Homenaje a la Villa de San Bernardo de la frontera de Tarixa, (450 años de su fundación)



Privilegiado gozo el mío por estar en esta palestra y poder esbozar una brevísima reseña rindiendo ardoroso homenaje a la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa, al conmemorarse hoy 450 años de su fundación.
Dice la crónica: “Tres leguas más al sur, sobre la ribera izquierda del nuevo Guadalquivir, al pie de una pequeña loma, extendíase una espaciosa y llana meseta, pareciolé a Luis de Fuentes la parte más cómoda del valle, mandó entonces a desembarazarla de la arboleda y maleza que la cubrían, y con las formalidades acostumbradas, tiró las primeras líneas de la Villa de San Bernardo de la Frontera, era el 4 de julio de 1574, reinando en España el Sr. Dn. Felipe II y estando en la silla apostólica el Sumo Pontífice Gregorio XIII”. Así relata el padre Alejandro Corrado el apremiante evento de nuestra fundación en su momento cúlmine.
Si bien oficialmente nuestra ciudad se fundó hace 450 años un día como hoy, es importante destacar los prolegómenos de este suceso, aspectos que la SOCIEDAD ETNOGRAFICA E HISTORICA DE TARIJA a través de una prolífica investigación del Dr. Mario Barragán en lo que llamó la “Historia Temprana de Tarija” afianzado en incuestionables fuentes, demuestra que antes de la conquista española, este virginal valle se encontraba habitado por las tribus de los Tomatas por el norte, cuyo origen está entrecruzado con los Chichas y etnias de copiapóes venidas de Chile, mientras que los Churumatas o Moyo Moyos de origen amazónico estaban asentados por el sur, sobre la cuenca del rio Camacho. Fueron estos últimos los que resistieron la invasión realizada por el Décimo Inca Tupac Yupanqui entre los años 1471 y 1472, que los diezmó por completo hasta convertirlos en yanaconas al servicio de su imperio, como lógica consecuencia, la floreciente cultura desarrollada por los pueblos originarios que habitaron el Valle de Tarixa casi desapareció sin dejar memoria de su existencia.
Siguiendo el hilo del tiempo, iniciada la colonia y tras disputas entre los conquistadores, a Diego de Almagro se le otorgó los territorios del Collao y Chile, quien en su plan de conquista se internó hacia el sur por los caminos del inca llegando hasta lo que hoy es Tupiza, de allí una fracción de sus huestes al mando del Cap. Juan de Saavedra, que antes fundó Paria, el primer pueblo de lo que hoy es Bolivia, hizo su ingreso al Valle de Tarixa por la Patanka, constituyendo esta la primera incursión española que avistó un ubérrimo valle, ubicado en la ultimas estribaciones de la cordillera real de los Andes, que reposaba custodiado por una serranía como su vigía, a sus pies con bella quietud ondeaban bizarras colinas y una perfumada arboleda cubierta con pastura, estos desolados parajes estaban divididos por un anchuroso rio.
Estas descripciones y la búsqueda de una salida hacia el mar del sur atrajeron luego a los conquistadores para venir a este valle, incursiones que historiográficamente están probadas por las actas notariales del escribano Juan de Grajeda, así llegaron entre los años 1539 y 1540 las expediciones de Pedro de Candia y la de Diego de Rojas, que si bien no permanecieron mucho tiempo dejaron asentados colonos, quienes eran víctimas del continuo asedio de las indómitas hordas chiriguanas. No son pocos los reclamos que llegaron a Charcas implorando auxilio para contener su furia, especialmente los elevados por el rico encomendero Juan Ortiz de Zarate, cuyas estancias eran continuamente arrasadas, destacamos que años después, ganado de este adelantado llevado desde Tarija, sirvió para financiar a Juan de Garay la segunda fundación de Buenos Aires.
El que se hizo eco de estos reclamos, fue el Quinto Virrey del Perú y arquitecto del régimen colonial, Dn. Francisco Álvarez de Toledo, quien, durante su visita a Charcas y Potosí, quiso personalmente enfrentar y escarmentar a los chiriguanos, pero afectado por las pestes y el método de tierra arrasada que a su paso dejaban estos, más la posibilidad de ser despellejado terminaron doblegándolo. Pero el Virrey, no podía retornar a Lima sin antes resolver el problema e inteligentemente comprendió que, el establecimiento de una ciudad frontera sería la única opción para detenerlos, para cumplir este objetivo recurrió a hombres de su confianza y otros experimentados en el arte de la guerra, concluida su meticulosa búsqueda halló en Luis de Fuentes y Vargas el hombre indicado para tal empresa y convencido de su aptitud, el 22 de enero de 1572 le entregó una Real Provisión y el título de Capitán y Justicia Mayor, ordenándole la fundación de la futura villa y que se bautizara a esta con el nombre de San Bernardo, en honor a Bernardo de Claraval, santo aclamado en la reconquista de España.
Así se inicia lo que históricamente puede considerarse la Cuarta expedición al Valle de Tarixa. Fuentes y Vargas nacido en Sevilla el año 1530, era un hombre serio, militar disciplinado, de un carácter típicamente andaluz, curtido en lides y altercados de varias expediciones, partió de Charcas acompañado por el capellán de la orden de los dominicos Francisco Sedeño, inició su travesía acompañada de aproximadamente 50 hombres, en su mayoría andaluces, vascos y algunos extremeños.
Cerca de su destino, a su paso por el rio Sococha, actualmente San Juan del Oro, se le unió un grupo de Tomatas, presumiblemente fugitivos del dominio inca que resultaron fundamentales por su conocimiento del lugar. Después de remontar la planicie de Iscayachi, los expedicionarios bajaron por Marquiri, luego ingresaron al valle por La Calama, en este cometido y buscando el lugar adecuado para fundar la villa, armaron varios campamentos, siendo el más conocido el de “Tarija la Vieja”. Cuenta la tradición que en su trayecto nómada, en un apacible crepúsculo invernal, Luis de Fuentes extasiado miraba el cansino cause del rio que atravesaba el valle, cuya ribera estaba poblada con la fronda de especies arbóreas nativas, nostálgico recordó su infancia en Sevilla y mozuelo se vio realizando sus primeras cabalgatas por los estuarios y marismas en la zona húmeda del rio Guadalquivir cuyas aguas bañaban su ciudad natal y en su honor no tuvo mejor idea de bautizar al que ahora contemplaba como Nuevo Guadalquivir.
Y así se consumó la fundación de la bendita vega de la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa, el 4 de julio de 1574 que, a decir del prestigioso historiador Carlos Zanolli, debe considerarse como un hito valioso en el proceso de colonización del sur de Bolivia y norte de la República Argentina, su importancia estriba no solo en haber actuado como efectiva barrera de contención a los temibles chiriguanos, sino en contribuir de un modo gradual al desarrollo de la región y llevar tranquilidad a las ciudades mineras. Concluye Zanolli afirmando que la fundación de Tarija resultó un verdadero laboratorio para la aplicación de las medidas generadas por el Virrey Toledo.
El resto de la historia es harto conocida, este valle no ofrecía riquezas extractivistas para saquearlas, aquí se establecieron los enamorados de la tierra y el paisaje apareándose con ella, por voluntad propia nos incorporamos a la Republica de Bolivia siendo el departamento con mayor extensión territorial, hoy mutilados por la Guerra con el Paraguay y desafortunadas cesiones diplomáticas somos el más pequeño, por encontrarnos alejados de los centros de poder, sufrimos un endémico marginamiento, no obstante que de nuestras entrañas fluyó las riquezas naturales más valiosas para desarrollar al país.
Pero ningún tesoro puede ser comparable con la esencia, nobleza y calidad humana del tarijeño que siempre nos harán grandes, para que vuelvan a navegar con identidad propia esos veleros que naufragaron un día, brillando con destellos que jamás serán lunas perdidas, porqué Tarija pese a sus desventuras renació siempre sin dejar de ser un jardín risueño, apacible, de gente benigna y acogedora para quienes la fertilizaron, sembrando tradiciones y sepultando recuerdos que forjaron una sociedad urbana y rural que transitó hermanada, por ser porfiadamente humana y abrazada tozudamente a sus quimeras, porque la condición del ser tarijeño es tan potente como desmesurada, haciendo que nuestras sangres sean afines no por parentesco, sino por una pasión desaforada que nos convierte en únicos y especiales.
Tarija por siempre será el plenilunio de noches estelares de copla y romance, el verbo encendido de sus poetas, el lugar ignoto encerrado en las breñas cordilleranas de Sama y la Gamoneda que custodian el candor del valle, la ciudad que desea crecer sin amenazas e inquietudes, por eso quienes amamos esta tierra demandamos la integridad de nuestros líderes, a quienes juzgamos las más de las veces unidos por ideales, pero separados por intereses.
Para mí, deseo que los recuerdos de mi Tarija sean poesía, paseando por sus calles donde tantas veces me perdí, convertidas hoy en turgentes añoranzas con aroma a otro tiempo, inundadas de gente alegre y mujeres bellas, porque es y será siempre la inspiración que llenará mi copa de vino, fue el perpetuo amor de los padres de mis padres y ese amor evocaré los días que me queden.
Tarija, que se apaguen nuestros ojos, sin ver las estrellas humedecidas si acaso tus hijos dejaran de ser hermanos.
Felicidades y que Dios bendiga tus días.