La familia cubre los gastos de los pacientes Covid-19
“10 segundos para hablar”, el pasillo hacia la UTI en Tarija
Entre la Sala Intermedia Covid y la Unidad de Terapia Intensiva existen unos cinco metros de distancia, allí le dieron 10 segundos a Giovana para decirle a su papá cuanto lo quería, mientras la camilla avanzaba



Entre las puertas de la Sala Intermedia Covid-19 y la temida Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital Regional San Juan de Dios (HRSJD), existen unos cinco metros de distancia aproximadamente, ese pasillo que para muchos ha sido sin retorno, es testigo de la esperanza y de muchas despedidas que se dan justamente allí, cuando una camilla es trasladada de un lugar otro y solo tienes la oportunidad de ver y en el mejor de los casos cruzar alguna palabra en menos de 10 segundos con quien será intubado.
Las últimas dos semanas en Tarija han sido “frescas”, por las noches el frío del otoño ya se siente, sin embargo, el jueves pasado en medio de ese pasillo del HRSJD, una mujer apenas llevaba una polera roja encima, mientras todos se abrigaban con camperas, trajes de bioseguridad e incluso doble barbijo por el temor a la carga viral que existe en una Zona Covid.

Qué decir en 10 segundos parecía más importante que protegerse, que sentir calor. Giovana solo recuerda que quienes la acompañaban le recalcaron una y otra vez que cuando su padre salga por la puerta, ella debía ser fuerte y darle ánimo, sin llorar, sin quebrarse, y así fué.
La última vez que lo vió fue en la Sala de Emergencias, sus labios se habían vuelto morados y su piel se había tornado amarilla por la falta de oxígeno, un médico de turno le dijo que la internación debía ser de emergencia y sin dar tiempo a nada, se lo llevaron hacia el hospital del Quemado.
Fue allí donde conoció la otra cara de esta enfermedad, el nosocomio no cuenta con las medicinas más caras, debes hacer guardia en el hospital todo el día y no hay garantías de que alguien salga con vida.
“Sus pulmones están totalmente dañados, no sé si salga, puede que si, puede que no, pero hay que ver”, son las palabras del diagnóstico que Giovana recuerda al pie de la letra. Solo habían dos opciones: tratarlo con plasma hiperinmune que la misma doctora afirmaba no era nada seguro o como segunda opción usar fármacos, la familia eligió ambos.
Allí empezó el calvario, solo en la primera noche gastaron como 3.000 bolivianos, les faltaba comprar cuatro dósis más de Remdesivir y los médicos en ningún momento aclararon si los medicamentos debían entregarse todos al mismo tiempo o había la posibilidad de comprar una dósis por día.
Lo que si no olvidaron decir, era que si se optaba por ese tratamiento, la familia debía garantizar que podía cubrir todos los gastos. Solo en las seis dósis requeridas y a un precio de 1.200 bolivianos, como normalmente cuesta, se necesita tener 7.200 bolivianos líquidos para el tratamiento, en algunos casos se llegan a requerir hasta diez.

Hasta la fecha se registran 3.826 casos activos de Covid-19 en Tarija, 607 muertes y la curva va en ascenso
La entrada a las salas Covid está remarcada con un arco de desinfección que no funciona, cerca se logran ver anuncios pegados en la pared, se piden donantes de plasma hiperinmune, otros ofrecen remanentes de medicamentos que no fueron usados porque el familiar murió.
Allí también, todos los días se ve un grupo de 15 a 20 personas, todos familiares de quienes están internados, algunos con la enfermedad pero asintomáticos, más pareciera que a nadie le importa ya el virus, cuando adentro alguien que quieren se debate entre la vida y la muerte.
La llamada que ella no quería escuchar llegó, “tu papá puede sufrir un paro cardiaco porque ya no responde al oxígeno”, la única opción era el traslado del paciente a terapia intensiva para ser intubado, pero la situación era increíble cuando hace algunos minutos él la había llamado y le decía “que todo estába bien”.
Era jueves al mediodía, se debía actuar de inmediato siempre y cuando nuevamente la familia garantice los recursos para comprar lo requerido. No fue hasta las 22.00 horas que el médico de turno emitió la orden para ingresarlo a Terapia Intensiva, justo en la hora que se logró conseguir 4.000 bolivianos y comprar la receta.
Antes de que saliera su padre por la puerta, Giovana en su desesperación se puso de rodillas en el pavimento y le pidió a Dios una oportunidad. Pasó la camilla, consiente que podía ser la última vez que veía a su padre, atinó a decirle cuanto lo quería, él le movió la mano y alcanzó a encargarle algunas cosas que dejaba en la sala anterior.
Las horas pasaron y casi a la media noche salió un médico, no fue necesario intubarlo, respondió a una cánula de oxígeno que era un paso previo antes del procedimiento.
Giovana en dos semanas ha conocido a personas que empeñan y venden todo lo que tienen para pagar un tratamiento Covid, que duermen allí, que no comen y pese a estar infectadas se convierten de piedra mientras esperan en aquel pasillo de cinco metros una buena noticia.
Venta de rifas y comida para hacer frente al Covid-19

Las redes sociales se han desbordado de anuncios de venta de rifas y comidas, estas actividades tienen un propósito, cubrir en parte los gastos que demandan tener un familiar internado en cualquiera de las salas con Covid-19.
Según Giovana, en dos semanas de internación de su padre y en el cuidado de su madre y hermano que también fueron afectados por la enfermedad, gastó entre 20.000 bolivianos en la compra de medicamentos y estudios.
A esta suma de dinero, no se le suma los gastos de recuperación, pues una vez trasladado el paciente al hogar, se debe pagar la fisioterapia y tanques de oxígeno mientras dure la rehabilitación.