Ponchito para mi nieto
La noche es ceremonia de duendes y de grillos. La luna sonriente – prodigio de cristales – se recuesta al cobijo del nido de los árboles. De pronto – como un hada – del rescoldo afable – con lumbres que acarician – surge la bondad hecha carne con canas y...



La noche
es ceremonia
de duendes
y de grillos.
La luna
sonriente
– prodigio de cristales –
se recuesta
al cobijo
del nido
de los árboles.
De pronto
– como un hada –
del rescoldo
afable
– con lumbres
que acarician –
surge
la bondad
hecha carne
con canas y experiencias:
Andrea
– esencia de la tierra –
campesina
– ayer recia –
hoy,
con esos hombros
cansados, jubilados
de arados y azadones.
Su paz,
vestida de ternura:
porta
en las manos callosas
un ponchito sencillo
como
las garzas
del río.
¡Con los matices
del cosmos!
Atuendo bello
que en su elemental
y apacible
telar
de mil historias,
tejió,
para mi pelirrojo
nieto.
Sus hebras
de ternura,
hiladas en las “pushkas”
de nanas
ancestrales:
¡Plegarias
de la vida!
Su trama de colores
– pintados por celajes –
¡Lo harán
carnavalero!
Alegre como sauces
con nidos de gorriones.
Sonriente
como brisa
acariciando
el trigo.
Y al ritmo
de su casta
de Chapaco pleno
de vegas
y viñedos:
Forjará
en su alma
leve
– hoy capullo
chiquillo –:
¡una cajita
fantástica!
Y cincelará
en su sino:
¡un erke
dicharachero!
Llaves,
de una vida
plena,
abierta
a la alegría
de esos relojes
de arena
que moldearán
su futuro.
Xanadú de San Isidro, otoño de 2018
es ceremonia
de duendes
y de grillos.
La luna
sonriente
– prodigio de cristales –
se recuesta
al cobijo
del nido
de los árboles.
De pronto
– como un hada –
del rescoldo
afable
– con lumbres
que acarician –
surge
la bondad
hecha carne
con canas y experiencias:
Andrea
– esencia de la tierra –
campesina
– ayer recia –
hoy,
con esos hombros
cansados, jubilados
de arados y azadones.
Su paz,
vestida de ternura:
porta
en las manos callosas
un ponchito sencillo
como
las garzas
del río.
¡Con los matices
del cosmos!
Atuendo bello
que en su elemental
y apacible
telar
de mil historias,
tejió,
para mi pelirrojo
nieto.
Sus hebras
de ternura,
hiladas en las “pushkas”
de nanas
ancestrales:
¡Plegarias
de la vida!
Su trama de colores
– pintados por celajes –
¡Lo harán
carnavalero!
Alegre como sauces
con nidos de gorriones.
Sonriente
como brisa
acariciando
el trigo.
Y al ritmo
de su casta
de Chapaco pleno
de vegas
y viñedos:
Forjará
en su alma
leve
– hoy capullo
chiquillo –:
¡una cajita
fantástica!
Y cincelará
en su sino:
¡un erke
dicharachero!
Llaves,
de una vida
plena,
abierta
a la alegría
de esos relojes
de arena
que moldearán
su futuro.
Xanadú de San Isidro, otoño de 2018