Primates dan lecciones para repensar la economía humana
La naturaleza humana ha sido objeto de intenso debate por parte de los estudiosos de la economía en los últimos años.



¿Es el ser humano naturalmente egoísta, racional y busca siempre maximizar el beneficio propio, tal como plantea el supuesto básico de toda la economía convencional?, ¿O somos más complejos, con capacidad natural también para la cooperación, el altruismo y el bien común? El supuesto del “hombre económico”, que considera al humano como racional, egoísta y maximizador, y que es una de las piedras angulares de las teorías económicas inspiradas en Adam Smith, el liberalismo y la “mano invisible” del mercado, está siendo cuestionado desde varios frentes y disciplinas: la ética económica, la economía del comportamiento, la neuroeconomía, la psicología económica, por nombrar solo algunos.Si bien ya no es tan novedoso afirmar que el ser humano no es siempre racional a la hora de tomar decisiones económicas, lo que se está encontrando ahora es que el hombre tampoco es tan egoísta por naturaleza como se pensaba.Las investigaciones están encontrando evidencia de que “también existen inclinaciones naturales con potencial hacia la consideración por los demás, hacia el bien social, al altruismo recíproco, al castigo altruista, a la aversión a la inequidad”, destaca el economista Manuel Wörsdörfer, de la Universidad Goethe, de Frankfurt, Alemania.Y es gracias a nuestros parientes más cercanos, los chimpancés y bonobos (chimpancé pigmeo), que estas respuestas se están develando.Estas novedosas investigaciones con primates, que combinan las ciencias del comportamiento, la economía experimental y la neurociencia cognitiva, plantean precisamente estas interrogantes y examinan la naturaleza compleja, multifacética y parcialmente conflictiva de los primates humanos y no humanos.Los resultados obligan a repensar los supuestos en los que la ciencia económica ortodoxa, aun predominante en el mundo, ha estado basando su trabajo hasta el momento, afirma Wörsdörfer.El debate acerca de la naturaleza humana y de los primates no humanos está conformado principalmente por dos grupos de investigación. Uno de ellos está liderado por el norteamericano Michael Tomasello, en el Instiuto Max Planck para la Antropología Evolutiva, en Leipzig, Alemania. El otro grupo está liderado por el holandés Frans de Waal, del Centro Nacional de Investigación de Primates Yerkes, en Atlanta (EEUU).El grupo de Tomasello encontró que los chimpancés se comportan como racionales, maximizadores y son más o menos insensibles a la injusticia, y que “sólo los humanos, pero no los chimpancés, castigan la injusticia, lo que sugiere que la preocupación por la igualdad y la justicia surgieron en etapas más avanzadas de la evolución humana”.Al contrario, Wörsdörfer considera que “al igual que los humanos, nuestros parientes más cercanos –chimpancés y bonobos (chimpancé pigmeo)- parecen ser bipolares: tienen un lado pro social y un lado egoísta”.De manera análoga, De Waal señala que “caminan en dos patas, una egoísta y una pro social”, y se mueven entre el interés propio y el bien común, entre la competencia/conflicto y la cooperación.De Waal reconoce que existe bastante egoísmo, competencia, celos, luchas de poder y violencia entre los primates, pero que se ha visto que incluso en su hábitat natural existe un sustancial nivel de cooperación, relaciones sociales y cohesión social.“Hasta cierto punto, son cooperativos y empáticos que trabajan duro para mantener a raya los impulsos egoístas y agresivos”, destaca De Waal, y agrega que aunque son animales muy competitivos, tienen la habilidad de intercambiar y establecer lazos sociales.
¡Instituciones, ambiente e incentivos importan!
El debate entre los grupos de Tomasello y de De Waal ha mostrado conclusiones que discrepan entre sí, pese a que “en ambos casos los resultados empíricos son confiables y robustos. Esto apunta a que incluso la naturaleza de los primates es sumamente compleja, multifacética y dual”, destaca Wörsdörfer.Igualmente importante es, por tanto, el hecho de que tanto humanos como primates se comportan de forma diferente en diferentes contextos (cooperación versus competencia). Aunque tenemos el potencial para comportarnos de ambas maneras, el contexto determina si somos egoístas o empáticos.En este sentido, Wörsdörfer señala: “¡Las estructuras sociales y el entorno ecológico importan! El marco institucional, tanto formal como informal, es decisivo y guía a los individuos a comportarse de una u otra manera. En los humanos esto dependerá de la socialización, de la educación, de las políticas socioeconómicas y de los mecanismos de control y sanción que las sociedades establezcan”.De Waal argumenta también que estos estudios con primates demuestran una continuidad evolutiva entre monos, simios y humanos: “La moralidad humana refleja solo un mayor desarrollo o avance de la moralidad y socialidad de los animales”, lo que abre nuevas posibilidades para la colaboración a gran escala más allá de las fronteras locales, regionales y nacionales.