Palabras de huerto a medias
Me pregunto si alguna vez alguien a comparado a las mujeres con los duraznos, tal vez alguno de esos autores de tus libritos de bolsillo, o los señores que tienen el lujo de que los impriman en esos ladrillos de 500 páginas, y no me digas que no sabes, tantos libros que te veo sacar de la...



Me pregunto si alguna vez alguien a comparado a las mujeres con los duraznos, tal vez alguno de esos autores de tus libritos de bolsillo, o los señores que tienen el lujo de que los impriman en esos ladrillos de 500 páginas, y no me digas que no sabes, tantos libros que te veo sacar de la biblioteca de la U y por mes un par diferente por lo menos. Si, ya me has dicho que los japoneses leen por lo menos 50 libros en medio año y los europeos mínimo 40, y que en tu caso no estas ni al 50 por ciento de esas costumbres, por los menos una docena de veces cada vez que te pregunto porque tantos libros; pero a ti no te veo comiendo pescado crudo ni midiendo metro ochenta y cinco y sacándote fotos con la réplica de la Champion League afuera del estadio. Incluso hermanito, los que vienen aquí, si es que traen algún libro empastado es solo su trabajo de tesis, los demás son anillados de fotocopias o sus medio usos de cálculo de Chungara, resistencia de materiales I y II, derecho penal y civil, en fin, toda esa playa. Y solamente vos el que se viene casi al final del almuerzo para que no hagan bulla mientras estas sopeando y empezando a ojear las primeras páginas de tus novedades.
En fin, tú sabrás, pero al fin y al cabo no me has respondido si de todos tus autores leídos y releídos, debe haber alguno que haya comparado una mujer con un durazno, y por tu cara parece que ninguno que conozcas; una vez, entre por entregar un almuerzo a pedido a esa biblioteca, y me fije en la cantidad de repisas llenas que tenían, cuando el encargado me cancelo los 10 pesitos de la sopa y el segundo, le pregunte si todos eran para las carreras de la universidad, me respondió que la tercera parte eran novelas viejas y nuevas a gusto del que eligiera,-repetidos, media docena de cada uno seguramente, por si alguien quiere el mismo libro al mismo tiempo- le pregunte, me respondió que no, que era solo uno de cada uno; puuucha cuanto escribe la gente que si sabe, pensé ese ratito. Así que si todavía no has encontrado unito que haya hecho esa comparación. Cuando estuve en colegio, ese año que me aplace, la profesora de lenguaje nos hizo copiar un poema de la pizarra donde comparaba la piel del durazno con la de las mujeres, medio suave, dorada, a-ter-cio-per-la-da, creo que era la última parte. Si yo pudiera, la compararía completa, pero no solamente las blanconas trigueñitas o las que tienen sus cachetes rojitos, sino también de las otritas, las pequeñitas esas que como los duraznos menudos te las quedas admirando entre tus dedos y te quedas encantado, las que tienen todavía un carácter verde inocente por necesidad, como los duraznos de huerto cosechados antes que alguna granizada los pille, o esos últimos que están llenando los mercados grandes jugosos suaves como mantequilla, uno de los changos de Agronomía me conto que esos eran algo así como transgénicos o no sé qué asunto artificial, aunque te confieso que siempre e preferido los medio lastimados, me acuerdo que cuando nos daban permiso de ir a sacarnos uno de postre cuando yo estaba chango, siempre me gustaba buscarme esos duraznos que estaban golpeaditos morados por alguno de sus lados, tienen un sabor mescla de dulce y agrio que nunca me pude aguantar y me reencantaba te cuento, y si por ahí tiene un pedacito que ya se le está pudriendo, fácil pues, le mides bien la mordidita y se lo sacas, aahh pero esto no quiere decir que le vayas a arrancar de un mordisco el pedazo que no te gusta de tu mujer, no chango; pero eso si, hasta eso es bueno aprender, porque si mides bien cuando y donde dar tus mordiscos, incluso si le haces doler un poquito, te va a quedar re agradecida y si te reclama un poco, es porque no sabe cómo decirte que le gusto y que la siguiente noche quiere otros más, y eso lo distingues por el tono dulce, calmadito o diferente con que te lo repiten. Si cumpita leedorcito, si fuera escritor, alguna hiciera una o más comparaciones con las mujeres y los duraznos, pero no sé cómo, y me gustaría saber que por lo menos alguien por ahí se ha dado el trabajo de escribir alguito parecido por lo menos, bueno pues, ahora te dejo terminar tu sopa medio fría, que ya mes están llamando para lavar los platos.
Don Atilio se retiró al fondo de la pensión cargando su media docena de platos sucios, y me dejo pensando “tantas vueltas para decirme que esta reenamorado de su mujer, aunque ella este saliendo de tantos problemas con su ex marido, y aunque ya no este ni en sus 35, lo tiene al hombre trabajando 18 horas al día, pero de felicidad para comprarse un lotecito y no por obligación”.
Es un extraño poeta el que tenemos de garzón. Me cae bien, aunque me diga Leedorcito.
En fin, tú sabrás, pero al fin y al cabo no me has respondido si de todos tus autores leídos y releídos, debe haber alguno que haya comparado una mujer con un durazno, y por tu cara parece que ninguno que conozcas; una vez, entre por entregar un almuerzo a pedido a esa biblioteca, y me fije en la cantidad de repisas llenas que tenían, cuando el encargado me cancelo los 10 pesitos de la sopa y el segundo, le pregunte si todos eran para las carreras de la universidad, me respondió que la tercera parte eran novelas viejas y nuevas a gusto del que eligiera,-repetidos, media docena de cada uno seguramente, por si alguien quiere el mismo libro al mismo tiempo- le pregunte, me respondió que no, que era solo uno de cada uno; puuucha cuanto escribe la gente que si sabe, pensé ese ratito. Así que si todavía no has encontrado unito que haya hecho esa comparación. Cuando estuve en colegio, ese año que me aplace, la profesora de lenguaje nos hizo copiar un poema de la pizarra donde comparaba la piel del durazno con la de las mujeres, medio suave, dorada, a-ter-cio-per-la-da, creo que era la última parte. Si yo pudiera, la compararía completa, pero no solamente las blanconas trigueñitas o las que tienen sus cachetes rojitos, sino también de las otritas, las pequeñitas esas que como los duraznos menudos te las quedas admirando entre tus dedos y te quedas encantado, las que tienen todavía un carácter verde inocente por necesidad, como los duraznos de huerto cosechados antes que alguna granizada los pille, o esos últimos que están llenando los mercados grandes jugosos suaves como mantequilla, uno de los changos de Agronomía me conto que esos eran algo así como transgénicos o no sé qué asunto artificial, aunque te confieso que siempre e preferido los medio lastimados, me acuerdo que cuando nos daban permiso de ir a sacarnos uno de postre cuando yo estaba chango, siempre me gustaba buscarme esos duraznos que estaban golpeaditos morados por alguno de sus lados, tienen un sabor mescla de dulce y agrio que nunca me pude aguantar y me reencantaba te cuento, y si por ahí tiene un pedacito que ya se le está pudriendo, fácil pues, le mides bien la mordidita y se lo sacas, aahh pero esto no quiere decir que le vayas a arrancar de un mordisco el pedazo que no te gusta de tu mujer, no chango; pero eso si, hasta eso es bueno aprender, porque si mides bien cuando y donde dar tus mordiscos, incluso si le haces doler un poquito, te va a quedar re agradecida y si te reclama un poco, es porque no sabe cómo decirte que le gusto y que la siguiente noche quiere otros más, y eso lo distingues por el tono dulce, calmadito o diferente con que te lo repiten. Si cumpita leedorcito, si fuera escritor, alguna hiciera una o más comparaciones con las mujeres y los duraznos, pero no sé cómo, y me gustaría saber que por lo menos alguien por ahí se ha dado el trabajo de escribir alguito parecido por lo menos, bueno pues, ahora te dejo terminar tu sopa medio fría, que ya mes están llamando para lavar los platos.
Don Atilio se retiró al fondo de la pensión cargando su media docena de platos sucios, y me dejo pensando “tantas vueltas para decirme que esta reenamorado de su mujer, aunque ella este saliendo de tantos problemas con su ex marido, y aunque ya no este ni en sus 35, lo tiene al hombre trabajando 18 horas al día, pero de felicidad para comprarse un lotecito y no por obligación”.
Es un extraño poeta el que tenemos de garzón. Me cae bien, aunque me diga Leedorcito.