QuédateEnCasa
Confinamiento
La sala no puede cobijar a nadie más que a la familia.



La sala no puede cobijar a nadie más que a la familia. Nada de amigos o vecinos, todos marginados del umbral de nuestras vidas, orillando en desespero.
Solitarios ansiamos que escampe y, de una buena vez, pase la tormenta –de un extremo a otro del continente y el mundo- sin más cosecha de cremaciones, tumbas inexistentes ni el furioso llanto del núcleo familiar.
Qué tiempo cruel nos toca vivir ante un enemigo que nos cerca y acecha a cada instante, al que sólo encuevándonos en nuestras viviendas y sin salir a ganar el sustento diario podemos hacer frente y dar la cara, aunque igual rondan fantasmas en paredes, puertas, muebles, o el silencioso piso, según advierten los epidemiólogos y profesionales en medicina, no obstante que el QuédateEnCasa tiene su encanto debido a la disponibilidad de tiempo, siendo preciso saber aprovecharlo.
Las calles y plazas alargan las sombras del mal y todos, sin excepción, a usar mascarillas, ocultando nuestra sonrisa a la vida y al correr de los días que, aparte de lo dicho, se vuelven insufribles. ¿Qué hicimos para merecer esta angustia que oprime…?
Frente a la situación presentada, sobreponiéndonos a todo ello nos toca elevar la fe en el destino humano en esta larga y paciente espera del renacer de una nueva vida en el planeta que merece mejor suerte. No supimos habitar en la superficie terrestre.