Microcuentos
Sueño primaveral Anoche soñé con ladridos persistentes de un can que atormentaba el paso de las horas. Alguien interpretó como anuncio de peligro de robo y, por tanto, me aconsejó cuidar mis pertenencias empeñosamente. Doble vuelta de llave en la chapa de ingreso al departamento y no...



Sueño primaveral
Anoche soñé con ladridos persistentes de un can que atormentaba el paso de las horas. Alguien interpretó como anuncio de peligro de robo y, por tanto, me aconsejó cuidar mis pertenencias empeñosamente. Doble vuelta de llave en la chapa de ingreso al departamento y no portar tarjetas de débito, crédito ni de simple presentación. Mejor nada. Sólo cien bolivianos para compras de la canasta familiar…
¡Cierto! Corrí el albur de un extraño y raro acto al borde de ser delictivo, pues soy casado en segundas nupcias. ¡Me robaron el corazón!
Posdata.- Ya lo tengo ocupado pero sucedió. ¡El encanto juvenil por las letras pudo más..!
= = =
¿A quién me venden?
Me llamo Papo Lamborghini. Nací en cuna de oro italiana en 1963. Ante todo me vanaglorio de llevar la felicidad a quien pueda comprarme, sin determinar el origen, malo o bueno, del estipendio erogado.
Tal vez seré posesión de quien heredó una economía sólida y próspera, hoy venida a menos en todo el orbe, pero justo que como objeto suntuario lo manifieste: no me agrada esta agria situación. Preferiría a alguien que con el sudor de la frente, tras arduo trabajo, hubiese construido centavo a centavo su merecida fortuna y así justifique tan oneroso gasto.
Tampoco me gustaría que un don nadie, aprovechador y corrupto, sumido en la ciénaga del poder, distrajera medios que legítimamente no le correspondan. ¡Ah, la vida tiene sus bemoles!
Soy un automóvil pleno de belleza y lujo, como me concibieron, y deseo que sirva con honor y distinción a seres que lo merezcan. Benditos sean.
En tanto se resuelva la disputa y a ciencia cierta se informe acerca de quién o quiénes me adquirieron en un país donde impera la pobreza y, no obstante, algunos hablan de quimeras, me despido no con arrogancia ni ego elevado a la quinta potencia, si no a la espera de conocer que un gallardo destinatario luzca al mando de mi atractivo y moderno volante, para correr los serpenteantes caminos de la vida.
Hasta pronto,
Papo Lambor.
= = =
Rumbo a Iquique
Montañas ocres y verdes unidas en cadena indisoluble: caminos vecinales de tierra, casas diminutas de adobe con techos de calamina, parcelas cúbicas y rectangulares vestidas de césped y bañadas de sol, charcos formados por precipitaciones pluviales, ganan en el espacio la vista del pasajero cómodamente sentado en el avión.
Todo ello marca otra perspectiva desde las nubes de tonos blanquecinos y plomizos, que la nave al cobrar altura obstaculizan la observación.
El cielo testifica el hábitat de los hombres, quienes abajo trabajan por lograr su sobrevivencia personal y familiar, para lo cual deben formarse intelectualmente, es decir estudiar, aprender y trabajar de modo incansable; pero, en Bolivia, sin disimulo se enfrascan en disputas políticas que los dividen y tensionan el ambiente, cargándolo de miedo e inquietud por el posible desenlace. ¡Ah, la vida, la vida! No hay paz en La Paz…
= = =
La vida es linda
Dicen que mi tierra es chica, no avanza en su desarrollo o lo hace muy lentamente. Y no tiene prisa por nada.
¡Pucha cómo miente la gente que dice tales cosas…! Si el corazón es grande, la voluntad no mucho, ha de andar de poco a poquito, hay cabida a lo largo del tiempo para el trabajo fecundo, pero ¿por qué apurar tanto si la vida es tan chura..?
Vivámosla y dejemos vivir al prójimo, ¿verdad cumpita?
Anoche soñé con ladridos persistentes de un can que atormentaba el paso de las horas. Alguien interpretó como anuncio de peligro de robo y, por tanto, me aconsejó cuidar mis pertenencias empeñosamente. Doble vuelta de llave en la chapa de ingreso al departamento y no portar tarjetas de débito, crédito ni de simple presentación. Mejor nada. Sólo cien bolivianos para compras de la canasta familiar…
¡Cierto! Corrí el albur de un extraño y raro acto al borde de ser delictivo, pues soy casado en segundas nupcias. ¡Me robaron el corazón!
Posdata.- Ya lo tengo ocupado pero sucedió. ¡El encanto juvenil por las letras pudo más..!
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¿A quién me venden?
Me llamo Papo Lamborghini. Nací en cuna de oro italiana en 1963. Ante todo me vanaglorio de llevar la felicidad a quien pueda comprarme, sin determinar el origen, malo o bueno, del estipendio erogado.
Tal vez seré posesión de quien heredó una economía sólida y próspera, hoy venida a menos en todo el orbe, pero justo que como objeto suntuario lo manifieste: no me agrada esta agria situación. Preferiría a alguien que con el sudor de la frente, tras arduo trabajo, hubiese construido centavo a centavo su merecida fortuna y así justifique tan oneroso gasto.
Tampoco me gustaría que un don nadie, aprovechador y corrupto, sumido en la ciénaga del poder, distrajera medios que legítimamente no le correspondan. ¡Ah, la vida tiene sus bemoles!
Soy un automóvil pleno de belleza y lujo, como me concibieron, y deseo que sirva con honor y distinción a seres que lo merezcan. Benditos sean.
En tanto se resuelva la disputa y a ciencia cierta se informe acerca de quién o quiénes me adquirieron en un país donde impera la pobreza y, no obstante, algunos hablan de quimeras, me despido no con arrogancia ni ego elevado a la quinta potencia, si no a la espera de conocer que un gallardo destinatario luzca al mando de mi atractivo y moderno volante, para correr los serpenteantes caminos de la vida.
Hasta pronto,
Papo Lambor.
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Rumbo a Iquique
Montañas ocres y verdes unidas en cadena indisoluble: caminos vecinales de tierra, casas diminutas de adobe con techos de calamina, parcelas cúbicas y rectangulares vestidas de césped y bañadas de sol, charcos formados por precipitaciones pluviales, ganan en el espacio la vista del pasajero cómodamente sentado en el avión.
Todo ello marca otra perspectiva desde las nubes de tonos blanquecinos y plomizos, que la nave al cobrar altura obstaculizan la observación.
El cielo testifica el hábitat de los hombres, quienes abajo trabajan por lograr su sobrevivencia personal y familiar, para lo cual deben formarse intelectualmente, es decir estudiar, aprender y trabajar de modo incansable; pero, en Bolivia, sin disimulo se enfrascan en disputas políticas que los dividen y tensionan el ambiente, cargándolo de miedo e inquietud por el posible desenlace. ¡Ah, la vida, la vida! No hay paz en La Paz…
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La vida es linda
Dicen que mi tierra es chica, no avanza en su desarrollo o lo hace muy lentamente. Y no tiene prisa por nada.
¡Pucha cómo miente la gente que dice tales cosas…! Si el corazón es grande, la voluntad no mucho, ha de andar de poco a poquito, hay cabida a lo largo del tiempo para el trabajo fecundo, pero ¿por qué apurar tanto si la vida es tan chura..?
Vivámosla y dejemos vivir al prójimo, ¿verdad cumpita?