajo diario para sobrevivir.
Como señala la OIT, “2000 millones de personas trabajan de manera informal, la mayoría de ellas en países emergentes y en desarrollo”, lo que hace previsible que si no existen contundentes políticas de protección y asistencia, la crisis de la COVID-19 podría exacerbar situaciones de conflictividad social.
Perspectivas de la recesión
Hasta la fecha, más de 2,5 millones de personas han sido registradas como portadoras de la COVID-19 y más de 170 mil han fallecido desde que el primer caso quedara registrado el 31 de diciembre de 2019 en Hubei, China. Pese a que algunos países presentan mejoras en el manejo de la pandemia, aún es difícil mirar el final del túnel.
Esta tragedia humana ha modificado en poco tiempo la fisionomía de la vida humana tal y como estábamos acostumbrados. Al no contar con un tratamiento efectivo contra la enfermedad y menos con una vacuna que la prevenga, la principal medida de cuidado es el confinamiento, lo que ha significado que el mundo se detenga y, por ende, gran parte de la economía.
Según el observatorio de la COVID-19 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se estima que, debido a medidas de cuarentena parcial o total, más de 2.700 millones de trabajadores alrededor del mundo han visto afectadas sus actividades laborales. En otras palabras, las medidas afectan “a alrededor del 81 por ciento de la fuerza de trabajo mundial”.
Ante la envergadura del confinamiento en un escenario de elevada incertidumbre, las previsiones económicas han variados sustancialmente en las últimas semanas. Hasta el mes de febrero se hablaba de una desaceleración preocupante de la economía, sin embargo, la contingencia sanitaria rebasó todo pronóstico.
Un conjunto de informes actualizados en abril, plantean que la economía mundial entrará en una profunda recesión con un crecimiento negativo. Una de las estimaciones más pesimistas es la de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que prevé que por cada mes de contención para evitar la propagación del coronavirus el PIB mundial se reducirá en 2 puntos porcentuales. Similares estimaciones fueron realizadas por la CEPAL, el Banco Mundial y el FMI.
La CEPAL señala que los efectos en el corto plazo serán: mayor desempleo, menores salarios, aumento de la pobreza, sistemas de salud más costosos, fragmentados y desiguales en el acceso. Mientras que en el mediano y largo plazo los efectos serán: quiebra de empresas, reducción de inversión privada, menor crecimiento, menor integración de cadenas de valor y deterioro de las capacidades productivas y del capital humano.
Junto a lo anterior, la OIT estima que en el segundo trimestre de este año 195 millones de trabajadores a tiempo completo perderán su empleo, mientras que el FMI augura que la pérdida acumulada del PIB, entre 2020 y 2021, podría alcanzar los 9 billones de dólares.
¿Es la pandemia causante de la recesión?
Diversos analistas coinciden al afirmar que esta recesión no es resultado de la pandemia. “Con todo lo importante que es el coronavirus y los costos implicados en su contención (...) no son suficientes para explicar la crisis económica actual ni son sus causas de fondo. Son en todo caso, sus detonadores”, afirma el académico mexicano, Arturo Guillen.
Lo que plantean es que para fines del 2019 –antes de la pandemia– la economía mundial ya presentaba indicadores de una desaceleración en curso. Un crecimiento esperado de tan solo 2,9 %, además de un endeudamiento del 330 % respecto al PIB global, muy por encima del 269 % que se había registrado en la crisis de 2007.
Previsiones ad hoc.
Un escenario impredecible
La mayor parte de las estimaciones realizadas por instituciones y organismos internacionales han sido realizadas a partir de suposiciones sobre el desenvolvimiento de la epidemia en los siguientes meses. En la mayoría de los casos se asume que se alcanzará el pico de la pandemia en el segundo trimestre de este año y que el segundo semestre las cosas volverán poco a poco a la normalidad.
Sin embargo, diversas experiencias recientes, como la de la isla de Hokkaido en Japón –donde fue necesario reinstalar una cuarentena por un virulento rebrote de la enfermedad– han encendido las alarmas de una posible extensión de las medidas de confinamiento. Lo que podría empeorar sustancialmente las previsiones económicas en el mediano y largo plazo.
Si bien diversos países han anunciado pruebas para el tratamiento de personas infectadas con COVID-19, así como para la experimentación de una vacuna, hasta ahora no existe una respuesta contundente que permita definir una estrategia homogénea y eficaz para salir de la crisis sanitaria. Mientras ello no ocurra las medidas de confinamiento parcial y/o total subsistirán.
Lo anterior conlleva el sostenimiento de un escenario para el que las economías de los países están poco preparadas.
Es cada vez más evidente la dificultad de sostener largas cuarentenas cuando gran parte de la población del mundo depende del trabajo diario para sobrevivir.
Como señala la OIT, “2000 millones de personas trabajan de manera informal, la mayoría de ellas en países emergentes y en desarrollo”, lo que hace previsible que si no existen contundentes políticas de protección y asistencia, la crisis de la COVID-19 podría exacerbar situaciones de conflictividad social.