Historias de pandemia
La zapatería a domicilio de Don Nicolás en Tarija
Con un acoplado azul, don Nicolás a sus 64 años recorre las calles de Tarija con un letrero escrito a mano que dice "zapatero ambulante a domicilio". Aunque es mejor conocido como el zapatero “delivery” de Tabladita



Con las manos embarradas de clefa y un acoplado azul cubierto por cajas, don Nicolás recorre las calles de Tarija con un letrero escrito a mano en una hoja bond "zapatero ambulante a domicilio". Sí, la pandemia ya ha naturalizado un zapatero con servicio delivery.
Pese a que el Covid-19 ha arrinconado a varios emprendimientos al punto de cerrar, la creatividad y las ganas de salir adelante permanecen intactas en este zapatero de 64 años. Que todas las mañanas desde muy temprano hasta “cuando ya no hay trabajo” recorre las calles de la ciudad.
El cáncer, la pandemia y su historia
Natural de Nor Cinti – Chuquisaca, cuenta que desde muy joven dejó la tierra donde nació para buscar trabajo, fue allí donde aprendió muchos oficios, la carpintería, la panadería, hasta que finalmente terminó convirtiéndose en zapatero.
Ese oficio, siempre le dio lo necesario para ser el sostén de su esposa y sus dos hijos. Sin embargo, hace algunos años atrás tuvo que recurrir a la solidaridad de las personas, cuando se enteró que su pareja tenía cáncer.
Don Nicolás dice temerle más a esa enfermedad que al Covid. Pese a ser un hombre de baja estatura y con las mejillas quemadas por el sol, afirma que esa situación lo llevó a ser más fuerte y a no temerle a la muerte. "Hay que saber enfrentar", dice al recordar que por tres largos años su esposa luchó contra el cáncer, sin embargo, perdió la batalla.
En aquella época, cuando arreglar zapatos no le daba lo suficiente para costear los tratamientos de su mujer, le tocó recurrir al buen corazón de la gente. Una mañana de sábado se puso un chaleco colorido, tomó su zampoña, charango y bombo, sus instrumentos "tres en uno" y caminó por las ferias del Campesino y Villa Fátima, cantando y tocando huayñitos, su ritmo favorito.
"Como soy del norte, eso nomás sabía tocar y con mi sombrerito pedía a la gente su ayuda. No quisiera que nadie pase por esa situación".
Don Nicolás quedó viudo, y a partir de allí se dedicó en cuerpo y alma a su kioskito verde del barrio Tabladita, donde "de charla en charla" y de zapato en zapato, olvidaba sus penas de amor.

A su edad, él sentía que ya había atravesado las pruebas más duras de la vida, sin embargo, una nueva preocupación constriñó su corazón. Su hijo menor, quien también usaba un kiosko como sustento, se encontraba sin trabajo, pues las golosinas que vendía afuera del colegio Bolivia se amontonaban a causa de que las clases presenciales habían terminado por la pandemia.
Sin pensarlo mucho, tomó las herramientas más viejas de su caja, alzó las llaves, el candado y entregó uno de sus tesoros, su kiosquito verde, y con él, parte de su vida a su hijo menor. "Él tiene bocas que alimentar ", sustenta, demostrando el amor desinteresado de un padre.
Nunca pensó que a sus 64 años tuviera que empezar de nuevo, menos aún, que la creatividad y la necesidad lo llevaría a tomar su acoplado azul y lanzarse a nuevos horizontes ofreciendo sus servicios.
Primero lo intentó en el centro de la ciudad, pero cuenta que la Intendencia lo botó. De esa forma optó por deambular por zonas más alejadas, tocando las puertas de las casas, y llevando a cuestas su máquina y sus herramientas, consiguió sus primeros clientes.
Muchas de las personas que atendían cuando él tocaba, tenían zapatos por arreglar, pero un punto en contra era que temían al contagio del famoso virus. Por lo cual “lo despachaban”.
Desde julio empezó a hacerse más conocido, el número 69306538 sonaba más seguido y la gente de “arriba” (Tabladita) empezó a recomendarlo. El bajo costo y la calidad de sus arreglos hacía que las personas recurran a él.

Foto: Darquino
La experticia de 20 años, hace que cada arreglo en sus manos, no le tome más de 10 o 15 minutos. Al parecer, eso es lo que más le gusta a sus clientes, que el encargo se entregue rápido.
Recuerda que en su casa tiene un espacio "especial" para todos los zapatos que durante los años, sus clientes no recogieron, mantiene viva la esperanza de que algún día, si le alcanza la vida, los entregará a sus dueños.
Acompañado de su radio, sus huayños y su acoplado, es normal verlo entre semana por la avenida 6 de Agosto. Con una sonrisa saluda a la gente que pasa por allí y recalca que hay personas, "sus colegas", que están en peor situación.
Estacionado al costado de la calle, a la sombra de un tinglado de una tienda de barrio, entrega una sandalia a una joven, “en otra llévele también trabajito al zapatero de más abajo, él también necesita”, dice con una sonrisa.
La pandemia golpea la economía de la gente
"Cobro baratito", dice Don Nicolás, quien dice entender la situación por la que atraviesa la sociedad. Antes de la pandemia, sus ganancias diarias oscilaban entre 50 y 60 bolivianos, ahora han disminuido a la mitad.