Dios se cuela en la campaña
Ni Bolivia ha sido nunca especialmente religiosa ni todo lo contrario. Conservadora por colonización, la Iglesia siempre ha ocupado un lugar relevante, pero no demasiado. Más bien normal, como cualquier otra institución sobre la que no se plantean demasiadas preguntas. En ese contexto, ninguno...



Ni Bolivia ha sido nunca especialmente religiosa ni todo lo contrario. Conservadora por colonización, la Iglesia siempre ha ocupado un lugar relevante, pero no demasiado. Más bien normal, como cualquier otra institución sobre la que no se plantean demasiadas preguntas. En ese contexto, ninguno de los Gobiernos desde la revolución del 52 le ha dado especiales privilegios, ni se ha esforzado en quitar los que ya tenía.
Ni Paz Estenssoro, ni Hugo Bánzer, ni siquiera Torres o Paz Zamora, menos Gonzalo Sánchez de Lozada han cambiado el statu quo, más allá de algunos ajustes propios de la época, como lo de la no segregación por sexos, etc. Tampoco el Movimiento Al Socialismo (MAS)
Sin embargo, en esta campaña de 2019, las invocaciones a Dios y las propuestas más conservadoras han pasado a ser ración diaria en una buena parte de partidos. Sobre todo, los partidos más pequeños o con menos posibilidades de llegar a gobernar.
Perfiles radicales
La última polémica la ha protagonizado el candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC), el coreano y boliviano Chi Hyun Chung, médico y pastor evangélico, que vino a proponer tratamientos psiquiátricos para las personas LGBTI, al considerar que su conducta respondía a un trauma o un trastorno.
La propia comunidad LGBTI le ha recordado al pastor – candidato que la homosexualidad fue eliminada del tratado de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1990, y le recuerdan que lo que si tiene tratamiento es la homofobia.
El Partido Demócrata Cristiano, con el fichaje de Chi en relevo de Jaime Paz Zamora - que también había coqueteado con los discursos próvida pero su tradición izquierdista lo eliminaba de la cancha de juego – entra en competencia directa con los dos partidos abiertamente a la derecha: Frente Para la Victoria (FPV) y Unión Cívica Solidaridad (UCS).
Estudios
El Pew Research identifica que en las últimas cuatro décadas los católicos en el continente pasaron del 92% al 69% y los evangélicos del 4 al 19%
El FPV es un partido “radical y conservador”, como asegura su candidato presidencial Israel Rodríguez, de 31 años, quien estudió en la Juan Misael Saracho de Tarija, donde hizo vida orgánica en la FUL. El economista alteño no ha dudado en plantear medidas como la pena de muerte y la castración química para violadores y asesinos; o la importación de maestros de otros países para apuntalar la educación de los niños, lo que consideran clave en su programa. El Frente Para la Victoria versión boliviana, nada tiene que ver con la que fuera agrupación de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. Ya en 2015 se presentaron en varios municipios y gobiernan cinco municipios; en Tarija Aluida Vilte estuvo a punto de triunfar en Padcaya, por ejemplo. Desde entonces se les asocia a la iglesia evangélica, pero tiene más que ver con el discurso que con lo orgánico.
El otro partido radicalizado es el que postula a Víctor Hugo Cárdenas, el aymara vicepresidente en la primera gestión de Gonzalo Sánchez de Lozada, entonces más liberal, y que ha elegido como vicepresidente a Humberto Peinado. Según reportó El Deber, Peinado es un pastor evangélico que es fundador de la Plataforma de la Familia, que se opone a la legalización del aborto, la ley de identidad de género y los matrimonios homosexuales. El propio Cárdenas ha protagonizado marchas junto al movimiento próvida y ha asumido posiciones polémicas en redes al respecto: incluyendo armar a las mujeres para luchar contra las violaciones y los feminicidios.
Más guiños
Otros partidos también han hecho guiños al sector votante más duro o conservador, bien con propuestas, bien sin ellas, o bien colocando en puestos estratégico de sus listas a representantes de esos sectores.
Virginio Lema, candidato del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y que volcó sus esfuerzos en las redes sociales aparentemente buscando un sector joven acorde a su apariencia progresista ha ido moldeando sus propuestas al momento, hasta el punto de que una de ellas ha sido “jurar el cargo de Presidente sobre la Biblia”. Una promesa que esencialmente no dice nada, pero simbólicamente sí. Igualmente ha acabado decantándose contra el aborto en ese debate soterrado e inexistente, pero presente, que existe en el país.
En la misma línea Óscar Ortíz, de Bolivia Dice No, acabó conjugando la frase de “salvar las dos vidas”, argumento principal del movimiento próvida para rechazar una nueva regulación del aborto.
Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana, que en el pasado se mostró más próximo a las tesis del matrimonio igualitario, ha colocado como candidato a cuarto diputado plurinominal a Erwin Bazán, ocho años vocero y director de comunicación del Arzobispado de Santa Cruz y que en los últimos meses cobró notoriedad al intervenir en un parto inducido autorizado judicialmente por la violación de la menor y que demoró demasiado en Santa Cruz. En este caso, ambas vidas estuvieron en riesgo. La campaña #MachistasFueradelasListas lo ha identificado como un “antiderechos”, de las que se defendió en una entrevista en ANF: "Las convicciones que aprendí y que he venido defendiendo en la Iglesia fueron las que me llevaron a tomar la decisión de asumir un desafío en la política y tienen que ver con el deseo de ser parte de las soluciones".
De machista y más fue tildado el candidato del Movimiento Tercer Sistema (MTS), Félix Patzi, en este caso no “sospechoso” de estar vinculado a sectores de la iglesia, pero que acabó proponiendo como forma de acabar con los feminicidios que las mujeres no trabajen o que los maridos las acompañen al trabajo. Las aclaraciones nunca han tenido la misma contundencia, y tampoco han sido retiradas.
Una tendencia internacional
En Latinoamérica, según un estudio del Pew Research, la identificación con el catolicismo disminuyó durante las últimas cuatro décadas, pasando del 92 por ciento al 69 por ciento, mientras que el porcentaje de evangélicos aumentó del 4 por ciento al 19 por ciento. Se estima que uno de cada cinco latinoamericanos es evangelista.
Otro informe, en este caso de Latinobarómetro, mostraba que la diferencia entre unos y otros se redujo un 22% en poco más de 15 años.
La influencia política del evangelismo se ha puesto en evidencia en el último tiempo: Fabricio Alvarado en Costa Rica, Jimmy Morales en Guatemala, Marcelo Crivella y el creciente poder de la bancada evangélica en Brasil, Gerardo Amarilla en Uruguay o el papel del voto evangélico en el plebiscito colombiano, entre otros tantos ejemplos. Con la unción de Jair Bolsonaro en Brasil, donde ese factor resultó determinante desde el origen, con la conformación del propio discurso que adoptó el “outsider”, dejó clara la nueva tendencia. En Bolivia, sin embargo, no hay datos formales sobre la cantidad de feligreses que responden a la tendencia, pero tradicionalmente se les ha considerado cercanos al Movimiento Al Socialismo.
Los ejes ideológicos izquierda y derecha se han roto hace tiempo, y han venido siendo sustituidos por discursos más pragmáticos, como recopila el analista Antoni Gutiérrez Rubi en el artículo “Outsiders II, Pastores y Políticos” que los caracteriza de la siguiente manera:
Una agenda conservadora. Los evangélicos, por lo general, defienden el statu quo y se amparan en valores conservadores y en modelos tradicionales de familia. Por ello, suelen oponerse al matrimonio igualitario, a la legalización del aborto, a las leyes de identidad de género, entre otras reformas progresistas. Su incidencia —directa o indirecta— en la política pone a sus causas (o contra causas) en el centro del debate.
Pragmatismo. No se guían por el eje ideológico tradicional izquierda-derecha, sino que son más bien pragmáticos: votan, apoyan y acompañan a quienes siguen o, al menos, no ponen en peligro su agenda.
El rol de la familia en campaña. Para reafirmarse en la defensa de estos valores tradicionales, los candidatos evangelistas suelen recurrir a su familia. La música es un elemento esencial en las experiencias espirituales evangélicas.
Infuencers pre-Instagram Los pastores son verdaderos influencers en sus comunidades. Son líderes de opinión reconocidos, creíbles, carismáticos y con una notable capacidad de persuasión. Por ello, cada vez más, los políticos —cualquiera sea su religión— se reúnen con ellos para pedirles su apoyo.
Competencias mediáticas. La figura del telepredicador nace en Estados Unidos en la década de los años cincuenta y llega a Latinoamérica algunas décadas después de la mano de Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD). Macedo, en menos de veinte años, construyó un verdadero imperio mediático, con dos periódicos, treinta emisoras de radio y la cadena TV Récord, la segunda red de televisión más importante de Brasil. Los programas de la IURD, pese a su contenido religioso, siguen la receta —estética, dinámica, código— de cualquier show de entretenimiento y se hacen con una audiencia nada despreciable. La consigna «Pare de Sufrir» —que es el título que lleva su programa de televisión más popular— ya está instalada en el imaginario colectivo latinoamericano.
Liderazgo carismático. Las iglesias evangélicas son, de alguna manera, escuelas de liderazgo para sus pastores y predicadores, quienes siempre han destacado por su capacidad de oratoria, por sus cualidades carismáticas y por un singular talento para atraer y conectar emocionalmente con sus fieles y discípulos.
Conexión con sectores populares. Las iglesias evangélicas tienen una fuerte presencia en los barrios y sectores populares. Ocupan espacios (físicos y simbólicos) que están desatendidos por los Gobiernos y tejen redes de solidaridad entre la comunidad. Ofrecen un amplio abanico de servicios, desde acceso a la salud y a la educación hasta bolsas de trabajo. Esta llegada a los sectores populares es una de sus grandes ventajas comparativas.
Bolivia, poca “revolución” para mucha reacción
Si a nivel internacional se han roto los ejes derecha – izquierda en los últimos años, en Bolivia hemos desarrollado una maestría al respecto con políticas liberales o nacionalistas, más subordinadas o menos según el momento histórico, pero nunca demasiado encuadradas en la ortodoxia, salvo tal vez en el segundo periodo de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Las ideologías han sido sustituidas por las causas, y entorno a las causas, se han ido construyendo movimientos en los que sus individuos comparten afinidades. En Sudamérica irrumpió con fuerza el movimiento feminista, que, tras años de postergación, quemó etapas rápidamente y abrió debates sobre derechos y libertades.
En paralelo – o cómo reacción según el enfoque – se organizaron grupos Próvida, con discursos sustentados en la religión. Movimientos que defienden la familia natural y el orden establecido. De ahí también ha surgido el concepto de “marxismo cultural” e “ideología de género”, que teoriza al respecto de los objetivos que persiguen movimientos pro derechos, LGTBI, etcétera.
¿Cómo está Bolivia en el debate?
Por lo general, el principal blanco de críticas del movimiento Provida son los gobiernos que intentan reformas sociales de agenda progresista, algo que en el caso de Bolivia resulta difuso de identificar según los propios colectivos.
La primera y mayor “afrenta” legal a la Iglesia por parte del Estado la firmó Salamanca en 1932, seis meses antes de que empezara la Guerra del Chaco, y se llamaba Ley del Divorcio que los liberales de entonces impulsaron con decisión.
La segunda puede considerarse la inclusión en el Código Penal de 1972 del artículo que permite la interrupción del embarazo en caso de violación y hasta la octava semana de gestación. El Código lo firmó otro presidente poco sospechoso de impulsar el marxismo cultural: Hugo Bánzer Suárez en los primeros años de dictadura.
Desde entonces no se registraron modificaciones. El MAS, que tradicionalmente ha contado con el apoyo de los sectores evangélicos, no realizó mayor reforma con sus dos tercios hasta 2016, cuando implementó la Ley 807 de identidad de Género, que como principal logro permitía al colectivo transexual cambiar su nombre y género en la cédula. Hubo cierta reacción, y posteriormente se ha mostrado que las trabas posteriores pueden resultar insufribles.
En el Código Penal aprobado a final de 2017 y finalmente abrogado en 2018 se modificaba muy ligeramente la despenalización – aún sin considerarse un derecho – del aborto, incluyendo algunos supuestos nuevos. En el debate ya hubo escándalo por incluir el concepto de “pobreza” como causal. Tampoco se preveía modificar el plazo. Lo que el MAS sí ha logrado ha sido desarrollar los artículos del Código Penal para regular el procedimiento en estos casos.
Sobre otro asunto que suele formar parte de la agenda conflictiva, el matrimonio entre personas del mismo sexo, ni siquiera el colectivo LGTBI lo ha planteado abiertamente, sino que ha planteado modificaciones al Código Civil que permitan acceder a algunos beneficios, como heredar o dar cobertura de salud a la pareja.
En los últimos 13 años se ha avanzado en la normalización. El ministro de Comunicación, Manuel Canelas, ha sido el primer político en reconocer abiertamente su orientación sexual, aunque también ha considerado que Bolivia no estaba madura para el debate. Por el momento, lo que sí parece es que, en una pelea de nichos, el tema da réditos políticos, al menos para minorías.
Ni Paz Estenssoro, ni Hugo Bánzer, ni siquiera Torres o Paz Zamora, menos Gonzalo Sánchez de Lozada han cambiado el statu quo, más allá de algunos ajustes propios de la época, como lo de la no segregación por sexos, etc. Tampoco el Movimiento Al Socialismo (MAS)
Sin embargo, en esta campaña de 2019, las invocaciones a Dios y las propuestas más conservadoras han pasado a ser ración diaria en una buena parte de partidos. Sobre todo, los partidos más pequeños o con menos posibilidades de llegar a gobernar.
Perfiles radicales
La última polémica la ha protagonizado el candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC), el coreano y boliviano Chi Hyun Chung, médico y pastor evangélico, que vino a proponer tratamientos psiquiátricos para las personas LGBTI, al considerar que su conducta respondía a un trauma o un trastorno.
La propia comunidad LGBTI le ha recordado al pastor – candidato que la homosexualidad fue eliminada del tratado de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1990, y le recuerdan que lo que si tiene tratamiento es la homofobia.
El Partido Demócrata Cristiano, con el fichaje de Chi en relevo de Jaime Paz Zamora - que también había coqueteado con los discursos próvida pero su tradición izquierdista lo eliminaba de la cancha de juego – entra en competencia directa con los dos partidos abiertamente a la derecha: Frente Para la Victoria (FPV) y Unión Cívica Solidaridad (UCS).
Estudios
El Pew Research identifica que en las últimas cuatro décadas los católicos en el continente pasaron del 92% al 69% y los evangélicos del 4 al 19%
El FPV es un partido “radical y conservador”, como asegura su candidato presidencial Israel Rodríguez, de 31 años, quien estudió en la Juan Misael Saracho de Tarija, donde hizo vida orgánica en la FUL. El economista alteño no ha dudado en plantear medidas como la pena de muerte y la castración química para violadores y asesinos; o la importación de maestros de otros países para apuntalar la educación de los niños, lo que consideran clave en su programa. El Frente Para la Victoria versión boliviana, nada tiene que ver con la que fuera agrupación de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. Ya en 2015 se presentaron en varios municipios y gobiernan cinco municipios; en Tarija Aluida Vilte estuvo a punto de triunfar en Padcaya, por ejemplo. Desde entonces se les asocia a la iglesia evangélica, pero tiene más que ver con el discurso que con lo orgánico.
El otro partido radicalizado es el que postula a Víctor Hugo Cárdenas, el aymara vicepresidente en la primera gestión de Gonzalo Sánchez de Lozada, entonces más liberal, y que ha elegido como vicepresidente a Humberto Peinado. Según reportó El Deber, Peinado es un pastor evangélico que es fundador de la Plataforma de la Familia, que se opone a la legalización del aborto, la ley de identidad de género y los matrimonios homosexuales. El propio Cárdenas ha protagonizado marchas junto al movimiento próvida y ha asumido posiciones polémicas en redes al respecto: incluyendo armar a las mujeres para luchar contra las violaciones y los feminicidios.
Más guiños
Otros partidos también han hecho guiños al sector votante más duro o conservador, bien con propuestas, bien sin ellas, o bien colocando en puestos estratégico de sus listas a representantes de esos sectores.
Virginio Lema, candidato del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y que volcó sus esfuerzos en las redes sociales aparentemente buscando un sector joven acorde a su apariencia progresista ha ido moldeando sus propuestas al momento, hasta el punto de que una de ellas ha sido “jurar el cargo de Presidente sobre la Biblia”. Una promesa que esencialmente no dice nada, pero simbólicamente sí. Igualmente ha acabado decantándose contra el aborto en ese debate soterrado e inexistente, pero presente, que existe en el país.
En la misma línea Óscar Ortíz, de Bolivia Dice No, acabó conjugando la frase de “salvar las dos vidas”, argumento principal del movimiento próvida para rechazar una nueva regulación del aborto.
Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana, que en el pasado se mostró más próximo a las tesis del matrimonio igualitario, ha colocado como candidato a cuarto diputado plurinominal a Erwin Bazán, ocho años vocero y director de comunicación del Arzobispado de Santa Cruz y que en los últimos meses cobró notoriedad al intervenir en un parto inducido autorizado judicialmente por la violación de la menor y que demoró demasiado en Santa Cruz. En este caso, ambas vidas estuvieron en riesgo. La campaña #MachistasFueradelasListas lo ha identificado como un “antiderechos”, de las que se defendió en una entrevista en ANF: "Las convicciones que aprendí y que he venido defendiendo en la Iglesia fueron las que me llevaron a tomar la decisión de asumir un desafío en la política y tienen que ver con el deseo de ser parte de las soluciones".
De machista y más fue tildado el candidato del Movimiento Tercer Sistema (MTS), Félix Patzi, en este caso no “sospechoso” de estar vinculado a sectores de la iglesia, pero que acabó proponiendo como forma de acabar con los feminicidios que las mujeres no trabajen o que los maridos las acompañen al trabajo. Las aclaraciones nunca han tenido la misma contundencia, y tampoco han sido retiradas.
Una tendencia internacional
En Latinoamérica, según un estudio del Pew Research, la identificación con el catolicismo disminuyó durante las últimas cuatro décadas, pasando del 92 por ciento al 69 por ciento, mientras que el porcentaje de evangélicos aumentó del 4 por ciento al 19 por ciento. Se estima que uno de cada cinco latinoamericanos es evangelista.
Otro informe, en este caso de Latinobarómetro, mostraba que la diferencia entre unos y otros se redujo un 22% en poco más de 15 años.
La influencia política del evangelismo se ha puesto en evidencia en el último tiempo: Fabricio Alvarado en Costa Rica, Jimmy Morales en Guatemala, Marcelo Crivella y el creciente poder de la bancada evangélica en Brasil, Gerardo Amarilla en Uruguay o el papel del voto evangélico en el plebiscito colombiano, entre otros tantos ejemplos. Con la unción de Jair Bolsonaro en Brasil, donde ese factor resultó determinante desde el origen, con la conformación del propio discurso que adoptó el “outsider”, dejó clara la nueva tendencia. En Bolivia, sin embargo, no hay datos formales sobre la cantidad de feligreses que responden a la tendencia, pero tradicionalmente se les ha considerado cercanos al Movimiento Al Socialismo.
Los ejes ideológicos izquierda y derecha se han roto hace tiempo, y han venido siendo sustituidos por discursos más pragmáticos, como recopila el analista Antoni Gutiérrez Rubi en el artículo “Outsiders II, Pastores y Políticos” que los caracteriza de la siguiente manera:
Una agenda conservadora. Los evangélicos, por lo general, defienden el statu quo y se amparan en valores conservadores y en modelos tradicionales de familia. Por ello, suelen oponerse al matrimonio igualitario, a la legalización del aborto, a las leyes de identidad de género, entre otras reformas progresistas. Su incidencia —directa o indirecta— en la política pone a sus causas (o contra causas) en el centro del debate.
Pragmatismo. No se guían por el eje ideológico tradicional izquierda-derecha, sino que son más bien pragmáticos: votan, apoyan y acompañan a quienes siguen o, al menos, no ponen en peligro su agenda.
El rol de la familia en campaña. Para reafirmarse en la defensa de estos valores tradicionales, los candidatos evangelistas suelen recurrir a su familia. La música es un elemento esencial en las experiencias espirituales evangélicas.
Infuencers pre-Instagram Los pastores son verdaderos influencers en sus comunidades. Son líderes de opinión reconocidos, creíbles, carismáticos y con una notable capacidad de persuasión. Por ello, cada vez más, los políticos —cualquiera sea su religión— se reúnen con ellos para pedirles su apoyo.
Competencias mediáticas. La figura del telepredicador nace en Estados Unidos en la década de los años cincuenta y llega a Latinoamérica algunas décadas después de la mano de Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD). Macedo, en menos de veinte años, construyó un verdadero imperio mediático, con dos periódicos, treinta emisoras de radio y la cadena TV Récord, la segunda red de televisión más importante de Brasil. Los programas de la IURD, pese a su contenido religioso, siguen la receta —estética, dinámica, código— de cualquier show de entretenimiento y se hacen con una audiencia nada despreciable. La consigna «Pare de Sufrir» —que es el título que lleva su programa de televisión más popular— ya está instalada en el imaginario colectivo latinoamericano.
Liderazgo carismático. Las iglesias evangélicas son, de alguna manera, escuelas de liderazgo para sus pastores y predicadores, quienes siempre han destacado por su capacidad de oratoria, por sus cualidades carismáticas y por un singular talento para atraer y conectar emocionalmente con sus fieles y discípulos.
Conexión con sectores populares. Las iglesias evangélicas tienen una fuerte presencia en los barrios y sectores populares. Ocupan espacios (físicos y simbólicos) que están desatendidos por los Gobiernos y tejen redes de solidaridad entre la comunidad. Ofrecen un amplio abanico de servicios, desde acceso a la salud y a la educación hasta bolsas de trabajo. Esta llegada a los sectores populares es una de sus grandes ventajas comparativas.
Bolivia, poca “revolución” para mucha reacción
Si a nivel internacional se han roto los ejes derecha – izquierda en los últimos años, en Bolivia hemos desarrollado una maestría al respecto con políticas liberales o nacionalistas, más subordinadas o menos según el momento histórico, pero nunca demasiado encuadradas en la ortodoxia, salvo tal vez en el segundo periodo de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Las ideologías han sido sustituidas por las causas, y entorno a las causas, se han ido construyendo movimientos en los que sus individuos comparten afinidades. En Sudamérica irrumpió con fuerza el movimiento feminista, que, tras años de postergación, quemó etapas rápidamente y abrió debates sobre derechos y libertades.
En paralelo – o cómo reacción según el enfoque – se organizaron grupos Próvida, con discursos sustentados en la religión. Movimientos que defienden la familia natural y el orden establecido. De ahí también ha surgido el concepto de “marxismo cultural” e “ideología de género”, que teoriza al respecto de los objetivos que persiguen movimientos pro derechos, LGTBI, etcétera.
¿Cómo está Bolivia en el debate?
Por lo general, el principal blanco de críticas del movimiento Provida son los gobiernos que intentan reformas sociales de agenda progresista, algo que en el caso de Bolivia resulta difuso de identificar según los propios colectivos.
La primera y mayor “afrenta” legal a la Iglesia por parte del Estado la firmó Salamanca en 1932, seis meses antes de que empezara la Guerra del Chaco, y se llamaba Ley del Divorcio que los liberales de entonces impulsaron con decisión.
La segunda puede considerarse la inclusión en el Código Penal de 1972 del artículo que permite la interrupción del embarazo en caso de violación y hasta la octava semana de gestación. El Código lo firmó otro presidente poco sospechoso de impulsar el marxismo cultural: Hugo Bánzer Suárez en los primeros años de dictadura.
Desde entonces no se registraron modificaciones. El MAS, que tradicionalmente ha contado con el apoyo de los sectores evangélicos, no realizó mayor reforma con sus dos tercios hasta 2016, cuando implementó la Ley 807 de identidad de Género, que como principal logro permitía al colectivo transexual cambiar su nombre y género en la cédula. Hubo cierta reacción, y posteriormente se ha mostrado que las trabas posteriores pueden resultar insufribles.
En el Código Penal aprobado a final de 2017 y finalmente abrogado en 2018 se modificaba muy ligeramente la despenalización – aún sin considerarse un derecho – del aborto, incluyendo algunos supuestos nuevos. En el debate ya hubo escándalo por incluir el concepto de “pobreza” como causal. Tampoco se preveía modificar el plazo. Lo que el MAS sí ha logrado ha sido desarrollar los artículos del Código Penal para regular el procedimiento en estos casos.
Sobre otro asunto que suele formar parte de la agenda conflictiva, el matrimonio entre personas del mismo sexo, ni siquiera el colectivo LGTBI lo ha planteado abiertamente, sino que ha planteado modificaciones al Código Civil que permitan acceder a algunos beneficios, como heredar o dar cobertura de salud a la pareja.
En los últimos 13 años se ha avanzado en la normalización. El ministro de Comunicación, Manuel Canelas, ha sido el primer político en reconocer abiertamente su orientación sexual, aunque también ha considerado que Bolivia no estaba madura para el debate. Por el momento, lo que sí parece es que, en una pelea de nichos, el tema da réditos políticos, al menos para minorías.