Los Santos Patronos de Tarija
SAN BERNARDO DE ABAD Dando cumplimiento a su mandato y siguiendo las reglamentaciones vigentes, el 16 de marzo de 1574, en la Iglesia Mayor de la Plata (hoy Sucre) se mandó oficiar una “Misa de Bendición” para la valiente expedición que partía rumbo a la oficial fundación de Tarija....



SAN BERNARDO DE ABAD
Dando cumplimiento a su mandato y siguiendo las reglamentaciones vigentes, el 16 de marzo de 1574, en la Iglesia Mayor de la Plata (hoy Sucre) se mandó oficiar una “Misa de Bendición” para la valiente expedición que partía rumbo a la oficial fundación de Tarija. Terminada la ceremonia, don Luis de Fuentes y Vargas, mostrando la imagen de San Bernardo Abad lo invocó como “Protector y Patrono de dicha villa”, haciendo un trascendental juramento de cumplir aquel convenio hecho con el Virrey.
Esta solemne misa fue celebrada por el ya designado capellán de la expedición, el R.P. Francisco Sedeño, que hasta ese entonces se desempeñaba como Vicario del convento de Santo Domingo de la ciudad de La Plata. En este acto religioso comulgaron con todo fervor don Luis de Fuentes, las más altas autoridades y los soldados que iban al establecimiento de la nueva ciudad, donde el ilustre Capitán y Justicia Mayor, ataviado con un lujoso uniforme militar, obediente y respetuoso de sus compromisos con la nueva fundación, grabó en los anales de la historia aquel nombre completo con que se conocía a la “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija”.
De aquí se desprende que, gracias a la enorme devoción del Virrey Toledo, San Bernardo Abad se convierte en el primer “Patrono de Tarija” con las prerrogativas que el fundador de la Villa le diera al Santo.
Proveniente de una familia, noble y privilegiada, de gran fortuna y poder, sin embargo, su mayor riqueza era su gran apego a la fe católica. San Bernardo Abad, llamado también San Bernardo de Claraval, nació el año de 1090 en Fontaines-les-Dijon, ciudad francesa de Borgoña, muy cerca de la Suiza francesa. Fue el tercero de siete hermanos.
Su padre, caballero, piadoso; y su madre, la beata Alicia, hija del Conde de Montbar, sería venerada como bienaventurada por la Iglesia en Francia. Cuando nació Bernardo, además de ofrecerlo a Dios, como hizo con todos sus hijos, ella lo consagró al servicio de la Iglesia.
Al descender de una familia tan espiritual, siguió desde joven su vocación religiosa. Junto con sus hermanos, ingresó en 1112 en la abadía de Citeaux y muy pronto, en 1115, a los 25 años, pasó a dirigir el nuevo monasterio de Clairvaux (Claraval).
Proclamado Doctor de la Iglesia Universal por el Papa Pío VII, San Bernardo ha sido un soldado, un guerrero, un político, director espiritual de conciencias y a la vez, un rígido asceta, es decir, un individuo entregado a la doctrina filosófica y religiosa que busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales o de la abstinencia.
Reconocido por sus excepcionales virtudes, como su extremada humildad, denegó aceptar los arzobispados de Reims, de Génova y de Milán, declarando haber religiosos con mayores méritos para ocupar estos altos cargos.
Por otra parte, San Bernardo ha sido un gran estudioso en lo relativo a la Virgen María, es decir, un profundo estudioso de la “Mariología”. Se puede afirmar que, pese a que en la actualidad se ha avanzado tanto y se le ha dado tanta importancia al estudio de la Mariología, no se puede dar un solo paso sin contar o citar los minuciosos estudios de San Bernardo.
Su alto espíritu de bondad e integridad lo llevó a ser árbitro de obispos, reyes y papas. Este taumaturgo, además de escribir varias obras religiosas, fue considerado como el “Azote de las herejías” y “El Oráculo de la Cristiandad”. Por todo esto ha sido una figura religiosa sustancial de la Iglesia Católica y la más notable de su siglo. Murió el 20 de agosto de 1153.
En Tarija, haciendo honor a este influyente y bondadoso Santo, un prestigioso colegio lleva su nombre “San Bernardo de Tarija” que celebra cada año su fiesta el 20 de agosto, como justo homenaje al “Primer Patrono de Tarija”.
SAN JUAN EVANGELISTA
Siguiendo los acontecimientos históricos del alba de nuestra fundación, debemos referirnos a otro hecho que, por la certeza con que nuestros cronistas nos relatan, no podemos dejar pasar por alto.
Es el caso de otro de los connotados y distinguidos historiadores tarijeños, don Edgar Ávila Echazú, quien nos relata un apreciado suceso ocurrido en los primeros días del valle Andaluz, de la siguiente manera: “En la Loma -desde entonces precisamente llamada de “San Juan”-, se produjo una mística visión o aparición de quien, de inmediato, sería adoptado como otro de los Santos Protectores de la Villa: San Juan.
En el todavía no acabado fuerte que se edificaba en ese lugar, un promontorio que domina la entrada norte de la ciudad, cayeron de sorpresa los guerreros chiriguanos y casi logran exterminar a todos los soldados constructores. Un instante antes de la irrupción chiriguana, el Santo se le apareció a un soldado, advirtiéndole afligido sobre el inminente peligro. A duras penas escapó de los indios y bajando de la loma pudo dar la voz de alarma a los de la Villa. (Luis de) Fuentes en esa instancia no se encontraba en ella, sino en Tarija la Vieja (San Lorenzo), y fue debidamente informado del suceso. Dado su fervor religioso, mandó construir una capilla en esa loma dedicado a San Juan.
Más tarde, Fray Manuel Mingo hizo el relato de ese evento milagroso, recogiéndolo de la todavía fresca tradición oral en lengua castellana. Y hay que decir que San Juan Evangelista fue uno de los Santos más pródigos con el poblado puesto bajo su advocación, ya que lo salvó de innumerables plagas, sequías y otras desgracias más, según la fe popular”.
Acudiendo a las irrebatibles aseveraciones del primer historiador del suelo tarijeño el R.P. Fray Manuel Mingo de la Concepción, nos explica lo siguiente respecto a estos hechos: “La Capilla de San Juan está dedicada a San Juan Evangelista, que es Santo y debe ser celebrado por ¡patrón segundo!, y a su fiesta debe acudir el Cabildo Secular. La razón de todo es, por la vaga voz de que en su sitio se apareció San Juan Evangelista en el principio de la Conquista y porque San Juan libró varias veces a los primeros pobladores de sequías y granizadas, por el cual el mismo Cabildo se obligó a hacerle solemnes fiestas, procesiones y otros públicos homenajes al Santo del pueblo”.
Es así que tres años después de la fundación de Tarija, el 14 de diciembre de 1577 el capitán don Luis de Fuentes y Vargas consagró solemnemente a San Juan Evangelista “Abogado de la Villa” para el bien y protección de ella, además para que proteja las siembras por la salud del pueblo. Se acordó también que “todos los años se hiciera procesión solemne con todos los estantes y habitantes de la Villa y hubiera misa cantada y los jesuitas cumpliesen a que todos los que se hallasen en la dicha procesión, dando la limosna que cada uno quisiese”.
BREVE SEMBLANZA DEL SANTO
San Juan “El Evangelista”, el más joven de los doce apóstoles, fue un profundo referente espiritual del cristianismo primitivo, autor del Cuarto Evangelio, tres Epístolas y, entre otros escritos, el Apocalipsis, obra esotérica de fuerte influencia en la edad media.
Nació en Galilea, hijo de Zebedeo. Junto a su hermano Santiago el mayor, se hallaba Juan remendando las redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Jesús, que acababa de llamar a su servicio a Pedro y Andrés, los llamó también a ellos para que fuesen sus apóstoles.
De los cuatro evangelistas, San Juan es considerado como el más poético, con una esencia profunda para expresar las cosas a las que se refiere.
Era el apóstol predilecto de Jesús y posiblemente su familiar. Estuvo acompañándolo en casi todos los destacados actos de su vida, hasta el momento de su muerte que estuvo al pie de la cruz con la Virgen María y las otras piadosas mujeres y fue él quien recibió el sublime encargo del cuidado a la Madre del Redentor, tomándola como si fuera su propia madre.
Juan fue el escogido para que, junto con Pedro, preparara la cena de la última Pascua de Jesús, y fue a Juan a quien Cristo reveló el nombre de quien lo traicionaría.
Después de la caída de Jerusalén en poder de los romanos, se instaló en Éfeso donde formó a varios de sus discípulos. Se trasladó después a Roma donde fue torturado, pero se salvó milagrosamente de morir martirizado.
Falleció en Éfeso, durante el reinado de Trajano, unos 60 ó 65 años después de la Pasión del Maestro, a la edad de noventa y cuatro años. Su fiesta se la recuerda el 6 de mayo.
SAN ROQUE
LA PESTE DE LA VIRUELA
Si bien es sabido que la conquista española en América tuvo un categórico éxito con el apoderamiento de todas las regiones donde los súbditos del Rey pusieron pie, estudios modernos insisten en señalar que no ha sido únicamente la fuerza de aquel poderío bélico superior el que ha marcado la diferencia y determinaron aquella gloria, ni la presunta divinidad del invasor por el uso de yelmos, armaduras y pólvora capaces de neutralizar las ligeras armas de los naturales, sino que, además fueron las extrañas enfermedades adquiridas por los originarios y traídas por los mismos españoles, las que diezmaron en forma alarmante la población indígena.
Lo cierto y real de esta controversia histórica, es que, detrás de este exterminio sistemático de las etnias nativas americanas, la causaron las enfermedades traídas por los europeos, males totalmente desconocidos por los nativos americanos, como la viruela, sarampión, paludismo, lepra, etc., al margen que los españoles, muchas veces, no escatimaron en actitudes inhumana para llevar a cabo sus propósitos.
Aunque conocemos que en la actualidad las pestes y epidemias son inusuales gracias al buen avance de la ciencia médica y a los medios de desinfección, en los inicios de la colonización, estos males eran muy frecuentes debido al poco apego a la higiene y el continuo uso de aguas malsanas, las que conducían a la propagación de los males que afloraban reiteradamente causando severos daños a toda la población de la América Morena.
La primera epidemia que atacó con fuerza y afectó significativamente a los nativos del continente americano ha sido la viruela, enfermedad infecciosa, muy contagiosa traída por Cristóbal Colón en su segundo viaje al Nuevo Mundo.
La afamada historiadora mejicana Elsa Malvido (1941-2011) investigadora y especialista en estudios demográficos de salud, asevera que Colón, después de su primer viaje, llevó a España a ocho indígenas caribeños como testimonio auténtico del nuevo continente y con el fin de enseñarles el idioma para, de esta manera, facilitar la intercomunicación con los indígenas del novel continente.
A su regreso, estos aborígenes fueron embarcados en el sureño puerto español de Cádiz, ciudad que se encontraba atacada por una fuerte epidemia de viruela y donde estos nativos contrajeron con facilidad esta enfermedad.
Explica Malvido que esos ocho indígenas al desembarcar en islas caribeñas de Centro América, los oriundos americanos fueron “inmediatamente contagiados” provocando un brote epidémico de gran intensidad.
En Europa la viruela no era peligrosa amenaza para las personas adultas, puesto que, al haberla padecido y tratada en la infancia, la enfermedad ya no se repetía quedando exentos del mal. Los primeros conquistadores europeos, habiendo contraído esta enfermedad en la niñez, a la hora del intercambio con los originarios, estaban inmunizados a adquirir el contagio, mientras que los amerindios fueron presa fácil sin distinción de sexo o edad.
Una evidencia de esto describe el escritor, poeta y sacerdote italiano, Giovanni Botero Benes (1544-1617), en su notable libro, “Relaciones Universales”, señalando que: “Luego, al año siguiente (de un terremoto, en Quito) tras estos males sobrevino el contagio de las viruelas que hizo espantosa carnicería en niños y mancebos de edad hasta de treinta años, porque a los mayores les tocó en muy pocos: murieron más mujeres que hombres, y fue cosa maravillosa que no tocó esta enfermedad a ninguno de los que eran nacidos en España”.
De esta manera la viruela se extendió con sorprendente rapidez por toda la América autóctona, donde este virulento mal fue tan mordaz, que su propagación ha cundido por pueblos y ciudades con penosos resultados, donde, ni las clases sociales privilegiadas han podido soslayar este ataque, como es el caso del décimo gobernador azteca Cuitláhuac, sucesor y hermano menor de Moctezuma, quien murió por el embate de la viruela en 1520.
Esa misma década la epidemia pasó a Colombia y Venezuela hasta llegar al Imperio Inca.
Los cronistas relatan de una manera trágica que la viruela en el reino del Perú habría cobrado la vida de la mitad de la población indígena, mientras que los conquistadores permanecieron inmunes por las razones explicadas. Entre las víctimas se encontraba el inca Huayna Cápac, padre de Huascar y Atahuallpa, de quien cuentan que se encerró en una cueva para evitar ser visto con aquellos brotes pestilentes en su cara, habiendo fallecido por esta causa en 1527.
Es sugestivo conocer que la viruela alcanzó los dominios del inca con mayor rapidez que los propios españoles, puesto que ellos recién en 1532 llegaron a la ciudad del Cuzco, mientras que en 1527, cinco años antes, la viruela ya había cobrado la vida de un sinnúmero de nativos, entre ellos, del máximo exponente del Imperio Incaico.
Toda esta evidente inmunidad de los conquistadores para con la viruela, ha dado lugar a que los aborígenes estén convencidos que se trataba de un castigo divino dirigido únicamente hacia los naturales y de esta manera vean a los españoles como seres diferentes, con extraños y superiores poderes.
AJUSTADA CRONOLOGÍA DE LA PESTE DE LA VIRUELA
La viruela, el sarampión, la gripe, el tifus, la peste bubónica y otras enfermedades infecciosas endémicas en Europa tuvieron un papel decisivo en las conquistas europeas, al diezmar a muchos pueblos en otros continentes”.
Jared Diamond
Jared Diamond, Premio Pulitzer, Armas, gérmenes y acero (2006).
El notable biógrafo, doctor por la Universidad de Cambridge de Gran Bretaña Jared Mason Diamond, en su libro “Armas, gérmenes y Acero” (1971), ganador del Premio Pulitzer, hace una relevante cronología de las epidemias en América, cuyo ajustado resumen de la aguda enfermedad de la viruela, durante los siglos XV y XVI, es el siguiente:
SIGLO XV
1493: Mueren de viruela en Cádiz, España, tres indios tainos, secuestrados en La Española por Colón.
1496: Epidemia de viruela en México y Tehuantepec.
SIGLO XVI
1500-1531: Epidemias de viruela, sarampión, tifus, “plagas” en imperio Inca. Muere 30% a 50% de la población (Sherbune F. Cook).
1518-1525: Años de crisis demográfica en América. Pandemia de “pestilencia” (viruela) en América (Dobyns). Arribó a La Española, se diseminó por México hacia el norte y sur, colapsando a la población del imperio Inca.
1520-1521: Epidemia de HueyZáhuatl (“Gran Lepra o Pestilencia”: viruela) en México. Muere 50% de la población. “La causa de morir tantos fue por ser enfermedad no conocida y no saber los aborígenes el remedio contra viruelas” (Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana [1596]).
1521-1616: Epidemias de viruela, México.
1524-1528: Epidemia de viruela en imperio Inca.
1529: Epidemia de viruela y sarampión en América.
1531-1533: Epidemia de sarampión en imperio Inca.
1531: Epidemia de viruela, Panamá.
1537-1538: Epidemia de viruela en México (Códice Telleriano).
1538-1700: Epidemias de varicela en México
SIGLO XV
1539-1546: Epidemias de “pestilencia” (tifus, neumonía), en Ecuador, Perú y Colombia. Contagio de humanos y animales (llamas y ovejas).
1557-1558: Epidemia de catarro, influenza, sarampión y viruela en región andina.
1557: Epidemia de influenza en Colombia.
1558: Epidemia de viruela en Colombia, 400 mil indígenas muertos.
1558-1560: Epidemia de viruela, Brasil.
1562-1565: Epidemia de viruela, Brasil
1562: Epidemia de viruela, Colombia.
1566, 1568, 1569: Epidemias de viruela y sarampión, Colombia.
1566-1569: Epidemia de viruela, en región andina.
1573: Epidemia de viruela, Yucatán.
1575-1576: Epidemia de viruela, Yucatán.
1582: Epidemia de viruelas y sarampión, en región andina.
1585: Epidemia de Cocoliztli (Hantavirus).
1585-1591: Años de crisis demográfica. Epidemias de viruela, sarampión, paperas. Mortalidad de 30% de la población por viruela en región andina.
1597: Epidemia de sarampión, en región andina.
LA MANIFESTACIÓN DE SAN ROQUE
La historia nos cuenta que, cuando llegó don Luis de Fuentes y Vargas con la misión de fundar la ciudad de Tarija en el año 1574, le comunicaron que casi todos los años la Villa se veía afectada por la perniciosa y mortal viruela, enfermedad eruptiva, como se ha explicado, traída allende los mares por los propios españoles.
Recordemos que el valle tarijeño ya había sido poblado por los conquistadores europeos desde, aproximadamente el año 1539, es decir 35 años antes de su oficial fundación y lo curioso del hecho es que esta maléfica enfermedad, que causaba enormes daños a la escasa población de entonces, se manifestaba con mayor vehemencia en el mes de septiembre, motivo por el cual se ha venido a llamar “el mes de la viruela”.
También es conveniente destacar que, antes del arribo de las audaces huestes europeas, fueron los belicosos chiriguanos los que ingresaron al valle tarijeño al finalizar el siglo XV, con el afán de lograr ciertas riquezas y la abundancia de alimentos que la fértil región producía, asolando a la pacífica población valluna. Luego, con la llegada de los españoles en las primeras décadas del siglo XVI, estos hispanos impusieron una tenaz lucha contra aquellos guerreros nativos, que organizados en malones efectuaban sorpresivas incursiones, enfrentándose al entonces sofisticado armamento de los peninsulares.
Es ya conocida la unción religiosa de estos conquistadores en América, quienes tenían la expresa función de predicar el sagrado evangelio y enseñar las benevolencias de la fe católica a los infieles, quienes eran bautizados como cristianos y se sujetaban espiritualmente a la obediencia de la Santa Iglesia Romana. Y es en este continuo encuentro de ambas culturas que algunos de aquellos chiriguanos cautivos y otros ya domesticados, se quedaron asentados en el valle tarijeño en pos de mejores condiciones de vida.
Son precisamente estos incautos personajes los que, siguiendo sus milenarias costumbres para alejar y evitar enfermedades, se vestían con peculiares atuendos donde se destacaban sus turbantes adornados con plumas multicolores, sus vestidos cortos y los rostros pintados con vivos colores utilizando pastas elaboradas de semillas apropiadas para este fin. Con este conjunto de prendas de vestir y su singular acicalamiento, efectuaban misteriosos bailes espirituales al son de rítmicos tamboriles, evocando sus creencias, muy seguros de conjurar algún mal.
A estos aborígenes se les denominaba “Chunchos”, apelativo utilizado por los españoles de la época, para referirse a los indígenas que moraban los bosques apartados de la civilización. En Tarija se trataba de la aguerrida raza chiriguana llegada de las llanuras del Chaco.
Testimonios del pasado cuentan que en un lejano septiembre, poco tiempo después de la fundación de Tarija, cuando la peste de la viruela estaba provocando un enorme daño a la población, prodigiosamente se presentó el Santo Peregrino en la parte alta de la ciudad, lugar donde moraban afligidos pobladores, es decir los más necesitados y pobres, por ende los afectados con mayor crudeza por este mal.
Cuenta la historia que, en un lejano septiembre, cuando la peste de la viruela hacía estragos a la población, milagrosamente se presentó el Santo Curandero en la parte alta de la ciudad, conjurando este terrible mal.
Cuenta la historia que, en un lejano septiembre, cuando la peste de la viruela hacía estragos a la población, milagrosamente se presentó el Santo Curandero en la parte alta de la ciudad, conjurando este terrible mal.
¡La milagrosa presencia de San Roque hizo que la epidemia sucumbiera, haciendo el milagro de conjurar esta cruel enfermedad!
Ante el asombro general de la aparición del Santo Curandero, justamente en el lugar donde los enfermos resistían angustiadamente este azote, la noticia se divulgó y conmovió a todo el vecindario, movilizándose la población entera, quienes exaltados por la evidente revelación, suplicaron al Capitán y Justicia Mayor don Luis de Fuentes y Vargas, levantar un santuario en homenaje a San Roque en el mismo sitio de su aparición, zona que actualmente lleva su nombre, para que les protegiera del azote de esta peste.
Fuentes, un tenaz católico y religioso sin par, conocedor de la enorme fama y popularidad ganada por el Santo en toda Europa, da rienda suelta a esa solicitud, escogiendo aquel elevado lugar de su aparición para construir una ermita y así San Roque se constituya en una especie de centinela del valle chapaco, consuelo de los necesitados y protector de pestes y enfermedades, muy comunes en aquella época.
De acuerdo con los datos históricos disponibles, el Capitán y Justicia Mayor, conocido por su desprendimiento religioso, proporciona los terrenos de su propiedad, juntamente con los materiales para iniciar los trabajos de aquel santuario, los que sumados con los desinteresados donativos de los vecinos de la flamante Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija, pudieron contar con un pequeño templo donde expresar su agradecimiento al Santo Curandero, cuya devoción crecía de una manera asombrosa.
Don Federico Ávila Ávila (1904-1973), insigne historiador tarijeño, que supo atesorar gran información histórica del terruño chapaco, muy explícito indica al referirse a este tema:
“.....Y como la peste asolaba, sobre todo, en los barrios altos de la ciudad, donde vivían gentes pobres, numerosos indios Tomatas y cautivos Chiriguanos, los españoles terminaron por implorar a Fuentes erigir un templo a San Roque, para que los librara de la peste, así como los indios hacían sus danzas sagradas que conjuraban el mal. Lo que nadie pone en duda es que, el áspero y elevado cerrito de San Roque era el lugar donde señaló Fuentes para que estén siempre de centinela varios soldados previniendo a la población de los ataques Chiriguanos, pues allí, según reiteradas tradiciones, se apareció un día en que la viruela hacía estragos, el Santo Viajero acompañado de su can, e hizo el milagro de salvar a muchos niños y pacientes. Y desde ese momento, nació el fervoroso culto al Santo Curandero y Fuentes fue el primero en contribuir a la creación del templo y a las primeras solemnes procesiones, con música Chiriguana y danzarines Guaraníes que, desde entonces, se celebran durante casi todo el mes de las viruelas en esta Villa.”.
Refiriéndose expresamente a don Luis de Fuentes, respecto a su enorme entrega al servicio de Dios y a la expansión de la religión católica, nos relata el mismo Federico Ávila:
“...Nos interesa destacar que, este culto data de los días iniciales de la fundación de Tarija, y que Fuentes fue el primero, no solo en dar los terrenos, los materiales de construcción del templo, sino los ornamentos y otras donaciones que hizo de sus peculios para la edificación de la iglesia de San Roque que, años más tarde, gracias a la generosa donación de otros primeros pobladores, comenzó a construirse en toda la ladera del cerro. Años más tarde, los franciscanos se hicieron cargo del templo, lo refaccionaron y ampliaron, hasta dejarlo en el estado floreciente en que ahora se encuentra.”
Elocuentes palabras de nuestro historiador, mostrándonos que prácticamente con la fundación de Tarija nace la desmesurada devoción a San Roque con ferviente religiosidad, acompañadas de su música nativa, sus danzas indígenas y el fundamento a la arraigada costumbre de sacar por las calles de la ciudad en solemne peregrinación al Santo Curandero en septiembre, “el mes de las viruelas”, periodo cuando más afloraba la peste, siendo en realidad su fiesta oficial, como ya conocemos, el 16 de agosto, fecha en la que falleció el Santo de los Enfermos.
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EPÍLOGO DE LOS PATRONOS DE TARIJA
Resumiendo el patronazgo regional, está muy claro que la recién fundada “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija” nació con su primer patrono “San Bernardo Abad” a pedido expreso del Virrey del Perú y con la aquiescencia de su fundador. Posteriormente, dentro de la normal convivencia de la naciente población, se han presentado notables y singulares hechos que estimularon a los primeros pobladores a implantar nuevos protectores, apóstoles vigilantes de los intereses de la colectividad, como es el caso de “San Juan” y “San Roque”.
De una manera clara, el ilustre historiador y escritor don Bernardo Trigo Pacheco nos relata el empeño de la jerarquía gobernante de la Villa de Tarija para insertar a dos virtuosos en el registro patronal, uniéndose al ya designado San Bernardo Abad, de esta manera:
“… sin embargo los fundadores no estaban satisfechos con ello, (refiriéndose a la elección de San Bernardo Abad como único Patrono de Tarija), y en el deseo de tener también su Santo que los libró los primeros años de los malones del infiel, les salvó sus sementeras (San Juan) y otro que los libró de la viruela (San Roque), encomendaron a don Francisco de Chávez, el más religioso de los cabildantes, elegir los otros Santos Patrones de la Villa. El Cabildo, a sugestión del agudo Chávez, adoptó como patrones dos santos más: el Evangelista “San Juan” y el médico “San Roque”. Y desde entonces, fuera de San Bernardo, primer Patrón, Tarija tiene el Santo que cuida las sementeras, librándolas de la sequía, las tempestades y las plagas, refiriéndose a San Juán Evangelista, y el Santo Roque Peregrino que los libraba, cada año, de la viruela y otras maléficas pestes que hacía estragos entre los pobladores”.
Con el tiempo y pese a las oficiales y solemnes designaciones, el pueblo sin olvidar a sus otros protectores, se ha inclinado e impuesto como a su “Patrono Mayor” al santo de su devoción San Roque, amado y respetado por los grandes favores en beneficio de la población y como terapia de los enfermos en las temibles pestes.
En Tarija el Santo Curandero ha sabido ganarse y conquistar con toda justicia el corazón de su pueblo con sus brazos llenos de misericordia, consolando a los más necesitados. Es que en realidad la población ha sabido percibir de una manera innata los valores de San Roque, con una espontánea atracción hacia él, debido a su sencillez y autenticidad.
Algo muy digno de mencionar es que el Santo de Montpellier, en nuestro medio, ha logrado conciliar las dos doctrinas religiosas tan diametralmente opuestas como lo fueron la europea y la americana. Este sincretismo y las constantes muestras de amparo a las enfermedades mostradas por San Roque Peregrino a toda la población, han sido suficientes para que el pueblo, como justa retribución lo declare como su “Santo Patrono” y la festividad se convierta en la “Fiesta Grande de Tarija”.
Actualmente, en Tarija no existe casa u hogar alguno donde San Roque no sea respetado, venerado o haya brindado su misericordia. La crónica oral nos muestra que la enorme devoción al “Santo Curandero” se ha mantenido inalterable siempre, desde tiempos de antaño, debido a sus continuas muestras de humildad y servicio a los demás.
Dando cumplimiento a su mandato y siguiendo las reglamentaciones vigentes, el 16 de marzo de 1574, en la Iglesia Mayor de la Plata (hoy Sucre) se mandó oficiar una “Misa de Bendición” para la valiente expedición que partía rumbo a la oficial fundación de Tarija. Terminada la ceremonia, don Luis de Fuentes y Vargas, mostrando la imagen de San Bernardo Abad lo invocó como “Protector y Patrono de dicha villa”, haciendo un trascendental juramento de cumplir aquel convenio hecho con el Virrey.
Esta solemne misa fue celebrada por el ya designado capellán de la expedición, el R.P. Francisco Sedeño, que hasta ese entonces se desempeñaba como Vicario del convento de Santo Domingo de la ciudad de La Plata. En este acto religioso comulgaron con todo fervor don Luis de Fuentes, las más altas autoridades y los soldados que iban al establecimiento de la nueva ciudad, donde el ilustre Capitán y Justicia Mayor, ataviado con un lujoso uniforme militar, obediente y respetuoso de sus compromisos con la nueva fundación, grabó en los anales de la historia aquel nombre completo con que se conocía a la “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija”.
De aquí se desprende que, gracias a la enorme devoción del Virrey Toledo, San Bernardo Abad se convierte en el primer “Patrono de Tarija” con las prerrogativas que el fundador de la Villa le diera al Santo.
Proveniente de una familia, noble y privilegiada, de gran fortuna y poder, sin embargo, su mayor riqueza era su gran apego a la fe católica. San Bernardo Abad, llamado también San Bernardo de Claraval, nació el año de 1090 en Fontaines-les-Dijon, ciudad francesa de Borgoña, muy cerca de la Suiza francesa. Fue el tercero de siete hermanos.
Su padre, caballero, piadoso; y su madre, la beata Alicia, hija del Conde de Montbar, sería venerada como bienaventurada por la Iglesia en Francia. Cuando nació Bernardo, además de ofrecerlo a Dios, como hizo con todos sus hijos, ella lo consagró al servicio de la Iglesia.
Al descender de una familia tan espiritual, siguió desde joven su vocación religiosa. Junto con sus hermanos, ingresó en 1112 en la abadía de Citeaux y muy pronto, en 1115, a los 25 años, pasó a dirigir el nuevo monasterio de Clairvaux (Claraval).
Proclamado Doctor de la Iglesia Universal por el Papa Pío VII, San Bernardo ha sido un soldado, un guerrero, un político, director espiritual de conciencias y a la vez, un rígido asceta, es decir, un individuo entregado a la doctrina filosófica y religiosa que busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales o de la abstinencia.
Reconocido por sus excepcionales virtudes, como su extremada humildad, denegó aceptar los arzobispados de Reims, de Génova y de Milán, declarando haber religiosos con mayores méritos para ocupar estos altos cargos.
Por otra parte, San Bernardo ha sido un gran estudioso en lo relativo a la Virgen María, es decir, un profundo estudioso de la “Mariología”. Se puede afirmar que, pese a que en la actualidad se ha avanzado tanto y se le ha dado tanta importancia al estudio de la Mariología, no se puede dar un solo paso sin contar o citar los minuciosos estudios de San Bernardo.
Su alto espíritu de bondad e integridad lo llevó a ser árbitro de obispos, reyes y papas. Este taumaturgo, además de escribir varias obras religiosas, fue considerado como el “Azote de las herejías” y “El Oráculo de la Cristiandad”. Por todo esto ha sido una figura religiosa sustancial de la Iglesia Católica y la más notable de su siglo. Murió el 20 de agosto de 1153.
En Tarija, haciendo honor a este influyente y bondadoso Santo, un prestigioso colegio lleva su nombre “San Bernardo de Tarija” que celebra cada año su fiesta el 20 de agosto, como justo homenaje al “Primer Patrono de Tarija”.
SAN JUAN EVANGELISTA
Siguiendo los acontecimientos históricos del alba de nuestra fundación, debemos referirnos a otro hecho que, por la certeza con que nuestros cronistas nos relatan, no podemos dejar pasar por alto.
Es el caso de otro de los connotados y distinguidos historiadores tarijeños, don Edgar Ávila Echazú, quien nos relata un apreciado suceso ocurrido en los primeros días del valle Andaluz, de la siguiente manera: “En la Loma -desde entonces precisamente llamada de “San Juan”-, se produjo una mística visión o aparición de quien, de inmediato, sería adoptado como otro de los Santos Protectores de la Villa: San Juan.
En el todavía no acabado fuerte que se edificaba en ese lugar, un promontorio que domina la entrada norte de la ciudad, cayeron de sorpresa los guerreros chiriguanos y casi logran exterminar a todos los soldados constructores. Un instante antes de la irrupción chiriguana, el Santo se le apareció a un soldado, advirtiéndole afligido sobre el inminente peligro. A duras penas escapó de los indios y bajando de la loma pudo dar la voz de alarma a los de la Villa. (Luis de) Fuentes en esa instancia no se encontraba en ella, sino en Tarija la Vieja (San Lorenzo), y fue debidamente informado del suceso. Dado su fervor religioso, mandó construir una capilla en esa loma dedicado a San Juan.
Más tarde, Fray Manuel Mingo hizo el relato de ese evento milagroso, recogiéndolo de la todavía fresca tradición oral en lengua castellana. Y hay que decir que San Juan Evangelista fue uno de los Santos más pródigos con el poblado puesto bajo su advocación, ya que lo salvó de innumerables plagas, sequías y otras desgracias más, según la fe popular”.
Acudiendo a las irrebatibles aseveraciones del primer historiador del suelo tarijeño el R.P. Fray Manuel Mingo de la Concepción, nos explica lo siguiente respecto a estos hechos: “La Capilla de San Juan está dedicada a San Juan Evangelista, que es Santo y debe ser celebrado por ¡patrón segundo!, y a su fiesta debe acudir el Cabildo Secular. La razón de todo es, por la vaga voz de que en su sitio se apareció San Juan Evangelista en el principio de la Conquista y porque San Juan libró varias veces a los primeros pobladores de sequías y granizadas, por el cual el mismo Cabildo se obligó a hacerle solemnes fiestas, procesiones y otros públicos homenajes al Santo del pueblo”.
Es así que tres años después de la fundación de Tarija, el 14 de diciembre de 1577 el capitán don Luis de Fuentes y Vargas consagró solemnemente a San Juan Evangelista “Abogado de la Villa” para el bien y protección de ella, además para que proteja las siembras por la salud del pueblo. Se acordó también que “todos los años se hiciera procesión solemne con todos los estantes y habitantes de la Villa y hubiera misa cantada y los jesuitas cumpliesen a que todos los que se hallasen en la dicha procesión, dando la limosna que cada uno quisiese”.
BREVE SEMBLANZA DEL SANTO
San Juan “El Evangelista”, el más joven de los doce apóstoles, fue un profundo referente espiritual del cristianismo primitivo, autor del Cuarto Evangelio, tres Epístolas y, entre otros escritos, el Apocalipsis, obra esotérica de fuerte influencia en la edad media.
Nació en Galilea, hijo de Zebedeo. Junto a su hermano Santiago el mayor, se hallaba Juan remendando las redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Jesús, que acababa de llamar a su servicio a Pedro y Andrés, los llamó también a ellos para que fuesen sus apóstoles.
De los cuatro evangelistas, San Juan es considerado como el más poético, con una esencia profunda para expresar las cosas a las que se refiere.
Era el apóstol predilecto de Jesús y posiblemente su familiar. Estuvo acompañándolo en casi todos los destacados actos de su vida, hasta el momento de su muerte que estuvo al pie de la cruz con la Virgen María y las otras piadosas mujeres y fue él quien recibió el sublime encargo del cuidado a la Madre del Redentor, tomándola como si fuera su propia madre.
Juan fue el escogido para que, junto con Pedro, preparara la cena de la última Pascua de Jesús, y fue a Juan a quien Cristo reveló el nombre de quien lo traicionaría.
Después de la caída de Jerusalén en poder de los romanos, se instaló en Éfeso donde formó a varios de sus discípulos. Se trasladó después a Roma donde fue torturado, pero se salvó milagrosamente de morir martirizado.
Falleció en Éfeso, durante el reinado de Trajano, unos 60 ó 65 años después de la Pasión del Maestro, a la edad de noventa y cuatro años. Su fiesta se la recuerda el 6 de mayo.
SAN ROQUE
LA PESTE DE LA VIRUELA
Si bien es sabido que la conquista española en América tuvo un categórico éxito con el apoderamiento de todas las regiones donde los súbditos del Rey pusieron pie, estudios modernos insisten en señalar que no ha sido únicamente la fuerza de aquel poderío bélico superior el que ha marcado la diferencia y determinaron aquella gloria, ni la presunta divinidad del invasor por el uso de yelmos, armaduras y pólvora capaces de neutralizar las ligeras armas de los naturales, sino que, además fueron las extrañas enfermedades adquiridas por los originarios y traídas por los mismos españoles, las que diezmaron en forma alarmante la población indígena.
Lo cierto y real de esta controversia histórica, es que, detrás de este exterminio sistemático de las etnias nativas americanas, la causaron las enfermedades traídas por los europeos, males totalmente desconocidos por los nativos americanos, como la viruela, sarampión, paludismo, lepra, etc., al margen que los españoles, muchas veces, no escatimaron en actitudes inhumana para llevar a cabo sus propósitos.
Aunque conocemos que en la actualidad las pestes y epidemias son inusuales gracias al buen avance de la ciencia médica y a los medios de desinfección, en los inicios de la colonización, estos males eran muy frecuentes debido al poco apego a la higiene y el continuo uso de aguas malsanas, las que conducían a la propagación de los males que afloraban reiteradamente causando severos daños a toda la población de la América Morena.
La primera epidemia que atacó con fuerza y afectó significativamente a los nativos del continente americano ha sido la viruela, enfermedad infecciosa, muy contagiosa traída por Cristóbal Colón en su segundo viaje al Nuevo Mundo.
La afamada historiadora mejicana Elsa Malvido (1941-2011) investigadora y especialista en estudios demográficos de salud, asevera que Colón, después de su primer viaje, llevó a España a ocho indígenas caribeños como testimonio auténtico del nuevo continente y con el fin de enseñarles el idioma para, de esta manera, facilitar la intercomunicación con los indígenas del novel continente.
A su regreso, estos aborígenes fueron embarcados en el sureño puerto español de Cádiz, ciudad que se encontraba atacada por una fuerte epidemia de viruela y donde estos nativos contrajeron con facilidad esta enfermedad.
Explica Malvido que esos ocho indígenas al desembarcar en islas caribeñas de Centro América, los oriundos americanos fueron “inmediatamente contagiados” provocando un brote epidémico de gran intensidad.
En Europa la viruela no era peligrosa amenaza para las personas adultas, puesto que, al haberla padecido y tratada en la infancia, la enfermedad ya no se repetía quedando exentos del mal. Los primeros conquistadores europeos, habiendo contraído esta enfermedad en la niñez, a la hora del intercambio con los originarios, estaban inmunizados a adquirir el contagio, mientras que los amerindios fueron presa fácil sin distinción de sexo o edad.
Una evidencia de esto describe el escritor, poeta y sacerdote italiano, Giovanni Botero Benes (1544-1617), en su notable libro, “Relaciones Universales”, señalando que: “Luego, al año siguiente (de un terremoto, en Quito) tras estos males sobrevino el contagio de las viruelas que hizo espantosa carnicería en niños y mancebos de edad hasta de treinta años, porque a los mayores les tocó en muy pocos: murieron más mujeres que hombres, y fue cosa maravillosa que no tocó esta enfermedad a ninguno de los que eran nacidos en España”.
De esta manera la viruela se extendió con sorprendente rapidez por toda la América autóctona, donde este virulento mal fue tan mordaz, que su propagación ha cundido por pueblos y ciudades con penosos resultados, donde, ni las clases sociales privilegiadas han podido soslayar este ataque, como es el caso del décimo gobernador azteca Cuitláhuac, sucesor y hermano menor de Moctezuma, quien murió por el embate de la viruela en 1520.
Esa misma década la epidemia pasó a Colombia y Venezuela hasta llegar al Imperio Inca.
Los cronistas relatan de una manera trágica que la viruela en el reino del Perú habría cobrado la vida de la mitad de la población indígena, mientras que los conquistadores permanecieron inmunes por las razones explicadas. Entre las víctimas se encontraba el inca Huayna Cápac, padre de Huascar y Atahuallpa, de quien cuentan que se encerró en una cueva para evitar ser visto con aquellos brotes pestilentes en su cara, habiendo fallecido por esta causa en 1527.
Es sugestivo conocer que la viruela alcanzó los dominios del inca con mayor rapidez que los propios españoles, puesto que ellos recién en 1532 llegaron a la ciudad del Cuzco, mientras que en 1527, cinco años antes, la viruela ya había cobrado la vida de un sinnúmero de nativos, entre ellos, del máximo exponente del Imperio Incaico.
Toda esta evidente inmunidad de los conquistadores para con la viruela, ha dado lugar a que los aborígenes estén convencidos que se trataba de un castigo divino dirigido únicamente hacia los naturales y de esta manera vean a los españoles como seres diferentes, con extraños y superiores poderes.
AJUSTADA CRONOLOGÍA DE LA PESTE DE LA VIRUELA
La viruela, el sarampión, la gripe, el tifus, la peste bubónica y otras enfermedades infecciosas endémicas en Europa tuvieron un papel decisivo en las conquistas europeas, al diezmar a muchos pueblos en otros continentes”.
Jared Diamond
Jared Diamond, Premio Pulitzer, Armas, gérmenes y acero (2006).
El notable biógrafo, doctor por la Universidad de Cambridge de Gran Bretaña Jared Mason Diamond, en su libro “Armas, gérmenes y Acero” (1971), ganador del Premio Pulitzer, hace una relevante cronología de las epidemias en América, cuyo ajustado resumen de la aguda enfermedad de la viruela, durante los siglos XV y XVI, es el siguiente:
SIGLO XV
1493: Mueren de viruela en Cádiz, España, tres indios tainos, secuestrados en La Española por Colón.
1496: Epidemia de viruela en México y Tehuantepec.
SIGLO XVI
1500-1531: Epidemias de viruela, sarampión, tifus, “plagas” en imperio Inca. Muere 30% a 50% de la población (Sherbune F. Cook).
1518-1525: Años de crisis demográfica en América. Pandemia de “pestilencia” (viruela) en América (Dobyns). Arribó a La Española, se diseminó por México hacia el norte y sur, colapsando a la población del imperio Inca.
1520-1521: Epidemia de HueyZáhuatl (“Gran Lepra o Pestilencia”: viruela) en México. Muere 50% de la población. “La causa de morir tantos fue por ser enfermedad no conocida y no saber los aborígenes el remedio contra viruelas” (Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana [1596]).
1521-1616: Epidemias de viruela, México.
1524-1528: Epidemia de viruela en imperio Inca.
1529: Epidemia de viruela y sarampión en América.
1531-1533: Epidemia de sarampión en imperio Inca.
1531: Epidemia de viruela, Panamá.
1537-1538: Epidemia de viruela en México (Códice Telleriano).
1538-1700: Epidemias de varicela en México
SIGLO XV
1539-1546: Epidemias de “pestilencia” (tifus, neumonía), en Ecuador, Perú y Colombia. Contagio de humanos y animales (llamas y ovejas).
1557-1558: Epidemia de catarro, influenza, sarampión y viruela en región andina.
1557: Epidemia de influenza en Colombia.
1558: Epidemia de viruela en Colombia, 400 mil indígenas muertos.
1558-1560: Epidemia de viruela, Brasil.
1562-1565: Epidemia de viruela, Brasil
1562: Epidemia de viruela, Colombia.
1566, 1568, 1569: Epidemias de viruela y sarampión, Colombia.
1566-1569: Epidemia de viruela, en región andina.
1573: Epidemia de viruela, Yucatán.
1575-1576: Epidemia de viruela, Yucatán.
1582: Epidemia de viruelas y sarampión, en región andina.
1585: Epidemia de Cocoliztli (Hantavirus).
1585-1591: Años de crisis demográfica. Epidemias de viruela, sarampión, paperas. Mortalidad de 30% de la población por viruela en región andina.
1597: Epidemia de sarampión, en región andina.
LA MANIFESTACIÓN DE SAN ROQUE
La historia nos cuenta que, cuando llegó don Luis de Fuentes y Vargas con la misión de fundar la ciudad de Tarija en el año 1574, le comunicaron que casi todos los años la Villa se veía afectada por la perniciosa y mortal viruela, enfermedad eruptiva, como se ha explicado, traída allende los mares por los propios españoles.
Recordemos que el valle tarijeño ya había sido poblado por los conquistadores europeos desde, aproximadamente el año 1539, es decir 35 años antes de su oficial fundación y lo curioso del hecho es que esta maléfica enfermedad, que causaba enormes daños a la escasa población de entonces, se manifestaba con mayor vehemencia en el mes de septiembre, motivo por el cual se ha venido a llamar “el mes de la viruela”.
También es conveniente destacar que, antes del arribo de las audaces huestes europeas, fueron los belicosos chiriguanos los que ingresaron al valle tarijeño al finalizar el siglo XV, con el afán de lograr ciertas riquezas y la abundancia de alimentos que la fértil región producía, asolando a la pacífica población valluna. Luego, con la llegada de los españoles en las primeras décadas del siglo XVI, estos hispanos impusieron una tenaz lucha contra aquellos guerreros nativos, que organizados en malones efectuaban sorpresivas incursiones, enfrentándose al entonces sofisticado armamento de los peninsulares.
Es ya conocida la unción religiosa de estos conquistadores en América, quienes tenían la expresa función de predicar el sagrado evangelio y enseñar las benevolencias de la fe católica a los infieles, quienes eran bautizados como cristianos y se sujetaban espiritualmente a la obediencia de la Santa Iglesia Romana. Y es en este continuo encuentro de ambas culturas que algunos de aquellos chiriguanos cautivos y otros ya domesticados, se quedaron asentados en el valle tarijeño en pos de mejores condiciones de vida.
Son precisamente estos incautos personajes los que, siguiendo sus milenarias costumbres para alejar y evitar enfermedades, se vestían con peculiares atuendos donde se destacaban sus turbantes adornados con plumas multicolores, sus vestidos cortos y los rostros pintados con vivos colores utilizando pastas elaboradas de semillas apropiadas para este fin. Con este conjunto de prendas de vestir y su singular acicalamiento, efectuaban misteriosos bailes espirituales al son de rítmicos tamboriles, evocando sus creencias, muy seguros de conjurar algún mal.
A estos aborígenes se les denominaba “Chunchos”, apelativo utilizado por los españoles de la época, para referirse a los indígenas que moraban los bosques apartados de la civilización. En Tarija se trataba de la aguerrida raza chiriguana llegada de las llanuras del Chaco.
Testimonios del pasado cuentan que en un lejano septiembre, poco tiempo después de la fundación de Tarija, cuando la peste de la viruela estaba provocando un enorme daño a la población, prodigiosamente se presentó el Santo Peregrino en la parte alta de la ciudad, lugar donde moraban afligidos pobladores, es decir los más necesitados y pobres, por ende los afectados con mayor crudeza por este mal.
Cuenta la historia que, en un lejano septiembre, cuando la peste de la viruela hacía estragos a la población, milagrosamente se presentó el Santo Curandero en la parte alta de la ciudad, conjurando este terrible mal.
Cuenta la historia que, en un lejano septiembre, cuando la peste de la viruela hacía estragos a la población, milagrosamente se presentó el Santo Curandero en la parte alta de la ciudad, conjurando este terrible mal.
¡La milagrosa presencia de San Roque hizo que la epidemia sucumbiera, haciendo el milagro de conjurar esta cruel enfermedad!
Ante el asombro general de la aparición del Santo Curandero, justamente en el lugar donde los enfermos resistían angustiadamente este azote, la noticia se divulgó y conmovió a todo el vecindario, movilizándose la población entera, quienes exaltados por la evidente revelación, suplicaron al Capitán y Justicia Mayor don Luis de Fuentes y Vargas, levantar un santuario en homenaje a San Roque en el mismo sitio de su aparición, zona que actualmente lleva su nombre, para que les protegiera del azote de esta peste.
Fuentes, un tenaz católico y religioso sin par, conocedor de la enorme fama y popularidad ganada por el Santo en toda Europa, da rienda suelta a esa solicitud, escogiendo aquel elevado lugar de su aparición para construir una ermita y así San Roque se constituya en una especie de centinela del valle chapaco, consuelo de los necesitados y protector de pestes y enfermedades, muy comunes en aquella época.
De acuerdo con los datos históricos disponibles, el Capitán y Justicia Mayor, conocido por su desprendimiento religioso, proporciona los terrenos de su propiedad, juntamente con los materiales para iniciar los trabajos de aquel santuario, los que sumados con los desinteresados donativos de los vecinos de la flamante Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija, pudieron contar con un pequeño templo donde expresar su agradecimiento al Santo Curandero, cuya devoción crecía de una manera asombrosa.
Don Federico Ávila Ávila (1904-1973), insigne historiador tarijeño, que supo atesorar gran información histórica del terruño chapaco, muy explícito indica al referirse a este tema:
“.....Y como la peste asolaba, sobre todo, en los barrios altos de la ciudad, donde vivían gentes pobres, numerosos indios Tomatas y cautivos Chiriguanos, los españoles terminaron por implorar a Fuentes erigir un templo a San Roque, para que los librara de la peste, así como los indios hacían sus danzas sagradas que conjuraban el mal. Lo que nadie pone en duda es que, el áspero y elevado cerrito de San Roque era el lugar donde señaló Fuentes para que estén siempre de centinela varios soldados previniendo a la población de los ataques Chiriguanos, pues allí, según reiteradas tradiciones, se apareció un día en que la viruela hacía estragos, el Santo Viajero acompañado de su can, e hizo el milagro de salvar a muchos niños y pacientes. Y desde ese momento, nació el fervoroso culto al Santo Curandero y Fuentes fue el primero en contribuir a la creación del templo y a las primeras solemnes procesiones, con música Chiriguana y danzarines Guaraníes que, desde entonces, se celebran durante casi todo el mes de las viruelas en esta Villa.”.
Refiriéndose expresamente a don Luis de Fuentes, respecto a su enorme entrega al servicio de Dios y a la expansión de la religión católica, nos relata el mismo Federico Ávila:
“...Nos interesa destacar que, este culto data de los días iniciales de la fundación de Tarija, y que Fuentes fue el primero, no solo en dar los terrenos, los materiales de construcción del templo, sino los ornamentos y otras donaciones que hizo de sus peculios para la edificación de la iglesia de San Roque que, años más tarde, gracias a la generosa donación de otros primeros pobladores, comenzó a construirse en toda la ladera del cerro. Años más tarde, los franciscanos se hicieron cargo del templo, lo refaccionaron y ampliaron, hasta dejarlo en el estado floreciente en que ahora se encuentra.”
Elocuentes palabras de nuestro historiador, mostrándonos que prácticamente con la fundación de Tarija nace la desmesurada devoción a San Roque con ferviente religiosidad, acompañadas de su música nativa, sus danzas indígenas y el fundamento a la arraigada costumbre de sacar por las calles de la ciudad en solemne peregrinación al Santo Curandero en septiembre, “el mes de las viruelas”, periodo cuando más afloraba la peste, siendo en realidad su fiesta oficial, como ya conocemos, el 16 de agosto, fecha en la que falleció el Santo de los Enfermos.
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EPÍLOGO DE LOS PATRONOS DE TARIJA
Resumiendo el patronazgo regional, está muy claro que la recién fundada “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija” nació con su primer patrono “San Bernardo Abad” a pedido expreso del Virrey del Perú y con la aquiescencia de su fundador. Posteriormente, dentro de la normal convivencia de la naciente población, se han presentado notables y singulares hechos que estimularon a los primeros pobladores a implantar nuevos protectores, apóstoles vigilantes de los intereses de la colectividad, como es el caso de “San Juan” y “San Roque”.
De una manera clara, el ilustre historiador y escritor don Bernardo Trigo Pacheco nos relata el empeño de la jerarquía gobernante de la Villa de Tarija para insertar a dos virtuosos en el registro patronal, uniéndose al ya designado San Bernardo Abad, de esta manera:
“… sin embargo los fundadores no estaban satisfechos con ello, (refiriéndose a la elección de San Bernardo Abad como único Patrono de Tarija), y en el deseo de tener también su Santo que los libró los primeros años de los malones del infiel, les salvó sus sementeras (San Juan) y otro que los libró de la viruela (San Roque), encomendaron a don Francisco de Chávez, el más religioso de los cabildantes, elegir los otros Santos Patrones de la Villa. El Cabildo, a sugestión del agudo Chávez, adoptó como patrones dos santos más: el Evangelista “San Juan” y el médico “San Roque”. Y desde entonces, fuera de San Bernardo, primer Patrón, Tarija tiene el Santo que cuida las sementeras, librándolas de la sequía, las tempestades y las plagas, refiriéndose a San Juán Evangelista, y el Santo Roque Peregrino que los libraba, cada año, de la viruela y otras maléficas pestes que hacía estragos entre los pobladores”.
Con el tiempo y pese a las oficiales y solemnes designaciones, el pueblo sin olvidar a sus otros protectores, se ha inclinado e impuesto como a su “Patrono Mayor” al santo de su devoción San Roque, amado y respetado por los grandes favores en beneficio de la población y como terapia de los enfermos en las temibles pestes.
En Tarija el Santo Curandero ha sabido ganarse y conquistar con toda justicia el corazón de su pueblo con sus brazos llenos de misericordia, consolando a los más necesitados. Es que en realidad la población ha sabido percibir de una manera innata los valores de San Roque, con una espontánea atracción hacia él, debido a su sencillez y autenticidad.
Algo muy digno de mencionar es que el Santo de Montpellier, en nuestro medio, ha logrado conciliar las dos doctrinas religiosas tan diametralmente opuestas como lo fueron la europea y la americana. Este sincretismo y las constantes muestras de amparo a las enfermedades mostradas por San Roque Peregrino a toda la población, han sido suficientes para que el pueblo, como justa retribución lo declare como su “Santo Patrono” y la festividad se convierta en la “Fiesta Grande de Tarija”.
Actualmente, en Tarija no existe casa u hogar alguno donde San Roque no sea respetado, venerado o haya brindado su misericordia. La crónica oral nos muestra que la enorme devoción al “Santo Curandero” se ha mantenido inalterable siempre, desde tiempos de antaño, debido a sus continuas muestras de humildad y servicio a los demás.