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La Batalla de Suipacha (7 de noviembre de 1810)

Introducción El tema se refiere al enfrentamiento de las fuerzas patriotas con las del Virreinato del Perú en el Alto Perú, áreas que pertenecían hasta el 25 de Mayo de 1810 al Virreinato del Rio de La Plata extinguido en el movimiento revolucionario de ese momento encabezado por el Cabildo...

Cántaro
  • Carlos Trueba
  • 08/09/2019 00:00
La Batalla de Suipacha (7 de noviembre de 1810)
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Introducción
El tema se refiere al enfrentamiento de las fuerzas patriotas con las del Virreinato del Perú en el Alto Perú, áreas que pertenecían hasta el 25 de Mayo de 1810 al Virreinato del Rio de La Plata extinguido en el movimiento revolucionario de ese momento encabezado por el Cabildo Abierto convocado por los vecinos de Buenos Aires a una asamblea en el Cabildo de esta ciudad. Se trató a través de esta Asamblea, el alejamiento del entonces Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.
La Junta elegida en esta ocasión era un cuerpo plural que estaba integrada por nueve miembros, siete de ellos americanos —o criollos— y dos españoles peninsulares; estos últimos eran Matheu y Larrea. Desde el punto de vista social estaba conformada por representantes de diversos sectores de la sociedad: Saavedra y Azcuénaga eran militares; Belgrano, Castelli, Moreno y Paso eran abogados; Larrea y Matheu eran comerciantes; Alberti era sacerdote. Desde el punto de vista político, los tres partidos revolucionarios estaban representados por tres miembros cada uno: Saavedra, Azcuénaga y Alberti eran moderados; Castelli, Belgrano y Paso eran carlotistas pero también aspiraban a constituir una nueva estructura política; Matheu, Larrea y Moreno eran juntistas o alzaguistas. Se debe a la pluma de Matheu en las febriles horas del 24 de mayo de 1810, un proyecto importante que definía la llamada toma del poder, ya que había que improvisar todo. Este tiene una aparente apertura republicana, y así consta:

- 1ro: El gobierno será democrático, componiéndose de siete individuos y dos secretarios, mudándose cada cinco años, y será para el nombramiento del nuevo gobierno por los diputados, que los nombrarán las ciudades y villas.
- 2do: Por ningún motivo se consentirá halla títulos de duques, condes, marqueses, y ningún otro título; solo el de ciudadano honrado, y para obtenerlo, tendrá cuando menos cuatro años de casado.
- 3ro: Ninguno podrá ser electo para el gobierno superior, que no sea ciudadano honrado, y debe ser nativo en uno de los distritos del gobierno, y cuando fuese extranjero del distrito, cuando menos deberá tener treinta años de vecino, sin que jamás haya salido fuera del territorio o jurisdicción.
- 4to: Ninguno podrá entrar en el gobierno teniendo mando de tropas, y para poder entrar, hará renuncia a ellas, poniendo el gobierno otro en su lugar, sin que el renunciante tenga voto alguno para elegirlo.
- 5to: Para los gobiernos de segunda clase, y empleos de oficina, y otras de la misma clase, será precisamente por las propuestas que hagan los Cabildos, es donde se han de colocar.
- 6to: Si algún empleado de cualquiera clase hiciera malversación de los intereses, será castigado con ocho años de presidio a las obras públicas, y cumplido, será echado de los dominios.

Este texto expresa ideas que indudablemente llevaron a Matheu a ser electo como miembro de la Primera Junta. El Dr. Carlos Segretti dice: “Ni la tradicional ideología de la España Austríaca, ni de la Borbónica, y ahora de las Juntas, ni la de España Josefina, ni mucho menos la de la Francia Imperial, pueden ser las fuentes que nutren este ideario republicano, que finalmente terminará por imponerse en el territorio rioplatense”. La Dra. Cristina Minutolo de Orsi, en “Belgrano: de la revolución a la independencia”, editado por el Instituto Belgraniano de Jujuy en el año 2016, señala lo siguiente: “La república quedaba definida a través de los tres primeros puntos del plan, en tanto en el sexto, hay una prevención contra el pretorianismo o caudillismo militar, que son destructores de aquella forma de gobierno. Por otra parte, el punto cuarto señala la realidad vivida en enero de 1809, y en la experiencia de lo sucedido en la República francesa. Los puntos quinto y sexto, definen el respeto a los pueblos, que era uno de los aspectos importantes señalados precisamente en el ideario belgraniano, quien fuera en este caso el ideólogo de la revolución, con sus ideas de unidad americana, integración, bien común y regeneración de la libertad política”.
El decreto del 6 de diciembre de 1810 por Mariano Moreno, tendía a demostrar públicamente dónde debía llegar la autoridad del Presidente de la Junta, al respetarse el boato monárquico del que se había rodeado Saavedra, así como hacer clara manifestación de fe republicana. Por otra parte, el célebre decreto de Moreno, y no menos celebres artículos, señalan la necesidad de poner en marcha “la forma de gobierno”.
Es difícil entrar en los conflictos y enfrentamientos de las dos facciones políticas que se manifestaban entonces, lideradas por Moreno y por Saavedra. Esto se advertirá en la conformación de la Junta Grande de Gobierno. Recordar los episodios vividos con la incorporación de los diputados de los pueblos. Ello significó para los revolucionarios la postergación del Congreso y la definición del destino del gobierno. Se recuerda en este caso el plan sugerido a Saavedra por Dean Funes contra el accionar de Moreno. Es interesante prever la incorporación de los diputados del interior a la Junta, que pudo haber parecido, según algunos autores, una prueba de federalismo. Ello no sucedió. Los hombres del interior iban a decidir sobre los actos del gobierno a realizar. La Junta Grande habrá de desarrollar una obra tan centralista como lo hizo la Primera Junta del 25 de mayo. En tanto, la incorporación de los diputados significó postergar el Congreso, ello no importaba un reconocimiento de los derechos del pueblo.
Algunos autores señalan que la postura de Moreno era jacobina por asemejarlo al ala más radical de la Revolución Francesa. Este planteaba una profunda reforma política, económica y social que acabara con cualquier forma colonial, mediante el autogobierno y la plena soberanía popular. Se recuerda que se trataba de un alumno de la Universidad de Chuquisaca, con un manejo espectacular de las doctrinas que en esos momentos circulaban tanto en Europa como en Buenos Aires, y que esta Universidad, además estuvo influenciada por los jesuitas con gran predicamento en esos momentos, permitía nota y tono a los revolucionarios. No obstante, Moreno estaba mucho más cercano a la posición de Manuel Belgrano, alumno de la Universidad de Salamanca, donde las distintas doctrinas tenían su auge, y que por otra parte, esta Alta Casa de Estudios, enfrentó a los títulos que la Corona de España pretendía con respecto a los dominios de América, fundó justamente en el respeto a los pueblos, en sus costumbres, religión. Nacía así el Derecho de Gentes, que formó parte justamente del accionar de los universitarios, y fundamentalmente del pensamiento salmantino.
Acompañaban a Moreno, Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Juan José Paso, jóvenes de profesiones liberales, como vimos en su mayoría universitarios, que hasta llegaron a incluir a “negros e indios”. Belgrano justamente, haciendo referencia a los indios, señalaba: “Es necesario quitarles el tributo, entregarles la tierra y evangelizarlos para integrarlos”.
La composición de los revolucionarios era muy heterogénea. No obstante, debió primar posteriormente ese carácter humanista y cristiano que acompañó todas las actividades de los revolucionarios. Recordemos que en la Universidad de Salamanca, y posteriormente en las universidades americanas, como México y Perú, se juró al Misterio de la Purísima Concepción, mucho antes que este fuera declarado Dogma de Fe en 1854. Esto constituyó luego el lema de los revolucionarios contra las medidas de Fernando VII, al legar este al torno de España. La consigna fue: “Abajo Fernando VII, y viva la religión católica, apostólica y romana”.
Este conjunto de personas, de distintos orígenes, actividades e ideas tomaron a su cargo la difícil misión de llevar adelante los propósitos de la revolución. En principio, se tomaron desde la Junta de Gobierno Patrio algunas medidas referidas a los pueblos del interior. En lugar de tomar consenso, se enviaron expediciones militares, que de una manera u otra, junto con ciertas medidas, crearon resentimiento en los pueblos, y permitieron también ajustar una política de intriga a los realistas, que consideraron herejes a los hombres de Buenos Aires, dados los saqueos y la profanación a los templos, así como la falta de respeto a las mujeres y a las costumbres de los pueblos.
El 25 de Mayo firmaron un acta donde se expresaba el ideario revolucionario y entre otros aspectos trascendentes, señalaron respecto al tema vinculado con este trabajo – la batalla de Suipacha – lo siguiente: “…entendiéndose ella bajo la expresa y precisa condición de que, instalada la Junta, se ha de publicar en el término de 15 días una expedición de 500 hombres para auxiliar las provincias interiores del reino, la cual haya de marchar a la mayor brevedad, costeándose ésta con los sueldos del Exmo. Sr. D. Baltasar Hidalgo de Cisneros, Tribunales de la Real Audiencia Pretorial, y de Cuentas, de la Renta de tabacos con lo demás que la Junta tenga por conveniente cercenar, en inteligencia, que los individuos rentados no han de quedar absolutamente incongruos, porque ésta es la manifiesta voluntad del pueblo”. Debían formar en 15 días una expedición de 500 hombres para auxiliar a las provincias interiores del reino, esto a las provincias del Alto Perú (actual territorio de la República Plurinacional de Bolivia).

LA FORMACIÓN DEL EJÉRCITO AUXILIADOR DE LAS PROVINCIAS DEL INTERIOR
A propósito de esta decisión el 14 de junio se ordenó al vocal Juan José Castelli que hiciera un listado de las tropas para llevar adelante la expedición en cumplimiento a lo dispuesto en el acta del 25 de mayo – ver párrafo precedente– formándose un ejército de 1.150 hombres nombrándose como comandante general al coronel de Arribeños Francisco Ortiz de Ocampo y se dispuso hacer una revista el 17 de junio. Lo secundaba como mayor general el teniente coronel Antonio González Balcarce, al que se dio una formación apresurada en dos meses.
La elección de Ortiz de Ocampo fue realizada con el propósito de generar la adhesión del pueblo del interior del virreinato, pues él mismo era natural de La Rioja y además por la confianza que le tenían los soldados. Poseía también Ortiz de Ocampo conocimiento de las regiones a donde se dirigía el ejército, debido a sus viajes como comerciante, los que también le daban múltiples relaciones en las ciudades del interior.
Una vez instruido el ejército, las tropas salieron del Retiro las 2 de la tarde del 6 de julio de 1810 para establecerse en un cuartel de campaña en la finca de Juan Pedro Córdoba en Monte Castro, entonces a tres leguas de Buenos Aires, y ser revistadas por la Junta en pleno el día 9. El 12 de julio las tropas comenzaron la marcha por la ruta a Córdoba para hacer frente a la Contrarrevolución de Córdoba comandada por el ex Virrey Santiago de Liniers.
El Ejército Auxiliador ya estaba formado y comenzó a partir de ello – el 12 de julio con una campaña – superada la mencionada contrarrevolución – en las provincias del interior o del Alto Perú.

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EL BANDO DEL VIRREY DEL PERÚ JOSÉ FERNANDO ABASCAL DEL 13 DE JULIO DE 1810
La decisión de la Junta ya estaba tomada. Pero al día siguiente de la mencionada marcha del Ejército patriota, el Virrey del Perú dictaba el bando que a continuación se transcribe:

- Don José Fernando de Abascal y Sousa, Caballero del Habito de Santiago, Teniente General de los Reales Exercitos, Virrey, Gobernador y Capitán General del Perú, Superintendente Subdelegado de Real Hacienda, Presidente de la Real Audiencia de Lima.
- El espíritu de engaño y seducción, fomentado en el continente de Europeo, por el tirano usurpador de la Francia; ha esparcido sus amortiguadas llamas, en las pacíficas posesiones de la América del Sur. Hombres destinados por la naturaleza, a solo vegetar en la obscuridad y abatimiento, sin el enérgico carácter de la virtud, y con la humillante debilidad de todos los vicios, aspiran a lograr la vil efímera representación, con que los execrables delitos, señala a los grandes criminales. No hay País alguno en la tierra, que no esté expuesto a sufrir la desgracia de abrigar en su seno, esos abominables monstruos, que enmascarado, con el simulado disfraz, de amor de la Religión, de la Patria y del bien público, solo intentan por su particular interés, la desorganización, la anarquía y el desorden.
- El fiel pueblo de Buenos– Ayres, que ha dado tan recientes pruebas de su constancia, generosidad y adhesión a la Madre Patria; acaba de padecer esa triste experiencia: un corto número de individuos, proclamando haber cesado la suprema soberanía, por la instalación del nuevo Consejo de Regencia, ha atentado a las legítimas autoridades, formando a su antojo una Junta de Gobierno: el Excmo. Ayuntamiento, el Síndico Procurador en nombre de aquel común, y los vecinos más recomendables, por su probidad y circunstancias, han protestado contra una conmoción, excitada con tan infundado pretexto. ¿Porque si a los principios de la desgraciada época en qué se halla la España, por solo el sagrado objeto, que animó a la inmortal asociación de Sevilla, fue reconocida con aplauso, como depositaría de la suprema autoridad? Si la Junta Central ha sido juramentada y obedecida como representante de nuestro suspirado Monarca el Señor Don Fernando VII. Y como no ha de tributarse la más profunda y rendida sumisión al Consejo de Regencia; deseado por todos los buenos españoles, como menos expuesto a la lenta complicidad de las resoluciones establecido con el más generoso desprendimiento, por los dignos vocales interpretes en la Central de la voluntad de todas las Provincias: ¿y en qué se ve hoy la América representada, por uno de sus ilustres hijos, con igual proporción, y los más vivos deseos de cimentar su esplendor y prosperidad?
- Así pues aislados esos perversos en el corto recinto de la Capital que oprimen, no han podido conmover las fieles y ricas Provincias que componen su distrito, antes sí enardecidas de tan criminal conducta, le han manifestado su desprecio y aversión, ocurriendo a esta Superioridad, no solo por auxilios para rechazar cualquier hostil empresa a que pudiera arrastrarlos la ilusión y ceguedad; sino también a una formal agregación a este Gobierno, del mismo modo que lo estaba antes de la erección de aquel Virreynato: así lo han solicitado por los más expresivos oficios el Señor Presidente de Charcas, su Real Audiencia, M. R. Arzobispo, I. Ayuntamiento, la Imperial Villa de Potosí, la ciudad de la Paz y Córdova del Tucumán, y siendo obligación estrecha en los principales Gefes, ocurrir al pronto remedio de los males que amenazan a los fieles vasallos de S. M. por todos los medios que dicte la justicia: he venido en acceder a esa solicitud declarando quedar por ahora y hasta que se restablezca en su legítimo mando el Excmo. Señor Virrey de Buenos– Ayres (y demás autoridades legalmente constituidas), agregadas a este virreynato las expresadas Provincias dependientes de la gobernación del Rio de la Plata, en todos los ramos de Hacienda, Guerra, Política y Justicia, ocurriendo las Partes en los contenciosos a sus respectivos tribunales; salvos los recursos que en sus correspendientes casos prescriben las leyes pertenecer al alto Gobierno. Y para que así conste y llegue a noticia de todos se publicará por Bando en esta Capital, circulándose por las de las Intendencias de ambos virreynatos. Lima y Julio 13 de 1810. Jph Abascal.

Era objetivos de ambas partes, por un lado la decisión de la Junta de Mayo – auxiliar a las provincias interiores (Alto Perú) – y por otro la del Virrey Abascal, de agregar al Virreinato del Perú las provincias dependientes de la gobernación del Río de la Plata en todos los ramos de Hacienda, Guerra, Política y Justicia, era sin duda esta agregación inaceptable.
La aceptación de los pueblos al nuevo gobierno era inocultable. Superada la contrarrevolución en Córdoba con el fusilamiento de sus cabecillas entre quienes se encontraba el ex Virrey del Rio de la Plata don Santiago de Liniers. La adhesión a la Junta era unánime, las tropas partieron de Buenos Aires el 12 de julio (tema antes mencionado) para dirigirse a las provincias interiores o al Alto Perú. Ya en estos lugares los enfrentamientos entre ambas partes era inminente.

COMBATE DE COTAGAITA
Fue el primer enfrentamiento entre las fuerzas expedicionarias de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata instalada en Buenos Aires y las fuerzas realistas españolas obedientes al virrey del Perú. A su vez constituye el primer combate de las guerras de independencia hispanoamericanas en América del Sur. Antes de iniciar el combate el comandante Gonzalez Balcarce señaló a su plana mayor que: “la tropa a su mando no venía a hacer conquistas ni derramar sangre de sus conacionales estaba dispuesta a que le voto de los pueblos establesca el gobierno a que han de sujetarse estas provincias mientras la península se halle convulsionada”.
El capitán de fragata José de Cordova y Roxas rechazó la misma y transmitió que tampoco estaba dispuesto a rendirse. Ante ello el combate comenzó a las 10 de la mañana del 27 de octubre y duró hasta las dos de la tarde. Gonzalez Barcarce ante la adversa situación que se le presentaba dispuso el retiro de las tropas sin que fueran perseguidas por el ejército realista.
Este fue el primer choque entre los revolucionarios y los realistas en la guerra de la independencia, no considerándose una derrota formal sino más bien un revés con retirada estratégica.

LA BATALLA DE SUIPACHA
Después del desfavorable combate de Cotagaita ocurrido el 27 de octubre de 1810, las fuerzas revolucionarias del Ejército patriota se vieron obligadas a retirarse en dirección a Tupiza sin ser perseguidas por los realistas.
El 5 de noviembre las fuerzas realistas comenzaron la marcha hacia Tupiza, luego de recibir al general Vicente Nieto con “tropas armadas de todas las marinas veteranas, muchos vecinos de la ciudad, los artilleros de Cuzco, fusilería de Oruro y algunos de La Paz entre los cuales estaban los Granaderos Provinciales de La Plata” provenientes de Chuquisaca.
Al día siguiente el coronel Antonio Gonzalez Barcarce desalojó ese pueblo, que fue ocupado al otro día por 1200 realistas, y se situó en Nazareno el 6 de noviembre. En este paraje, ubicado sobre el río Suipacha frente a la población de Suipacha, recibió por la noche un refuerzo de 200 hombres provenientes de Jujuy con dos piezas de artillería, junto con municiones y la paga de las tropas.
El capitán de fragata José de Córdoba y Rojas había recibido informes falsos sobre la moral combativa de las fuerzas de González Balcarce, convenciéndose de que marchaban descontentos y mal armados y por lo tanto sería relativamente fácil dispersarlos, tampoco se había enterado de la llegada de refuerzos con municiones y cañones.
El Ejército del Norte tenía inferioridad numérica, 800 realistas con 4 cañones contra 600 patriotas con 2 cañones.
Formaban parte del ejército realista de observación los veteranos del Real Borbón y del Cuerpo de Voluntarios del Rey, este al mando del capitán José Fernando de Fontaneda, que habían partido de Buenos Aires en 1809 para reprimir las sublevaciones del Alto Perú y que luego formaron el Batallón Fernando VII.
Cuando el 7 de noviembre de 1810 la vanguardia realista tomó contacto visual con las tropas de González Balcarce, este había ocultado gran parte de su infantería y artillería entre los cerros y quebradas vecinas.
Situados frente a frente sin atacarse hasta las 3 de la tarde, González Balcarce se impacientó e ideó un plan para forzar a Córdoba a atacarlo, para eso hizo adelantar 200 hombres sobre la playa del río y con dos cañones abrió fuego, lo que dio inicio al enfrentamiento cuando Córdoba destacó algunas fuerzas de guerrilla. González Balcarce desplegó más tropas y Córdoba envió batallones para reforzar a sus guerrillas abandonando sus posiciones seguras. González Balcarce ordenó simular una retirada en aparente desorden, haciendo caer en la trampa a Córdoba quien dio la orden de perseguirlos con todas sus tropas hasta las proximidades de la quebrada de Choroya. Allí las fuerzas de González Balcarce que en apariencia huían, giraron para enfrentarlos, mientras las tropas de infantería y la artillería que estaban ocultas entre los cerros aparecieron bruscamente, emboscando a los realistas, quienes se dieron a la fuga arrojando banderas, armas y municiones, siendo perseguidos por tres leguas.
La batalla duró media hora y concluyó con una fácil victoria para los revolucionarios ya que los realistas abandonaron el campo de batalla en fuga, dejando la artillería. Fueron tomados 150 prisioneros realistas. La aparición de indígenas para observar la batalla desde los cerros hizo pensar a Córdoba y Rojas que se trataban de fuerzas de refuerzo y se precipitó en fuga sin esperar el resultado de la batalla.
En la batalla, junto con las tropas provenientes de Buenos Aires (275 combatientes), participaron, salteños, jujeños, oranenses, tarijeños, cinteños y la Caballería chicheña de Tupiza, comandada por el coronel Pedro Arraya.
El 9 de noviembre Juan José Castelli el representante de la Primera Junta en el Ejército del Norte, ordenó al capitán Martín Miguel de Güemes que con 150 tarijeños montados partiera de Suipacha en dirección a Cinti para capturar al subdelegado y comandante militar Pedro Cabero y a su antecesor, e impedir por allí la huida de los derrotados de Suipacha hacia el Gran Chaco así como también en posesión al nuevo subdelegado Isidoro Alberti.
Como consecuencia del triunfo de Suipacha por parte del Ejército Auxiliador, el adversario ejército realista que luchó en Suipacha sufrió una completa derrota, perdió sus cuatro cañones, tiendas de campaña, armas, municiones, 10.000 pesos en plata, víveres y se desintegró por completo.
La victoria de Suipacha tuvo un fuerte efecto moral en nuestro Ejército, los jefes realistas del Alto Perú perdieron todo su prestigio, que se vio reflejado en el pronunciamiento de las cuatro provincias del Alto Perú a favor. Así, la ciudad de Potosí, el 10 de noviembre de 1810, apresó a su gobernador Francisco de Paula Sanz, levantándose también en Chuquisaca, La Paz y Cochabamba, en donde Esteban Arze consiguió el triunfo de Aroma 14 de noviembre, en favor de la Junta de Buenos Aires, ciudad en donde produjo una euforia generalizada.
En el momento de la batalla Juan José Castelli se hallaba en Yavi, desde donde el 8 de noviembre informó a la Junta sobre la victoria, redactando dos días después en Tupiza el parte completo, llevado a Buenos Aires por el mayor de patricios Roque Tollo.
La Junta autorizó a todos los comandantes victoriosos en Suipacha, a llevar en el brazo derecho un distintivo con la inscripción: “La patria a los vencedores de Tupiza. Réplica del Escudo de Tupiza creado por Regimientos de América”.
Este distintivo se utiliza aún hoy en el uniforme de gala de las tropas del Regimiento Dos (RI2) de infantería del Ejército Argentino con actual asiento en la Ciudad de Córdoba, Argentina.
Cumpliendo órdenes de Buenos Aires, como castigo por la represión de 1809 en las rebeliones de Chuquisaca y La Paz los jefes realistas José de Córdoba y Rojas, Vicente Nieto y Francisco de Paula Sanz fueron capturados en Potosí y ejecutados. A González Balcarce le valió los galones de brigadier y la confianza para avanzar hacia el río Desaguadero, límite entre ambos
virreinatos.
Hoy, un pasaje (calle de poca extensión) del barrio de Palermo de la ciudad de Buenos Aires se denomina Tupiza

Conclusiones
El precedente trabajo, que dista de ser una investigación de hechos históricos, sino solamente un trabajo de información sobre esos hechos, pone en evidencia el encomiable esfuerzo y entrega que tuvo la Junta Provisoria Gubernativa que, a pesar de las diferencias existentes entre sus miembros, demostraron que la responsabilidad que habían asumido en el histórico 25 de mayo, debía ser asumida en su totalidad. Llevaron adelante una meritoria gestión de gobierno y armaron dos ejércitos para que la Revolución perdurara. El Ejército de Norte no cumplió acabadamente su misión a Paraguay al mando del Gral. Manuel Belgrano en tanto que el Ejército Auxiliador del Alto Perú supo tener gran presencia en la acción del enfrentamiento. Cotagaita no fue una derrota en el sentido más cabal del término. La retirada de la escenario del combate evitó un innecesario derramamiento de sangre a la par que el enemigo dejó en la campo del combate un valioso material de guerra.
La Batalla de Suipacha fue un claro triunfo de la fuerzas patriotas demostrando el Ejército Auxiliador del Alto Perú una expresa desmentida al Bando del Virrey del Perú, don José de Abascal, en el sentido que, según sus propios dichos, “un corto número de individuos, proclamando haber cesado la suprema soberanía, por la instalación del nuevo Consejo de Regencia, ha atentado a las legítimas autoridades, formando a su antojo una Junta de Gobierno”.
Ese corto número de individuos, expresión cargada de subjetividad degradante, supo cumplir con su compromiso con el pueblo.
Desde el magno acontecimiento de la instalación de la Junta Provisional Gubernativa – el 25 de mayo de 1810 – habían pasado un poco más de 5 meses contados a la fecha del triunfo en Suipacha, donde su recién formado Ejército mostró coraje y entrega por la causa de la Revolución. No había pasado el año 1810 cuando el 18 de diciembre de este año se instaló la Junta Grande integrada por representantes –diputados - provenientes de las provincias que integraron el ex Virreinato del Río de la Plata. Comenzaba a formarse, a pesar de las dificultades que existían en aquellos tiempos, lo que hoy es la República Argentina. El movimiento revolucionario de Mayo, a pesar de peyorativas palabras del Virrey Abascal, siguió en pleno funcionamiento institucional lo que no ocurrió con el Virreinato a su cargo.

Bibliografía
Minutolo de Orsi, Cristina, “De la revolución a la Independencia”. Editado por el Instituto Belgraniano de Jujuy,
2016.
Bidondo, Emilio, La expedición de ayuda a las provincias interiores. Círculo Militar.

1 Carlos Trueba, es miembro del Instituto Nacional Belgraniano.

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