La Rosa de los Vientos

Este era un castillo antiquísimo en las Islas Lipari, probablemente construido en la época feudal, olvidado, abandonado, la maraña lo cubría, tan solo de él se podía ver las pequeñas torrecillas de cristales de colores que sobresalían como colgadas de las estrellas y que servían de atalaya. En ese mismo castillo hizo su palacio real el rey de los vientos, su majestad “Eolo”.

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549314"]

Cada año esperaba la llegada de sus hijos y nietos que formaban la “ROSA DE LOS VIENTOS” por lo que el salón principal del palacio real tenía esa forma y los asientos eran distribuidos en ese orden.
Cuando “Eolo” el rey se impacientaba, desencadenaba las tempestades y la naturaleza temblaba, de un soplido, podía hacer desaparecer todas las flores de los vergeles o llevar la lluvia a otros lugares,

 

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549317"]

Esta vez llegaron uno detrás de otro, cada cual con su séquito de hadas y genios.
Tomaron asiento en sus respectivos lugares esperando el saludo del rey padre. Este se levantó imponente de su trono, sus cabellos de celajes de la aurora, eran rojos y brillantes, sus ojos dos ascuas penetrantes y su boca desdentada de labios fuertes y gruesos, la barba cana y enmarañada le cubría casi hasta la cintura, sobre los hombros llevaba una capa transparente que se levantaba como inmensas alas de telas de araña.

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549316"]

Cuando estaba dentro del palacio caminaba descalzo, y sus pies de gigante, en cada pisada hacía temblar el recinto.
Recorrió con la mirada uno por uno a los visitantes, y cuando terminó el reconocimiento su rostro ceñudo se transformó, iluminado por una amplia sonrisa y una brisa suavísima paseo por todo el salón.
- Bienvenidos hijos míos, los esperaba - Saludo con voz de trueno
- No hay tiempo que perder, cada uno de cuentas de su cometido -
Púsose de pie el viento Norte y le dijo: con voz entrecortada donde se notaba cansancio.
- Querido padre, recorrí todos los desiertos y no encontré más que desolación y hambre, soplé tanto que levanté grandes montañas de arena, pero que de nada servía. Los habitantes de esas regiones lograron
sí, sacar agua de sus áridos suelos, convirtiéndolos en grandes campos verdes, pero, fue para que se maten y se odien.
Volvió a su asiento con la cabeza baja.

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549321"]

Se acercó el Viento Sud y dijo
- Padre, recorrí todos los mares y vi como las aves marinas se morían de hambre y salían en bandadas de las islas a las costas, como pobres mendigas con sus patas destrozadas y sus alas rotas, otras deambulaban por las calles y mercados de los puertos en busca de alimento. Miles de peces flotaban panza arriba, muertos por las aguas contaminadas con elementos extraños. Barcos llevando la guerra en metrallas, fusiles y cañones. Entonces lleno de ira, soplé y levante las olas hasta el cielo; pero de nada valió mi esfuerzo y mi advertencia, los hombres continúan su labor destructora.-
Volvióse a su asiento cabizbajo.

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549318"]

Entonces Viento Este dijo:
- Padre mío recorrí todas las praderas y los pueblos, y vi como se odian los hombres y como se destrozan entre sí. No hay poder que los haga cambiar.
Se escuchó la voz de Viento del Oeste
- Padre: Subí hasta las nubes, recorrí el vasto cielo y vi la competencia del odio en cohetes y aviones, soplé las nubes y en mi ira truenos, relámpagos y rayos, hicieron temblar la tierra, no hallé paz ni en el vuelo de las aves –

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549324"]

 

El Rey se tapa la cara con las manos y se alza su voz angustiada:
¡El Universo esta yermo de sentimientos!. Debéis volver enseguida y hallar en el cielo, en la tierra, o en el mar una semilla, de lo contrario, este es el fin del mundo.
Se levantaron todos y preguntaron ansiosos
• ¿Qué semilla?-
¡La única capaz de salvarnos! y mirándolos de hito en hito les responde:
La semilla del amor, del amor, del amor que es la paz - repite hasta el cansancio y vuelve a su asiento meditabundo.
Sus hijos con sus séquitos de hadas y genios se calzan botas de viento y salen resoplando por los cuatro puntos cardinales

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549315"]

 

El universo es un gemido, los templos están vacíos, otros llenos de moribundos donde del costado de un Cristo crucificado mana sangre de verdad.
Murmuraba Eolo - buscad, buscad en algún hueco del universo tal vez este escondido el germen de la paz y de la ternura humana-

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549313"]

 

Fue así como cansados de recorrer por caminos de odio y miseria: viento norte decía entre dientes: - no he visto amarse a las zagalas ni he visto la dorada infancia pero.... eh ahí que se para de golpe - ¡Que veo en el cielo?... ¡un barrilete! - y siguiendo el camino del hilo que lo sostiene llega a una humilde morada donde un niño subido sobre una silla se esforzaba por alcanzar un nido.

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549323"]

¿Qué es lo que tiene en la mano? - y descubre que un pichoncito cayó de su nido y el pequeño niño quería devolverlo a la paloma madre que piaba desconsoladamente. Entonces viento norte envolvió al niño en su enorme capa y lo llevó en un santiamén hacia el palacio de la “ROSA DE LOS VIENTOS” y dijo a su padre entre lágrimas:

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549322"]

 

• Aquí... aquí está padre mío... aquí... aquí está la ternura, la paz, el amor, convertido en niño.
• ¡El universo está salvado! - dijo Eolo triunfante
He aquí la semilla y envolviéndolo en su gran manto de telas de araña partió seguido de su hijo hacia el hogar del niño y lo depositó sobre la misma silla ayudándolo a colocar a la avecita en el nido. El niño ajeno a lo que había ocurrido en el corazón de los vientos corrió a envolver el hilo de su volador el que brillaba en el cielo como una estrella.
Y envolviéndolo en su gran manto de telas de araña partió seguido de su hijo hacia el hogar del niño y lo depositó sobre la misma silla ayudándolo a colocar a la avecita en el nido. El niño ajeno a lo que había ocurrido en el corazón de los vientos corrió a envolver el hilo de su volador el que brillaba en el cielo como una estrella.
Eolo y viento norte, partieron felices hacia el castillo de la “ROSA DE LOS VIENTOS”.
FIN

[gallery type="slideshow" size="full" ids="549319"]

OBERTURA
El viento que resume en su sino: Amor y rencor, virtud y desenfreno, céfiro y vórtice, vendaval y aura, es conducido por Nilda Castrillo de Varas a un nuevo destino, el de mensajero ecológico, en un agraciado cuento para niños (¡también vara adultos!) “La Rosa de los Vientos”.
Su sensibilidad de abuela inmensamente tierna, la hemos “sentido” en tantos ocasos pergeñar juguetes de ternura para sus nietecitos - que son los nietos del mundo siente que con cada agresión a la “mama Tierra”, estamos legando una “no vida” para los teckes (*) del mañana, conduciéndolos a un averno inmerecidamente.
Que bueno sería que ésta cartilla - inmensa- sea leída y meditada cada mañana, por quienes manipulan las bolsas de valores de los centros financiero del orbe.
Afortunado el ser que pueda leer, mejor con visión comprometida, éste bello relato
Xanadú de San Isidro, primavera de 2011
Acad. Edmundo T’orrejón Jurdado
Gran Prix Solenzara de Poesía 2011
Paris Francia
(*) Tekes, modismo tarijeño