La dejadez de las autoridades de salud quedó en evidencia
Marcial y su viacrucis de paciente renal con Covid en Tarija
Con un catéter, 52 años y un dolor en el pecho por Covid-19 don Marcial alzó dos bidones que contenían 30 litros de una solución para limpiar su sangre y recorrió el hospital San Juan de Dios en busca de una diálisis



Con un catéter en el cuerpo, 52 años de vida y un dolor punzante en el pecho, don Marcial Cruz alzó la tarde del jueves dos bidones de 15 litros cada uno, que contenían una solución para limpiar su sangre. Así recorrió el hospital San Juan de Dios urgido de una diálisis. Sin embargo, al llegar al tercer piso recibió la noticia de que aún no había ni el equipo ni el personal para tratarlo, pues ahora no solamente era un paciente renal, sino también tenía Covid.

El 24 de marzo, según evidencia una circular del Ministerio de Salud con un rótulo de URGENTE, el ente rector instruyó al director del Servicio Departamental de Salud de Tarija (Sedes), Paúl Castellanos, “disponer o readecuar un área exclusiva para el manejo de pacientes en hemodiálisis con sintomatología o confirmados de Covid”, esto seis días antes de que se conociera el primer paciente con el virus en el departamento.
Pasaron cinco meses de aquel comunicado y en agosto se confirmó que dos personas con enfermedad renal crónica dieron positivo a coronavirus. Marcial Cruz es uno de ellos y para lograr un poco de atención tuvo que acudir a la prensa, amigos y doctores, además de enviar una carta hasta La Paz y finalmente pedir ayuda a la Defensoría del Pueblo. Esto dejó en claro que el Sedes no adecuó ambientes, ni puso en marcha el protocolo de atención, instruido en marzo.
Una vez presentada la queja ante la instancia defensorial, ésta tomó contacto con las direcciones del Hospital San Juan de Dios, el Centro de Salud de San Andrés y el Hospital Covid-19 San Antonio, sin lograr concretar la atención en ninguno de los nosocomios, debido a la falta de adecuación de ambientes y la disposición de una máquina de hemodiálisis específica para pacientes con coronavirus.
Antes que don Marcial se infectara de Covid cuenta que su vida era más fácil, pues desde hace tres años, su rutina fue siempre la misma, dirigirse día por medio al Centro de Nefrología y Hemodiálisis del Hospital Regional San Juan de Dios para una sesión de hemodiálisis, que dura alrededor de cuatro horas.
Hace tres semanas, su cuerpo empezó a temblar sin explicación alguna, se sentía cansado y le dolía el pecho al respirar. En una de sus sesiones, empezó a toser sin descanso, esto alertó al médico que lo atendía, días después supo que tenía Covid.
A partir de allí, inició la peregrinación de su vida, pues debido a su estado de salud ya no pudo asistir al Centro de Nefrología, sobre todo porque además de él, otras 69 personas reciben atención del mismo tipo y en el mismo lugar. Tampoco pudo usar ya las máquinas de hemodiálisis, pues esto representaba un riesgo de contagio para quienes las usaran después.
Sin atención garantizada, las toxinas que sus riñones ya no pueden purificar permanecieron en su cuerpo por una semana, hasta que el 4 de septiembre le notificaron que ya había una máquina para pacientes positivos. Para ser tratado debía presentarse en el tercer piso del HRSJD, a las dos de la tarde de ese jueves y acompañado de sus dos galones.
Su esposa, quien siempre ha sido su apoyo, ese día solo pudo observar desde afuera cómo Marcial entró al hospital llevando a paso lento sus bidones, “me he prestado un carrito para subir hasta el tercer piso, y cuando llegué nadie sabía nada, sentí impotencia”, cuenta agitado y trata de respirar profundo, tras una pausa, reconoce que el Covid “lo tiene mal”.

Después de hacer unas llamadas aquella tarde, entendió definitivamente que ahí no lo atenderían, entonces pidió a una enfermera permiso para dejar sus bidones en algún lugar de aquel tercer piso, pues ya no tenía fuerza para bajar con ellos. Más aún, le negaron esa posibilidad.
A las seis de la tarde, después de reclamar “en un lado y otro”, logró que lo dializaran en una máquina donde también tratan a pacientes con deficiencia renal, pero que tienen hepatitis. La sesión solo duró una hora y cuarenta minutos, según cuenta.
Don Marcial espera que su viacrucis termine este fin de semana, ya que autoridades de salud a cargo, le habrían asegurado que ya existe el área especializada para tratarlo, sin embargo, ahora su preocupación es más grande, pues “no tuvo la suerte de ser asintomático”. Armado de sus mates de Eucalipto también espera que esa enfermedad pase.
Pasaron cinco meses para que se habilitará en el HRSJD una sala especializada para pacientes renales con Covid
El Jefe de Nefrología del HRSJD, Jaime Arduz, informó a El País que desde el 5 de septiembre el área especializada para pacientes renales con Covid entró en funcionamiento, en el tercer piso de medicina varones, con personal de salud exclusivo y una máquina que tiene la capacidad para dializar a seis personas al día.También señaló que se cuenta con una unidad de diálisis que funciona dentro de Terapia Intensiva Covid, con la misma capacidad.
La enfermedad que mata silenciosamente
Wilfredo Oña, quien también enfrenta insuficiencia renal hace dos años, cuenta cómo esta enfermedad cambió su vida. Él vivía en Tupiza cuando empezó a notar cambios en su cuerpo, sus tobillos se hinchaban al igual que sus párpados, no podía respirar bien, hasta que un día cuando el dolor fue insoportable, tuvo que ser internado de emergencia, tenía líquido en los pulmones.
Su cuerpo empezó a deformarse por la hinchazón, sus músculos eran débiles, su vientre hinchado y las 12 pastillas que tomaba al día parecían no calmar su dolor. Viajó incluso a otro país, buscando otro diagnóstico a su enfermedad. Pero pese a ello, en Europa o en cualquier parte del mundo el diagnóstico seguía siendo el mismo, tenía insuficiencia renal y debía ser intervenido con hemodiálisis.
Willy, como le dicen sus amigos, recuerda que la depresión que sufrió lo llevó muchas veces a pedirle a Dios "que se lo llevara", ahí a media noche en el patio de su casa. “Tiempo después entendí la gracia (de Dios) a pesar de cómo yo estaba”, dice.
Hace unos meses, pasó a estar al frente de la organización de enfermos renales en Tarija, donde le ha tocado escuchar a mucha gente deprimida. Desde su fe intenta infundirles valor, animarlos, “no puedo dejarlos a la deriva”, dice con una voz amable y pausada.
Para él las sesiones de diálisis se han vuelto una especie de terapia, donde se cuenta chistes y hasta se ríe. Afirma que su sector fue muy descuidado durante la pandemia, “hay capacidad en las autoridades de salud, pero no hay ganas”, finaliza.