Bladés y sus 150 pericias psicológicas sobre violencia sexual infantil
“A los niños se les dice que se cuiden de los extraños, que escapen o griten, pero ¿cómo pueden escapar o gritar si el que les viola es su padre, tío, padrino, o profesor?” Esa situación es aberrante, dice Javier Bladés Pacheco, quien dedicó más de 15 años a realizar peritos...
“A los niños se les dice que se cuiden de los extraños, que escapen o griten, pero ¿cómo pueden escapar o gritar si el que les viola es su padre, tío, padrino, o profesor?” Esa situación es aberrante, dice Javier Bladés Pacheco, quien dedicó más de 15 años a realizar peritos psicológicos a niños víctimas de abuso sexual.
Allá por el 1988 dejó su formación de sacerdote para estudiar psicología. Luego de 31 años sabe que tomó una decisión acertada, porque encontró su vocación. El que lo conoce, sabe que una de sus características es su modestia, también su calvicie de la que él mismo bromea.
Pero hablando de cosas serias, en la actualidad escribe un capítulo para un libro que se producirá en México, éste trata sobre la Infancia en Latinoamérica, analiza una de las partes más duras, relacionada a los efectos psicológicos de las violaciones a niños con discapacidad.
Sobre este tema, su experiencia le lleva a hablar de una tercera debilidad, debido a que la primera para que una persona sea violada, es ser niño -etapa de la vida donde el humano es inocente e indefenso-, la segunda es ser mujer, porque la sociedad patriarcal y machista éstas son un objeto y, la tercera es la discapacidad.
Explica que en las personas con discapacidad rige un silencio, pues no denuncian el hecho, ya que muchas veces no saben qué les pasó. No se animan a decir que su propio cuidador es el que les violó. Esos casos a menudo se descubren cuando se sorprende en el acto al agresor. A eso se debe añadir que algunas personas tienen dificultades sensoriales, como la sordera, la mudez o ambas. Esto también impide que las víctimas puedan comunicar el abuso que sufrieron.
A lo largo de su carrera Bladés hizo 150 pericias psicológicas a niños con y sin discapacidad, de las cuales 110 entraron a juicio. De ese total sistematizó 55 con sentencia ejecutoriada, las más relevantes, para escribir otro libro, esta vez sobre los efectos psicológicos de menores de edad víctimas de abuso sexual. Trabajo que también le permitirá lograr un doctorado en esa área del conocimiento.
Ahí, sentado en el sillón de su oficina, recuerda cada uno de los casos mientras se mece para adelante y atrás. Sus labios se fruncen bajo sus bigotes cobrizos cuando menciona que los niños también tienen que soportar una segunda agresión, pero por parte de las instituciones estatales.
Detalla que esas instancias los revictimizan al hacerles recordar los pasajes de cuando fueron violados. El argumento es brindar justicia, sin embargo esa justicia solo se basa en meter a la cárcel al agresor, sin ningún intento de contención psicológica a la víctima mientras dura el proceso judicial.
Aunque parezca difícil de creer, Bladés es testigo que a los niños les hacen declarar hasta siete veces: la primera se da cuando la víctima cuenta por primera vez a su madre o a alguna persona de confianza, ésta le pide que lo cuente a alguien más. Después tiene que ir a la Defensoría de la Niñez y Adolescencia o a la Policía a presentar otra declaración, luego el fiscal del caso quiere una declaración nueva o ampliatoria y, para rematar, en el juicio las partes pueden pedir que la víctima vuelva a declarar.
Bladés baja las manos rápidamente sobre su escritorio y reniega de los funcionarios jurídicos, quienes, según dice, están más preocupados de evitar errores de normativa que de velar por la víctima. Como ejemplo dice que, en todo el periodo de proceso judicial, que dura hasta dos años, no se hace contención psicológica a los niños, tampoco un tratamiento de rehabilitación.
De esta manera, una de las riquezas que refleja su texto es el análisis de los efectos psicológicos que se producen en los tres primeros meses luego del acto de violación. En la actualidad hay resultados de la fase crónica y de la etapa posterior al juicio, cuando ya pasó mucho tiempo.
Los años de trabajo le permitieron concluir que en ese periodo se daña la parte afectiva emocional, no solo la estructura psíquica en los niños. Debido a eso hay una fluctuación de estados de ánimos: ansiedad, depresión, malestar, problemas de conducta, no quieren estudiar ni realizar actividades diarias, tampoco buscan compañía de otros, en algunos casos se vuelven agresivos, presentan problemas de sueño y alimentación.
Por otro lado, Bladés dice que las víctimas empiezan a tener conductas inapropiadas en representación de lo que vivieron o vieron, porque fueron objeto de perversión sexual. Por eso también es posible que una persona que sufrió una agresión sexual, cuando sea grande, repita ese acto con otros niños.
Indica que la pobreza también es un factor determinante para que se presenten estos casos. Explica que hay familias que viven hacinadas en una sola habitación, la pareja consume alcohol y quiere tener relaciones sexuales delante de sus propios hijos, quienes ven las escenas o contacto físico, a lo que se llama promiscuidad.
El consumo de alcohol es otro determinante, el especialista dice que un 70 por ciento de los casos de violación fueron perpetrados en estado de ebriedad. El hecho de consumir bebidas alcohólicas en sus casas vuelve vulnerables a los niños, ya que los exponen ante personas externas, amigos de familiares cercanos que pueden abusar de ellos.
Todo esto hace al niño vulnerable y muchas veces es sometido a amenazas constantes. “Sucede que el agresor sexual les dice que matará a sus hermanitos, o a la víctima misma. Entonces, el niño no cuenta nada de lo que le sucede, pero eso incide en su estado emocional hasta que no aguanta más y cuenta a alguien lo que le pasa”, dice el experto.
Lo que más le preocupa al especialista es la indiferencia institucional frente a estos temas, debido a que quienes toman las decisiones de inversión ven que esto no les es rentable ni vendible a la sociedad. Apuestan más a otras áreas que en la parte humana.
Bladés escuchó decenas de llantos y se ha puesto frente a frente con un centenar de rostros de sufrimiento que conmueven hasta la persona más dura. Pero también ha visto a los niños quedarse huérfanos, porque sus padres les acusaron de ser culpables de la violación.
La labor de Bladés en sus vida profesional
Rector Interno
A finales del año 2015 la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (UAJMS) entró en una crisis institucional, a tal punto de quedarse sin Rector, fue entonces cuando el cogobierno docente estudiantil -mediante el análisis de sus normativas- determinó posesionar a Javier Bladés en ese cargo de manera interina. Uno de los principales mandatos era dejar una autoridad electa.
Carrera profesional
Es psicólogo de profesión, tiene especialidad en psicología jurídico forense, especialidad en educación especial. Asimismo, tiene una especialidad en teología, una maestría en ciencias de la educación superior. Fue director por 15 años de la carrera de Psicología, fue vicerrector y rector interino de la UAJMS, actualmente es decano de la facultad de Humanidades.
Investigaciones
Una de las últimas investigaciones que encabezó Javier Bladés fue el Censo Carcelario en el penal de Morros Blancos de Tarija. Unos de los resultados fue que el tipo penal más frecuente es el de “delitos contra la libertad sexual” con 48,6 por ciento, seguido por el “delito contra la vida” con 20 por ciento y “tráfico, suministro, consumo y transporte de sustancias controladas” con un 15 por ciento.
Allá por el 1988 dejó su formación de sacerdote para estudiar psicología. Luego de 31 años sabe que tomó una decisión acertada, porque encontró su vocación. El que lo conoce, sabe que una de sus características es su modestia, también su calvicie de la que él mismo bromea.
Pero hablando de cosas serias, en la actualidad escribe un capítulo para un libro que se producirá en México, éste trata sobre la Infancia en Latinoamérica, analiza una de las partes más duras, relacionada a los efectos psicológicos de las violaciones a niños con discapacidad.
Sobre este tema, su experiencia le lleva a hablar de una tercera debilidad, debido a que la primera para que una persona sea violada, es ser niño -etapa de la vida donde el humano es inocente e indefenso-, la segunda es ser mujer, porque la sociedad patriarcal y machista éstas son un objeto y, la tercera es la discapacidad.
Explica que en las personas con discapacidad rige un silencio, pues no denuncian el hecho, ya que muchas veces no saben qué les pasó. No se animan a decir que su propio cuidador es el que les violó. Esos casos a menudo se descubren cuando se sorprende en el acto al agresor. A eso se debe añadir que algunas personas tienen dificultades sensoriales, como la sordera, la mudez o ambas. Esto también impide que las víctimas puedan comunicar el abuso que sufrieron.
A lo largo de su carrera Bladés hizo 150 pericias psicológicas a niños con y sin discapacidad, de las cuales 110 entraron a juicio. De ese total sistematizó 55 con sentencia ejecutoriada, las más relevantes, para escribir otro libro, esta vez sobre los efectos psicológicos de menores de edad víctimas de abuso sexual. Trabajo que también le permitirá lograr un doctorado en esa área del conocimiento.
Ahí, sentado en el sillón de su oficina, recuerda cada uno de los casos mientras se mece para adelante y atrás. Sus labios se fruncen bajo sus bigotes cobrizos cuando menciona que los niños también tienen que soportar una segunda agresión, pero por parte de las instituciones estatales.
Detalla que esas instancias los revictimizan al hacerles recordar los pasajes de cuando fueron violados. El argumento es brindar justicia, sin embargo esa justicia solo se basa en meter a la cárcel al agresor, sin ningún intento de contención psicológica a la víctima mientras dura el proceso judicial.
Aunque parezca difícil de creer, Bladés es testigo que a los niños les hacen declarar hasta siete veces: la primera se da cuando la víctima cuenta por primera vez a su madre o a alguna persona de confianza, ésta le pide que lo cuente a alguien más. Después tiene que ir a la Defensoría de la Niñez y Adolescencia o a la Policía a presentar otra declaración, luego el fiscal del caso quiere una declaración nueva o ampliatoria y, para rematar, en el juicio las partes pueden pedir que la víctima vuelva a declarar.
Bladés baja las manos rápidamente sobre su escritorio y reniega de los funcionarios jurídicos, quienes, según dice, están más preocupados de evitar errores de normativa que de velar por la víctima. Como ejemplo dice que, en todo el periodo de proceso judicial, que dura hasta dos años, no se hace contención psicológica a los niños, tampoco un tratamiento de rehabilitación.
De esta manera, una de las riquezas que refleja su texto es el análisis de los efectos psicológicos que se producen en los tres primeros meses luego del acto de violación. En la actualidad hay resultados de la fase crónica y de la etapa posterior al juicio, cuando ya pasó mucho tiempo.
Los años de trabajo le permitieron concluir que en ese periodo se daña la parte afectiva emocional, no solo la estructura psíquica en los niños. Debido a eso hay una fluctuación de estados de ánimos: ansiedad, depresión, malestar, problemas de conducta, no quieren estudiar ni realizar actividades diarias, tampoco buscan compañía de otros, en algunos casos se vuelven agresivos, presentan problemas de sueño y alimentación.
Por otro lado, Bladés dice que las víctimas empiezan a tener conductas inapropiadas en representación de lo que vivieron o vieron, porque fueron objeto de perversión sexual. Por eso también es posible que una persona que sufrió una agresión sexual, cuando sea grande, repita ese acto con otros niños.
Indica que la pobreza también es un factor determinante para que se presenten estos casos. Explica que hay familias que viven hacinadas en una sola habitación, la pareja consume alcohol y quiere tener relaciones sexuales delante de sus propios hijos, quienes ven las escenas o contacto físico, a lo que se llama promiscuidad.
El consumo de alcohol es otro determinante, el especialista dice que un 70 por ciento de los casos de violación fueron perpetrados en estado de ebriedad. El hecho de consumir bebidas alcohólicas en sus casas vuelve vulnerables a los niños, ya que los exponen ante personas externas, amigos de familiares cercanos que pueden abusar de ellos.
Todo esto hace al niño vulnerable y muchas veces es sometido a amenazas constantes. “Sucede que el agresor sexual les dice que matará a sus hermanitos, o a la víctima misma. Entonces, el niño no cuenta nada de lo que le sucede, pero eso incide en su estado emocional hasta que no aguanta más y cuenta a alguien lo que le pasa”, dice el experto.
Lo que más le preocupa al especialista es la indiferencia institucional frente a estos temas, debido a que quienes toman las decisiones de inversión ven que esto no les es rentable ni vendible a la sociedad. Apuestan más a otras áreas que en la parte humana.
Bladés escuchó decenas de llantos y se ha puesto frente a frente con un centenar de rostros de sufrimiento que conmueven hasta la persona más dura. Pero también ha visto a los niños quedarse huérfanos, porque sus padres les acusaron de ser culpables de la violación.
La labor de Bladés en sus vida profesional
Rector Interno
A finales del año 2015 la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (UAJMS) entró en una crisis institucional, a tal punto de quedarse sin Rector, fue entonces cuando el cogobierno docente estudiantil -mediante el análisis de sus normativas- determinó posesionar a Javier Bladés en ese cargo de manera interina. Uno de los principales mandatos era dejar una autoridad electa.
Carrera profesional
Es psicólogo de profesión, tiene especialidad en psicología jurídico forense, especialidad en educación especial. Asimismo, tiene una especialidad en teología, una maestría en ciencias de la educación superior. Fue director por 15 años de la carrera de Psicología, fue vicerrector y rector interino de la UAJMS, actualmente es decano de la facultad de Humanidades.
Investigaciones
Una de las últimas investigaciones que encabezó Javier Bladés fue el Censo Carcelario en el penal de Morros Blancos de Tarija. Unos de los resultados fue que el tipo penal más frecuente es el de “delitos contra la libertad sexual” con 48,6 por ciento, seguido por el “delito contra la vida” con 20 por ciento y “tráfico, suministro, consumo y transporte de sustancias controladas” con un 15 por ciento.