La Universidad Femenina de Sucre
En la introducción al libro póstumo de Ignacio Prudencio Bustillo, editado por la Universidad Mayor San Francisco Xavier de Chuquisaca en 1946 bajo la dirección y recopilación de artículos a cargo del novelista, ensayista y crítico literario Carlos Medinaceli, el destacado escritor Adolfo...



En la introducción al libro póstumo de Ignacio Prudencio Bustillo, editado por la Universidad Mayor San Francisco Xavier de Chuquisaca en 1946 bajo la dirección y recopilación de artículos a cargo del novelista, ensayista y crítico literario Carlos Medinaceli, el destacado escritor Adolfo Costa Du Rels traza la honda amistad, iniciada con Prudencio como vecino de barrio, primero, y luego sostenida por varios años de formación académica y de inquietudes culturales comunes, junto a una pléyade de intelectuales radicados en la ciudad de Sucre.
Dentro de un cúmulo de actividades pone de relieve, en medio de la cadena de recuerdos y experiencias, la creación de la Universidad Femenina, que en la actualidad resultaría discriminatoria y no de carácter reivindicativo como lo fuera al momento de su creación, por cuanto este tipo de instituciones no toma en consideración sexo ni religión, peor raza, concepto ampliamente superado ante los prejuicios de otrora.
En los recuerdos que va desbrozando don Adolfo Costa, cuenta que el escritor Ignacio Prudencio se lo presentó a Adhemar Gehain, miembro de la misión belga contratada por Daniel Sánchez Bustamante para reformar la educación en Bolivia. Poseedor de gran cultura y de mucha simpatía personal, aún no contaba con treinta años de edad; una tarde de marzo de 1915 reunió en su domicilio a varios intelectuales destacados del momento y convinieron en promover el nivel intelectual de la mujer. “Habíamos, unos y otros, descubierto entre las niñas de nuestra edad, inteligencias tan vivas, temperamentos artísticos tan notables, naturalezas tan privilegiadas, que decidimos sacarlas de la modorra colonial en que vivían sumidas”, acota el escritor chuquisaqueño. Así, bajo tal propósito fundaron la Universidad Femenina de Sucre, al estilo de otra similar de París.
En esa línea menciona al decano del grupo, el historiador Jaime Mendoza, quien “andaba por aquel entonces en los cuarenta largos”. Lo califica “de apariencia grave, casi hosca. Un tímido, pero un tímido valiente cuya pluma era un escalpelo y su escalpelo una pluma”. El poeta Ricardo Jaimes Freyre ocasionalmente se constituyó en conferenciante, apunta y agrega: “Oír a Jaimes Freyre era un deleite. Dictó dos o tres conferencias sobre poesía castellana que constituyeron el éxito más enaltecedor de nuestra tímida organización. Las ovaciones con que ellas fueron acogidas debieron llenar de alegría el corazón del poeta, ya en el umbral del ocaso”. De Ignacio Prudencio Bustillo, alma gemela a la suya, manifiesta que fue el que preparaba sus conferencias con mayor esmero, junto al profesor belga y a Mendoza.
Al margen de los citados menciona como expositores a Adolfo Vilar, José Espada Aguirre, Julián Fisher (también miembro de la misión educativa belga), Julio Querejazu, Alberto Ostria Gutiérrez y Nicolás Ortiz Pacheco, el mordaz poeta que ponía en jaque a la ciudad con sus ocurrencias, habiendo dictado únicamente dos conferencias. Y naturalmente uno de los más entusiastas de todos los expositores de pensamiento fue Adolfo Costa Du Rels, orgullo boliviano que no quiso aceptar otra nacionalidad que le propusieron otorgarle, la francesa, porque a su juicio la propia es “como el color de los ojos”, es decir única e intransferible.
Las labores de la sui géneris Universidad apenas pudieron sobrellevarse durante dos años, como iniciativa privada de grupo. Costa afirma: “Cada uno de nosotros tenía su genio propio, sus peculiaridades, sus cualidades y sus defectos. Tenía también su auditorio. Este, que en un principio no pasaba de veinte personas, rebasó a veces las doscientas”.
El importante intento cultural, de acuerdo a la concepción gramatical y de vigencia real, más que una Universidad propiamente dicha se tradujo en un Círculo o Academia en que se dictó una serie de conferencias y se promovió conversaciones, reclutando para ello a las damas que en una sociedad patriarcal se encontraban postergadas en sus afanes de estudio y superación. No se olvide que la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca se fundó el 27 de marzo de 1624 y su administración fue confiada por cédula real a la orden de los jesuitas, expulsados con ignominia el año 1767 conforme a determinación de la corona ibérica; pero lo cierto es que merced a la Universidad Femenina muchas mujeres pudieron canalizar aptitudes e ingresar con posterioridad a la propia Universidad estatal, ya en manos laicas durante la época republicana, tras profunda crisis motivada por la salida de los jesuitas. En consecuencia las damas pasaron a habitar espacios que con anterioridad les estaban vedados, en medio de una sociedad conservadora.
Dentro de un cúmulo de actividades pone de relieve, en medio de la cadena de recuerdos y experiencias, la creación de la Universidad Femenina, que en la actualidad resultaría discriminatoria y no de carácter reivindicativo como lo fuera al momento de su creación, por cuanto este tipo de instituciones no toma en consideración sexo ni religión, peor raza, concepto ampliamente superado ante los prejuicios de otrora.
En los recuerdos que va desbrozando don Adolfo Costa, cuenta que el escritor Ignacio Prudencio se lo presentó a Adhemar Gehain, miembro de la misión belga contratada por Daniel Sánchez Bustamante para reformar la educación en Bolivia. Poseedor de gran cultura y de mucha simpatía personal, aún no contaba con treinta años de edad; una tarde de marzo de 1915 reunió en su domicilio a varios intelectuales destacados del momento y convinieron en promover el nivel intelectual de la mujer. “Habíamos, unos y otros, descubierto entre las niñas de nuestra edad, inteligencias tan vivas, temperamentos artísticos tan notables, naturalezas tan privilegiadas, que decidimos sacarlas de la modorra colonial en que vivían sumidas”, acota el escritor chuquisaqueño. Así, bajo tal propósito fundaron la Universidad Femenina de Sucre, al estilo de otra similar de París.
En esa línea menciona al decano del grupo, el historiador Jaime Mendoza, quien “andaba por aquel entonces en los cuarenta largos”. Lo califica “de apariencia grave, casi hosca. Un tímido, pero un tímido valiente cuya pluma era un escalpelo y su escalpelo una pluma”. El poeta Ricardo Jaimes Freyre ocasionalmente se constituyó en conferenciante, apunta y agrega: “Oír a Jaimes Freyre era un deleite. Dictó dos o tres conferencias sobre poesía castellana que constituyeron el éxito más enaltecedor de nuestra tímida organización. Las ovaciones con que ellas fueron acogidas debieron llenar de alegría el corazón del poeta, ya en el umbral del ocaso”. De Ignacio Prudencio Bustillo, alma gemela a la suya, manifiesta que fue el que preparaba sus conferencias con mayor esmero, junto al profesor belga y a Mendoza.
Al margen de los citados menciona como expositores a Adolfo Vilar, José Espada Aguirre, Julián Fisher (también miembro de la misión educativa belga), Julio Querejazu, Alberto Ostria Gutiérrez y Nicolás Ortiz Pacheco, el mordaz poeta que ponía en jaque a la ciudad con sus ocurrencias, habiendo dictado únicamente dos conferencias. Y naturalmente uno de los más entusiastas de todos los expositores de pensamiento fue Adolfo Costa Du Rels, orgullo boliviano que no quiso aceptar otra nacionalidad que le propusieron otorgarle, la francesa, porque a su juicio la propia es “como el color de los ojos”, es decir única e intransferible.
Las labores de la sui géneris Universidad apenas pudieron sobrellevarse durante dos años, como iniciativa privada de grupo. Costa afirma: “Cada uno de nosotros tenía su genio propio, sus peculiaridades, sus cualidades y sus defectos. Tenía también su auditorio. Este, que en un principio no pasaba de veinte personas, rebasó a veces las doscientas”.
El importante intento cultural, de acuerdo a la concepción gramatical y de vigencia real, más que una Universidad propiamente dicha se tradujo en un Círculo o Academia en que se dictó una serie de conferencias y se promovió conversaciones, reclutando para ello a las damas que en una sociedad patriarcal se encontraban postergadas en sus afanes de estudio y superación. No se olvide que la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca se fundó el 27 de marzo de 1624 y su administración fue confiada por cédula real a la orden de los jesuitas, expulsados con ignominia el año 1767 conforme a determinación de la corona ibérica; pero lo cierto es que merced a la Universidad Femenina muchas mujeres pudieron canalizar aptitudes e ingresar con posterioridad a la propia Universidad estatal, ya en manos laicas durante la época republicana, tras profunda crisis motivada por la salida de los jesuitas. En consecuencia las damas pasaron a habitar espacios que con anterioridad les estaban vedados, en medio de una sociedad conservadora.