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Parte III: La Fundación de Tarija como ciudad fronteriza en el plan de expansión de Toledo (Primera parte)

1.- Francisco de Toledo Francisco Álvarez de Toledo102 nació en Oropesa, Castilla La Nueva, en julio de 1515, fue el cuarto y último hijo de Francisco Álvarez de Toledo y Pacheco, segundo conde de Oropesa, y de María de Figueroa y Toledo; del linaje de los condes de Feria por parte paterna...

Cántaro
  • Manuel Gerardo Gómez Mendoza
  • 22/03/2020 00:00
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1.- Francisco de Toledo
Francisco Álvarez de Toledo102 nació en Oropesa, Castilla La Nueva, en julio de 1515, fue el cuarto y último hijo de Francisco Álvarez de Toledo y Pacheco, segundo conde de Oropesa, y de María de Figueroa y Toledo; del linaje de los condes de Feria por parte paterna y de los duques de Alba de Tormes por parte materna. Fue educado en el triunfante siglo XVI español y tuvo los conocimientos de un cortesano: latín, historia, retórica y teología; y de un caballero: esgrima, música, baile y modales. Fue paje de doña Leonor de Austria, hermana del emperador Carlos V y de la emperatriz Isabel de Portugal. Acompañó al Emperador Carlos en las campañas en Europa y África.
En 1535 obtuvo el hábito de la orden de Alcántara, para defender la cristiandad. Dentro de esa orden recibió la encomienda de Acehuche (1551), y entre 1558 y 1565 fue procurador general de la Orden ante la Santa Sede, a fin de recopilar y ordenar los estatutos.
Para entonces, el Concilio de Trento (1545-1563) había marcado en la Iglesia el paso de la Edad Media a la Edad Moderna, y para llevar a cabo tal reforma en Castilla, Felipe II convocó al Concilio Provincial de Toledo (1565- 1566), siendo entonces Francisco de Toledo asistente real.
Por recomendación del Cardenal Diego de Espinosa, obispo de Sigüenza, presidente del Consejo Real de Castilla e Inquisidor General de España, es propuesto para el difícil cargo de virrey del Perú.
Luis Sánchez escribió el “MemoriaI sobre Ia despobIación y destrucción de Ias Indias” en 1566, allí describe la compleja y conflictiva realidad del Perú: las guerras civiles, la servidumbre del indígena, el desarraigo que sufrían y la insaciable codicia de los españoles, con grave afectación a la vida de los indios. Todo esto perturbaba la aplicación de las leyes y entorpecía la buena administración civil. En 1567 Nicolás de Ovando,
Profesor de Salamanca, identifica el problema en los siguientes aspectos: la información defectuosa que llegaba, la gran extensión de los territorios descubiertos y conquistados, la incapacidad de los funcionarios enviados a las Indias y la dificultad de la aplicación de la legislación indiana, por su complejidad y extensión. A todo esto, se sumaba la negligencia del Consejo de Indias para entender la problemática del Nuevo Mundo.
Ante este escenario el Rey Felipe II, bajo la influencia del cardenal Espinosa, puso en marcha mecanismos administrativos y legales para abordar el tema americano:
Primero, convocó a la Junta Magna (1568), presidida por el Cardenal Espinosa, para conocer lo que pasaba en el Nuevo Mundo. La junta estuvo compuesta por el Consejo de Estado, el Consejo de Indias, el Consejo de órdenes, el Consejo de Hacienda, el Consejo de Castilla; también estuvieron presentes religiosos de las órdenes misioneras y personajes con experiencia en el nuevo mundo, en esta junta participó Toledo. De allí surgió la necesidad de una compilación de las leyes dictadas, con el fin de una mejor aplicación, con el visto bueno del Rey Felipe II103.
Segundo, nombró autoridades con altas capacidades administrativas y de gobierno: en 1568 nombró a Martín Enríquez de Almanza como Virrey de la Nueva España y Presidente de su Audiencia y a Francisco de Toledo como Virrey del Perú y Presidente de su Audiencia104.
Luego de su nombramiento, el 30 de noviembre de 1568, partió para América. Entre mayo y agosto de 1569 llegó a Cartagena de Indias, Nombre de Dios y Panamá, donde desde su arribo ordenó la construcción de fortificaciones y hospitales, envió una expedición contra los negros cimarrones que impedían el tránsito en el istmo de Panamá. El 30 de noviembre, de ese año, arribó a Lima.
Permaneció en el cargo de Virrey hasta el 26 de mayo de 1580, cuando se nombró a Martín Enríquez, quien hasta entonces era el Virrey de Nueva
España. Retornó a España y falleció en Escalona el 21 de abril de 1582, está enterrado en la iglesia de San Bernardo de su natal Oropeza.
1.2. El gobierno de Toledo en el perú
El Virrey Toledo se concentró en el fortalecimiento de la representación de la Corona en el Perú, robusteció el esquema militar para el control y el gobierno, esto se reflejó en su modo de legislar, pues se enmarcó en los lineamientos de la “Junta Magna” de 1568 y bajo este marco es que hizo una serie de Ordenanzas.
El corpus toledano fue amplio, porque asimiló prácticas y tradiciones prehispánicas, tanto en derecho privado como público, y sin olvidar la peculiaridad de cada etnia o ayllu. Muchas de las normas se basaron en sus antecesoras como las de: Vaca de castro, el marqués de cañete y el conde de Nieva. Entre los temas estaban: la administración municipal; el régimen de los hospitales; el trabajo de los mitayos en las minas de plata y azogue, en los obrajes y en las plantaciones de coca; la evangelización y protección de los indígenas, sus condiciones de trabajo, las reducciones y el régimen que debían seguir los indios reducidos; la reglamentación de aguas, etc.
Si bien las Ordenanzas libradas por los virreyes requerían de la aprobación de la corona, en la práctica se ejecutaban de inmediato. En el caso de las toledanas, pese a las críticas que sufrieron en su momento, fueron acreditadas posteriormente por Felipe II mediante la Real cédula firmada en Segovia el 8 de junio de 1592.
contemporáneas a las leyes dadas por Toledo para el Perú fueron la Nueva Recopilación de las Leyes de castilla (1567), el intento de código de leyes indianas iniciado por Juan de Ovando (1571) y las Ordenanzas de Nuevos Descubrimientos y Poblaciones (1573).
Para su gobierno tuvo dos elementos favorables, la colaboración de destacados intelectuales y el conocimiento de la región. Tuvo notables asesores como: el dominico García de Toledo; el jesuita José de Acosta; los oidores de la Audiencia de Lima, Gregorio González de cuenca y Pedro Sánchez de Paredes; el oidor de la Audiencia de La Plata, Juan de Matienzo; el antiguo corregidor del cuzco, Juan Polo de Ondegardo; y su secretario Álvaro Ruiz de Navamuel.
Entre 1570 y 1574 hizo una visita general al Perú, con el fin de conocer la geografía y las especificaciones culturales, económicas, políticas, organizativas de los “súbditos” indígenas, aceptándoles como “ciudadanos” del estado colonial105.
Partió de Lima con una escolta de veinte lanceros a caballo y diez arcabuceros, además lo acompañaba una comitiva conformada por secretarios, frailes, escribanos y pajes, también un médico, un naturalista y el cosmógrafo Sarmiento de Gamboa. Paso por Jauja, Huamanga y en 1571 fue hacia el Cuzco, donde permaneció hasta octubre de 1572, allí levanto las “informaciones” y dio una serie de ordenanzas. Siguió rodeando el Lago Titicaca, pasó por La Paz y Potosí, donde organizo la mita minera, reglamentó el uso del mercurio de Huancavelica en la explotación de la Plata y creó la Casa de la Moneda y desde allí, en 1573, lanzó una expedición hacia los chiriguanos; no pudiendo hacer un pacto con ellos, hizo incursiones armadas, pero todas fracasaron. Retornó a Charcas, organizó la expedición para la fundación de Tarija y pasó a Arequipa.
Las “Informaciones” que recopiló eran de carácter histórico, cultural y sociológico. Hizo hacer once encuestas entre noviembre de 1570 y febrero de 1572, en Jauja, Huamanga, el cuzco y poblaciones cercanas. Los encuestados relataban cómo fue la conquista incaica, el modelo de sucesión de los curacas y de las viejas costumbres políticas, administrativas, religiosas y económicas. Esta información le sirvió para: reconocer el rol y la importancia de la élite curacal, justificar el uso de los indígenas en la mita y desvelar los diversos modos de conquista inca. Además, pudo justificar la presencia española en un plano ideológico, pues consideró que estaban para liberar a los indios de la tiranía inca106. Este argumento se refleja en la obra de Pedro Sarmiento de Gamboa, que defendía la tesis de la misión providencialista de Castilla y justificaba las guerras.
Para evitar insurrecciones, en 1572, ordeno la muerte de Túpac Amaru, quien fue el último inca acusado de traición y apostasía. El suceso se provocó porque Amaru trató de continuar las negociaciones del difunto inca Tito Cusi, pero los capitanes incas se pusieron hostiles y mataron a los enviados de Toledo. Además, preveía una amenaza política en torno al inca107.
Luego, tomó las siguientes medidas sobre los indios:

• Decidió reimplantar la mita, un antiguo sistema laboral andino, permitiendo el suministro de mano de obra a las minas y a otras industrias consideradas de utilidad pública. Dieciséis provincias circundantes a Potosí brindarían mitayos al “cerro rico”.
• Reguló el cultivo de coca, incluso la cantidad que podía encestar cada indio durante su contrato, el salario y las horas adecuadas para labrar la tierra.
• Fue el principal impulsor de las reducciones de indios108

En lo eclesiástico, actuó con decisión para cumplir los acuerdos del II Concilio Limense (1567-1568), impulsando la evangelización y la extirpación de idolatrías, nombrando visitador general eclesiástico al sacerdote Cristóbal de Albornoz.
Con el fin de una mejor administración religiosa, se crearon tres obispados sufragáneos al Arzobispado de Lima: Tucumán en 1570, Trujillo y Arequipa en 1577.
En 1570 se abrió en Lima el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición con el fin de penar las malas costumbres, faltas a la disciplina eclesiástica y las acciones no católicas. En 1573 se hizo el primer auto de fe y se quemó en la hoguera al Francés Mateo Salado, acusado de practicar ritos esotéricos en una Huaca de Maranga; con ello se logró incrementar el control social.

El plan de expansión colonial
Toledo veía el dominio español de manera relativa, pues tenía el gran temor de que en algún momento se levanten indios, mestizos y criollos, por eso escribía en el Cuzco en 1572 lo siguiente:

“...Entiendo que esta tierra se conservará algún tiempo sobresanando la justicia y la real conciencia de Vuestra Magestad; pero irá perdiendo en esto, y en los frutos que della salen vendrá a críar yerba de libertad, de manera que la pierda la Corona de Castilla”109

Ante esto, buscó expandir el domino colonial por dos caminos: la conquista militar de los territorios de indios y la consolidación de los vínculos de articulación entre la centralidad colonial y las zonas más alejadas. Mandó hacer campañas militares contra los indios no dominados y ordenó fundar nuevas ciudades intermedias. Al sur encargó la campaña contra los araucanos en Chile, los incas de Vilcabamba y los diaguitas de Calchaquí en el Tucumán.
Ante la dificultad de no poder hacer un pacto con los chiriguanos, asumió la responsabilidad de hacer una guerra contra ellos.

“entró en la dicha cordillera el dicho vuestro Visorrey [Francisco de Toledo] con quatrocientos hombres y más de tres mil ducados, y pretendió, con este aparato atemorizándolos, destruirlos y reducirlos a vuestro real servicio, y se salió sin hacer ningún efecto antes con pérdida de gente y azienda”110

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La región de los chiruguanos se conocía como provincia de Condorillo o Parapetí, Llanos de Maso o territorio de la Barranca. Luego de la campaña de Toledo, la referencia se hará a la región como “frontera” y significará el límite de los territorios conquistados: al norte Santa Cruz, al centro Tomina y al sur Tarija. El fracaso de las campañas de Toledo (1573 y 1574) frustró sus deseos de poblar La Cordillera, por tanto, se vio obligado a marcar el avance español con la fundación de ciudades111.
Establecimiento de entidades urbanas
La alternativa de dominio geopolítico fue el desarrollo de las grandes entidades urbanas y la promoción de fundaciones de ciudades. La primera época de la colonización española, correspondiente a los reinados de los Reyes Católicos y de Carlos V, se caracterizó por la conquista y primera ocupación de los territorios. En 1573 Felipe II, que se había propuesto planificar lo ya conquistado y organizar lo que quedaba por conquistar, aprobaba las “Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias” para descubrir, poblar y pacificar con mas facilidad en los dos ámbitos marcados por el Patronato: en el plano religioso se impulsaba la evangelización evitando a toda costa el uso de la fuerza; y en el plano civil el bien de los naturales.
La propuesta de organización urbana es una síntesis de las instrucciones y de las disposiciones reales, tanto de las experiencias de los conquistadores españoles como de los misioneros franciscanos y dominicos en las primeras décadas de su actividad urbanizadora en América. Además, toma las recomendaciones de los tratados teóricos de los urbanistas de la antigüedad, medioevales y renacentistas, como del antiguo tratado de Vitruvius y la obra de Santo Tomás de Aquino De regimine principium. También se toma en cuenta las obras de los teóricos renacentistas de la urbanística: León Battista, Alberti y Pietro Cataneo.
El modelo recomendaba que:

• El sitio escogido para la fundación de una nueva ciudad, debía ser salubre, el clima debía ser moderado, no muy cálido y no demasiado frío, se debía evitar sitios ubicados a demasiada altura, así como los demasiado bajos, pues son insalubres.
• Las ciudades se debína construir en elevaciones moderadas. Los alrededores del poblado tenían que ser ricos en tierras aptas para la labranza y en pastos, en maderas para la construcción y combustión, en agua dulce y potable.
• Las vecindades de la nueva aldea estuviesen pobladas por gentes autóctonas, por lo que habría que entender que no sólo se trataba de velar por la evangelización de los indígenas, sino también de la base económica y la fuerza de trabajo.
• Las ciudades se dividían en dos grupos: las del litoral y las del interior, distinguiendo decididamente en un primer plano las ciudades portuarias.
• El plano de la ciudad debería estar adecuadamente orientado según los cuatro puntos cardinales, para evitar los vientos dañinos, se recomendaba que las esquinas de la plaza central estuviesen orientadas de esta forma.
• El trazado de las calles de la ciudad había que hacerlo a partir de la plaza central.
• Había que señalar las plazas de la catedral, de la iglesia parroquial o del claustro. En las ciudades del litoral, la catedral debía estar ubicada a una elevación, de tal forma que pudiese ser utilizada en la defensa del puerto. El concilio de Trento recomendaba construir los templos en elevaciones de terreno o sobre altas bases.
• Las obligaciones del fundador debían estar estipuladas en un contrato con la corona. Él estaba obligado, en plazo fijo, a fundar una ciudad de por lo menos 30 haciendas, cada hacienda debería estar provista de una casa, diez vacas paridas, cuatro bueyes, cinco lechonas, seis gallinas, veinte ovejas castellanas.
• El contratista recibía como recompensa un cuarto de las tierras municipales y además era nombrado noble. En caso de no cumplir en el plazo acordado, perdía tanto el derecho a la fundación de la ciudad y los terrenos a él adjudicados, como todo lo que llegara a invertir, con cargo de una multa de mil pesos en oro. Existía las posibilidades de la extensión del plazo en caso de que no terminase el asentamiento.
• El contratista ejercía en la ciudad fundada la jurisdicción civil y penal de primera instancia. La apelación sobre sus veredictos se dirigiría al Alcalde Mayor o a la Audiencia de la región en que se hallase la ciudad, es decir, a los representantes del poder central. El contratista además nombraba a los alcaldes, regidores y a otros funcionarios municipales.

Los principios de planeación y construcción de ciudades formulados en la ordenanza de 1573 perduraron en América, tanto en la teoría como en la práctica, hasta el final de la dominación española.
Toledo aplicó estas normas, estableciendo un modelo de ciudad hispana a fines del siglo XVI, para marcar una “vida civilizadora”, que se caracterizaba por el lugar primordial de la iglesia, el cabildo y las cárceles para respetar la ley y el orden. Ejemplo de estas ciudades son: Huamagna, Cuzco, La Plata y Lima. En el Cuzco se ocupó de las redes de agua, de la construcción de la Catedral y el mercado, además organizó a los indios en reducciones, vinculándoles a seis parroquias e instaló una fortaleza en Sacsahuamán. En Lima su interés le llevó a dotar a la ciudad de su primera fuente de agua, de mejorar la sede del Palacio Virreinal, de regular el cuidado y limpieza de las acequias públicas y de prevenir las frecuentes inundaciones de los barrios populares. En Potosí se preocupó de las condiciones de vida, de la construcción de la Iglesia Matriz y el diseño de las plazas públicas.
Con el fin de vincular la centralidad colonia con las gobernaciones más alejadas encargó la fundación de ciudades en las fronteras: a Jerónimo Luis de Cabrera que fundara poblados en el valle de Jujuy o de Salta para la conexión de la Audiencia de Charcas con Tucumán y Chile; a Juan Pérez de Zorita encargó el combate contra los chiriguanos y fundar La Barranca, Condorillo y Tomina; y la fundación de Tarija a Luis de Fuentes112, argumentando que si no se poblaba esa región no se conquistaría a los indios ni habría paz.113
Estas fundaciones, permitieron la consolidación de una frontera con una red de ciudades (fuertes militares) que mantendrían rutas seguras desde Potosí hasta Tucumán114, con tres núcleos: al norte Santa Cruz con Valle Grande y Mizque; al centro La Plata con fortines en el camino a la chiriguanía: San Juan de la Frontera, el Villar y San Juan de Rodas; al sur, Tarija con una red de haciendas que llegaba hasta el valle de Salinas, con la presencia de “indios de paz” tomatas y mataguayos. De la época toledana, datan también la fundación de Huancavelica (1572), Córdoba (1573) y Cochabamba (1574). Además, de la orden de fundación de Salta, que se materializaría en 1582 y el poblamiento de Paita. Toledo también favoreció el establecimiento de posadas a lo largo de las principales vías, a fin de que los viajeros contasen con provisiones.
Las fundaciones eran unidades militares y entidades urbanas que explicaban intenciones de dominio político-cultural y religioso.
El Virrey es sin duda el gobernante más destacado que tuvo el Virreinato del Perú. Puede ser visto como el gobernante serio y eficaz, por ser un legislador eminente, como un civilizador en los Andes peruanos; o desde una perspectiva indigenista, puede ser concebido como un gobernante despótico, que destruyó las instituciones indígenas, un tirano en el Perú. Lo que no se puede negar es que fue quien estableció las bases del estado colonial115, sin las cuales no hubiera logrado una estabilidad.

(Endnotes)
102 Para esta sección ver: Leviller, Don Francisco. Centurión González, Freddy Ronald, Apuntes de historia del derecho peruano. Francisco de Toledo, a cinco siglos de su nacimiento 1515-2015, en: Revista de investigaciones jurídicas, Vol. 1, núm. 10, 2015, pp. 1-30. Carlos Eduardo Zanolli, La legislación toledana acerca de los yanaconas y la población indígena de Tarija del siglo XVII, en: Población & sociedad, ISSN 0328-3445, ISSN-e 1852-8562, N2. 19, 2012, págs. 105-123.
103 La compilación de las leyes se publicaron con el fin de regulara las posesiones esapañolas tanto Amércia como Filipinas como “Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias”, fueron realizadas por Antonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereira y aprobada por Carlos II en 1680.
104 Cfr. Leviller, Don Francisco, p. 6.
105 Cfr. Calzavarini, Nación chiriguana, p. 75.
106 Ibid., p. 109.
107 Cfr., Leviller , Don Francisco, pp. 301-362.
108 Si con la mita se podía poner en marcha la economía del virreinato, era preciso facilitar el reclutamiento de su mano de obra, y ello impulsaría la creación de las reducciones de indios. Hasta entonces, los indígenas vivían en pequeñas comunidades, los ayllus, diseminados por todo el territorio. Ello dificultaba el control efectivo por parte de la administración española, en particular el cobro del tributo y el reclutamiento de los mitayos. Desde 1503 se ordenó en el Caribe que se agruparan a los indios en ciudades y pueblos. La primera experiencia se hizo con el pueblo de Santiago del Cercado en 1570. Las reducciones debían tener a los indios en regiones fértiles para asegurar su subsistencia, preferentemente en sus lugares de origen y las tierras que eran entregadas como su propiedad no podían ser vendidas; la organización debía ser como una ciudad hispana, trazada en cuadras, en un número no menor a 400 pobladores y con un cura para la evangelización. Cfr. Vargas Ugarte, Rubén, Historia General del Perú, Carlos Milla Bartres Editor, 3 ed., Lima, 1981, T. II, pp. 208-210.
109 Leviller; Don Francisco, p. 318.
110 1598.02.05. La Plata. Relación de servicios de Luis de Fuentes. AGI, Patronato 142, no. 1, ramo 3, ff. 1 - 38. Documento N° 835. Corpus Documental; T. VI; pp. 355 - 387, en: Julien (ed), Historia, T. VI, p. 358.
111 Cfr., Calzavarini, Nación Chiriguana, p. 60.
112 Cfr. Leviller, Don Francisco, p. 319.
113 “… sino se poblaba, jamás los dichos indios serían conquistados ni la tierra estaría en Paz.”, cfr., 1598.02.05. La Plata. relación de servicios de Luis de Fuentes. aGi, Patronato 142, no. 1, ramo 3, ff. 1 - 38. documento n° 835, en: Julien (ed).
114 Calzavarini, Nación Chiriguana, p. 114.
115 Ibid., pp. 74-75.

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