Carlos Paz Centenario de La Batalla de La Tablada 1817- 4 de Mayo-1917
I Se ha dicho y con mucha verdad, que cuando la posteridad vuelva sus ojos hacía nosotros, juzgará que la emancipación de la América Meridional es el fenómeno político más considerable del siglo XIX, así por su magnitud y originalidad como por la extensión probable de sus consecuencias...



I
Se ha dicho y con mucha verdad, que cuando la posteridad vuelva sus ojos hacía nosotros, juzgará que la emancipación de la América Meridional es el fenómeno político más considerable del siglo XIX, así por su magnitud y originalidad como por la extensión probable de sus consecuencias futuras.
Entre ese conjunto de acontecimientos que han originado ese gran fenómeno político llamado la emancipación de la América Meridional, tiene mucha importancia, porque influyó poderosamente en la marcha victoriosa de los ejércitos patriotas del Río de la Plata y del Alto Perú, el triunfo obtenido por el comandante D. Gregorio Aráoz de La Madrid sobre las fuerzas realistas comandadas por D. Mateo Ramírez, en La Tablada, el 4 de mayo de 1817. En efecto, es preciso analizar las circunstancias en que La Madrid dio ese golpe maestro a los realistas; considerar el valor moral y material que representaba para los patriotas la posesión de Tarija; observar los efectos y consecuencias de este hecho histórico, para arrancar de este previo estudio el reconocimiento lógico de la trascendental importancia en el acontecimiento que venimos estudiando.
El movimiento revolucionario de la emancipación Sur-americana, iniciado en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, y propagado rápidamente con mayor vigor en La Paz, Cochabamba, Buenos Aires y demás centros de importancia de la América, no fue secundado de inmediato en Tarija. El mismo historiador español general García Camba, nos hace saber que en el año 1811 el ayuntamiento de la villa de Tarija comunicó al cuartel general de Potosí su sumisión y reconocimiento; y la causa de este proceder no podía ser más natural, porque Tarija era un país alejado de los grandes centros del Alto Perú, de raza y de costumbres netamente españolas; donde la lucha sin fueros entre el autóctono, el criollo y el peninsular no se había presentado, porque aquí predominaba la raza de Cervantes, y dentro de ese sentir homogéneo, dentro de esa igual aspiración, las autoridades dependientes de la Intendencia de Potosí o del virreinato de Buenos Aires, no podían menos que ser respetuosas e igualitarias con los habitantes y estantes de esta villa sevillana, de pacíficas y mansas costumbres, de varones hidalgos y caballerosos y de mujeres bellas, de virtud y nobleza patriarcal.
No había pues en aquella época, motivo alguno en Tarija para declararse desligados de la madre patria, a la que pertenecían más de las tres cuartas partes de los habitantes de esta villa de Luis de Fuentes. Fue recién en 1814 que Tarija se adhirió al movimiento revolucionario, proclamando la emancipación de esta provincia el ínclito caudillo Ramón Rojas, que murió como un héroe en el holocausto de la libertad.
En homenaje a nuestro pueblo de Tarija y a la brillante acción de armas de La Tablada, cuyo centenario conmemoramos, vamos a hacer la relación, desde los antecedentes de este acontecimiento, siguiendo si es posible, literalmente, a los historiadores García Camba, general Paz, Vicente López, Urcullo, Bartolomé Mitre, y otros que tenemos a la mano; porque la historia no se inventa ni se improvisa, y quien quiera relacionar un hecho, para ser verídico, tiene que consultar los documentos coetáneos al hecho o seguir a los grandes historiadores que han empleado, como dice Cantú, no solo su juventud, sino su vida entera en averiguar la verdad histórica.
II
La caída de Napoleón, la restauración de Fernando VII al trono de España, y la paz de la Europa debían naturalmente influir en los negocios de la América Española y la guerra fue tomando otro carácter. Vinieron nuevas tropas de España, aguerridas y orgullosas de haber combatido con las fuerzas militares del invencible Bonaparte; y se dio mayor impulso a las operaciones. Abascal fue llamado a España, Pezuela fue premiado con el Virreinato del Perú y el general La Serna fue destinado al mando en jefe de ejército que estaba encargado de reconquistar esta parte de la América.
Decidido a la invasión, La Serna se trasladó a la vanguardia, escoltado por el batallón Gerona, con el objeto de hacerse conocer por sus tropas, conferenciar con Olañeta y tomar por si conocimientos prácticos sobre la topografía del país. Desde Yavi, donde revistó la división de Olañeta, se trasladó a Tarija el 28 de noviembre de 1816, con el ánimo de sorprender al comandante Francisco Uriondo, que la ocupaba por los patriotas.
Pero antes de esto, veamos lo que acontecía en Tarija. El año 1814, como ya hemos manifestado, proclamó la independencia de esta provincia y se adhirió al movimiento revolucionario de la América Meridional el notable guerrillero D. Ramón Rojas, quién fue en Tarija lo que Murillo en La Paz, el primero que provocó la discordia y encendió la tea de la libertad. A principios de 1816, Pezuela envió al general Olañeta a tomar Tarija con los batallones partidarios y cazadores, y un escuadrón de cazadores a caballo con su capitán D. Ángel Irazoque; en ese entonces, el movimiento revolucionario había cundido por toda la provincia y los caudillos que mantenían vivo el fuego de la insurrección eran: Ramón Rojas, su sobrino Manuel Rojas, Uriondo, Méndez, Mendieta, Antonio Rojas y José María Avilés. El general Olañeta tomó la villa de Tarija el 5 de abril de 1816, después de un reñido combate en el que murió D. Ramón Rojas; pero los que lograron salvarse se retiraron al monte bajo la dirección de D. Manuel Rojas, y de ahí hostilizaban constantemente a la guarnición de la plaza.
Una vez tomada esta plaza por los realistas, Olañeta dejó establecido en Tarija al coronel Lavín con sus escuadrones San Carlos y Blandengues y alguna infantería. D. Francisco Uriondo y La Madrid, que ya bregaba por estas regiones, concertaban operaciones sobre la línea de San Juan, pero se vieron obligados a replegarse al inmediato valle de la Concepción, donde perseguidos con saña por Lavín, después de algunos combates, se concentraron en Baritú, sobre la frontera de Orán; quedaron entonces en Tarija, de parte de los patriotas los caudillos Méndez y Mendieta al frente de sus respectivas partidas, que tuvieron en constante jaque al coronel Lavín, quién fue reemplazado en el mismo año 1816 por el coronel graduado D. Antonio Vigil.
A fines, pues, del año 1816, el general La Serna resolvió trasladarse a Tarija con el objeto de conocer personalmente la topografía de esta provincia, cuya conservación interesaba grandemente a la causa realista, y con tal fin entraba en su plan de campaña el volver a ocupar la villa y provincia de Tarija, que el escuadrón de San Carlos y el segundo de Cazadores, mandados ambos por el coronel Vigil, habían abandonado, en el concepto de que todo el ejército de Belgrano debía atacar a esta división de las fuerzas realistas. El general La Serna emprendió su movimiento el 28 de noviembre y campó el 30 en el lugar donde están situados los molinos de Tolomosa, cuatro leguas de Tarija; a media noche volvió a ponerse en marcha con el ánimo de sorprender al gobernador patriota Uriondo; pero este había enviado de antemano a Salinas (hoy Entre Ríos) su gente y equipajes y aquella misma noche se retiró él también con muy pocos acompañantes, frustrándose así el proyecto del general español. Entró éste, sin embargo, el primero de diciembre en Tarija, para poner orden en los negocios de la provincia, y en el mismo día llegó también del valle de San Juan el escuadrón de Cazadores que mandaba Vigil.
Arrojado de las Salinas y de las fronteras de los indios chiriguanos el intrépido y valeroso caudillo Uriondo por el coronel Vigil, que lo perseguía con el escuadrón de Cazadores y dos compañías de infantería; el general en jefe La Serna permaneció pocos días adoptando las disposiciones conducentes para la administración de Tarija, y después de encargar el mando de esta provincia al brigadier D. Antonio María Álvarez, se puso en marcha por Tojo y Sococha para Yavi, a donde llegó el 24 de diciembre.
III
La América Meridional ardía en esos momentos en un fuego devorador de macabras luchas de exterminio y de combates diarios, en los que la sangre de los patriotas derramada a torrentes parecía confortar los campos de la insurrección, donde por cada cabeza caída se levantaban cientos y miles de patriotas que ofrendaban su vida en holocausto de la emancipación de la patria.
Lo más notable –dice Mitre– de este movimiento multiforme y anónimo, es que, sin reconocer centro ni caudillo, parece obedecer a un plan preconcebido, cuando en realidad sólo lo impulsa la pasión y el instinto. Cada valle, cada montaña, cada desfiladero, cada aldea, es una republiqueta, un centro local de insurrección, que tiene su jefe independiente, su bandera y sus termopilas vecinales, y cuyos esfuerzos aislados, convergen sin embargo hacia un resultado general, que se produce sin el acuerdo previo de las partes.
Era General en jefe de los ejércitos patriotas, de esta parte de la América, en ese entonces, el preclaro e ilustre general Belgrano, a quién cooperaban eficazmente en la guerra de montoneros el valeroso ‘gaucho’ Güemes en Salta, Jujuy y Humahuaca, y el filántropo patriota marqués Campero en Yavi, Tojo y Sococha; y en la ‘guerra de la republiquetas’ prestaron grande ayuda al general Belgrano: en Cinti el caudillo Camargo; en Ayopaya Lanza; en Santa Cruz Warnes; en Cochabamba Arze; en Caupolicán, Omasuyos y Larecaja el cura Muñecas; en Yamparáez Padilla; en Tarija los ínclitos caudillos Rojas, Uriondo, Méndez, Mendieta, Avilés, y muchísimos otros diseminados en el Alto Perú, en número de más de cien caudillos, de los que apenas sobrevivieron nueve; habiendo muerto todos en el fragor de la pelea; y con cuyas victorias y derrotas, la mas de las veces, prepararon el terreno para las batallas decisivas de Junín y Ayacucho, que debían dar en un plazo no muy lejano los inmortales Bolívar y Sucre.
Güemes había dispuesto su plan de defensa en esta forma: sus fuerzas se proyectaban en dos líneas oblicuas, a manera de un abanico, cuyo ángulo se cerraba en la ciudad de Salta, donde tenía su cuartel general. La línea de la derecha oblicuaba sobre el Orán, que era el punto de apoyo de las divisiones avanzadas que debían cubrir los valles intermedios hasta Tarija. La línea de la izquierda oblicuaba hasta la Rinconada, una de las haciendas del marqués de Tojo.
La línea de la derecha estaba a cargo de dos hombres sólidos y de una actividad incesante. Mandaba las fuerzas de Orán, el teniente coronel D. Manuel Eduardo Arias, y el cuerpo avanzado sobre Tarija, estaba a las órdenes de D. Francisco Pérez de Uriondo, el notable guerrillero de quién ya hemos hablado, pariente del marqués Campero y amigo personal desde la niñez de Güemes.
La línea de la izquierda estaba nominalmente a cargo del marqués Campero, hombre inepto para la milicia, que firmaba sus órdenes y proclamas con los siguientes títulos teatrales: D. Juan José Fernández Campero, Maturena del Barranco, Pérez de Uriondo, Hernández de la Lanza, Marqués del Valle de Tojo, Vizconde de San Mateo, Comandante General de la Puna y Coronel del primer Regimiento Peruano, etc., etc. Sin embargo, no se puede negar el desinterés y noble desprendimiento con que el marqués había puesto a disposición de los patriotas sus numerosos arrendatarios o siervos de sus grandiosos campos, constituyendo una regular fuerza militar, mantenida con su propia fortuna, pero quién realmente dirigía esas tropas era el teniente coronel D. Juan José Quesada.
IV
Retirado por enfermo de Tarija el comandante general brigadier D. Antonio María Álvarez y siendo llamado para incorporarse al grueso del ejército realista del coronel Vigil, se encargó del mando de esta provincia el comandante D. Mateo Ramírez, enviado por La Serna desde Jujuy, con el designio de organizar un batallón sobre las dos compañías del primero y segundo regimientos extinguidos, que formaban parte de la guarnición. Al propio tiempo fue enviado a Tarija, al servicio de la causa del rey de España, el capitán de caballería D. Andrés Santa Cruz, para completar un escuadrón sobre la compañía que acababa de mandar. Santa Cruz encontró la estrella de su porvenir y de su futura gloria en Tarija: habiendo llegado después de La Tablada –desde el día en que se puso al servicio de la causa americana–, a ocupar los más encumbrados cargos, hasta el de Mariscal y Presidente del Perú y Bolivia respectivamente.
La fuerza que acaudillaba Uriondo en número de 400 hombres, armados los más con lanzas, se acercó a la villa de Tarija para impedir la referida organización de tropas. Conocedor de este hecho Ramírez salió a batirlo, y el 15 de abril de 1817 se produjo el encuentro en las inmediaciones de Santa Ana, habiendo perdido el patriota Uriondo la mitad de sus soldados, entre muertos y prisioneros; causando con la custodia de dichos prisioneros a los realistas serias dificultades. Regresó Ramírez a Tarija después de su victoria y se preocupó en tener a raya a los guerrilleros patriotas, para lo que envió al capitán Santa Cruz al valle de Concepción, al mando de 80 hombres de caballería y 50 de infantería para perseguirlos.
Al general Belgrano, que se mantenía tranquilo en su cuartel general de Tucumán, no dejó de preocuparle la suerte de estas provincias del Alto Perú, para lo que proyectó una expedición eligiendo al comandante La Madrid para que la encabezara; y aunque Güemes observara el nombramiento, pidiendo que nombrase otro jefe, Belgrano insistió en la elección, por motivos quizá de afecto personal con el joven oficial y porque pensaba que para esta empresa se requería el carácter aventurero del valiente La Madrid.
Parece que el más indicado para esta expedición era el comandante José María Paz, pues, el historiador Vicente F. López en su Historia de la República Argentina, dice:
La verdad es que si la expedición hubiera sido encargada al comandante Paz (general después) habría tenido otra clase de resultados; pero tal vez el general Belgrano no habría advertido las calidades superiores que Paz había recibido de la naturaleza para mandar y combinar con acierto los movimientos militares.
Verdad que La Madrid como táctico y militar de escuela no podía igualar bajo ningún concepto las calidades superiores que poseía el comandante Paz; pero, no por eso lo hemos de suponer incapaz de dirigir esta expedición, porque el comandante La Madrid, como bien lo define Mitre, en su Historia de Belgrano: «Era un hombre activo y fogoso, que reunía en si a las puerilidades de un niño, la audacia de un héroe de leyenda. Aunque poco capaz de concebir un plan militar, tenía todas las calidades que se requieren para golpes de mano temerarios».
En fin, sea de esto lo que fuere, el hecho es que el comandante La Madrid, a la cabeza de cuatrocientos hombres escogidos del ejército patriota y con dos piezas de artillería de montaña, se puso en marcha. Penetró en el Alto Perú cortando la línea de comunicación del ejército realista que invadía Salta, a la altura de Yavi, y variando las instrucciones que tenía, en vez de operar por el despoblado, se inclinó sobre su derecha, dejó a su izquierda el río de Sococha y determinó dirigirse sobre Tarija, dando como causal de esta variación la falta de cabalgaduras para sus soldados. A la altura de Cangrejillos, una de las partidas de la expedición, sorprendió un destacamento enemigo que de Tupiza se dirigía con comunicaciones al ejército invasor de Salta; en la pequeña refriega que se produjo murieron de los realistas seis soldados y un oficial, habiendo sido hecho prisioneros los demás soldados, sin que se haya escapado uno solo.
Desde este punto tomó la expedición patriota el rumbo del noroeste, y marchando con suma rapidez día y noche trasmontó la sierra y se dirigió por la quebrada de Tolomosa, penetrando por el abra llamada la Puerta del Gallinazo y descendiendo por la cuesta del Inca. En este lugar se le unió el caudillo Méndez con su partida fuerte como de cien hombres.
El tres de mayo se presentó La Madrid en Tarija, estableciendo su campamento en las alturas de San Juan, sin que hasta ese momento hayan sospechado las fuerzas realistas su aproximación; pues el comandante patriota había tenido la precaución de secuestrar más de cien personas que encontró en el camino, para que no dieran aviso de su marcha.
La villa de Tarija estaba atrincherada y guarnecida por un batallón de cuzqueños, mandado por el comandante D. Mateo Ramírez. En el valle de Concepción acampaban un escuadrón de caballería y cincuenta hombres de infantería, tropa de la cuál era jefe el teniente coronel D. Andrés de Santa Cruz quién por motivos accidentales se encontraba en Tarija, habiendo sido tomado prisionero por el capitán patriota Juan José García en la primera escaramuza que realizó aquel día.
La Madrid en la marcha que seguía se interpuso entre ambas fuerzas y después de reunirse con los caudillos Uriondo, Rojas y José María Avilés, amagó la villa de Tarija por el este. Ramírez intentó hacer una salida, pero fue detenido por los cañonazos que le disparó La Madrid río por medio desde la loma de San Juan, lo que le obligó a reconcentrarse en la villa. La Madrid ocupó a su vez los suburbios e intimó rendición al enemigo, enviando el pliego de proposición con Santa Cruz. Ramírez que había creído al principio que las partidas de los montoneros eran las que le atacaban, se sorprendió al verse al frente de fuerzas bien disciplinadas y equipadas; no obstante, se creyó con capacidad suficiente para resistir, e hizo contestar a las proposiciones de rendición, diciendo que: «Un jefe de honor no se entregaba a discreción por el hecho de disparar cuatro tiros, y que el solo lo haría cuando no le quedasen más que veinte hombres, y estos sin municiones».
El 4 de mayo en la mañana se presentó en el campo denominado La Tablada, la fuerza del valle de Concepción, comandada por el segundo de Santa Cruz, oficial Malacabeza, quién al ruido de los cañonazos alistó cincuenta jinetes y cincuenta infantes para auxiliar la plaza. La Madrid sin desatender el sitio, salió en persona a su encuentro al frente de sus Húsares y acompañado de los caudillos Uriondo, Méndez, Rojas y Avilés, y del comandante Lorenzo Lugones que se distinguió en esta acción. Mientras Avilés, Uriondo y Méndez atacaron con sus partidas a las fuerzas que intentaban salir de la plaza, impidiendo que Ramírez prestara ayuda al teniente Malacabeza; La Madrid con todo el arrojo y serenidad que le caracterizaba, emprendió un rudo ataque contra la fuerza realista que estaba en La Tablada en línea de batalla, y después de un sangriento combate la batió completamente, causándole cincuenta muertos y tomándole cincuenta prisioneros.
Después de este glorioso triunfo, en el que se distinguieron los caudillos que ya hemos indicado y los oficiales Lugones y García, regresó La Madrid a seguir el asedio de la plaza, y dirigió al comandante Ramírez una segunda intimación, previniéndole que las comunicaciones en las que pedía auxilio a las fuerzas realistas habían sido interceptadas, y dándole como último plazo cinco minutos para decidirse. El jefe español, olvidando su arrogante respuesta anterior, contestó que, aun cuando tenía fuerza suficiente para sostenerse, pedía capitulación, y se entregaba prisionero con su guarnición, sin más condiciones que los honores de la guerra, garantías para los paisanos a quienes habían obligado a tomar armas, y el uso de la espada para los oficiales, con seguridad para sus bagajes. En consecuencia, en el mismo día (5 de mayo de 1817) rindieron sus armas en el campo de las Carreras al este de la villa, 3 tenientes coroneles (entre ellos Santa Cruz), 17 oficiales y 274 soldados, siendo los trofeos de este triunfo incruento, 400 fusiles, 114 armas de toda especie, 5 cajas de guerra, y muchos otros pertrechos militares.
La Madrid no permaneció ni una semana en Tarija después de su glorioso triunfo, pues a la brevedad posible se remontó su columna con 60 voluntarios tarijeños y 130 prisioneros cuzqueños y se puso en campaña con el grueso de su fuerza en dirección a Potosí y Chuquisaca, encomendado a la defensa de Tarija a D. Francisco Uriondo.
La noticia de la rendición de las fuerzas realistas en Tarija corrió rápidamente por las provincias inmediatas. El comandante La Madrid fue ascendido en homenaje a esta brillante acción de armas, al grado de coronel y su reputación de valiente y aguerrido jefe fue esparciéndose por todas partes, a medida que eran conocidas y comentadas sus nuevas y sorprendentes hazañas.
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V
El año 1910, cuando se discutía en el Congreso el proyecto de un representante, de asignar a los departamentos de Tarija y Santa Cruz, la suma de cien mil bolivianos, como ya lo habían hecho con los demás departamentos, para conmemorar el centenario de sus gloriosas fechas históricas, escribimos nosotros, en las columnas de El Trabajo lo siguiente:
Verdad que en Tarija no hubo ningún movimiento compacto en las primeras alboradas de la revolución emancipadora, que diera la primera nota en ese concierto heroico de valerosos, como el 25 de Mayo en Chuquisaca, el 16 de Julio en La Paz y otras fechas que repercuten hasta ahora en los ámbitos de la América meridional; pero, posteriormente y cuando la hoguera de la libertad fue encendida por aquellos pueblos, Tarija cooperó también en primer lugar a atizar ese fuego devorador, que consumió hasta convertir en cenizas a los indomables realistas.
A fines del mes de junio de 1814, Don Ramón Rojas proclamó en Tarija la revolución libertadora; movimiento audaz que produjo turbaciones de gran trascendencia. Después Rojas murió como el más valiente de los soldados el 5 de abril de 1816, en sangriento combate contra el general Olañeta que tomó la villa de Tarija, huyendo los patriotas a la propiedad de Manuel Rojas, en las cercanías del pueblo, desde donde continuaron por algunos días el incesante tiroteo contra los realistas.
El 4 de mayo de 1817, es una fecha memorable en los anales de nuestra historia patria. El comandante La Madrid, vino de la república argentina mandado por Belgrano, con cuatrocientos Dragones y dos piezas de artillería; dio la notable acción de armas de La Tablada, contra las fuerzas realistas y después de dos intimaciones a D. Mateo Ramírez, que depuso las armas a la segunda amonestación, tomó la villa; siendo los caudillos Eustaquio Méndez, Francisco Uriondo y José María Avilés, los que dieron sobre todo el triunfo a La Madrid.
El grito de hermandad que lanzó el pueblo de Tarija el año 1826, encabezado por el general Bernardo Trigo, para anexionarse a Bolivia, es otro timbre de gloria que honra y enaltece a nuestros patriotas. Y si hemos de recordar la valerosa acción del soldado tarijeño, en toda la guerra de la independencia y después de la organización de la república, en las batallas de Iruya, Montenegro, Socabaya, Yanachocha, Uchumayo, Ingavi, y otras, y en la última guerra del Pacífico, mucho derecho tiene también Tarija, para exigir ahora, una hoja de esa guirnalda de laureles que se reparte entre todos los bolivianos, para honrar la centuria de sus titánicas acciones. Ese fue el baluarte que llevó Tarija, para derrocar el poder español, ese fue el papel que desempeñó en aquellos memorables sucesos, esa la actuación sobresaliente con que contribuyó para conseguir la libertad, esa fue la sangre que derramaron los tarijeños en holocausto de nuestra patria: y ahora que se trata de premiar esas acciones, de remover la olvidada sepultura de nuestros progenitores, de dar realce y renombre a aquellas hazañas, justo es también que se recuerde a Tarija, premiándola como se ha hecho con los demás departamentos…
Ni una frase, ni una línea más, agregaremos a éstas palabras dictadas por un anhelo de igualdad y de patriotismo, muy justas para todo espíritu que sepa amar después de la Patria el lugar donde se meció su cuna. El tiempo ha pasado, las fechas históricas de nuestro calendario de hazañas de epopeya se han sucedido, y Tarija sigue lejos, muy lejos de la mirada y dela acción protectora del gobierno y olvidada, como si no fuera un pedazo querido de la patria boliviana…
VI
Muy grandes fueron las ventajas obtenidas para la causa de la emancipación americana con esta acción. Con la toma de Tarija por La Madrid se volvió a levantar contra los realistas el valle de Cinti, y el general La Serna se encontró en una situación desesperante; confinado en Jujuy, rodeado por rodas las fuerzas de Güemes, privado de víveres y sin movilidad ni acción decisiva sobre su frente, descubierto a sus dos flancos, cortada su retaguardia por La Madrid, que amenazaba a Potosí y Chuquisaca, y sin comunicación ni medio de abrírsela por su espalda, estaba viendo por horas que era desde todo punto imposible permanecer así, y desde todo punto indispensable replegarse hasta Cotagaita y Tupiza.
Y sobre esta situación que venía a dar en tierra con la estrategia y los planes del general La Serna, había que agregar a ello, el quebrantamiento moral del espíritu de las tropas realistas, que ya hacía ocho años que combatían denodadamente sin poder apagar el fuego de la insurrección que cundía de día en día y amenazaba dar fin con el poder de España sobre América.
Esta memorable acción de armas, llena de sangrientos episodios, de hazañas y aventuras de esos héroes de leyenda, es digna de figurar al lado de los acontecimientos más notables de la historia de los pueblos y de ser contada en una epopeya. Al conmemorar el centenario de tal excelsa victoria, elevemos nuestra plegaria al Dios de las naciones y dirijamos nuestros votos a los manes de la patria, para que su acción protectora haga que la civilización y el progreso irradien su luz vivificante sobre esta tierra de promisión.
Tarija conserva en la página de oro del libro de sus glorias, la acción de La Tablada de 4 de mayo de 1817, y los nombres de los héroes que lucharon hasta obtener ese brillante triunfo, se hallan esculpidos en algo que perdura mucho más que en el mármol y el bronce: en la memoria imperecedera y en el corazón de los nobles hijos de la tradicional villa sevillana de Luis de Fuentes.
Tarija, mayo 4 de 1917
Carlos Paz
1. Carlos Paz. Centenario de La Tablada. 1817-4 de Mayo-1917. Tarija: J. A. León, 1917. 26 p. [T]
Se ha dicho y con mucha verdad, que cuando la posteridad vuelva sus ojos hacía nosotros, juzgará que la emancipación de la América Meridional es el fenómeno político más considerable del siglo XIX, así por su magnitud y originalidad como por la extensión probable de sus consecuencias futuras.
Entre ese conjunto de acontecimientos que han originado ese gran fenómeno político llamado la emancipación de la América Meridional, tiene mucha importancia, porque influyó poderosamente en la marcha victoriosa de los ejércitos patriotas del Río de la Plata y del Alto Perú, el triunfo obtenido por el comandante D. Gregorio Aráoz de La Madrid sobre las fuerzas realistas comandadas por D. Mateo Ramírez, en La Tablada, el 4 de mayo de 1817. En efecto, es preciso analizar las circunstancias en que La Madrid dio ese golpe maestro a los realistas; considerar el valor moral y material que representaba para los patriotas la posesión de Tarija; observar los efectos y consecuencias de este hecho histórico, para arrancar de este previo estudio el reconocimiento lógico de la trascendental importancia en el acontecimiento que venimos estudiando.
El movimiento revolucionario de la emancipación Sur-americana, iniciado en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, y propagado rápidamente con mayor vigor en La Paz, Cochabamba, Buenos Aires y demás centros de importancia de la América, no fue secundado de inmediato en Tarija. El mismo historiador español general García Camba, nos hace saber que en el año 1811 el ayuntamiento de la villa de Tarija comunicó al cuartel general de Potosí su sumisión y reconocimiento; y la causa de este proceder no podía ser más natural, porque Tarija era un país alejado de los grandes centros del Alto Perú, de raza y de costumbres netamente españolas; donde la lucha sin fueros entre el autóctono, el criollo y el peninsular no se había presentado, porque aquí predominaba la raza de Cervantes, y dentro de ese sentir homogéneo, dentro de esa igual aspiración, las autoridades dependientes de la Intendencia de Potosí o del virreinato de Buenos Aires, no podían menos que ser respetuosas e igualitarias con los habitantes y estantes de esta villa sevillana, de pacíficas y mansas costumbres, de varones hidalgos y caballerosos y de mujeres bellas, de virtud y nobleza patriarcal.
No había pues en aquella época, motivo alguno en Tarija para declararse desligados de la madre patria, a la que pertenecían más de las tres cuartas partes de los habitantes de esta villa de Luis de Fuentes. Fue recién en 1814 que Tarija se adhirió al movimiento revolucionario, proclamando la emancipación de esta provincia el ínclito caudillo Ramón Rojas, que murió como un héroe en el holocausto de la libertad.
En homenaje a nuestro pueblo de Tarija y a la brillante acción de armas de La Tablada, cuyo centenario conmemoramos, vamos a hacer la relación, desde los antecedentes de este acontecimiento, siguiendo si es posible, literalmente, a los historiadores García Camba, general Paz, Vicente López, Urcullo, Bartolomé Mitre, y otros que tenemos a la mano; porque la historia no se inventa ni se improvisa, y quien quiera relacionar un hecho, para ser verídico, tiene que consultar los documentos coetáneos al hecho o seguir a los grandes historiadores que han empleado, como dice Cantú, no solo su juventud, sino su vida entera en averiguar la verdad histórica.
II
La caída de Napoleón, la restauración de Fernando VII al trono de España, y la paz de la Europa debían naturalmente influir en los negocios de la América Española y la guerra fue tomando otro carácter. Vinieron nuevas tropas de España, aguerridas y orgullosas de haber combatido con las fuerzas militares del invencible Bonaparte; y se dio mayor impulso a las operaciones. Abascal fue llamado a España, Pezuela fue premiado con el Virreinato del Perú y el general La Serna fue destinado al mando en jefe de ejército que estaba encargado de reconquistar esta parte de la América.
Decidido a la invasión, La Serna se trasladó a la vanguardia, escoltado por el batallón Gerona, con el objeto de hacerse conocer por sus tropas, conferenciar con Olañeta y tomar por si conocimientos prácticos sobre la topografía del país. Desde Yavi, donde revistó la división de Olañeta, se trasladó a Tarija el 28 de noviembre de 1816, con el ánimo de sorprender al comandante Francisco Uriondo, que la ocupaba por los patriotas.
Pero antes de esto, veamos lo que acontecía en Tarija. El año 1814, como ya hemos manifestado, proclamó la independencia de esta provincia y se adhirió al movimiento revolucionario de la América Meridional el notable guerrillero D. Ramón Rojas, quién fue en Tarija lo que Murillo en La Paz, el primero que provocó la discordia y encendió la tea de la libertad. A principios de 1816, Pezuela envió al general Olañeta a tomar Tarija con los batallones partidarios y cazadores, y un escuadrón de cazadores a caballo con su capitán D. Ángel Irazoque; en ese entonces, el movimiento revolucionario había cundido por toda la provincia y los caudillos que mantenían vivo el fuego de la insurrección eran: Ramón Rojas, su sobrino Manuel Rojas, Uriondo, Méndez, Mendieta, Antonio Rojas y José María Avilés. El general Olañeta tomó la villa de Tarija el 5 de abril de 1816, después de un reñido combate en el que murió D. Ramón Rojas; pero los que lograron salvarse se retiraron al monte bajo la dirección de D. Manuel Rojas, y de ahí hostilizaban constantemente a la guarnición de la plaza.
Una vez tomada esta plaza por los realistas, Olañeta dejó establecido en Tarija al coronel Lavín con sus escuadrones San Carlos y Blandengues y alguna infantería. D. Francisco Uriondo y La Madrid, que ya bregaba por estas regiones, concertaban operaciones sobre la línea de San Juan, pero se vieron obligados a replegarse al inmediato valle de la Concepción, donde perseguidos con saña por Lavín, después de algunos combates, se concentraron en Baritú, sobre la frontera de Orán; quedaron entonces en Tarija, de parte de los patriotas los caudillos Méndez y Mendieta al frente de sus respectivas partidas, que tuvieron en constante jaque al coronel Lavín, quién fue reemplazado en el mismo año 1816 por el coronel graduado D. Antonio Vigil.
A fines, pues, del año 1816, el general La Serna resolvió trasladarse a Tarija con el objeto de conocer personalmente la topografía de esta provincia, cuya conservación interesaba grandemente a la causa realista, y con tal fin entraba en su plan de campaña el volver a ocupar la villa y provincia de Tarija, que el escuadrón de San Carlos y el segundo de Cazadores, mandados ambos por el coronel Vigil, habían abandonado, en el concepto de que todo el ejército de Belgrano debía atacar a esta división de las fuerzas realistas. El general La Serna emprendió su movimiento el 28 de noviembre y campó el 30 en el lugar donde están situados los molinos de Tolomosa, cuatro leguas de Tarija; a media noche volvió a ponerse en marcha con el ánimo de sorprender al gobernador patriota Uriondo; pero este había enviado de antemano a Salinas (hoy Entre Ríos) su gente y equipajes y aquella misma noche se retiró él también con muy pocos acompañantes, frustrándose así el proyecto del general español. Entró éste, sin embargo, el primero de diciembre en Tarija, para poner orden en los negocios de la provincia, y en el mismo día llegó también del valle de San Juan el escuadrón de Cazadores que mandaba Vigil.
Arrojado de las Salinas y de las fronteras de los indios chiriguanos el intrépido y valeroso caudillo Uriondo por el coronel Vigil, que lo perseguía con el escuadrón de Cazadores y dos compañías de infantería; el general en jefe La Serna permaneció pocos días adoptando las disposiciones conducentes para la administración de Tarija, y después de encargar el mando de esta provincia al brigadier D. Antonio María Álvarez, se puso en marcha por Tojo y Sococha para Yavi, a donde llegó el 24 de diciembre.
III
La América Meridional ardía en esos momentos en un fuego devorador de macabras luchas de exterminio y de combates diarios, en los que la sangre de los patriotas derramada a torrentes parecía confortar los campos de la insurrección, donde por cada cabeza caída se levantaban cientos y miles de patriotas que ofrendaban su vida en holocausto de la emancipación de la patria.
Lo más notable –dice Mitre– de este movimiento multiforme y anónimo, es que, sin reconocer centro ni caudillo, parece obedecer a un plan preconcebido, cuando en realidad sólo lo impulsa la pasión y el instinto. Cada valle, cada montaña, cada desfiladero, cada aldea, es una republiqueta, un centro local de insurrección, que tiene su jefe independiente, su bandera y sus termopilas vecinales, y cuyos esfuerzos aislados, convergen sin embargo hacia un resultado general, que se produce sin el acuerdo previo de las partes.
Era General en jefe de los ejércitos patriotas, de esta parte de la América, en ese entonces, el preclaro e ilustre general Belgrano, a quién cooperaban eficazmente en la guerra de montoneros el valeroso ‘gaucho’ Güemes en Salta, Jujuy y Humahuaca, y el filántropo patriota marqués Campero en Yavi, Tojo y Sococha; y en la ‘guerra de la republiquetas’ prestaron grande ayuda al general Belgrano: en Cinti el caudillo Camargo; en Ayopaya Lanza; en Santa Cruz Warnes; en Cochabamba Arze; en Caupolicán, Omasuyos y Larecaja el cura Muñecas; en Yamparáez Padilla; en Tarija los ínclitos caudillos Rojas, Uriondo, Méndez, Mendieta, Avilés, y muchísimos otros diseminados en el Alto Perú, en número de más de cien caudillos, de los que apenas sobrevivieron nueve; habiendo muerto todos en el fragor de la pelea; y con cuyas victorias y derrotas, la mas de las veces, prepararon el terreno para las batallas decisivas de Junín y Ayacucho, que debían dar en un plazo no muy lejano los inmortales Bolívar y Sucre.
Güemes había dispuesto su plan de defensa en esta forma: sus fuerzas se proyectaban en dos líneas oblicuas, a manera de un abanico, cuyo ángulo se cerraba en la ciudad de Salta, donde tenía su cuartel general. La línea de la derecha oblicuaba sobre el Orán, que era el punto de apoyo de las divisiones avanzadas que debían cubrir los valles intermedios hasta Tarija. La línea de la izquierda oblicuaba hasta la Rinconada, una de las haciendas del marqués de Tojo.
La línea de la derecha estaba a cargo de dos hombres sólidos y de una actividad incesante. Mandaba las fuerzas de Orán, el teniente coronel D. Manuel Eduardo Arias, y el cuerpo avanzado sobre Tarija, estaba a las órdenes de D. Francisco Pérez de Uriondo, el notable guerrillero de quién ya hemos hablado, pariente del marqués Campero y amigo personal desde la niñez de Güemes.
La línea de la izquierda estaba nominalmente a cargo del marqués Campero, hombre inepto para la milicia, que firmaba sus órdenes y proclamas con los siguientes títulos teatrales: D. Juan José Fernández Campero, Maturena del Barranco, Pérez de Uriondo, Hernández de la Lanza, Marqués del Valle de Tojo, Vizconde de San Mateo, Comandante General de la Puna y Coronel del primer Regimiento Peruano, etc., etc. Sin embargo, no se puede negar el desinterés y noble desprendimiento con que el marqués había puesto a disposición de los patriotas sus numerosos arrendatarios o siervos de sus grandiosos campos, constituyendo una regular fuerza militar, mantenida con su propia fortuna, pero quién realmente dirigía esas tropas era el teniente coronel D. Juan José Quesada.
IV
Retirado por enfermo de Tarija el comandante general brigadier D. Antonio María Álvarez y siendo llamado para incorporarse al grueso del ejército realista del coronel Vigil, se encargó del mando de esta provincia el comandante D. Mateo Ramírez, enviado por La Serna desde Jujuy, con el designio de organizar un batallón sobre las dos compañías del primero y segundo regimientos extinguidos, que formaban parte de la guarnición. Al propio tiempo fue enviado a Tarija, al servicio de la causa del rey de España, el capitán de caballería D. Andrés Santa Cruz, para completar un escuadrón sobre la compañía que acababa de mandar. Santa Cruz encontró la estrella de su porvenir y de su futura gloria en Tarija: habiendo llegado después de La Tablada –desde el día en que se puso al servicio de la causa americana–, a ocupar los más encumbrados cargos, hasta el de Mariscal y Presidente del Perú y Bolivia respectivamente.
La fuerza que acaudillaba Uriondo en número de 400 hombres, armados los más con lanzas, se acercó a la villa de Tarija para impedir la referida organización de tropas. Conocedor de este hecho Ramírez salió a batirlo, y el 15 de abril de 1817 se produjo el encuentro en las inmediaciones de Santa Ana, habiendo perdido el patriota Uriondo la mitad de sus soldados, entre muertos y prisioneros; causando con la custodia de dichos prisioneros a los realistas serias dificultades. Regresó Ramírez a Tarija después de su victoria y se preocupó en tener a raya a los guerrilleros patriotas, para lo que envió al capitán Santa Cruz al valle de Concepción, al mando de 80 hombres de caballería y 50 de infantería para perseguirlos.
Al general Belgrano, que se mantenía tranquilo en su cuartel general de Tucumán, no dejó de preocuparle la suerte de estas provincias del Alto Perú, para lo que proyectó una expedición eligiendo al comandante La Madrid para que la encabezara; y aunque Güemes observara el nombramiento, pidiendo que nombrase otro jefe, Belgrano insistió en la elección, por motivos quizá de afecto personal con el joven oficial y porque pensaba que para esta empresa se requería el carácter aventurero del valiente La Madrid.
Parece que el más indicado para esta expedición era el comandante José María Paz, pues, el historiador Vicente F. López en su Historia de la República Argentina, dice:
La verdad es que si la expedición hubiera sido encargada al comandante Paz (general después) habría tenido otra clase de resultados; pero tal vez el general Belgrano no habría advertido las calidades superiores que Paz había recibido de la naturaleza para mandar y combinar con acierto los movimientos militares.
Verdad que La Madrid como táctico y militar de escuela no podía igualar bajo ningún concepto las calidades superiores que poseía el comandante Paz; pero, no por eso lo hemos de suponer incapaz de dirigir esta expedición, porque el comandante La Madrid, como bien lo define Mitre, en su Historia de Belgrano: «Era un hombre activo y fogoso, que reunía en si a las puerilidades de un niño, la audacia de un héroe de leyenda. Aunque poco capaz de concebir un plan militar, tenía todas las calidades que se requieren para golpes de mano temerarios».
En fin, sea de esto lo que fuere, el hecho es que el comandante La Madrid, a la cabeza de cuatrocientos hombres escogidos del ejército patriota y con dos piezas de artillería de montaña, se puso en marcha. Penetró en el Alto Perú cortando la línea de comunicación del ejército realista que invadía Salta, a la altura de Yavi, y variando las instrucciones que tenía, en vez de operar por el despoblado, se inclinó sobre su derecha, dejó a su izquierda el río de Sococha y determinó dirigirse sobre Tarija, dando como causal de esta variación la falta de cabalgaduras para sus soldados. A la altura de Cangrejillos, una de las partidas de la expedición, sorprendió un destacamento enemigo que de Tupiza se dirigía con comunicaciones al ejército invasor de Salta; en la pequeña refriega que se produjo murieron de los realistas seis soldados y un oficial, habiendo sido hecho prisioneros los demás soldados, sin que se haya escapado uno solo.
Desde este punto tomó la expedición patriota el rumbo del noroeste, y marchando con suma rapidez día y noche trasmontó la sierra y se dirigió por la quebrada de Tolomosa, penetrando por el abra llamada la Puerta del Gallinazo y descendiendo por la cuesta del Inca. En este lugar se le unió el caudillo Méndez con su partida fuerte como de cien hombres.
El tres de mayo se presentó La Madrid en Tarija, estableciendo su campamento en las alturas de San Juan, sin que hasta ese momento hayan sospechado las fuerzas realistas su aproximación; pues el comandante patriota había tenido la precaución de secuestrar más de cien personas que encontró en el camino, para que no dieran aviso de su marcha.
La villa de Tarija estaba atrincherada y guarnecida por un batallón de cuzqueños, mandado por el comandante D. Mateo Ramírez. En el valle de Concepción acampaban un escuadrón de caballería y cincuenta hombres de infantería, tropa de la cuál era jefe el teniente coronel D. Andrés de Santa Cruz quién por motivos accidentales se encontraba en Tarija, habiendo sido tomado prisionero por el capitán patriota Juan José García en la primera escaramuza que realizó aquel día.
La Madrid en la marcha que seguía se interpuso entre ambas fuerzas y después de reunirse con los caudillos Uriondo, Rojas y José María Avilés, amagó la villa de Tarija por el este. Ramírez intentó hacer una salida, pero fue detenido por los cañonazos que le disparó La Madrid río por medio desde la loma de San Juan, lo que le obligó a reconcentrarse en la villa. La Madrid ocupó a su vez los suburbios e intimó rendición al enemigo, enviando el pliego de proposición con Santa Cruz. Ramírez que había creído al principio que las partidas de los montoneros eran las que le atacaban, se sorprendió al verse al frente de fuerzas bien disciplinadas y equipadas; no obstante, se creyó con capacidad suficiente para resistir, e hizo contestar a las proposiciones de rendición, diciendo que: «Un jefe de honor no se entregaba a discreción por el hecho de disparar cuatro tiros, y que el solo lo haría cuando no le quedasen más que veinte hombres, y estos sin municiones».
El 4 de mayo en la mañana se presentó en el campo denominado La Tablada, la fuerza del valle de Concepción, comandada por el segundo de Santa Cruz, oficial Malacabeza, quién al ruido de los cañonazos alistó cincuenta jinetes y cincuenta infantes para auxiliar la plaza. La Madrid sin desatender el sitio, salió en persona a su encuentro al frente de sus Húsares y acompañado de los caudillos Uriondo, Méndez, Rojas y Avilés, y del comandante Lorenzo Lugones que se distinguió en esta acción. Mientras Avilés, Uriondo y Méndez atacaron con sus partidas a las fuerzas que intentaban salir de la plaza, impidiendo que Ramírez prestara ayuda al teniente Malacabeza; La Madrid con todo el arrojo y serenidad que le caracterizaba, emprendió un rudo ataque contra la fuerza realista que estaba en La Tablada en línea de batalla, y después de un sangriento combate la batió completamente, causándole cincuenta muertos y tomándole cincuenta prisioneros.
Después de este glorioso triunfo, en el que se distinguieron los caudillos que ya hemos indicado y los oficiales Lugones y García, regresó La Madrid a seguir el asedio de la plaza, y dirigió al comandante Ramírez una segunda intimación, previniéndole que las comunicaciones en las que pedía auxilio a las fuerzas realistas habían sido interceptadas, y dándole como último plazo cinco minutos para decidirse. El jefe español, olvidando su arrogante respuesta anterior, contestó que, aun cuando tenía fuerza suficiente para sostenerse, pedía capitulación, y se entregaba prisionero con su guarnición, sin más condiciones que los honores de la guerra, garantías para los paisanos a quienes habían obligado a tomar armas, y el uso de la espada para los oficiales, con seguridad para sus bagajes. En consecuencia, en el mismo día (5 de mayo de 1817) rindieron sus armas en el campo de las Carreras al este de la villa, 3 tenientes coroneles (entre ellos Santa Cruz), 17 oficiales y 274 soldados, siendo los trofeos de este triunfo incruento, 400 fusiles, 114 armas de toda especie, 5 cajas de guerra, y muchos otros pertrechos militares.
La Madrid no permaneció ni una semana en Tarija después de su glorioso triunfo, pues a la brevedad posible se remontó su columna con 60 voluntarios tarijeños y 130 prisioneros cuzqueños y se puso en campaña con el grueso de su fuerza en dirección a Potosí y Chuquisaca, encomendado a la defensa de Tarija a D. Francisco Uriondo.
La noticia de la rendición de las fuerzas realistas en Tarija corrió rápidamente por las provincias inmediatas. El comandante La Madrid fue ascendido en homenaje a esta brillante acción de armas, al grado de coronel y su reputación de valiente y aguerrido jefe fue esparciéndose por todas partes, a medida que eran conocidas y comentadas sus nuevas y sorprendentes hazañas.
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V
El año 1910, cuando se discutía en el Congreso el proyecto de un representante, de asignar a los departamentos de Tarija y Santa Cruz, la suma de cien mil bolivianos, como ya lo habían hecho con los demás departamentos, para conmemorar el centenario de sus gloriosas fechas históricas, escribimos nosotros, en las columnas de El Trabajo lo siguiente:
Verdad que en Tarija no hubo ningún movimiento compacto en las primeras alboradas de la revolución emancipadora, que diera la primera nota en ese concierto heroico de valerosos, como el 25 de Mayo en Chuquisaca, el 16 de Julio en La Paz y otras fechas que repercuten hasta ahora en los ámbitos de la América meridional; pero, posteriormente y cuando la hoguera de la libertad fue encendida por aquellos pueblos, Tarija cooperó también en primer lugar a atizar ese fuego devorador, que consumió hasta convertir en cenizas a los indomables realistas.
A fines del mes de junio de 1814, Don Ramón Rojas proclamó en Tarija la revolución libertadora; movimiento audaz que produjo turbaciones de gran trascendencia. Después Rojas murió como el más valiente de los soldados el 5 de abril de 1816, en sangriento combate contra el general Olañeta que tomó la villa de Tarija, huyendo los patriotas a la propiedad de Manuel Rojas, en las cercanías del pueblo, desde donde continuaron por algunos días el incesante tiroteo contra los realistas.
El 4 de mayo de 1817, es una fecha memorable en los anales de nuestra historia patria. El comandante La Madrid, vino de la república argentina mandado por Belgrano, con cuatrocientos Dragones y dos piezas de artillería; dio la notable acción de armas de La Tablada, contra las fuerzas realistas y después de dos intimaciones a D. Mateo Ramírez, que depuso las armas a la segunda amonestación, tomó la villa; siendo los caudillos Eustaquio Méndez, Francisco Uriondo y José María Avilés, los que dieron sobre todo el triunfo a La Madrid.
El grito de hermandad que lanzó el pueblo de Tarija el año 1826, encabezado por el general Bernardo Trigo, para anexionarse a Bolivia, es otro timbre de gloria que honra y enaltece a nuestros patriotas. Y si hemos de recordar la valerosa acción del soldado tarijeño, en toda la guerra de la independencia y después de la organización de la república, en las batallas de Iruya, Montenegro, Socabaya, Yanachocha, Uchumayo, Ingavi, y otras, y en la última guerra del Pacífico, mucho derecho tiene también Tarija, para exigir ahora, una hoja de esa guirnalda de laureles que se reparte entre todos los bolivianos, para honrar la centuria de sus titánicas acciones. Ese fue el baluarte que llevó Tarija, para derrocar el poder español, ese fue el papel que desempeñó en aquellos memorables sucesos, esa la actuación sobresaliente con que contribuyó para conseguir la libertad, esa fue la sangre que derramaron los tarijeños en holocausto de nuestra patria: y ahora que se trata de premiar esas acciones, de remover la olvidada sepultura de nuestros progenitores, de dar realce y renombre a aquellas hazañas, justo es también que se recuerde a Tarija, premiándola como se ha hecho con los demás departamentos…
Ni una frase, ni una línea más, agregaremos a éstas palabras dictadas por un anhelo de igualdad y de patriotismo, muy justas para todo espíritu que sepa amar después de la Patria el lugar donde se meció su cuna. El tiempo ha pasado, las fechas históricas de nuestro calendario de hazañas de epopeya se han sucedido, y Tarija sigue lejos, muy lejos de la mirada y dela acción protectora del gobierno y olvidada, como si no fuera un pedazo querido de la patria boliviana…
VI
Muy grandes fueron las ventajas obtenidas para la causa de la emancipación americana con esta acción. Con la toma de Tarija por La Madrid se volvió a levantar contra los realistas el valle de Cinti, y el general La Serna se encontró en una situación desesperante; confinado en Jujuy, rodeado por rodas las fuerzas de Güemes, privado de víveres y sin movilidad ni acción decisiva sobre su frente, descubierto a sus dos flancos, cortada su retaguardia por La Madrid, que amenazaba a Potosí y Chuquisaca, y sin comunicación ni medio de abrírsela por su espalda, estaba viendo por horas que era desde todo punto imposible permanecer así, y desde todo punto indispensable replegarse hasta Cotagaita y Tupiza.
Y sobre esta situación que venía a dar en tierra con la estrategia y los planes del general La Serna, había que agregar a ello, el quebrantamiento moral del espíritu de las tropas realistas, que ya hacía ocho años que combatían denodadamente sin poder apagar el fuego de la insurrección que cundía de día en día y amenazaba dar fin con el poder de España sobre América.
Esta memorable acción de armas, llena de sangrientos episodios, de hazañas y aventuras de esos héroes de leyenda, es digna de figurar al lado de los acontecimientos más notables de la historia de los pueblos y de ser contada en una epopeya. Al conmemorar el centenario de tal excelsa victoria, elevemos nuestra plegaria al Dios de las naciones y dirijamos nuestros votos a los manes de la patria, para que su acción protectora haga que la civilización y el progreso irradien su luz vivificante sobre esta tierra de promisión.
Tarija conserva en la página de oro del libro de sus glorias, la acción de La Tablada de 4 de mayo de 1817, y los nombres de los héroes que lucharon hasta obtener ese brillante triunfo, se hallan esculpidos en algo que perdura mucho más que en el mármol y el bronce: en la memoria imperecedera y en el corazón de los nobles hijos de la tradicional villa sevillana de Luis de Fuentes.
Tarija, mayo 4 de 1917
Carlos Paz
1. Carlos Paz. Centenario de La Tablada. 1817-4 de Mayo-1917. Tarija: J. A. León, 1917. 26 p. [T]