Hasta pronto Paulo
Alfonso Prudencio Claure nació en la ciudad de La Paz el 27 de agosto de 1927. Su hoja de vida da cuenta que estudió en el reino de España, en calidad de alumno de la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Lo destacable es que a su vuelta al país fue el primer periodista titulado y se...
Alfonso Prudencio Claure nació en la ciudad de La Paz el 27 de agosto de 1927. Su hoja de vida da cuenta que estudió en el reino de España, en calidad de alumno de la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Lo destacable es que a su vuelta al país fue el primer periodista titulado y se desempeñó en el matutino Presencia como jefe de informaciones a partir de 1952. En la disyuntiva interior de hacerse conocer como escritor y no limitarse al campo informativo, inicialmente publicó la columna Carta a mí mismo.
A partir de octubre de 1958, tiempo difícil para opinar y hablar claro, de todo y dirigido a todos, Paulovich –caparazón que cubría el nombre de Alfonso Prudencio Claure, tornándolo famoso y suplantando al suyo propio- escribe con humor La noticia de perfil en el diario Presencia y, posteriormente la hace extensiva a El Diario y casi a todos los matutinos del país por temporadas o de modo simultáneo. Lo sorprendente es que en tal época de inicio, represiva y dura como tantas otras en el ejercicio de la libertad de prensa, Paulo se desgañita contra los politiqueros que en Bolivia fueron y son legión. Al toro por las astas pareció ser su ardiente lema y, entre broma y broma, canta las verdades en aras de lograr una rectificación en la conducta de los hombres públicos. Algunas veces, muy pocas, lo consigue. Otras no.
Al comentar el libro de Paulo titulado Bolivia, typical país, el galano escritor Porfirio Díaz Machicao expresó: “La carcajada de Paulovich –ruso escapado de una lata de caviar- no era sino de revancha de todo un pueblo amargado y sufrido por la represión” (Pág. 97 de Signo Nº 6). ¡Nada tan cierto!
No obstante de estar hecho de otra madera, a su turno también interviene en las controversiales lides políticas y ocupa una diputación por el Partido Demócrata Cristiano, sí como desempeña el cargo de Alcalde Municipal de la ciudad de La Paz por el lapso de escasos tres meses. El tiempo no se detiene. La vida da vueltas. Más temprano que tarde sale desencantado de la política y vuelve a trajinar el camino de su preferencia: el periodismo. Jura no apartarse más de estos predios hasta que le llegue la hora. En la última etapa de su vida confiesa que a partir del nuevo régimen su nombre de letras será Paulino Huanca y que en Tiahuanaco, convertido otra vez en centro ceremonial al mejor estilo de los incas, no hay WC., es decir donde expulsar orina; mostrando contradicciones absurdas para la época, denominada políticamente de cambio.
Periodista, escritor. Columnista y humorista ante todo. Autor de diez libros de crónicas y uno de entrevistas: Bolivia Typical país, Rosca, rosca ¿qué estás haciendo?, Cuán verde era mi tía, Apariencias, Florecillas y espinillas, Memorias de un joven puro, Diccionario de un cholo ilustrado, Conversaciones en el motel, Manual del perfecto negrero, Un humorista ante el muro de los lamentos y Ríete y serás feliz.
En los años ’60 del siglo pasado, en Presencia publicó semblanzas que luego dieron forma a un libro de significativo de peso específico y de mayores quilates literarios, bajo el título de Apariencias, que abarca el género de entrevistas, editado por Difusión, del desaparecido Catalano. En sabrosas páginas, provistas de ilustraciones del polifacético Pedro Shimose, quien en contados trazos reproduce rasgos que dan cabal expresión a la figura de cada entrevistado, Paulo retrata física e intelectualmente a más de una treintena de personas representativas en diversas actividades del quehacer humano: culturales, políticas, militares, religiosas e incluso las de lustre (académico de la lengua y lustrabotas). Acerca del escritor Porfirio Díaz Machicao esboza esta precisa instantánea: ‘Plata en los cabellos, oro en el corazón. Ni oro ni plata en los bolsillos’. En torno al inteligente personaje que fue A. E. Jáuregui Cusicanqui, manifiesta que domina muchas lenguas (inglés, alemán, francés, italiano y portugués), pero no la de su mujer cuando él llega tarde a casa. Y al novelista Augusto Céspedes lo califica como la torre inclinada de Pisa, ante la cual amigos y enemigos tienen que reconocer que es un hombre de talento, un gran escritor.
Pasados varios años ingresó a la Academia Boliviana de la Lengua en fecha 20 de mayo de 1997, con la lectura de un trabajo referido al humor. Y su prestigio fue en aumento, siendo ampliamente conocido dentro y fuera de nuestras fronteras. Hace muy poco sostuvo que: “El periodista no nace ni se hace, sino que se deshace”, debido a que el estilo periodístico acaba convirtiéndose en una máquina trituradora de las aspiraciones literarias (diario Página Siete del 3.12.18). Pero él siempre osciló entre periodismo y literatura en simbiosis muy simpática.
En criterio de Paulovich, los escritores humoristas más importantes del país fueron Juan Francisco Bedregal, Gustavo Adolfo Otero, Walter Montenegro y William Bluske, dándole énfasis al nombre del internacionalista Montenegro.
En su dilatada vida mereció galardones tan importantes como el Premio Nacional de Periodismo, Premio Manuel Vicente Ballivián, Premio Joaquín Chamorro y el Premio Libertad 2008, entre otras distinciones, aunque él no sufría ni se desesperaba por recibirlas.
Desde hace algunos años una impía ceguera no le permitió continuar tecleando su antigua máquina de escribir, la secretaria perfecta que ya está fuera de moda al haber sido reemplazada por ordenadores o computadoras. Sin embargo de esta circunstancia dramática en su estado de salud, Paulovich se dio modos para mantener vigente su columna hasta hace poco tiempo atrás, casi borroneando al escribir manuscrito o dictando parte de sus artículos. El doble discurso, el culto a la personalidad, la poca o ninguna preparación intelectual de los políticos, los aparentes logros tras bastidores, son algunos temas destacados en sus crónicas de humor.
Al poner en boca de sus tías Encarna, Restituta y Clotilde, entre otras, de sus tíos Pelópidas y Huebastián, o de su comadre Machaca, o de otros personajes a manera de “alter ego”, en sus artículos supo reflejar cuanto dice y piensa el común de la gente de a pie, sin más afán ni militancia que la de vivir el día a día, ganar honradamente el sustento y llevar el pan diario a los suyos. Fue un ardiente defensor de las libertades democráticas y a fin de no morir de estrés o de esséis (ya no era es-tres lo que tenía sino el doble), prefirió escribir en broma…
Tal vez los programas radiales que durante un tiempo mantuvo en el aire, fueron lo más bajo de su producción. No lo acompañaba, en verdad, la entonación de voz. A Paulovich había que leerlo a través de sus obras. No escucharlo, como al mismo Neruda leer monótonamente y sin gracia sus versos.
Y fue así que debido a su estado de salud no pudo continuar transitando la senda elegida, el periodismo, y cesó en el disparo de sus crónicas humorísticas a diestra y siniestra. Siempre tuvo material disponible para ello en este país inocente y hermoso, de ministros chuflay, que no requieren preparación, y de otros funcionarios que sólo atinan a levantar la mano y están prestos a cobrar el doble aguinaldo…
En las puertas del Cielo, lápiz y papel en mano, llegado el momento pretenderá describir a san Pedro y a su celeste entorno de custodio con un llavero grande entre manos, en el cual las almas de los recién llegados en el último tren –presididas por la de Paulo- sonreirán, reirán a tiempo de aproximarse al Dios Padre y tratarán de develar los misterios de la vida, la fe y la Creación, pues en la Tierra a los tristes mortales nos está vedado desentrañar estos enigmas que quizás allá en ese trance puedan informarse.
Lo cierto es que donde vaya Paulo será un buen corresponsal, sea en la guerra o en la paz, en tierra, cielo o mar. Resulta posible que desde el más allá envíe señales, buenas ondas; porque de lo otro, lo que los humanos no podemos conocer, no aportará nada nuevo si no más de lo mismo: risa y buen humor en la vida y en la muerte. Hasta pronto Paulo.
A partir de octubre de 1958, tiempo difícil para opinar y hablar claro, de todo y dirigido a todos, Paulovich –caparazón que cubría el nombre de Alfonso Prudencio Claure, tornándolo famoso y suplantando al suyo propio- escribe con humor La noticia de perfil en el diario Presencia y, posteriormente la hace extensiva a El Diario y casi a todos los matutinos del país por temporadas o de modo simultáneo. Lo sorprendente es que en tal época de inicio, represiva y dura como tantas otras en el ejercicio de la libertad de prensa, Paulo se desgañita contra los politiqueros que en Bolivia fueron y son legión. Al toro por las astas pareció ser su ardiente lema y, entre broma y broma, canta las verdades en aras de lograr una rectificación en la conducta de los hombres públicos. Algunas veces, muy pocas, lo consigue. Otras no.
Al comentar el libro de Paulo titulado Bolivia, typical país, el galano escritor Porfirio Díaz Machicao expresó: “La carcajada de Paulovich –ruso escapado de una lata de caviar- no era sino de revancha de todo un pueblo amargado y sufrido por la represión” (Pág. 97 de Signo Nº 6). ¡Nada tan cierto!
No obstante de estar hecho de otra madera, a su turno también interviene en las controversiales lides políticas y ocupa una diputación por el Partido Demócrata Cristiano, sí como desempeña el cargo de Alcalde Municipal de la ciudad de La Paz por el lapso de escasos tres meses. El tiempo no se detiene. La vida da vueltas. Más temprano que tarde sale desencantado de la política y vuelve a trajinar el camino de su preferencia: el periodismo. Jura no apartarse más de estos predios hasta que le llegue la hora. En la última etapa de su vida confiesa que a partir del nuevo régimen su nombre de letras será Paulino Huanca y que en Tiahuanaco, convertido otra vez en centro ceremonial al mejor estilo de los incas, no hay WC., es decir donde expulsar orina; mostrando contradicciones absurdas para la época, denominada políticamente de cambio.
Periodista, escritor. Columnista y humorista ante todo. Autor de diez libros de crónicas y uno de entrevistas: Bolivia Typical país, Rosca, rosca ¿qué estás haciendo?, Cuán verde era mi tía, Apariencias, Florecillas y espinillas, Memorias de un joven puro, Diccionario de un cholo ilustrado, Conversaciones en el motel, Manual del perfecto negrero, Un humorista ante el muro de los lamentos y Ríete y serás feliz.
En los años ’60 del siglo pasado, en Presencia publicó semblanzas que luego dieron forma a un libro de significativo de peso específico y de mayores quilates literarios, bajo el título de Apariencias, que abarca el género de entrevistas, editado por Difusión, del desaparecido Catalano. En sabrosas páginas, provistas de ilustraciones del polifacético Pedro Shimose, quien en contados trazos reproduce rasgos que dan cabal expresión a la figura de cada entrevistado, Paulo retrata física e intelectualmente a más de una treintena de personas representativas en diversas actividades del quehacer humano: culturales, políticas, militares, religiosas e incluso las de lustre (académico de la lengua y lustrabotas). Acerca del escritor Porfirio Díaz Machicao esboza esta precisa instantánea: ‘Plata en los cabellos, oro en el corazón. Ni oro ni plata en los bolsillos’. En torno al inteligente personaje que fue A. E. Jáuregui Cusicanqui, manifiesta que domina muchas lenguas (inglés, alemán, francés, italiano y portugués), pero no la de su mujer cuando él llega tarde a casa. Y al novelista Augusto Céspedes lo califica como la torre inclinada de Pisa, ante la cual amigos y enemigos tienen que reconocer que es un hombre de talento, un gran escritor.
Pasados varios años ingresó a la Academia Boliviana de la Lengua en fecha 20 de mayo de 1997, con la lectura de un trabajo referido al humor. Y su prestigio fue en aumento, siendo ampliamente conocido dentro y fuera de nuestras fronteras. Hace muy poco sostuvo que: “El periodista no nace ni se hace, sino que se deshace”, debido a que el estilo periodístico acaba convirtiéndose en una máquina trituradora de las aspiraciones literarias (diario Página Siete del 3.12.18). Pero él siempre osciló entre periodismo y literatura en simbiosis muy simpática.
En criterio de Paulovich, los escritores humoristas más importantes del país fueron Juan Francisco Bedregal, Gustavo Adolfo Otero, Walter Montenegro y William Bluske, dándole énfasis al nombre del internacionalista Montenegro.
En su dilatada vida mereció galardones tan importantes como el Premio Nacional de Periodismo, Premio Manuel Vicente Ballivián, Premio Joaquín Chamorro y el Premio Libertad 2008, entre otras distinciones, aunque él no sufría ni se desesperaba por recibirlas.
Desde hace algunos años una impía ceguera no le permitió continuar tecleando su antigua máquina de escribir, la secretaria perfecta que ya está fuera de moda al haber sido reemplazada por ordenadores o computadoras. Sin embargo de esta circunstancia dramática en su estado de salud, Paulovich se dio modos para mantener vigente su columna hasta hace poco tiempo atrás, casi borroneando al escribir manuscrito o dictando parte de sus artículos. El doble discurso, el culto a la personalidad, la poca o ninguna preparación intelectual de los políticos, los aparentes logros tras bastidores, son algunos temas destacados en sus crónicas de humor.
Al poner en boca de sus tías Encarna, Restituta y Clotilde, entre otras, de sus tíos Pelópidas y Huebastián, o de su comadre Machaca, o de otros personajes a manera de “alter ego”, en sus artículos supo reflejar cuanto dice y piensa el común de la gente de a pie, sin más afán ni militancia que la de vivir el día a día, ganar honradamente el sustento y llevar el pan diario a los suyos. Fue un ardiente defensor de las libertades democráticas y a fin de no morir de estrés o de esséis (ya no era es-tres lo que tenía sino el doble), prefirió escribir en broma…
Tal vez los programas radiales que durante un tiempo mantuvo en el aire, fueron lo más bajo de su producción. No lo acompañaba, en verdad, la entonación de voz. A Paulovich había que leerlo a través de sus obras. No escucharlo, como al mismo Neruda leer monótonamente y sin gracia sus versos.
Y fue así que debido a su estado de salud no pudo continuar transitando la senda elegida, el periodismo, y cesó en el disparo de sus crónicas humorísticas a diestra y siniestra. Siempre tuvo material disponible para ello en este país inocente y hermoso, de ministros chuflay, que no requieren preparación, y de otros funcionarios que sólo atinan a levantar la mano y están prestos a cobrar el doble aguinaldo…
En las puertas del Cielo, lápiz y papel en mano, llegado el momento pretenderá describir a san Pedro y a su celeste entorno de custodio con un llavero grande entre manos, en el cual las almas de los recién llegados en el último tren –presididas por la de Paulo- sonreirán, reirán a tiempo de aproximarse al Dios Padre y tratarán de develar los misterios de la vida, la fe y la Creación, pues en la Tierra a los tristes mortales nos está vedado desentrañar estos enigmas que quizás allá en ese trance puedan informarse.
Lo cierto es que donde vaya Paulo será un buen corresponsal, sea en la guerra o en la paz, en tierra, cielo o mar. Resulta posible que desde el más allá envíe señales, buenas ondas; porque de lo otro, lo que los humanos no podemos conocer, no aportará nada nuevo si no más de lo mismo: risa y buen humor en la vida y en la muerte. Hasta pronto Paulo.