Dionel, el legendario zapatero de Motete y Paz Zamora en Tarija
Por sus manos han pasado los calzados de tres generaciones, incluidas algunas personalidades de lo más reconocido en Tarija. Entre otros, le ha fabricado los zapatos para Oscar “Motete” Zamora, quien fue senador, ministro, embajador, alcalde y prefecto de Tarija; pero también para el ex...



Por sus manos han pasado los calzados de tres generaciones, incluidas algunas personalidades de lo más reconocido en Tarija. Entre otros, le ha fabricado los zapatos para Oscar “Motete” Zamora, quien fue senador, ministro, embajador, alcalde y prefecto de Tarija; pero también para el ex presidente de Bolivia, Jaime Paz Zamora, “el Gallo”, recuerda el legendario y reconocido zapatero Dionel Ruiz, quien yaha dedicado casi medio siglo de su vida a este oficio, marcando sus pasos tambiénpor Brasil y Argentina.
Dionel es de estatura mediana, su cabello medio enrulado ya pinta alguna cana, pero su rostro siempre dibuja una sonrisa. Ahí, en su taller de la calle Colón pasando la Domingo Paz, la tertulia está garantizada: reniega con los políticos, sabe fútbol, sabe turismo y sabe hasta religión.
De lo que más sabe, tal vez, sea de zapatos. Conoce al dedillo las características de los zapatos, habla del taco cubano y mexicano, del tipo de cuero badana, oscaria, mocasíny charleroi. Se emociona y empieza a mostrar cómo es cada uno de ellos. Ahí, detrás de su mostrador de madera,se mueve de un lado a otro mientras gesticula con las manos. A su derecha tiene una máquina de costurar y una mesa pequeña llena de materiales, pedazos de suelas, hilos, clefa, agujas, martillo y otras herramientas.
Al costado izquierdo de su puerta tiene colgada una radio canchera colgada de un clavo en la pared. Son las 4:50 de la tarde de un jueves de invierno, Zulma Tapia pone canciones folclóricas en El Reventón de Fides, Dionel se sienta y se traslada en el tiempo, rememora aquellos pasajes cuando se inició en el oficio.
Los primeros pasos
Allá por el año 1972, cuando lo más demandado eran las botas y zapatos de paseo con guato, no existía el pegamento de zapatos. Para ese entonces, cuenta Dionel, se usaba el engrudo, que se preparaba con agua y almidón mandioca y era un poco más granulado que el actual. Si se quería volver a usar ese material luego de guardarlo por unos días, había que colocarle una gota de limón, de lo contrario ya no servía.
La tinta para lustrar el cuero tenía su propio proceso, consistía en remojar en agua los fierros oxidados hasta que se ponía de color negro, y con eso se pintaba la suela, recuerda con una mueca medio pícara entre la nostalgia y el orgullo.
En esos tiempos la planta de zapatos era principalmente de suela, nada de goma. El armado significaba colocar estaquillas, que eran como una especie de clavos pequeños, de 1 centímetro aproximadamente, pero de madera.Dionel dice que primero se hacía un agujero con una alezna (una herramienta para hacer orificios), luego colocaba la estaquilla para dar un solo golpe,“kaj y tin” entraba-imita el sonido emocionado en su pericia-. “De lo contrario se rompía” recuerda de nuevo con la mueca de los viejos tiempos.
Ponerle taco a un zapato significaba pegar las suelas una sobre otra hasta alcanzar la altura que quería el cliente. Al final se ponía una goma, que para ese entonces había que conseguir de los choferes de camiones, pues, el material que se usaba era el “ponchillo” que envuelve el neumático de los vehículos pesados. Dice que así le gustaba a Motete.
Otros querían unas taqueras que eran de fierro, con eso andaban sonando, más que todo para las chacareros. Los soldados sí o sí querían ese material para hacer su paso de parada militar en los desfiles.
Para costurar el zapato se usaba el hilo cáñamo, éste tenía que ser frotado en cera de abeja para que dé más firmeza. De lo contrario, si se mojaba, se rompía y se descosturaba el calzado.
El Maestro
Dionel le dice maestro a don Sindolfo Tejerina, quien fue el que le enseñó el oficio. Tenía su taller que estaba ubicado donde era la librería Cencotar, sobre la calle Domingo Paz. Luego se trasladaron a donde ahora es la peluquería Espejos, que queda sobre la misma vía.
“No, el maestro era estricto”, dice mientras se acomoda el cuello de su chamarra azul con franjas blancas, que en la parte del hombro izquierdo dice Adidas. Recuerda que, si el taller no estaba limpio, el maestro no se sentaba. Además, a las diez de la mañana en punto tenía que estar el primer mate cebado para él, si se pasaba de esa hora, ya no tomaba.
Si todo iba bien, los demás operarios tomaban mate, pero si don Sindolfo decía gracias, significaba que nadie más podía seguir tomando. “Era estricto, pero era para el bien de nosotros. A mí me ayudó a terminar mis estudios del nivel primario y secundario, me enseñó a fabricar zapatos y de eso vivo ahora, sino yo no estaría hablando con usted sobre mi labor”, comenta.
Su paso por Brasil
Fueron cinco años que trabajó para el maestro, luego se independizó y a finales de la década del 80 se fue a Sao Paulo- Brasil, donde fue a hacer zapatos industrializados. Era la empresa de “Don Chi”, - bromea - que no tiene nada que ver con el actual candidato coreano que postula para presidente de Bolivia, ni nada de politiqueros. Junto a sus compañeros hacían mil pares por día, de los cuáles no quedaba ninguno en la industria. No sabesi el dueño los exportaba o los regalaba,“tampoco erami problema”, ríe mientras recuerda que se preocupaba por cumplir con la cantidad que se le encargaban por día y que le paguen puntualmente.
Antes que Jaime Paz Zamora terminara su mandado como Presidente de Bolivia, 6 de agosto de 1993, Dionel se anotició queen su país natal se ofrecía créditos para los artesanos. Ese mismo momento armó su pequeña maleta de vuelta a su terruño, el equipaje más grande era el sueño de establecer una minifábrica por lo que se trajo modelos de calzados y de chamarras, incluso hizo cotizaciones de las máquinas que quería comprar. Pero no imaginaba la sorpresa con la que se iba a encontrar.
Ya en su tierra natal se enteró que el préstamo máximo era de 1.000 dólares, monto que no le alcanzaba para comprar los equipos. Además, los requisitos eran difíciles de cumplir. Se desilusionó. Tiempo después, terminó arreglando los zapatos del ex mandatario de la nación.
Argentina
Don Dionel es de esos tipos que siempre buscan puertas para perfeccionar su trabajo. Es así que en el 1999 se fue a la Argentina, primero estuvo en Salta en la zapatería Güemes, donde aprendió a hacer mocasines y la bota salteña, que es en forma de tubo, no encarrujada. Después volvió de nuevo a Tarija. Hace seis años se fue a Buenos Aires, a la industria DLM, donde le ofrecieron quedarse, pero él dice que es querendón de su tierrachapaca.
En la actualidad, a la estaquilla lo reemplazó el bronce; al engrudo, el pegamento clefa; a la suela, la planta de goma prefabricada; al agua de fierro remojado, la tinta; además, el hilo ya viene encerado. Y don Dionel sigue fabricando ojotas, botas y todo tipo de calzado. De su taller entran y salen con frecuencia médicos y abogados. Su cliente Motete ya falleció, y el ex presidente “Gallo”, hace dos años que dejó deenviar sus calzados para que los arregle. Todos, sin excepción, se llevan una sonrisa por delante y después, la garantía del trabajo bien hecho.
El Taller del zapatero Dionel Ruiz Días
Mostrador
Una de las vitrinas donde se expone los calzados, botas, ojotas, zapatos de mujer, que elaboró don Dionel. Uno de los modelos tiene la marca de la industria DLM, de Bueno Aires-Argentina, donde estuvo hace seis años.
Maquina
La máquina de don Dionel es una de sus herramientas más queridas, junto a ella comenta su historia del oficio, de cuando inició el oficio, cuando tenía 16 años, y luego fue perfeccionando su labor.
Arreglos
Don Dionel tiene en un estante los zapatos arreglados que les llevan sus clientes, unos sobre otros. Aplica todo su conocimiento adquirido en Brasil y en Argentina. Su calidad de labor hace sus clientes sean principalmente médicos y abogados, personas que también son exigentes.
Dionel es de estatura mediana, su cabello medio enrulado ya pinta alguna cana, pero su rostro siempre dibuja una sonrisa. Ahí, en su taller de la calle Colón pasando la Domingo Paz, la tertulia está garantizada: reniega con los políticos, sabe fútbol, sabe turismo y sabe hasta religión.
De lo que más sabe, tal vez, sea de zapatos. Conoce al dedillo las características de los zapatos, habla del taco cubano y mexicano, del tipo de cuero badana, oscaria, mocasíny charleroi. Se emociona y empieza a mostrar cómo es cada uno de ellos. Ahí, detrás de su mostrador de madera,se mueve de un lado a otro mientras gesticula con las manos. A su derecha tiene una máquina de costurar y una mesa pequeña llena de materiales, pedazos de suelas, hilos, clefa, agujas, martillo y otras herramientas.
Al costado izquierdo de su puerta tiene colgada una radio canchera colgada de un clavo en la pared. Son las 4:50 de la tarde de un jueves de invierno, Zulma Tapia pone canciones folclóricas en El Reventón de Fides, Dionel se sienta y se traslada en el tiempo, rememora aquellos pasajes cuando se inició en el oficio.
Los primeros pasos
Allá por el año 1972, cuando lo más demandado eran las botas y zapatos de paseo con guato, no existía el pegamento de zapatos. Para ese entonces, cuenta Dionel, se usaba el engrudo, que se preparaba con agua y almidón mandioca y era un poco más granulado que el actual. Si se quería volver a usar ese material luego de guardarlo por unos días, había que colocarle una gota de limón, de lo contrario ya no servía.
La tinta para lustrar el cuero tenía su propio proceso, consistía en remojar en agua los fierros oxidados hasta que se ponía de color negro, y con eso se pintaba la suela, recuerda con una mueca medio pícara entre la nostalgia y el orgullo.
En esos tiempos la planta de zapatos era principalmente de suela, nada de goma. El armado significaba colocar estaquillas, que eran como una especie de clavos pequeños, de 1 centímetro aproximadamente, pero de madera.Dionel dice que primero se hacía un agujero con una alezna (una herramienta para hacer orificios), luego colocaba la estaquilla para dar un solo golpe,“kaj y tin” entraba-imita el sonido emocionado en su pericia-. “De lo contrario se rompía” recuerda de nuevo con la mueca de los viejos tiempos.
Ponerle taco a un zapato significaba pegar las suelas una sobre otra hasta alcanzar la altura que quería el cliente. Al final se ponía una goma, que para ese entonces había que conseguir de los choferes de camiones, pues, el material que se usaba era el “ponchillo” que envuelve el neumático de los vehículos pesados. Dice que así le gustaba a Motete.
Otros querían unas taqueras que eran de fierro, con eso andaban sonando, más que todo para las chacareros. Los soldados sí o sí querían ese material para hacer su paso de parada militar en los desfiles.
Para costurar el zapato se usaba el hilo cáñamo, éste tenía que ser frotado en cera de abeja para que dé más firmeza. De lo contrario, si se mojaba, se rompía y se descosturaba el calzado.
El Maestro
Dionel le dice maestro a don Sindolfo Tejerina, quien fue el que le enseñó el oficio. Tenía su taller que estaba ubicado donde era la librería Cencotar, sobre la calle Domingo Paz. Luego se trasladaron a donde ahora es la peluquería Espejos, que queda sobre la misma vía.
“No, el maestro era estricto”, dice mientras se acomoda el cuello de su chamarra azul con franjas blancas, que en la parte del hombro izquierdo dice Adidas. Recuerda que, si el taller no estaba limpio, el maestro no se sentaba. Además, a las diez de la mañana en punto tenía que estar el primer mate cebado para él, si se pasaba de esa hora, ya no tomaba.
Si todo iba bien, los demás operarios tomaban mate, pero si don Sindolfo decía gracias, significaba que nadie más podía seguir tomando. “Era estricto, pero era para el bien de nosotros. A mí me ayudó a terminar mis estudios del nivel primario y secundario, me enseñó a fabricar zapatos y de eso vivo ahora, sino yo no estaría hablando con usted sobre mi labor”, comenta.
Su paso por Brasil
Fueron cinco años que trabajó para el maestro, luego se independizó y a finales de la década del 80 se fue a Sao Paulo- Brasil, donde fue a hacer zapatos industrializados. Era la empresa de “Don Chi”, - bromea - que no tiene nada que ver con el actual candidato coreano que postula para presidente de Bolivia, ni nada de politiqueros. Junto a sus compañeros hacían mil pares por día, de los cuáles no quedaba ninguno en la industria. No sabesi el dueño los exportaba o los regalaba,“tampoco erami problema”, ríe mientras recuerda que se preocupaba por cumplir con la cantidad que se le encargaban por día y que le paguen puntualmente.
Antes que Jaime Paz Zamora terminara su mandado como Presidente de Bolivia, 6 de agosto de 1993, Dionel se anotició queen su país natal se ofrecía créditos para los artesanos. Ese mismo momento armó su pequeña maleta de vuelta a su terruño, el equipaje más grande era el sueño de establecer una minifábrica por lo que se trajo modelos de calzados y de chamarras, incluso hizo cotizaciones de las máquinas que quería comprar. Pero no imaginaba la sorpresa con la que se iba a encontrar.
Ya en su tierra natal se enteró que el préstamo máximo era de 1.000 dólares, monto que no le alcanzaba para comprar los equipos. Además, los requisitos eran difíciles de cumplir. Se desilusionó. Tiempo después, terminó arreglando los zapatos del ex mandatario de la nación.
Argentina
Don Dionel es de esos tipos que siempre buscan puertas para perfeccionar su trabajo. Es así que en el 1999 se fue a la Argentina, primero estuvo en Salta en la zapatería Güemes, donde aprendió a hacer mocasines y la bota salteña, que es en forma de tubo, no encarrujada. Después volvió de nuevo a Tarija. Hace seis años se fue a Buenos Aires, a la industria DLM, donde le ofrecieron quedarse, pero él dice que es querendón de su tierrachapaca.
En la actualidad, a la estaquilla lo reemplazó el bronce; al engrudo, el pegamento clefa; a la suela, la planta de goma prefabricada; al agua de fierro remojado, la tinta; además, el hilo ya viene encerado. Y don Dionel sigue fabricando ojotas, botas y todo tipo de calzado. De su taller entran y salen con frecuencia médicos y abogados. Su cliente Motete ya falleció, y el ex presidente “Gallo”, hace dos años que dejó deenviar sus calzados para que los arregle. Todos, sin excepción, se llevan una sonrisa por delante y después, la garantía del trabajo bien hecho.
El Taller del zapatero Dionel Ruiz Días
Mostrador
Una de las vitrinas donde se expone los calzados, botas, ojotas, zapatos de mujer, que elaboró don Dionel. Uno de los modelos tiene la marca de la industria DLM, de Bueno Aires-Argentina, donde estuvo hace seis años.
Maquina
La máquina de don Dionel es una de sus herramientas más queridas, junto a ella comenta su historia del oficio, de cuando inició el oficio, cuando tenía 16 años, y luego fue perfeccionando su labor.
Arreglos
Don Dionel tiene en un estante los zapatos arreglados que les llevan sus clientes, unos sobre otros. Aplica todo su conocimiento adquirido en Brasil y en Argentina. Su calidad de labor hace sus clientes sean principalmente médicos y abogados, personas que también son exigentes.