En Bolivia la pandemia ha provocado un fuerte retroceso laboral de la mujer
Más trabajo y menos sueldo, el relato de una tarijeña en pandemia
Sus compañeras y compañeros la conocen como “la hormiguita de la oficina”, y quizá sea por su gran corazón o por miedo a que la despiden en plena pandemia que nunca dijo no. “Me aferré al trabajo con todas mis fuerzas”
Con el barbijo bajo el mentón y casi recostada por el agotamiento, Daniela relata algo de su vida que, básicamente siente pasar sin satisfacción desde hace ocho años, la fecha coincide con el inicio de su primer trabajo, donde ella aún no imaginaba que por ser mujer ganaría menos que sus compañeros y que la pandemia agravaría su situación.
Antes de iniciar su relato, aclara que contar con un empleo después de un éxodo de despidos es una bendición de arriba; sin embargo, no niega que algunas veces el estrés y el no sentirse valorada en la institución la impulsó a redactar su carta de renuncia incontables veces, más, ese cuestionado “rol de madre” le hicieron limpiarse las lágrimas, bajar la cabeza y continuar.
Cualquiera pensaría que trabajar en una ONG es sinónimo de “buen sueldo”, más en esta situación los 2.800 bolivianos que ella gana, la deja en déficit todo el tiempo, pues con un alquiler de 800, 160 en servicios básicos, 154 en internet, 1.000 en la alimentación de tres y una cuota de 769 bolivianos que paga al banco, sus pasajes diarios y alguna necesidad extra ya quedan fuera de presupuesto.
En el país solo tres de cada diez mujeres cuentan con un empleo fijo, las demás trabajan por cuenta propia.
La investigadora Silvia Escobar del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), señala que la pandemia en Bolivia ha provocado un fuerte retroceso en la situación laboral de la mujer, pese a los “enormes esfuerzos” que ellas hacen cada día con múltiples actividades para garantizar los ingresos que necesitan sus familias.
El Comodín
“Comodín”, esa es la palabra que Daniela utiliza para definir el cargo que desempeña dentro de un organigrama vertical y liderado por hombres.
Primero era educadora de un proyecto de jóvenes, pasó a hacer marketing, después secretaria, a realizar cotizaciones y hasta preparar refrigerios. Y no es que le avergonzara, sino que todas esas tareas fueron impuestas fuera de sus funciones iniciales, las cuales nunca dejó de hacer hasta hoy.
Sus compañeras y compañeros la conocen como “la hormiguita de la oficina”, y quizá sea por su gran corazón o por la inseguridad que siente que a todo favor nunca le dijo que no. “Me aferré al trabajo con todas mis fuerzas, me costó tanto conseguirlo que para mí no hubo domingos, feriados, tenía que hacer ver que podía y eso hasta me costó mi matrimonio”.
En algunas oportunidades mientras firmaba la planilla de salarios, de manera disimulada pudo ver el sueldo de quienes tenían su mismo puesto y habían iniciado sus funciones junto a ella. No realizaban un mejor trabajo, tampoco hacían horas extras e incluso tenían a cargo menos tareas, pero eran hombres y eso parecía ser suficiente.
Cuando llegó la pandemia, los recursos económicos empezaron a escasear al punto que los proyectos educativos que ya contaban con financiamiento decidieron cerrar. Las primeras en ser despedidas, pese a tener contratos indefinidos o anuales fueron mujeres, sus compañeras.
“La cuarentena por el Covid-19 trajo consecuencias devastadores en la economía y el tejido social, más las principales consecuencias recaen en los más débiles, enfermos, pobres y mujeres. Ellas tuvieron que redoblar las actividades de cuidado en casa, ser profesoras de los niños y además traer el sustento a su hogar”, señala Peki Rubín de Celis, directora del Equipo de Comunicación Alternativa con Mujeres (ECAM) en Tarija.
Daniela es licenciada en Trabajo Social, nació en El Puente y desde pequeña supo que no quería ser agricultora, pastora de ovejas o madre de cinco o seis hijos. A sus 12 años empezó a ahorrar porque, si algo tenía claro, era que debía irse a Sucre a cumplir sus sueños.
Entre aquellos años conoció a Lucio, se embarazó y contrajo nupcias seguidamente. Más los anillos no fueron garantía para que él le pidiera el divorcio, pues ella por el trabajo casi nunca estaba en casa.
Un día llegó a su escritorio una nota, desde Administración solicitaban su firma en un acuerdo donde se le reducía el sueldo por pandemia. Ella aceptó, pues después de postular tantas veces y buscar un nuevo empleo sin respuesta, no le quedaba más que conservar el que ya era suyo.
Su antigüedad y experiencia en el manejo del área educativa tampoco le permitió ser ascendida en enero del 2021, cuando el puesto de “supervisión de proyectos” quedaba libre. Sin embargo, a su manera Daniela buscó reinventarse y tener otra fuente de ingresos.
Actualmente prepara masas y tortas a pedido, además de su puesto de educadora. La pandemia le ha golpeado duramente, más junto a sus hijas lucha para no ser absorbida en una sociedad que desconoce sus derechos.
En Bolivia 50% de las mujeres trabaja por su cuenta
La investigadora Silvia Escobar, del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), señala que en Bolivia, una de cada tres mujeres tiene trabajo asalariado, ya que casi un 50 por ciento son trabajadoras por cuenta propia y cerca del 30 por ciento trabaja en unidades familiares sin recibir un ingreso propio.
“La pandemia, a lo que más ha afectado, es al mundo laboral. Y el tema en el caso de las mujeres es tan crítico como que tienen menos empleo, tienen más precariedad en el trabajo quienes han quedado ocupadas y tienen mucho más trabajo en el ámbito no remunerado del hogar”, dijo Escobar.
La pandemia en Bolivia ha provocado un fuerte retroceso en la situación laboral de la mujer, pese a los “enormes esfuerzos” que hacen cada día para garantizar dinero para su familia.