Justicia, la deuda con las niñas guaraníes que sufren violencia



El principal peligro para las niñas, sean indígenas o no, es la violencia sexual que pueden sufrir en su entorno y más ahora que las clases escolares están suspendidas y frecuentemente comparten la vivienda con su agresor. Luego de varios años de trabajar en esta temática, el Centro de Estudios Regionales para el Desarrollo de Tarija (Cerdet) brindó apoyo en un promedio de 40 casos, por año, de niñas guaraníes agredidas.
La responsable del Programa de Litigio Estratégico para el Acceso a la Justicia de esa entidad Mariel Paz comentó que esa cifra contempla la atención y patrocinio de manera directa desde hechos de feminicidio, abuso sexual, violencia doméstica, violencia sexual, contra niñas en comunidades indígenas del Gran Chaco.
Obstáculos
Uno de los obstáculos con el que tropezaron es que muchas familias deciden abandonar el proceso, lo que dificulta lograr justicia y protección para las niñas que fueron víctimas. Advirtió que ahora el riesgo aumenta a causa de la cuarentena, porque deben quedarse en sus casas y cerca de sus agresores, que por lo general son de su entorno próximo.
Los ofensores pueden ser de todo tipo, indígena y no indígenas, hijos de la patrona donde la niña realiza un trabajo doméstico, los padrastros, dependientes de una tienda, personas de paso que transitan por las comunidades y, la mayoría de las veces, allegados al ámbito familiar, vecinos, primos, etc., detalló Paz.
Por otra parte, las niñas indígenas viven en comunidades que no cuentan con centros de atención de denuncias y de protección en el terreno mismo, la lejanía física, la distancia con los centros poblados, ya sea Yacuiba o Villa Montes, hace que sean difícil acceder a justicia y reciban cuidado.
“Lamentablemente existe un gran vacío en cuanto a la contabilización de casos en el departamento de Tarija y en todo el país –sostuvo -, no se cuenta con datos oficiales, tampoco con estadísticas diferenciadas sobre la violencia hacia las mujeres y las niñas indígenas, la gravedad de la dimensión de la violencia sexual entre las mujeres indígenas está invisibilizado, no existe la diferenciación de la pertenencia cultural”.
Por otra parte, tampoco asisten a la escuela que de alguna manera las protege, les brinda la posibilidad de contacto para pedir ayuda, por lo que consideró una tarea urgente tomar medidas para prevenir esta otra pandemia de violencia sexual a niños y niñas y adolescentes en el que las instituciones departamentales y municipales deben poner en marcha un plan de largo aliento, por lo menos hasta fin de año.
El programa que se centra en el municipio de Yacuiba también brinda asistencia técnica a los Servicios Legales Integrales Municipal (SLIM), las Defensorías de la Niñez y orientación a los funcionarios de las instancias municipales que dan atención a víctimas de la violencia.
Silencio, el obstáculo que beneficia al agresor
Sobre el tema, la capitán grande de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) Yacuiba, Evarista Cadencia Ramón, apuntó que la violencia a sexual a niñas es un problema por el que atraviesan y busca involucrarse cuando se conoce de hechos de este tipo, considera que “el número no es muy alto, pero tampoco bajo”.
“Estamos siendo afectados como pueblo por esta situación – dijo -, hemos escuchado de algunos casos, hablamos con las familias, se recomienda no encubrirlos, muchas pasan por estas situaciones, pero prefieren callar y ocultar, no sale a la luz y queda por ahí no más”.
Reiteró que pide a las madres no callar cuando observen hechos de este tipo, denunciarlo, tratar de frenar estas acciones, además que se llevan a cabo acciones de prevención a través de la responsable de Género de la APG, Mariela Melgar.
Contó que llevan adelante una campaña junto a Cerdet con mensajes en contra de la violencia sexual hacia las niñas y adolescentes y en los dos idiomas, guaraní y español, especialmente en comunidades en los que una gran mayoría hablan poco esta segunda lengua.