La etapa de las definiciones
El P. Antonio Comajuncosa pasó los últimos años de su vida entre los muros conventuales, intercalando, el escribir con las predicaciones. Desde 1804 a 1811 estuvo ocupado en su obra el “Comisarios Prefecto de misiones instruido en sus facultades, cargos y obligaciones y en varios puntos...



El P. Antonio Comajuncosa pasó los últimos años de su vida entre los muros conventuales, intercalando, el escribir con las predicaciones. Desde 1804 a 1811 estuvo ocupado en su obra el “Comisarios Prefecto de misiones instruido en sus facultades, cargos y obligaciones y en varios puntos concernientes al régimen temporal y espiritual, político y económico de los Padres Conversores, e indios, de histórico, geográfico, topográfico apostólico y político de lo que han trabajado, entre fieles e infieles los misioneros franciscanos de Tarija 1754-1810.[Ed. P. Gerardo Maldini, Tarija, 1993] El título mismo sugiere una razón apologética: mostrar los éxitos franciscanos a favor del indio como modelo de acción global, apropiado a la circunstancias del momento. Lo apologético no era tanto presentar la dimensión religiosa contra lo político, como lo formulan algunos estudiosos, sino especificar la política de los franciscanos como diferente de la política de las autoridades coloniales, que tenían poder sobre las realidades de la Frontera y Cordillera. La cuestión se volcaba sobre la visión del régimen reduccional, defendida por Viedma (el Gobernador Intendente de Cochabamba) como momento provisorio de introducción a los cánones de la ciudadanía colonial y por los franciscanos como régimen estable y apropiado a la situación guaraní. ¿Hasta cuándo? Si la cuestión era someterlos a impuestos y tasaciones esto podía ser aprendido al interior y con ventajas de la reducción misma, que ya percibía la colaboración al trabajo colectivo para su sustento general.
La “tercera vía”
P Antonio Comajuncosa en el capítulo IV del Manifiesto... escribe: “Miraron (los misioneros, llegados a Tarija) por todas partes y fuera de Occidente, en que los cristianos antiguos guardaban las espaldas, vieron que todo el horizonte estaba cubierto de infidelidad y barbarismo” [Comajuncosa A . Manifiesto...,op. cit., pág. 83], Los términos del P. Comajuncosa se referían a la distribución del poder colonial que incluía también la dimensión eclesial, insertada en la parte consolidada de la colonia y despreocupada de su dimensión evangelizadora. “Infidelidad” y “barbarismo”, más que calificativos humanísticos eran identidad de periferia respecto a un centro. El régimen reduccional, romperá esa lógica. Las reducciones, ya desde su núcleo inicial (Pilipili, Acero, Abapó. Salinas. Piray y Cabezas), mostraban la capacidad de sustentarse por sí mismas Según la documentación encontrada en las diferentes reducciones y descrita por el P. Antonio Comajuncosa, se percibe que había sido rota la dimensión de periferia. Cada una de ellas tenía capacidad de representatividad ante las autoridades civiles y eclesiásticas. El no requisito religioso para asentarse en la reducción, rompía en sí mismo las diferenciaciones internas a la “nación” guaraní. “Los del monte” eran, en cierta manera integrados en la reducción por la parte no Cristina de la misma. Y la solución de su recomposición debía ser asumida como posibilidad para subsanar lo que se había roto (ruptura intra-étnica).
Otro punto de divergencia con las autoridades coloniales era que la reducción no constituía tan sólo un punto del territorio sino que cada una de ellas era parte de un todo regional. Por eso el P. Mingo hace entender que la misión de Salinas fue aceptada por ruegos de las autoridades de Tarija [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág. 167), y que sucesivamente los frailes quisieron abandonarla, a razón de no poder organizarla como reducción, y persistieron hasta conseguirlo. Otro caso a favor del régimen reduccional se dio en la población de Florida, en la región del Guapay. En los años de 1779, a raíz de los desórdenes provocados por el “dios-fingido”, a Florida llegaron los indios de Mazavi, Igmiri y Tucurú (personas no cristianas) que se esparcieron en las reducciones de Piray, Abapó, y Cabezas “donde tenían muchos parientes de consanguinidad y afinidad” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op.cit., pág. 159].
Por tal dispersión, el “piquete” militar de Abapó quiso llevarlos a las cercanías de Santa Cruz con la promesa de construir allí su pueblo. “Esa pretensión era violenta y sin embargo que los indios se resistían a ella por imaginarse que los querían meter en una esclavitud, él efectivamente se llevó hasta seis leguas de aquella ciudad a los 63 primeros indios que habían salido.” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 160). El P. Manuel Gil “hizo recurso a la superioridad para estorbar aquella violenta transportación y el Señor Regente Presidente de la Real Audiencia de La Plata, don. Jerónimo Manuel Ruedas, con fecha 11 de 4 enero de 1781 expidió providencias...para que no se impidiese la libre elección de dichos Indios Chiriguanos” (Ib., pág. 160). Por la actividad de Fray Francisco del Pilar, que se encontraba en La Plata se pudo conseguir un poco de ayuda y la misión empezó en Florida el 12 de noviembre de 1781. La conclusión fue la observación del P. Mingo: Tienen (los misioneros de Cabezas) a las nueve leguas desde Cabezas la conversión y pueblo de la Florida, y a la diez (todas llanas) la conversión del Pueblo de Piray. De modo que no hay dificultad de poderse comunicar y asistir mutuamente los de las cuatro conversiones o misiones de este lado, y son: Abapó, Cabezas, la Florida y Piray” [Mingo de la Concepción M., Las misiones franciscanas..., op.cit., pág. 255].
Las observaciones, que venimos presentando y desarrollando, quieren formular la hipótesis de una “tercera vía” respecto a la conformación de la nacionalidad (nacionalidades) boliviana. El implante de la cuestión normalmente se pone en la oposición entre bárbaros y civilizados, entendiendo a los últimos unidos en la institucionalidad hispana y criolla, y a los primeros la identificación de una exclusión cultural y de organización, en la cual los insertó la presión colonial. La postura franciscana supera estas oposiciones procurando contemplar sólo condiciones de pobreza y de periferización de los guaraníes. Siempre Fray Francisco del Pilar imponía la atención de sus hermanos hacia “aquellos pobres indios”. Él no se ponía problemas de orden cultural si bien siempre el comienzo misional era la implantación de una cruz y de la capilla. Éstas, sin embargo, parecían ser más una señal de necesidad de defensa y, sin importar el número, se procedía a la constitución de la reducción sin imposiciones religiosas.
La situación de pobreza explica el acercamiento de los caciques locales a Fray Pilar y la contribución a la creación de la reducción. Quedaban imperativos la donación de los terrenos, el trabajo comunitario, la economía colectiva, la asistencia de los cristianos a la capilla y la escolaridad. La distribución, que se implantará sobre todo en la república, de la doble plaza, remarca el referente tradicional guaraní persistente en la reducción. El esquema territorial respetaba la geografía y la productividad de los terrenos. La simplicidad del esquema de gobierno se fundamentaba en la autonomía e interdependencia regional. En sí, se podría pensar que se trataba de repeticiones de “pueblos-reducciones” con una misma forma de gobierno interno y, más allá de esto, la dimensión regional representada por los frailes.
Lo más interesante es observar el desencadenamiento de un proceso social de cambios socioculturales y psicológicos de los cuales los actores principales eran los guaraníes. Se puede pensar también en una autoctonía del mismo en la secuencia construida a través de las relaciones familiares y de consaguinidad. Seguramente el factor esencial fue la escolaridad de los niños y las relaciones económicas que, dentro de la configuración colectiva, admitían la iniciativa individual. Mingo habla de “chacras individuales o particulares” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas...,op. cit., pág. 251). Indudablemente la consolidación de la reducción se dio por haber logrado ella un equilibrio entre lo personal y lo colectivo en dimensión religiosa (ser cristiano o no), temporal y política. No secundario era la coordinación de novedades que se insertaron en el universo cultural: el arte de los templos, la introducción del canto y de los instrumentos musicales, el rol de las artesanías, la producción agrícola intensiva y las manifestaciones colectivas en las fiestas religiosas y tradicionales guaraníes.
Desde la “portentosa misión”, salida de la Coruña el 18 de junio de 1778.
Quien cualifica de “portentosa misión”, la de 15 frailes, salida de la Coruña el 18 de junio de 1778, ha sido el P. Comajuncosa [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 68], El P. Mingo [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág.410], por su parte, nos ha hecho conocer la anterior del año de 1771 con la llegada de veintiún religiosos. Si la de 1771 había iniciado el núcleo central de las acciones del Colegio de Propaganda Fide en vida conventual, reducciones y predicaciones entre fieles; la de 1778 marcó la consolidación definitiva de todas aquellas iniciativas.
Asunción de los conflictos.
Para subrayar el espíritu emprendedor de tal misión, el P. Comajuncosa escribió que ya en el barco de travesía, los franciscanos se dieron a la predicación y formación cristiana para los marineros. Y mientras el grupo se disponía para el viaje desde Buenos Aires hacia Tarija, tres fueron invitados a trabajo apostólico en Montevideo y otros cuatro, por insinuación del Virrey, a la expedición hacia la costa patagónica. En 1780, desde Tarija emprendieron viaje para Potosí y La Plata. La noticia de la insurrección de Tupac Amaru, les impulsó a hacerse presentes en los lugares de conflicto donde “...juntábanse los indios a millares y formaban formidables ejércitos; la ciudad de la Paz se vio cercada de los enemigos; la villa de Oruro regada con la sangre de la más brillante nobleza; el partido de Chichas, alzado, y haciendo muertes violentas; Potosí consternado y la ciudad de la Plata acometida por todas partes para ser presa de los insurgentes” [ Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág.70], se fueron a las ciudades predicando la paz y la sujeción al rey”. Documentó la actividad de predicación hasta el año de 1789, que incluía las villas y pueblos más conocidos de Charcas. En 1791, tres frailes, incluido el P. Antonio, fueron a Moquegua para implantar un hospicio franciscano, que en 1796 fue elevado a Colegio de Propaganda Fide.
Terminación de las obras conventuales.
Entre la misión se encontraba también Fray Francisco Miguel Mari. Los documentos del convento lo presentaban como “gran carpintero” a raíz de haber construido el retablo, facistol y seis altares a lo romano; sin embargo se hace mención de obras públicas de arquitectura. Se señala la procuraduría, enfermería, biblioteca, media naranja en San Francisco de Salta, iglesia y claustro de San Felipe Neri de La Plata. Más tarde, en 1803, los carpinteros del convento fueron a Salinas para fabricar el retablo (encabezados seguramente por Fray Francisco Miguel Mari).
El complejo conventual iba completándose más. En 1773, se instalaron las oficinas de carpintería, herrería y otras en relación con el cultivo de la huerta. A partir de 1780 también la enfermería aumentó su labor no tan sólo para los religiosos, sino también para la ciudad. Según los inventarios de aquellos años los corredores conventuales, lugares de comunidad y templo eran recubiertos de cuadros de devoción popular, pero siempre de grandes escuelas: manierismo italiano, flamenco, del Collao, popular, de potosina y cuzqueña. Además, una secuencia de crucifijos que hace pensar en la presencia de un taller de carpintería bastante surtido y de amplia actividad. El P. Gerardo Maldini lanzó la hipótesis de una escuela, conducida por Fray Francisco Miguel Mari. La biblioteca de 200 libros llegó a 2.300 [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op.cit., pág. 79].
La predicación entre fieles.
Otro escrito del P. Antonio Comajuncosa es: El manual de misioneros: para el uso uniforme del Colegio de propaganda Fide de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija, terminado en el año de 1803. Se trata de la predicación entre fieles. Presenta la doctrina católica, redactada en verso. Indica además las varias liturgias que se desenvuelven en los diferentes días con indicaciones temáticas. Entre las páginas más interesantes está la trascripción de música y canto. Más que a un solo autor, hay que apelar al conjunto de los franciscanos dedicados a ese apostolado. En el Archivo conventual existen 21 libritos de abundantes páginas, que son presentación de sermones.
Estructuración reduccional.
Pero la actividad más visible se dio en las reducciones. Hasta ahora lo que definimos reducción, de hecho, llenaba un conjunto de elementos puestos en marcha por necesidad y utilidad del conjunto poblacional, que se iba formando. La definición de reducción incluye no una sumatoria de casas, sino un modelo de vida personal y colectiva. La descripción que nos da el P. Comajuncosa de la reducción de Abapó nos parece integrar varios aspectos [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., págs.137-141],
[Arquitectura]. “En efecto, el P. Sendero hizo una casa de bastante capacidad y el P. Santiago fabricó una iglesia famosa con dos torres de campanas y después puso en la otra el reloj de fierro, que él mismo trabajó con sus Indios [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág. 214]: “Tiene la dicha iglesia, de largo, 44 varas; y de ancho 14 y media o quince. Es de tres naves y tiene ocho columnas. Tiene coro alto y, en la parte de afuera, encima de la puerta principal, tiene un balcón con su sobradillo capaz, para evitar los aguaceros y el sol. Tiene, dicha iglesia, tres buenas y grandes puertas, dos sacristías y dos grandes y bellas torres, en las cuales se pusieron seis buenas campanas, aunque al presente ya falta una, por haberse quebrado. Su interior está muy adornado, no solamente con tres lúcidos altares, sobresaliendo el altar mayor en el que hay un lienzo bellísimo de la Santísima Trinidad, sino con los muchos y buenos ornamentos con que se dice misa y luce grandemente dicha iglesia y habiéndose pegado fuego en el pueblo, inmediatamente lo plantó de nuevo con un orden y disposición admirable; y como Dios lo dotó de todas las habilidades para enseñar y aprovechar a aquellos Indios, no hubo oficio que no aprendiesen; así dejó en aquel pueblo una porción de tejedores, sastres, zapateros, carpinteros, herreros, albañiles, lomilleros y otros oficios mecánicos que sirven de gran utilidad para todos.”
[Economía.] “Él (P. Pedro León de Santiago) y sucesores, después de haber socorrido a sus neófitos en los muchos años que hubo hambre, de viruela y de otras epidemias, procuraron conservar y adelantar las estancias de ganado, como que en el día tiene aquella Misión, de ganado vacuno 2.870; de caballar, 192; de mular, 21 y 3 burros hechotes, de ovejuno y cabrino 160. Asimismo, tiene buenas chacras de caña dulce, de maíz y de varias legumbres, un buen algodonal y una huerta con un parral excelente. Con esto proveen los Padres Confesores las necesidades de su pueblo. Aunque los Indios tienen sus chacras de maíz, yucas, zapallos, camotes y algunos algodonales, muchas veces por los varios acontecimientos de seca, de langosta, de avenidas de ríos y también de desidia, se pierden y padecen grandes miserias; y en tales ocurrencias, cuidan los misioneros de darles el socorro necesario. A más que, en todo tiempo, dan raciones de carne y las medicinas que tienen a mano a todos los enfermos, visten a todos los muchachos y muchachas que asisten a la escuela, proveen a la Iglesia de ornamentos, cera y demás cosas que sirven al Culto Divino y no hay necesidad que no se remedie.”
[Escolaridad.] “En lo espiritual no es menos su trabajo. Ellos tienen dos escuelas muy capaces para la instrucción de los muchachos que, desde la edad de cinco años hasta que toman estado asisten a ellas, menos aquellos que sirven y ayudan a sus padres en algún trabajo. Allí los muchachos aprenden a rezar perfectamente la doctrina y oraciones cristianas en los dos idiomas castellano y chiriguano, a leer y escribir, a tocar la música y cantar, así en las Misas y entierros, Rosario y otras divinas alabanzas y también a tejer y algún otro oficio. Las muchachas igualmente aprenden el rezo, a hilar, tejer cintas, coser y otras labores de su sexo; con la precaución que, cuando los muchachos salen de su escuela. Las muchachas entran a la suya y así lo observan todos los días, mañana y tarde, bajo la dirección de sus Maestro y Maestra y la vigilancia continua de los Padres Conversores que, tal cual vez, asisten en ellas para probarlos y excitarlos a su aprovechamiento. Esta es la porción más ilustre de la Misión, la que quita todos los pesares a los Padres Misioneros y los llena de gozo y consuelo, la que los acompaña en todas las cosas sagradas y divinas y solemniza los actos de religión con edificación de todos los forasteros que los ven y admiran, porque estas inocentes criaturas (que llegarán a doscientas en cada Escuela), salen de ella respectivamente en dos filas y cantando las divinas alabanzas, se encaminan al anochecer a la iglesia para rezar la Doctrina Cristiana y el santísimo Rosario de Nuestra Señora y después, habiendo cantado algunas alabanzas, se vuelven con el mismo orden a su escuela, se pasa revista de ellos y se les dan aquellas amonestaciones que conviene. Y ésta función de todos los días del mismo modo asisten todas las mañanas al Santo Sacrificio poniéndose siempre los muchachos separados de las muchachas; todos los sábados hacen procesión por la plaza (que es muy espaciosa) cantando el Rosario de la Santísima Virgen y cuando hay algún entierro, ellos asisten cantando los salmos correspondientes, así se portan en todas la funciones de Iglesia y con esto no sólo aprenden a ser devotos y buenos cristianos sino que también se acostumbran a la sujeción y a ocupar el tiempo con utilidad y edificación.”
[Prácticas religiosas.] “Los adultos ya casados, o viudos, no se sujetan con tanta facilidad a estas funciones espirituales, no por sus legítimas ocupaciones, sino por su holgazanería, este vicio que les es natural proviene en gran parte de los excesos de sus bebidas y de la indiferencia con que miran todavía las cosas de la Religión. Sin embargo los Padres misioneros se valen de varios medios para instruirlos y salvarlos. Todos los días de fiesta cuidan que asistan todos al Santo Sacrificio y en todos los domingos se les predica con tanta claridad sobre algún misterio o artículo de Fe, u otro punto doctrinal, que después que se acabó la Misa, uno de los Alcaldes, deteniendo a toda la gente en la parte exterior de la puerta de la Iglesia, les repite con mucha viveza lo que el Padre les predicó y les exhorta con eficacia a que se aprovechen de sus santas amonestaciones. Estas pláticas son más frecuentes en la Cuaresma después del Rosario, a que se les manda asistir para que instruyan mejor en las circunstancias necesarias para hacer una buena confesión. Para que esto se logre, desde la Septuagésima los encaminan todos a la Doctrina Cristiana y luego por sus turnos les confiesan y comulgan y si algunos son negligentes se toman todas las medidas para que cumplan con estos preceptos. En sus enfermedades los visitan todos los días, les administran los Santos Sacramentos y en el último lance de su vida los exhortan y auxilian hasta entregar su espíritu en manos de su Creador y después los entierran con la posible solemnidad sin hacer en esto diferencia alguna y con arreglo al Ritual Romano.”
[Infraestructura social y política: autoridades según la tradición guaraní y de la reducción.] “En unos pueblos, y entre unas gentes donde jamás entró la policía, es preciso que los Padres Conversores lo suplan todo e instruyan prácticamente y como por ensayo a sus Indios el método de gobernar sus Pueblos así en lo civil como en lo criminal, para guardar la paz y tranquilidad entre sus vecinos. Con este objeto (a más de los capitanes, que entre los Indios del Perú suelen llamarse caciques) todos los años acostumbran los padres Misioneros hacer nombramientos de Gobernador, Teniente, Alcaldes, Fiscales y otros oficios concejiles para que velen y cuiden de conservar la quietud del pueblo, de evitar los desórdenes, de castigar a los delincuentes, de repuntar a la gente a la Misa y Doctrina y para el trabajo de comunidad, de celar sobre los forasteros cuando son sospechosos e impedir los comercios de cosas prohibidas por el Superior Gobierno y cosas semejantes. Para esto nada saben aquellos neófitos y por esto no hacen más que averiguar y avisar lo que pasa al Padre Misionero principal y este los instruye y ordena lo que deben hacer y ellos lo ejecutan bien conforme su talento que, para estas cosas es demasiado escaso. Así van aprendiendo no sólo a gobernar el Pueblo, sino también a hacerse responsables y a cobrar alguna afección al honor y vida civil. Con este intento el Padre Conversor en su nombramiento les entrega bastón y les tiene escaño separado donde toman su asiento en la funciones de la Iglesia, los junta frecuentemente para tomarles consejo de lo que se deberá hacer o para ordenarles lo que deberán practicar.
También nombra sepultureros, sacristanes, enfermeros y otros oficios para tenerlo todo con orden sin que se faltase a la casa más pequeña. Y como después que concluyen sus oficios, si se portan bien, les regala el Padre algunas cosas de su estimación, ponen particular empeño en cumplir bien sus oficios. Son innumerables las utilidades que se consiguen con este modo de instruirles en el Gobierno. Con esto el Pueblo está con quietud; se evitan los escándalos, se estorban los desórdenes en las bebida, se conservan las familias en paz, la Iglesia está muy aseada y bien servida, las funciones sagradas van con gravedad y edificación, los caminos están siempre despejados anchos y limpios y todos viven ocupados en sus oficios, labranzas y otros quehaceres con grande aprovechamiento así espiritual como temporal de estos Indios. Con esta prosperidad anda en el día esta Misión; pero todavía no podemos contar con su perfecta seguridad porque es mucha su inconstancia y todavía les son agradables los aires de la vecina barbaridad.”
[Presencia de organización originaria guaraní.] “En el día se compone este Pueblo de sus capitanes y cada uno tiene sus soldados, aunque es muy poca la sujeción que les tienen.
Aunque los más son cristianos no dejan de agregarse siempre algunos Gentiles, que vienen del Barbarismo y éstos son catequizados y a su tiempo reciben el Santo Bautismo.”
Para otra regionalización reduccional: Fray Francisco del Pilar siempre entre 1as dos realidades
La regionalización del Guapay estaba completada con la fundación de Florida. Por pasar a la del Parapetí, se necesitaba un corredor de pueblos, que se mostraba bastante peligroso. En una de sus parcialidades (Mazavi) había nacido el movimiento del “dios fingido”. Un camino se abrió desde la recomposición de los poblados, que había disperso. Los fugitivos se habían cobijado en las reducciones de Cabezas, Piray, Abapó y Florida. Con el retorno de éstos a su antigua parcialidad, Fray Pilar pensó reunir a los ya cristianos en Igmiri. Para ese proyecto, existía también la nación del capitán Tembero.
En 1786 el franciscano estaba ya en La Plata para pedir ayuda a la Audiencia. A su vuelta, la sorpresa fue que dicho personaje había cambiado de opinión. Los PP. Mingo y Comajuncosa adelantaron la sospecha de una influencia de Guaricaya, el que fue el gran opositor en Iti. Entre esas contradicciones, que testimoniaban la división interna de los guaraníes, sobrevino la invitación del capitán Gurapadilla de Tacurú. La voluntad contraria de allí se mostró por el capitán subalterno Chaqué (llegaron los soldados indios de éste, a coger las flechas contra del capitán rapadilla” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., : cit.. pág. 271 ]. Lo esencial de la reducción, en Tacurú, empezó con la bendición de la capilla el 21 de septiembre de 1786. La osadía de Fray Pilar se mostró en la determinación de fundar misión en Igmiri, apoyándose en la presencia de residentes neófitos. La reacción de Tembero se dio antes del término de la capilla “pegando él . con los suyos fuego a sus casas y parcelas de maíz” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág. 281]. Fray Pilar no desmayó y con lo poco que había quedado reconstruyó lo destruido y con la recomposición de la parcialidad terminó la capilla, iniciando la reducción de Igmiri, el 18 de septiembre de 1787.
La fundación de las reducciones de Zaipurú y Masavi, fundadas respectivamente el 21 de abril y 24 de junio de 1788, tuvieron tintes de reacción anticolonial, debido a la presión avasallasadora del Gobernador Intendente de Cochabamba, don Francisco Viedma. Por los disturbios, creados por el “dios fingido” de 1778, llegaron, en un primer momento, los militares cruceños en 1779 y en 1787 el mismo gobernador. La contraposición estaba guiada por el capitán Maruama. Este recibió a la autoridad colonial en disposición de guerra “con flechas en las manos”. El P. Comajuncosa escribió [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág.186] que tal comportamiento era “propio de esta Nación guerrera, y en esto les parece que le hacen un grande obsequio”. Sin embargo, existían antecedentes para tanto recelo. En 1779, el sucesor señor Lezo, incursionó para castigar a los rebeldes. En tal situación, Maruama “habiendo venido al pueblo de Abapó trayendo unos esclavos cristianos a petición de los españoles, éstos lo pusieron en la cárcel y en el cepo a él y a otros indios suyos; a todos los cuales querían llevar amarrados a la ciudad de Santa Cruz, a la que no llegó más que uno, porque los demás se escaparon como pudieron” [Mingo de la Concepción M., Historia de la misiones franciscanas..., op. cit., pág. 298]. A raíz de esas acciones, el Gobernador receló alguna dificultad, por lo cual el contingente español se trasladó de Saypurú a Tacurú. En el trayecto hacia Igmiri, encontró a un tal Canderugua, gentil, al que Viedma dio el bastón de capitán para Zaipurú. Con la finalidad de apoyar el proyecto, se fundó un fortín. Inmediatamente la reacción de Maruama: puso fuego a las casas y se retiró en las tierras inaccesibles del Parapetí Grande. Con refuerzo de militares y de guaraníes de otras reducciones se pasó a la construcción de la capilla de Zaipurú, el 21 abril de 1788. Maruama volvió a los tres años integrado a la reducción, sin aceptación del cristianismo, si bien permitió el bautismo de sus hijos. Murió en defensa de las reducciones en la insurrección de 1799. Las circunstancias de las vindicación de parte de su hijo fueron así redactadas por A.G.N, Intendencia de Cochabamba 1797-1\803 IX 5-8-6, oficio de Viedma a Avilés del 4-VI-1800 en Mariluz Urquijo J.M., El Virreinato del Río de la Plata en época del Marqués de Avilés. 1799-1801 [Buenos Aires, 1987, pág. 469]: “Cuando ya había comenzado el retorno de los indios a las misiones incendiadas, el caudillo Sacuarao intentó sorprender el puesto [militar] de Parapiti, consiguió que los indios de Obaig volvieran a sus trincheras y probablemente hubiera soliviantado a todos los demás, si no hubiera sido aprehendido por los españoles. Viedma lo sometió a un sumarísimo juicio en el que toda la prueba se redujo a dos oficios de un capitán español y al hecho de que Sacuarao hubiera callado al ser acusado. El 22 de mayo de 1800 el gobernador, invocando dos artículos de la Ordenanza de Ejército, sentenció a Sacuarao a ser ahorcado después de bautizado. La ejecución, realizada en Saypurú, revistió características comunes: el reo fue entregado al jefezuelo chiriguano Santiago Cuñamboy, que lo había reclamado como a uno de los cómplices de la muerte de su Padre el capitán Maruama, y después de muerto, descolgado, traspasado a flechazos por todos los indios del pueblo, niños y viejos; y por último, quemado, hasta quedar el cuerpo reducido cenizas”.
La ocupación geográfica reduccional, si bien discontinua, ya permitía contactos desde diferentes puntos con la totalidad del territorio guaraní. A esto se debe agregar la dispersión poblacional y la situación de incertidumbre, que generaban abandono de su propia parcialidad y la incierta sobrevivencia económica. La furia de la insurrección de 1778 había dejado resabios más allá de lo que podemos definir como acción violenta en sí. En tal clima, nuevamente Fray Pilar fue indicado como “grande brujo embaucador” por el capitán Caburey de Masavi. A pesar de esto, el franciscano se puso en el juego de una común persona guaraní y con los mismos capitanes; se fue caminando para pedir la reducción a los Padres conversores de Tacurú y Igmiri, ya en año de 1782. En 24 de junio de 1788 se inauguró la capilla de Mazavi. Una resistencia, que vislumbraba la virulencia de los años futuros y la distorsión que se multiplicaría en las zonas rurales, nació en Iti, donde los límites entre situación colonial y guaraní estaban confundidos. Allí vivían cristianos renegados, gentiles guaraníes, que provenían de otras reducciones, siervos vaqueros que cuidaban para los estancieros residentes en La Laguna. Era zona de pobreza, que se hacía más pesada para los guaraníes. Ellos, fuera de la reducción, estaban sin ganado. El obispo de La Plata, Antonio de San Alberto y la Audiencia, cada cual por diferente motivaciones, pidieron a Fray Pilar consolidar la presencia cristiana en Iti. Contra los proyectos violentos, el franciscano propuso “métodos suaves”. Así se presentó solo y con los ayudantes para la construcción de la capilla. Guaricaya desencadenó la reacción como en los tiempos de 1768 en Pilipili y Azero. Fray Pilar presentó el poder otorgado por la Audiencia y la decisión del obispo. Al avanzar la construcción de la capilla, Guaricaya reaccionó destruyendo lo hecho e imponiendo que la reducción debía trasladarse a otro lugar. Sin embargo, él y los de su parcialidad se mudaron a la otra orilla del río. Pero el Conversor, P. Tomás Anaya, llegaba a Iti con milicianos y con el aviso a Guaricaya de presentarse en Sauces. Él se presentó acompañado por nueve personas bien armadas. Guaricaya resultó preso en la cárcel de La Laguna donde estuvo por nueve meses. Volvió a su antigua parcialidad, permitiendo los trabajos para la reducción de Iti, que se iniciaron el 30 de abril de 1789. La recomposición comunitaria se dio como conclusión de otro hecho violento. Un hermano de Guaricaya asedió la capilla con gente armada de flechas, .amenazando victimar a los religiosos. Fray Pilar logró calmarlos; y los mismos indios decidieron ubicar sus casas en los alrededores de la capilla, que era su antigua residencia. La fundación de Tayarenda, población cercana a Iti, se dio en los meses de la ausencia de Guaricaya. La Capilla se inauguró el 8 de mayo de 1790.
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Pasión y resistencia en las regionalizaciones este y sur
Las reducciones de Igüirapucuti, Taquaremboti, Pirití, Obaig, Tapuitá y Tapera conformaban (excepto Tapera, que era parte de la regionalización de Iti y Acero) una secuencia directa de pueblos que liga el Río Grande con el Parapetí. Ya estábamos en los años de 1790, que fueron años de carestía. Las necesidades empujaron a los guaraníes hacia los territorios de más adentro. Las situaciones reduccionales mostraban que disponían de más capacidad para enfrentar las calamidades agrícolas; lo que persuadió a los caciques a pedir a Fray Francisco del Pilar, que ya actuaba de manera autónoma respecto a los sacerdotes: él iniciaba los contactos, construía la capilla, y después de su inauguración iniciaba su campaña de ayuda, que además de la Audiencia contaba con bienhechores particulares. Para Igüirapucuti la iniciativa para la reducción nació de su capitán Guirabaca, y se estrenó el 19 de octubre de 1790. En las mismas circunstancias, se realizó la de Tacuaremboti, inaugurada el 29 de noviembre de 1791. Poco tiempo después, Fray Francisco del Pilar fue invitado por el capitán Zacuarao a Pirití. La capilla y casa de Pirití fueron terminadas con la ayuda de los indios, pero su inauguración se postergó al 3 de mayo de 1792 por la espera del sacerdote. Para Obaig se presentó una situación más dramática que las precedentes realizaciones. Por el hambre, solo 12 personas se habían quedado en el pueblo “andando los demás por los montes en busca de raíces para atajar la muerte” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 226], En el tiempo que estuvo allí Fray Francisco del Pilar se juntaron 400 individuos; “pero en su ausencia murieron cosa de 300, unos de viruela, otros de hambre y apenas quedaron 100” [Ib., pág. 226]. Tales situaciones de muerte provocaron la presencia anticipada de los sacerdotes. Sólo el día 31 de marzo de 1793 se bendijo la capilla de Obaig. Los capitanes de Parapití, Báyra y Ñanderai, ya habían invitado al hermano a la parcialidad, donde vivían. A pesar de las mismas situaciones de hambre, en Parapití mismo se le opusieron los capitanes Ñaguajai y Chome. El primero, hizo revivir todas las actuaciones de Guaricaya; y más, intentó matar al hermano, [Ib., pág. 231], una primera vez esperándolo en un recodo del camino con otros indios para que “le robasen todo lo que trajese y acabasen con él”. Pero los otros no le obedecieron. En una segunda vez, Ñaguajai quiso hacerlo personalmente, en la forma más espectacular; pero “alborotóse la yegua, lo arrojó al suelo, lo arrastró y lo maltrató, de tal forma que estuvo enfermo más de dos meses” [Ib., op.cit., pág. 231], La cosa terminó de la siguiente manera: Fray Francisco del Pilar visitaba al enfermo y con la promesa de no más oposición, “Diole el religioso una porción de tabaco y bayeta para hacerse un poncho y con esto quedaron amigos” [Ib., pág. 232], En 1793 ya estaba concluida la capilla, pero la primera misa, en Parapití, se celebró el 6 de enero de 1795. La reducción de Tapuitá empezó en circunstancias de paz y se bendijo la capilla el 6 de diciembre de 1795. Se pasó después a Tapera, que era parte de la triangulación de Iti, Acero y Tayarenda. Ya definimos esa región como territorio de límites. Se dio el caso que en esa parcialidad viviese un español, “pobre cristiano llamado Viri, quien, en su mocedad fue cautivado de los infieles y vivió muchos años entre ellos casado con una bárbara infiel a la que nunca quiso dejar. Pero al fin, aunque ya anciana, pudo aprender lo más preciso para cristianizarse y con esto recibió el Santo Bautismo y se compuso aquel matrimonio. Instado el Apostólico Pilar de este cristiano bárbaro, se resolvió fundar la misión en aquel lugar, con el fin de reunir a todos los Indios...” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 237).
Enemigos de la fundación fueron esta vez los cristianos del lugar, pero “más pudo el celo que la malicia” y la capilla de Tapera fue bendecida el 28 de mayo de 1798.
Otra realidad iba emergiendo en el mes de 28 febrero de 1796. Desde Piriti, Obaíg, Igüarapucuti y Taquaremboti comenzó un movimiento insurreccional, que se extendió en marzo y abril del mismo año a Parapití y Tapuitá. A la desolación siguieron los años de reconstrucción, instada por Fray Francisco del Pilar. Estos sucesos formaron parte de la contienda entre el Gobernador Viedma y los franciscanos de Tarija, de la cual hablaremos en la IV PARTE del presente escrito. Nos interesa ahora indicar las circunstancias de la muerte de Fray Francisco del Pilar. “Aún después de pacificado, los indios, no intentábamos restaurar esta Misión (Tapuitá), ya por su mal sitio, ya por la inconstancia de sus naturales; y más bien, deseábamos que así como se fuesen juntando, se agreguen a otras Misiones. Pero como el señor Gobernador Intendente de Cochabamba, don Francisco de Viedma, se empeñase a que también se había de restaurar como las otras cinco reducciones, tomó Fray Francisco del Pilar este nuevo trabajo, luego que concluyó la precedente obra del Parapití. Sus afanes excedían a sus fuerzas; él se hallaba ya muy viejo, achacoso y debilitado, a lo cual se añadían las aflicciones de ver perdido en un momento, lo que costó tantos años de trabajo y tantos afanes en restaurarlos, la suma miseria en el cual se hallaba y la imposibilidad de poder salir a buscar algún socorro, las muy reñidas contiendas que hubo entre los padres Conversores y soldados del destacamento de Saypurú y las fatales consecuencias que tuvieron, todo lo cual abrevió sus días, y apenas concluyó su casa y capilla, entregó su alma a Dios con mucha paz (asistido del Padre Misionero Fray Julián Canseco, quien le administró los Santos Sacramentos), y fue a recibir el premio de tantos trabajos el día 19 de marzo de 1803.” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 236],
Otra regionalización franciscana estaba formada por las reducciones del Sur, indicadas también como “Misiones de Tarija”. Después de los intentos en los años de 1758, ahora la presencia franciscana se dio, en parte, en sustitución de los padres jesuitas en Salinas. La composición de la misión incluía mataguayos y guaraníes. Sin embargo los problemas llegaron de otro lado. La misión disponía de haciendas y ganado, que fueron confiados a administradores locales, hasta 1769, fecha en la que se encargaron los mismos franciscanos. La codicia de los vecinos criollos indujo a los padres conversores a renunciar, en 1772, a la administración de los bienes misionales. La Audiencia no aceptó tal decisión; pero en el año de 1783, los padres repitieron el pedido. La respuesta fue nuevamente negativa de parte de las autoridades coloniales, lo que reforzó la decisión de hacerse cargo directamente de la economía de Salinas, referente a los guaraníes y mataguayos. Escribió el P. Comajuncosa: “En lo temporal no es poco lo que se ha adelantado. Desde su fundación hasta los años de 1794 y 1795 habían vivido en unos ranchos tristes, mal formados y sin orden alguno, pero en el día tienen un pueblo bien formado con plaza y calles tiradas a cordel y con casas bien embarradas. Todo el ámbito que comprende la iglesia, casa de la habitación de los padres conversores, huerta y corrales, está cerrado de adobe y forma un fuerte respetable, con seis cubos en buena proporción, muy capaz y bien definido. La casa nueva, espaciosa y con bastantes oficinas; la capilla, aunque no es muy grande, pero está muy aseada, limpia y de pocos años a esta parte, se le hizo coro alto, se enladrilló toda, se le hizo un hermoso retablo, por los religiosos carpinteros de este colegio, el que se pintó y doró perfectamente. Y también se le hizo pulpito. La sacristía está proveída de todos los ornamentos, con mucha decencia y tiene una custodia capaz de plata para exponer al Santísimo, dos o tres cálices de plata y todas las demás cosas necesarias para el Sacrificio y demás funciones sagradas. Las estancias están pobladas de ganado vacuno, caballar, mular, burral y lanar y la sirven dos capataces y trece peones por su salario. El número de ganado que actualmente tiene, es el siguiente: de ganado vacuno tiene 2030; de caballar, 328; de mular, 42; de burral, 42; de ovejuno, 190.” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., págs. 121 y 122].
La reducción de Itau, fue la conclusión de una distribución poblacional respecto a Salinas. Los conflictos inter-étnicos entre tobas, chanees, guaraníes y mataguayos eran frecuentes. Los mismos indios, presumiblemente guaraníes, instaban a los padres la misión. Con la ayuda de militares tarijeños se construyó lo esencial, que incluía también un fuerte. La primera Misa se celebró el 21 de septiembre de 1791.
Los tobas causaron muertes en Caiza y amenazaban, juntamente con los chanés, dar muerte al capitán Amerai y a los religiosos. Los padres se retiraron a Salinas. Allí recibieron la invitación del capitán Tubichamini de trasladar la Misión, que se realizó en el 29 de junio de 1792. Se hicieron las construcciones necesarias y en el año de 1793, los chanees de Sanandita mataron y desolaron la misión. Nuevamente se reconstruyó el pueblo y se bendijo la capilla el 29 de septiembre de 1793. Vicisitudes más tristes se sucedieron: “Chanees, formidables enemigos de los Chiriguanos, quemaron parte del pueblo, mataron a cinco Indios, cautivaron a 62 Almas entre mujeres y muchachos, saquearon todas las casas de los españoles que se habían avecindado en aquel Valle y los Padres Conversores estuvieron muy expuestos a perder la vida por defender y amparar a sus neófitos y catecúmenos”. Así fue que Misión y Fuerte se reforzaron en una unidad de fortaleza común. Los indios de Cuyambuyo (que se trasladaron después a Tariquea) se acercaron a los padres de Tarija. Con ellos se internaron a Cuyambuyo, donde se celebró la primera Misa el día 8 de julio de 1804. Por el clima húmedo, casi siempre con epidemias de viruelas, se trasladó la misión a Tariquea, una llanura más sana y más cercana a Salinas; allí se celebró la primera Misa el 12 de agosto de 1810. Incertidumbres y final tragedia marcaron la reducción de Centa (Argentina), constituida por mataguayos y bejoses. Las autoridades de Salta y Jujuy invitaron a los franciscanos, ya desde el año de 1778, con el deseo que se construyeran realidades reduccionales como las de Piray y Abapó. Así fue que en el mes de septiembre ya se celebró la primera Misa el 21 de septiembre de 1779. Otra capilla más sólida se terminó en el año de 1785; y en 1795, se construyeron también casas alrededor de la plaza. Pero en 1794 se fundó la ciudad de Nueva-Orán. La proximidad creó incertidumbre para los mataguayos y bejoses, que buscaron un lugar más seguro. Primeramente en Zaldúa (1779), que fue inundada en 1800; y después, en Río-Seco, en 1806. Nuevamente se reunieron en la antigua misión de Centa. Al 1810, P. Antonio Comajuncosa acusaba a las autoridades de Nueva-Orán de haber confiscado todas las tierras de los indios, por lo cual “...el estado de la Misión de Nuestra Señora de las Angustias de Centa después de 31 años de fundación y si no se toman otras providencias sólo servirá para ejercitar la paciencia de los Padres Misioneros y hacerles perder el tiempo en pleitos, recursos y quejas de que no sacarán fruto alguno los Indios que tienen a su cargo.”[Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 175]
La “tercera vía”
P Antonio Comajuncosa en el capítulo IV del Manifiesto... escribe: “Miraron (los misioneros, llegados a Tarija) por todas partes y fuera de Occidente, en que los cristianos antiguos guardaban las espaldas, vieron que todo el horizonte estaba cubierto de infidelidad y barbarismo” [Comajuncosa A . Manifiesto...,op. cit., pág. 83], Los términos del P. Comajuncosa se referían a la distribución del poder colonial que incluía también la dimensión eclesial, insertada en la parte consolidada de la colonia y despreocupada de su dimensión evangelizadora. “Infidelidad” y “barbarismo”, más que calificativos humanísticos eran identidad de periferia respecto a un centro. El régimen reduccional, romperá esa lógica. Las reducciones, ya desde su núcleo inicial (Pilipili, Acero, Abapó. Salinas. Piray y Cabezas), mostraban la capacidad de sustentarse por sí mismas Según la documentación encontrada en las diferentes reducciones y descrita por el P. Antonio Comajuncosa, se percibe que había sido rota la dimensión de periferia. Cada una de ellas tenía capacidad de representatividad ante las autoridades civiles y eclesiásticas. El no requisito religioso para asentarse en la reducción, rompía en sí mismo las diferenciaciones internas a la “nación” guaraní. “Los del monte” eran, en cierta manera integrados en la reducción por la parte no Cristina de la misma. Y la solución de su recomposición debía ser asumida como posibilidad para subsanar lo que se había roto (ruptura intra-étnica).
Otro punto de divergencia con las autoridades coloniales era que la reducción no constituía tan sólo un punto del territorio sino que cada una de ellas era parte de un todo regional. Por eso el P. Mingo hace entender que la misión de Salinas fue aceptada por ruegos de las autoridades de Tarija [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág. 167), y que sucesivamente los frailes quisieron abandonarla, a razón de no poder organizarla como reducción, y persistieron hasta conseguirlo. Otro caso a favor del régimen reduccional se dio en la población de Florida, en la región del Guapay. En los años de 1779, a raíz de los desórdenes provocados por el “dios-fingido”, a Florida llegaron los indios de Mazavi, Igmiri y Tucurú (personas no cristianas) que se esparcieron en las reducciones de Piray, Abapó, y Cabezas “donde tenían muchos parientes de consanguinidad y afinidad” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op.cit., pág. 159].
Por tal dispersión, el “piquete” militar de Abapó quiso llevarlos a las cercanías de Santa Cruz con la promesa de construir allí su pueblo. “Esa pretensión era violenta y sin embargo que los indios se resistían a ella por imaginarse que los querían meter en una esclavitud, él efectivamente se llevó hasta seis leguas de aquella ciudad a los 63 primeros indios que habían salido.” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 160). El P. Manuel Gil “hizo recurso a la superioridad para estorbar aquella violenta transportación y el Señor Regente Presidente de la Real Audiencia de La Plata, don. Jerónimo Manuel Ruedas, con fecha 11 de 4 enero de 1781 expidió providencias...para que no se impidiese la libre elección de dichos Indios Chiriguanos” (Ib., pág. 160). Por la actividad de Fray Francisco del Pilar, que se encontraba en La Plata se pudo conseguir un poco de ayuda y la misión empezó en Florida el 12 de noviembre de 1781. La conclusión fue la observación del P. Mingo: Tienen (los misioneros de Cabezas) a las nueve leguas desde Cabezas la conversión y pueblo de la Florida, y a la diez (todas llanas) la conversión del Pueblo de Piray. De modo que no hay dificultad de poderse comunicar y asistir mutuamente los de las cuatro conversiones o misiones de este lado, y son: Abapó, Cabezas, la Florida y Piray” [Mingo de la Concepción M., Las misiones franciscanas..., op.cit., pág. 255].
Las observaciones, que venimos presentando y desarrollando, quieren formular la hipótesis de una “tercera vía” respecto a la conformación de la nacionalidad (nacionalidades) boliviana. El implante de la cuestión normalmente se pone en la oposición entre bárbaros y civilizados, entendiendo a los últimos unidos en la institucionalidad hispana y criolla, y a los primeros la identificación de una exclusión cultural y de organización, en la cual los insertó la presión colonial. La postura franciscana supera estas oposiciones procurando contemplar sólo condiciones de pobreza y de periferización de los guaraníes. Siempre Fray Francisco del Pilar imponía la atención de sus hermanos hacia “aquellos pobres indios”. Él no se ponía problemas de orden cultural si bien siempre el comienzo misional era la implantación de una cruz y de la capilla. Éstas, sin embargo, parecían ser más una señal de necesidad de defensa y, sin importar el número, se procedía a la constitución de la reducción sin imposiciones religiosas.
La situación de pobreza explica el acercamiento de los caciques locales a Fray Pilar y la contribución a la creación de la reducción. Quedaban imperativos la donación de los terrenos, el trabajo comunitario, la economía colectiva, la asistencia de los cristianos a la capilla y la escolaridad. La distribución, que se implantará sobre todo en la república, de la doble plaza, remarca el referente tradicional guaraní persistente en la reducción. El esquema territorial respetaba la geografía y la productividad de los terrenos. La simplicidad del esquema de gobierno se fundamentaba en la autonomía e interdependencia regional. En sí, se podría pensar que se trataba de repeticiones de “pueblos-reducciones” con una misma forma de gobierno interno y, más allá de esto, la dimensión regional representada por los frailes.
Lo más interesante es observar el desencadenamiento de un proceso social de cambios socioculturales y psicológicos de los cuales los actores principales eran los guaraníes. Se puede pensar también en una autoctonía del mismo en la secuencia construida a través de las relaciones familiares y de consaguinidad. Seguramente el factor esencial fue la escolaridad de los niños y las relaciones económicas que, dentro de la configuración colectiva, admitían la iniciativa individual. Mingo habla de “chacras individuales o particulares” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas...,op. cit., pág. 251). Indudablemente la consolidación de la reducción se dio por haber logrado ella un equilibrio entre lo personal y lo colectivo en dimensión religiosa (ser cristiano o no), temporal y política. No secundario era la coordinación de novedades que se insertaron en el universo cultural: el arte de los templos, la introducción del canto y de los instrumentos musicales, el rol de las artesanías, la producción agrícola intensiva y las manifestaciones colectivas en las fiestas religiosas y tradicionales guaraníes.
Desde la “portentosa misión”, salida de la Coruña el 18 de junio de 1778.
Quien cualifica de “portentosa misión”, la de 15 frailes, salida de la Coruña el 18 de junio de 1778, ha sido el P. Comajuncosa [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 68], El P. Mingo [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág.410], por su parte, nos ha hecho conocer la anterior del año de 1771 con la llegada de veintiún religiosos. Si la de 1771 había iniciado el núcleo central de las acciones del Colegio de Propaganda Fide en vida conventual, reducciones y predicaciones entre fieles; la de 1778 marcó la consolidación definitiva de todas aquellas iniciativas.
Asunción de los conflictos.
Para subrayar el espíritu emprendedor de tal misión, el P. Comajuncosa escribió que ya en el barco de travesía, los franciscanos se dieron a la predicación y formación cristiana para los marineros. Y mientras el grupo se disponía para el viaje desde Buenos Aires hacia Tarija, tres fueron invitados a trabajo apostólico en Montevideo y otros cuatro, por insinuación del Virrey, a la expedición hacia la costa patagónica. En 1780, desde Tarija emprendieron viaje para Potosí y La Plata. La noticia de la insurrección de Tupac Amaru, les impulsó a hacerse presentes en los lugares de conflicto donde “...juntábanse los indios a millares y formaban formidables ejércitos; la ciudad de la Paz se vio cercada de los enemigos; la villa de Oruro regada con la sangre de la más brillante nobleza; el partido de Chichas, alzado, y haciendo muertes violentas; Potosí consternado y la ciudad de la Plata acometida por todas partes para ser presa de los insurgentes” [ Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág.70], se fueron a las ciudades predicando la paz y la sujeción al rey”. Documentó la actividad de predicación hasta el año de 1789, que incluía las villas y pueblos más conocidos de Charcas. En 1791, tres frailes, incluido el P. Antonio, fueron a Moquegua para implantar un hospicio franciscano, que en 1796 fue elevado a Colegio de Propaganda Fide.
Terminación de las obras conventuales.
Entre la misión se encontraba también Fray Francisco Miguel Mari. Los documentos del convento lo presentaban como “gran carpintero” a raíz de haber construido el retablo, facistol y seis altares a lo romano; sin embargo se hace mención de obras públicas de arquitectura. Se señala la procuraduría, enfermería, biblioteca, media naranja en San Francisco de Salta, iglesia y claustro de San Felipe Neri de La Plata. Más tarde, en 1803, los carpinteros del convento fueron a Salinas para fabricar el retablo (encabezados seguramente por Fray Francisco Miguel Mari).
El complejo conventual iba completándose más. En 1773, se instalaron las oficinas de carpintería, herrería y otras en relación con el cultivo de la huerta. A partir de 1780 también la enfermería aumentó su labor no tan sólo para los religiosos, sino también para la ciudad. Según los inventarios de aquellos años los corredores conventuales, lugares de comunidad y templo eran recubiertos de cuadros de devoción popular, pero siempre de grandes escuelas: manierismo italiano, flamenco, del Collao, popular, de potosina y cuzqueña. Además, una secuencia de crucifijos que hace pensar en la presencia de un taller de carpintería bastante surtido y de amplia actividad. El P. Gerardo Maldini lanzó la hipótesis de una escuela, conducida por Fray Francisco Miguel Mari. La biblioteca de 200 libros llegó a 2.300 [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op.cit., pág. 79].
La predicación entre fieles.
Otro escrito del P. Antonio Comajuncosa es: El manual de misioneros: para el uso uniforme del Colegio de propaganda Fide de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija, terminado en el año de 1803. Se trata de la predicación entre fieles. Presenta la doctrina católica, redactada en verso. Indica además las varias liturgias que se desenvuelven en los diferentes días con indicaciones temáticas. Entre las páginas más interesantes está la trascripción de música y canto. Más que a un solo autor, hay que apelar al conjunto de los franciscanos dedicados a ese apostolado. En el Archivo conventual existen 21 libritos de abundantes páginas, que son presentación de sermones.
Estructuración reduccional.
Pero la actividad más visible se dio en las reducciones. Hasta ahora lo que definimos reducción, de hecho, llenaba un conjunto de elementos puestos en marcha por necesidad y utilidad del conjunto poblacional, que se iba formando. La definición de reducción incluye no una sumatoria de casas, sino un modelo de vida personal y colectiva. La descripción que nos da el P. Comajuncosa de la reducción de Abapó nos parece integrar varios aspectos [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., págs.137-141],
[Arquitectura]. “En efecto, el P. Sendero hizo una casa de bastante capacidad y el P. Santiago fabricó una iglesia famosa con dos torres de campanas y después puso en la otra el reloj de fierro, que él mismo trabajó con sus Indios [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág. 214]: “Tiene la dicha iglesia, de largo, 44 varas; y de ancho 14 y media o quince. Es de tres naves y tiene ocho columnas. Tiene coro alto y, en la parte de afuera, encima de la puerta principal, tiene un balcón con su sobradillo capaz, para evitar los aguaceros y el sol. Tiene, dicha iglesia, tres buenas y grandes puertas, dos sacristías y dos grandes y bellas torres, en las cuales se pusieron seis buenas campanas, aunque al presente ya falta una, por haberse quebrado. Su interior está muy adornado, no solamente con tres lúcidos altares, sobresaliendo el altar mayor en el que hay un lienzo bellísimo de la Santísima Trinidad, sino con los muchos y buenos ornamentos con que se dice misa y luce grandemente dicha iglesia y habiéndose pegado fuego en el pueblo, inmediatamente lo plantó de nuevo con un orden y disposición admirable; y como Dios lo dotó de todas las habilidades para enseñar y aprovechar a aquellos Indios, no hubo oficio que no aprendiesen; así dejó en aquel pueblo una porción de tejedores, sastres, zapateros, carpinteros, herreros, albañiles, lomilleros y otros oficios mecánicos que sirven de gran utilidad para todos.”
[Economía.] “Él (P. Pedro León de Santiago) y sucesores, después de haber socorrido a sus neófitos en los muchos años que hubo hambre, de viruela y de otras epidemias, procuraron conservar y adelantar las estancias de ganado, como que en el día tiene aquella Misión, de ganado vacuno 2.870; de caballar, 192; de mular, 21 y 3 burros hechotes, de ovejuno y cabrino 160. Asimismo, tiene buenas chacras de caña dulce, de maíz y de varias legumbres, un buen algodonal y una huerta con un parral excelente. Con esto proveen los Padres Confesores las necesidades de su pueblo. Aunque los Indios tienen sus chacras de maíz, yucas, zapallos, camotes y algunos algodonales, muchas veces por los varios acontecimientos de seca, de langosta, de avenidas de ríos y también de desidia, se pierden y padecen grandes miserias; y en tales ocurrencias, cuidan los misioneros de darles el socorro necesario. A más que, en todo tiempo, dan raciones de carne y las medicinas que tienen a mano a todos los enfermos, visten a todos los muchachos y muchachas que asisten a la escuela, proveen a la Iglesia de ornamentos, cera y demás cosas que sirven al Culto Divino y no hay necesidad que no se remedie.”
[Escolaridad.] “En lo espiritual no es menos su trabajo. Ellos tienen dos escuelas muy capaces para la instrucción de los muchachos que, desde la edad de cinco años hasta que toman estado asisten a ellas, menos aquellos que sirven y ayudan a sus padres en algún trabajo. Allí los muchachos aprenden a rezar perfectamente la doctrina y oraciones cristianas en los dos idiomas castellano y chiriguano, a leer y escribir, a tocar la música y cantar, así en las Misas y entierros, Rosario y otras divinas alabanzas y también a tejer y algún otro oficio. Las muchachas igualmente aprenden el rezo, a hilar, tejer cintas, coser y otras labores de su sexo; con la precaución que, cuando los muchachos salen de su escuela. Las muchachas entran a la suya y así lo observan todos los días, mañana y tarde, bajo la dirección de sus Maestro y Maestra y la vigilancia continua de los Padres Conversores que, tal cual vez, asisten en ellas para probarlos y excitarlos a su aprovechamiento. Esta es la porción más ilustre de la Misión, la que quita todos los pesares a los Padres Misioneros y los llena de gozo y consuelo, la que los acompaña en todas las cosas sagradas y divinas y solemniza los actos de religión con edificación de todos los forasteros que los ven y admiran, porque estas inocentes criaturas (que llegarán a doscientas en cada Escuela), salen de ella respectivamente en dos filas y cantando las divinas alabanzas, se encaminan al anochecer a la iglesia para rezar la Doctrina Cristiana y el santísimo Rosario de Nuestra Señora y después, habiendo cantado algunas alabanzas, se vuelven con el mismo orden a su escuela, se pasa revista de ellos y se les dan aquellas amonestaciones que conviene. Y ésta función de todos los días del mismo modo asisten todas las mañanas al Santo Sacrificio poniéndose siempre los muchachos separados de las muchachas; todos los sábados hacen procesión por la plaza (que es muy espaciosa) cantando el Rosario de la Santísima Virgen y cuando hay algún entierro, ellos asisten cantando los salmos correspondientes, así se portan en todas la funciones de Iglesia y con esto no sólo aprenden a ser devotos y buenos cristianos sino que también se acostumbran a la sujeción y a ocupar el tiempo con utilidad y edificación.”
[Prácticas religiosas.] “Los adultos ya casados, o viudos, no se sujetan con tanta facilidad a estas funciones espirituales, no por sus legítimas ocupaciones, sino por su holgazanería, este vicio que les es natural proviene en gran parte de los excesos de sus bebidas y de la indiferencia con que miran todavía las cosas de la Religión. Sin embargo los Padres misioneros se valen de varios medios para instruirlos y salvarlos. Todos los días de fiesta cuidan que asistan todos al Santo Sacrificio y en todos los domingos se les predica con tanta claridad sobre algún misterio o artículo de Fe, u otro punto doctrinal, que después que se acabó la Misa, uno de los Alcaldes, deteniendo a toda la gente en la parte exterior de la puerta de la Iglesia, les repite con mucha viveza lo que el Padre les predicó y les exhorta con eficacia a que se aprovechen de sus santas amonestaciones. Estas pláticas son más frecuentes en la Cuaresma después del Rosario, a que se les manda asistir para que instruyan mejor en las circunstancias necesarias para hacer una buena confesión. Para que esto se logre, desde la Septuagésima los encaminan todos a la Doctrina Cristiana y luego por sus turnos les confiesan y comulgan y si algunos son negligentes se toman todas las medidas para que cumplan con estos preceptos. En sus enfermedades los visitan todos los días, les administran los Santos Sacramentos y en el último lance de su vida los exhortan y auxilian hasta entregar su espíritu en manos de su Creador y después los entierran con la posible solemnidad sin hacer en esto diferencia alguna y con arreglo al Ritual Romano.”
[Infraestructura social y política: autoridades según la tradición guaraní y de la reducción.] “En unos pueblos, y entre unas gentes donde jamás entró la policía, es preciso que los Padres Conversores lo suplan todo e instruyan prácticamente y como por ensayo a sus Indios el método de gobernar sus Pueblos así en lo civil como en lo criminal, para guardar la paz y tranquilidad entre sus vecinos. Con este objeto (a más de los capitanes, que entre los Indios del Perú suelen llamarse caciques) todos los años acostumbran los padres Misioneros hacer nombramientos de Gobernador, Teniente, Alcaldes, Fiscales y otros oficios concejiles para que velen y cuiden de conservar la quietud del pueblo, de evitar los desórdenes, de castigar a los delincuentes, de repuntar a la gente a la Misa y Doctrina y para el trabajo de comunidad, de celar sobre los forasteros cuando son sospechosos e impedir los comercios de cosas prohibidas por el Superior Gobierno y cosas semejantes. Para esto nada saben aquellos neófitos y por esto no hacen más que averiguar y avisar lo que pasa al Padre Misionero principal y este los instruye y ordena lo que deben hacer y ellos lo ejecutan bien conforme su talento que, para estas cosas es demasiado escaso. Así van aprendiendo no sólo a gobernar el Pueblo, sino también a hacerse responsables y a cobrar alguna afección al honor y vida civil. Con este intento el Padre Conversor en su nombramiento les entrega bastón y les tiene escaño separado donde toman su asiento en la funciones de la Iglesia, los junta frecuentemente para tomarles consejo de lo que se deberá hacer o para ordenarles lo que deberán practicar.
También nombra sepultureros, sacristanes, enfermeros y otros oficios para tenerlo todo con orden sin que se faltase a la casa más pequeña. Y como después que concluyen sus oficios, si se portan bien, les regala el Padre algunas cosas de su estimación, ponen particular empeño en cumplir bien sus oficios. Son innumerables las utilidades que se consiguen con este modo de instruirles en el Gobierno. Con esto el Pueblo está con quietud; se evitan los escándalos, se estorban los desórdenes en las bebida, se conservan las familias en paz, la Iglesia está muy aseada y bien servida, las funciones sagradas van con gravedad y edificación, los caminos están siempre despejados anchos y limpios y todos viven ocupados en sus oficios, labranzas y otros quehaceres con grande aprovechamiento así espiritual como temporal de estos Indios. Con esta prosperidad anda en el día esta Misión; pero todavía no podemos contar con su perfecta seguridad porque es mucha su inconstancia y todavía les son agradables los aires de la vecina barbaridad.”
[Presencia de organización originaria guaraní.] “En el día se compone este Pueblo de sus capitanes y cada uno tiene sus soldados, aunque es muy poca la sujeción que les tienen.
Aunque los más son cristianos no dejan de agregarse siempre algunos Gentiles, que vienen del Barbarismo y éstos son catequizados y a su tiempo reciben el Santo Bautismo.”
Para otra regionalización reduccional: Fray Francisco del Pilar siempre entre 1as dos realidades
La regionalización del Guapay estaba completada con la fundación de Florida. Por pasar a la del Parapetí, se necesitaba un corredor de pueblos, que se mostraba bastante peligroso. En una de sus parcialidades (Mazavi) había nacido el movimiento del “dios fingido”. Un camino se abrió desde la recomposición de los poblados, que había disperso. Los fugitivos se habían cobijado en las reducciones de Cabezas, Piray, Abapó y Florida. Con el retorno de éstos a su antigua parcialidad, Fray Pilar pensó reunir a los ya cristianos en Igmiri. Para ese proyecto, existía también la nación del capitán Tembero.
En 1786 el franciscano estaba ya en La Plata para pedir ayuda a la Audiencia. A su vuelta, la sorpresa fue que dicho personaje había cambiado de opinión. Los PP. Mingo y Comajuncosa adelantaron la sospecha de una influencia de Guaricaya, el que fue el gran opositor en Iti. Entre esas contradicciones, que testimoniaban la división interna de los guaraníes, sobrevino la invitación del capitán Gurapadilla de Tacurú. La voluntad contraria de allí se mostró por el capitán subalterno Chaqué (llegaron los soldados indios de éste, a coger las flechas contra del capitán rapadilla” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., : cit.. pág. 271 ]. Lo esencial de la reducción, en Tacurú, empezó con la bendición de la capilla el 21 de septiembre de 1786. La osadía de Fray Pilar se mostró en la determinación de fundar misión en Igmiri, apoyándose en la presencia de residentes neófitos. La reacción de Tembero se dio antes del término de la capilla “pegando él . con los suyos fuego a sus casas y parcelas de maíz” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas..., op. cit., pág. 281]. Fray Pilar no desmayó y con lo poco que había quedado reconstruyó lo destruido y con la recomposición de la parcialidad terminó la capilla, iniciando la reducción de Igmiri, el 18 de septiembre de 1787.
La fundación de las reducciones de Zaipurú y Masavi, fundadas respectivamente el 21 de abril y 24 de junio de 1788, tuvieron tintes de reacción anticolonial, debido a la presión avasallasadora del Gobernador Intendente de Cochabamba, don Francisco Viedma. Por los disturbios, creados por el “dios fingido” de 1778, llegaron, en un primer momento, los militares cruceños en 1779 y en 1787 el mismo gobernador. La contraposición estaba guiada por el capitán Maruama. Este recibió a la autoridad colonial en disposición de guerra “con flechas en las manos”. El P. Comajuncosa escribió [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág.186] que tal comportamiento era “propio de esta Nación guerrera, y en esto les parece que le hacen un grande obsequio”. Sin embargo, existían antecedentes para tanto recelo. En 1779, el sucesor señor Lezo, incursionó para castigar a los rebeldes. En tal situación, Maruama “habiendo venido al pueblo de Abapó trayendo unos esclavos cristianos a petición de los españoles, éstos lo pusieron en la cárcel y en el cepo a él y a otros indios suyos; a todos los cuales querían llevar amarrados a la ciudad de Santa Cruz, a la que no llegó más que uno, porque los demás se escaparon como pudieron” [Mingo de la Concepción M., Historia de la misiones franciscanas..., op. cit., pág. 298]. A raíz de esas acciones, el Gobernador receló alguna dificultad, por lo cual el contingente español se trasladó de Saypurú a Tacurú. En el trayecto hacia Igmiri, encontró a un tal Canderugua, gentil, al que Viedma dio el bastón de capitán para Zaipurú. Con la finalidad de apoyar el proyecto, se fundó un fortín. Inmediatamente la reacción de Maruama: puso fuego a las casas y se retiró en las tierras inaccesibles del Parapetí Grande. Con refuerzo de militares y de guaraníes de otras reducciones se pasó a la construcción de la capilla de Zaipurú, el 21 abril de 1788. Maruama volvió a los tres años integrado a la reducción, sin aceptación del cristianismo, si bien permitió el bautismo de sus hijos. Murió en defensa de las reducciones en la insurrección de 1799. Las circunstancias de las vindicación de parte de su hijo fueron así redactadas por A.G.N, Intendencia de Cochabamba 1797-1\803 IX 5-8-6, oficio de Viedma a Avilés del 4-VI-1800 en Mariluz Urquijo J.M., El Virreinato del Río de la Plata en época del Marqués de Avilés. 1799-1801 [Buenos Aires, 1987, pág. 469]: “Cuando ya había comenzado el retorno de los indios a las misiones incendiadas, el caudillo Sacuarao intentó sorprender el puesto [militar] de Parapiti, consiguió que los indios de Obaig volvieran a sus trincheras y probablemente hubiera soliviantado a todos los demás, si no hubiera sido aprehendido por los españoles. Viedma lo sometió a un sumarísimo juicio en el que toda la prueba se redujo a dos oficios de un capitán español y al hecho de que Sacuarao hubiera callado al ser acusado. El 22 de mayo de 1800 el gobernador, invocando dos artículos de la Ordenanza de Ejército, sentenció a Sacuarao a ser ahorcado después de bautizado. La ejecución, realizada en Saypurú, revistió características comunes: el reo fue entregado al jefezuelo chiriguano Santiago Cuñamboy, que lo había reclamado como a uno de los cómplices de la muerte de su Padre el capitán Maruama, y después de muerto, descolgado, traspasado a flechazos por todos los indios del pueblo, niños y viejos; y por último, quemado, hasta quedar el cuerpo reducido cenizas”.
La ocupación geográfica reduccional, si bien discontinua, ya permitía contactos desde diferentes puntos con la totalidad del territorio guaraní. A esto se debe agregar la dispersión poblacional y la situación de incertidumbre, que generaban abandono de su propia parcialidad y la incierta sobrevivencia económica. La furia de la insurrección de 1778 había dejado resabios más allá de lo que podemos definir como acción violenta en sí. En tal clima, nuevamente Fray Pilar fue indicado como “grande brujo embaucador” por el capitán Caburey de Masavi. A pesar de esto, el franciscano se puso en el juego de una común persona guaraní y con los mismos capitanes; se fue caminando para pedir la reducción a los Padres conversores de Tacurú y Igmiri, ya en año de 1782. En 24 de junio de 1788 se inauguró la capilla de Mazavi. Una resistencia, que vislumbraba la virulencia de los años futuros y la distorsión que se multiplicaría en las zonas rurales, nació en Iti, donde los límites entre situación colonial y guaraní estaban confundidos. Allí vivían cristianos renegados, gentiles guaraníes, que provenían de otras reducciones, siervos vaqueros que cuidaban para los estancieros residentes en La Laguna. Era zona de pobreza, que se hacía más pesada para los guaraníes. Ellos, fuera de la reducción, estaban sin ganado. El obispo de La Plata, Antonio de San Alberto y la Audiencia, cada cual por diferente motivaciones, pidieron a Fray Pilar consolidar la presencia cristiana en Iti. Contra los proyectos violentos, el franciscano propuso “métodos suaves”. Así se presentó solo y con los ayudantes para la construcción de la capilla. Guaricaya desencadenó la reacción como en los tiempos de 1768 en Pilipili y Azero. Fray Pilar presentó el poder otorgado por la Audiencia y la decisión del obispo. Al avanzar la construcción de la capilla, Guaricaya reaccionó destruyendo lo hecho e imponiendo que la reducción debía trasladarse a otro lugar. Sin embargo, él y los de su parcialidad se mudaron a la otra orilla del río. Pero el Conversor, P. Tomás Anaya, llegaba a Iti con milicianos y con el aviso a Guaricaya de presentarse en Sauces. Él se presentó acompañado por nueve personas bien armadas. Guaricaya resultó preso en la cárcel de La Laguna donde estuvo por nueve meses. Volvió a su antigua parcialidad, permitiendo los trabajos para la reducción de Iti, que se iniciaron el 30 de abril de 1789. La recomposición comunitaria se dio como conclusión de otro hecho violento. Un hermano de Guaricaya asedió la capilla con gente armada de flechas, .amenazando victimar a los religiosos. Fray Pilar logró calmarlos; y los mismos indios decidieron ubicar sus casas en los alrededores de la capilla, que era su antigua residencia. La fundación de Tayarenda, población cercana a Iti, se dio en los meses de la ausencia de Guaricaya. La Capilla se inauguró el 8 de mayo de 1790.
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Pasión y resistencia en las regionalizaciones este y sur
Las reducciones de Igüirapucuti, Taquaremboti, Pirití, Obaig, Tapuitá y Tapera conformaban (excepto Tapera, que era parte de la regionalización de Iti y Acero) una secuencia directa de pueblos que liga el Río Grande con el Parapetí. Ya estábamos en los años de 1790, que fueron años de carestía. Las necesidades empujaron a los guaraníes hacia los territorios de más adentro. Las situaciones reduccionales mostraban que disponían de más capacidad para enfrentar las calamidades agrícolas; lo que persuadió a los caciques a pedir a Fray Francisco del Pilar, que ya actuaba de manera autónoma respecto a los sacerdotes: él iniciaba los contactos, construía la capilla, y después de su inauguración iniciaba su campaña de ayuda, que además de la Audiencia contaba con bienhechores particulares. Para Igüirapucuti la iniciativa para la reducción nació de su capitán Guirabaca, y se estrenó el 19 de octubre de 1790. En las mismas circunstancias, se realizó la de Tacuaremboti, inaugurada el 29 de noviembre de 1791. Poco tiempo después, Fray Francisco del Pilar fue invitado por el capitán Zacuarao a Pirití. La capilla y casa de Pirití fueron terminadas con la ayuda de los indios, pero su inauguración se postergó al 3 de mayo de 1792 por la espera del sacerdote. Para Obaig se presentó una situación más dramática que las precedentes realizaciones. Por el hambre, solo 12 personas se habían quedado en el pueblo “andando los demás por los montes en busca de raíces para atajar la muerte” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 226], En el tiempo que estuvo allí Fray Francisco del Pilar se juntaron 400 individuos; “pero en su ausencia murieron cosa de 300, unos de viruela, otros de hambre y apenas quedaron 100” [Ib., pág. 226]. Tales situaciones de muerte provocaron la presencia anticipada de los sacerdotes. Sólo el día 31 de marzo de 1793 se bendijo la capilla de Obaig. Los capitanes de Parapití, Báyra y Ñanderai, ya habían invitado al hermano a la parcialidad, donde vivían. A pesar de las mismas situaciones de hambre, en Parapití mismo se le opusieron los capitanes Ñaguajai y Chome. El primero, hizo revivir todas las actuaciones de Guaricaya; y más, intentó matar al hermano, [Ib., pág. 231], una primera vez esperándolo en un recodo del camino con otros indios para que “le robasen todo lo que trajese y acabasen con él”. Pero los otros no le obedecieron. En una segunda vez, Ñaguajai quiso hacerlo personalmente, en la forma más espectacular; pero “alborotóse la yegua, lo arrojó al suelo, lo arrastró y lo maltrató, de tal forma que estuvo enfermo más de dos meses” [Ib., op.cit., pág. 231], La cosa terminó de la siguiente manera: Fray Francisco del Pilar visitaba al enfermo y con la promesa de no más oposición, “Diole el religioso una porción de tabaco y bayeta para hacerse un poncho y con esto quedaron amigos” [Ib., pág. 232], En 1793 ya estaba concluida la capilla, pero la primera misa, en Parapití, se celebró el 6 de enero de 1795. La reducción de Tapuitá empezó en circunstancias de paz y se bendijo la capilla el 6 de diciembre de 1795. Se pasó después a Tapera, que era parte de la triangulación de Iti, Acero y Tayarenda. Ya definimos esa región como territorio de límites. Se dio el caso que en esa parcialidad viviese un español, “pobre cristiano llamado Viri, quien, en su mocedad fue cautivado de los infieles y vivió muchos años entre ellos casado con una bárbara infiel a la que nunca quiso dejar. Pero al fin, aunque ya anciana, pudo aprender lo más preciso para cristianizarse y con esto recibió el Santo Bautismo y se compuso aquel matrimonio. Instado el Apostólico Pilar de este cristiano bárbaro, se resolvió fundar la misión en aquel lugar, con el fin de reunir a todos los Indios...” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 237).
Enemigos de la fundación fueron esta vez los cristianos del lugar, pero “más pudo el celo que la malicia” y la capilla de Tapera fue bendecida el 28 de mayo de 1798.
Otra realidad iba emergiendo en el mes de 28 febrero de 1796. Desde Piriti, Obaíg, Igüarapucuti y Taquaremboti comenzó un movimiento insurreccional, que se extendió en marzo y abril del mismo año a Parapití y Tapuitá. A la desolación siguieron los años de reconstrucción, instada por Fray Francisco del Pilar. Estos sucesos formaron parte de la contienda entre el Gobernador Viedma y los franciscanos de Tarija, de la cual hablaremos en la IV PARTE del presente escrito. Nos interesa ahora indicar las circunstancias de la muerte de Fray Francisco del Pilar. “Aún después de pacificado, los indios, no intentábamos restaurar esta Misión (Tapuitá), ya por su mal sitio, ya por la inconstancia de sus naturales; y más bien, deseábamos que así como se fuesen juntando, se agreguen a otras Misiones. Pero como el señor Gobernador Intendente de Cochabamba, don Francisco de Viedma, se empeñase a que también se había de restaurar como las otras cinco reducciones, tomó Fray Francisco del Pilar este nuevo trabajo, luego que concluyó la precedente obra del Parapití. Sus afanes excedían a sus fuerzas; él se hallaba ya muy viejo, achacoso y debilitado, a lo cual se añadían las aflicciones de ver perdido en un momento, lo que costó tantos años de trabajo y tantos afanes en restaurarlos, la suma miseria en el cual se hallaba y la imposibilidad de poder salir a buscar algún socorro, las muy reñidas contiendas que hubo entre los padres Conversores y soldados del destacamento de Saypurú y las fatales consecuencias que tuvieron, todo lo cual abrevió sus días, y apenas concluyó su casa y capilla, entregó su alma a Dios con mucha paz (asistido del Padre Misionero Fray Julián Canseco, quien le administró los Santos Sacramentos), y fue a recibir el premio de tantos trabajos el día 19 de marzo de 1803.” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 236],
Otra regionalización franciscana estaba formada por las reducciones del Sur, indicadas también como “Misiones de Tarija”. Después de los intentos en los años de 1758, ahora la presencia franciscana se dio, en parte, en sustitución de los padres jesuitas en Salinas. La composición de la misión incluía mataguayos y guaraníes. Sin embargo los problemas llegaron de otro lado. La misión disponía de haciendas y ganado, que fueron confiados a administradores locales, hasta 1769, fecha en la que se encargaron los mismos franciscanos. La codicia de los vecinos criollos indujo a los padres conversores a renunciar, en 1772, a la administración de los bienes misionales. La Audiencia no aceptó tal decisión; pero en el año de 1783, los padres repitieron el pedido. La respuesta fue nuevamente negativa de parte de las autoridades coloniales, lo que reforzó la decisión de hacerse cargo directamente de la economía de Salinas, referente a los guaraníes y mataguayos. Escribió el P. Comajuncosa: “En lo temporal no es poco lo que se ha adelantado. Desde su fundación hasta los años de 1794 y 1795 habían vivido en unos ranchos tristes, mal formados y sin orden alguno, pero en el día tienen un pueblo bien formado con plaza y calles tiradas a cordel y con casas bien embarradas. Todo el ámbito que comprende la iglesia, casa de la habitación de los padres conversores, huerta y corrales, está cerrado de adobe y forma un fuerte respetable, con seis cubos en buena proporción, muy capaz y bien definido. La casa nueva, espaciosa y con bastantes oficinas; la capilla, aunque no es muy grande, pero está muy aseada, limpia y de pocos años a esta parte, se le hizo coro alto, se enladrilló toda, se le hizo un hermoso retablo, por los religiosos carpinteros de este colegio, el que se pintó y doró perfectamente. Y también se le hizo pulpito. La sacristía está proveída de todos los ornamentos, con mucha decencia y tiene una custodia capaz de plata para exponer al Santísimo, dos o tres cálices de plata y todas las demás cosas necesarias para el Sacrificio y demás funciones sagradas. Las estancias están pobladas de ganado vacuno, caballar, mular, burral y lanar y la sirven dos capataces y trece peones por su salario. El número de ganado que actualmente tiene, es el siguiente: de ganado vacuno tiene 2030; de caballar, 328; de mular, 42; de burral, 42; de ovejuno, 190.” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., págs. 121 y 122].
La reducción de Itau, fue la conclusión de una distribución poblacional respecto a Salinas. Los conflictos inter-étnicos entre tobas, chanees, guaraníes y mataguayos eran frecuentes. Los mismos indios, presumiblemente guaraníes, instaban a los padres la misión. Con la ayuda de militares tarijeños se construyó lo esencial, que incluía también un fuerte. La primera Misa se celebró el 21 de septiembre de 1791.
Los tobas causaron muertes en Caiza y amenazaban, juntamente con los chanés, dar muerte al capitán Amerai y a los religiosos. Los padres se retiraron a Salinas. Allí recibieron la invitación del capitán Tubichamini de trasladar la Misión, que se realizó en el 29 de junio de 1792. Se hicieron las construcciones necesarias y en el año de 1793, los chanees de Sanandita mataron y desolaron la misión. Nuevamente se reconstruyó el pueblo y se bendijo la capilla el 29 de septiembre de 1793. Vicisitudes más tristes se sucedieron: “Chanees, formidables enemigos de los Chiriguanos, quemaron parte del pueblo, mataron a cinco Indios, cautivaron a 62 Almas entre mujeres y muchachos, saquearon todas las casas de los españoles que se habían avecindado en aquel Valle y los Padres Conversores estuvieron muy expuestos a perder la vida por defender y amparar a sus neófitos y catecúmenos”. Así fue que Misión y Fuerte se reforzaron en una unidad de fortaleza común. Los indios de Cuyambuyo (que se trasladaron después a Tariquea) se acercaron a los padres de Tarija. Con ellos se internaron a Cuyambuyo, donde se celebró la primera Misa el día 8 de julio de 1804. Por el clima húmedo, casi siempre con epidemias de viruelas, se trasladó la misión a Tariquea, una llanura más sana y más cercana a Salinas; allí se celebró la primera Misa el 12 de agosto de 1810. Incertidumbres y final tragedia marcaron la reducción de Centa (Argentina), constituida por mataguayos y bejoses. Las autoridades de Salta y Jujuy invitaron a los franciscanos, ya desde el año de 1778, con el deseo que se construyeran realidades reduccionales como las de Piray y Abapó. Así fue que en el mes de septiembre ya se celebró la primera Misa el 21 de septiembre de 1779. Otra capilla más sólida se terminó en el año de 1785; y en 1795, se construyeron también casas alrededor de la plaza. Pero en 1794 se fundó la ciudad de Nueva-Orán. La proximidad creó incertidumbre para los mataguayos y bejoses, que buscaron un lugar más seguro. Primeramente en Zaldúa (1779), que fue inundada en 1800; y después, en Río-Seco, en 1806. Nuevamente se reunieron en la antigua misión de Centa. Al 1810, P. Antonio Comajuncosa acusaba a las autoridades de Nueva-Orán de haber confiscado todas las tierras de los indios, por lo cual “...el estado de la Misión de Nuestra Señora de las Angustias de Centa después de 31 años de fundación y si no se toman otras providencias sólo servirá para ejercitar la paciencia de los Padres Misioneros y hacerles perder el tiempo en pleitos, recursos y quejas de que no sacarán fruto alguno los Indios que tienen a su cargo.”[Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 175]