Los sueños del Guadalquivir: La teoría del amor
¿Cómo podemos afrontar un hecho eminentemente emocional y hormonal como lo es el amor –tanto en su vertiente sentimental como corporal– de manera científica? ¿Acaso es posible mezclar el corazón con la razón?
Hay algunas cosas que hubiera querido saber de chango; por ejemplo, cómo funciona el corazón cuando está enamorado y cómo el cuerpo cuando está excitado. El amor puede ser sucio al extremo o puro como pétalos de rosa, pero nunca simple. Ahora que estamos en época de carnaval me parece adecuado sacar un par de trapitos al sol para que se venteen, porque son lindos trapos y da pena que los tengamos guardados en el sótano.
En las neurociencias existe una explicación hormonal del amor como fenómeno biológico; es lo que se llama la bioquímica del amor. En nuestro cerebro existen una serie de hormonas y neurotransmisores que manejan nuestras emociones. Cada uno de nuestros estados de ánimo presentan una combinación especifica. Por ejemplo, la depresión se caracteriza por la ausencia en el sistema de las hormonas de la felicidad (dopamina, serotonina y oxitocina). Por el contrario, la emoción del amor se caracteriza por altos grados de las tres. La felicidad tiene una alta dosis de serotonina, pero una ausencia de dopamina y de oxitocina; el odio y la ira es una sobredosis de noradrenalina y la manía hace uso casi exclusivo de la dopamina pura.
La dopamina es la hormona del placer y se activa por un sistema de recompensa muy similar a los mecanismos de adicción. La serotonina es la hormona de la felicidad, y es necesaria para romper la rigidez, relajarse y dejarse fluir. La oxitocina es la hormona de la afectividad, la ternura y la calma. Estas no son las únicas dentro del explosivo coctel del amor: la feniletilamina es la hormona de la locura, la adrenalina es la hormona de la excitación y las endorfinas son las hormonas del adormecimiento. Y hay más. Es una mezcla que nos coloca como loquitos: un amor narcótico, obsesivo, con altos grados de adictividad y en muchos sentidos similar a nuestra mente en drogas.
Esta es la fase del enamoramiento. Esta fase se distingue claramente del amor a largo plazo donde la mayoría de estas hormonas y neurotransmisores se reducen drásticamente. Se pierde la “magia” y la intensidad característica del enamoramiento y se entra una fase más tranquila con la oxitocina como centro. Muchas relaciones románticas no sobreviven esta primera fase.
A mí me hubiera gustado aprender esto de chango para comprender lo que le pasaba a mi cuerpo, a mi mente y a la montaña rusa de mis emociones. Lo mismo que pasa con los casos de luto que debemos atravesar en nuestra vida, me hubiera gustado saber que es un proceso natural que llega, te revuelca y pasa. Que no necesitas morirte aunque tu corazón se rompa, ni tampoco sentirte culpable por no poder mantener los estribos. Este conocimiento me hubiera brindado un mayor grado de tranquilidad en una situación donde el desequilibrio y la intensidad es lo normal.
Pero no se trata solo de lo que me hubiera gustado saber de chango. Como algunos de ustedes quizá ya lo sepa, me he propuesto una nueva línea de investigación para Tarija: el amor prohibido y el amor clandestino. Esto incluye a las relaciones extramaritales, pero no se queda ahí. Son toda una serie de tabúes sexuales que impregnan nuestra sociedad en una intensidad inusitada y que, aunque no se los mencione, nos hacen lo que somos. Es necesario construir un marco teórico adecuado a la situación, porque no puedes comprender lo que no puedes nombrar.
Yo creo que se puede entender el amor y la sexualidad como un fenómeno sociocultural. Esto significa que nuestras estructuras biológicas se articulan a una práctica social mediada culturalmente. Tenemos toda una industria filmográfica de Hollywood, prohibiciones y limitaciones de tipo religiosas, consideraciones de tipo económico y de estatus, un discurso social, una historia familiar y una práctica cotidiana. El amor puede ser tan romántico, dramático o perverso como tengamos la suerte o la mala suerte de experimentar. Al fin y al cabo, somos hijos e hijas de nuestra época.
También se puede analizar el amor y la sexualidad como un fenómeno psicosocial. Erich Fromm escribió un libro llamado “El arte de amar” desde una perspectiva psicoanalítica. También podríamos tratar de enfocar el asunto desde una perspectiva ética y moralista, como la iglesia intentó hacer desde siempre. Yo creo que, como antropología, es posible utilizar perspectivas y herramientas metodológicas etnográficas sentipensantes, que articulen un análisis racional con una sensibilidad emocional particular y una antropología del cuerpo.
Yo creo que no se puede hablar del amor como práctica sexualizada en Tarija si no hablas de deseo, placer, (in)satisfacción, frustración, lujuria, acoso callejero, celos, violencia, pornografía, perversión, feminicidios, explotación sexual, relaciones de poder, libertad, diversidades sexuales, feminismo, política, condiciones laborales, servidumbre, fidelidad, manipulación, emancipación, responsabilidad afectiva. Y eso, amigos míos, es lo que pretendo hacer: remover el lodo para mostrar la arena brillante en el fondo.