Lo que esconden los eclipses, los mitos y malos presagios
Un eclipse se produce cuando un planeta o una luna se interponen en el camino de la luz del sol. Aquí en la Tierra, podemos experimentar dos clases de eclipses: eclipses solares y eclipses lunares. Pero más allá de la explicación científica todas las culturas fueron sensibles a los...



Un eclipse se produce cuando un planeta o una luna se interponen en el camino de la luz del sol. Aquí en la Tierra, podemos experimentar dos clases de eclipses: eclipses solares y eclipses lunares.
Pero más allá de la explicación científica todas las culturas fueron sensibles a los eclipses y crearon una serie de mitos detrás de ellos. Muchas los explicaron como mensajes de los dioses o consecuencia de sus amores o peleas.
Cuando sucede un eclipse muchos fenómenos suceden. La temperatura desciende, las plantas dejan de hacer fotosíntesis y las flores se cierran. Los animales, confundidos, cambian su comportamiento y muchos buscan protección o su cueva o madriguera para esconderse de un predador. Otros, fiel a su naturaleza, se preparan para cazar de noche, aunque después esa oscuridad dure unos minutos.
Antiguamente el observar que el cielo se oscurecía de repente, no era un buen augurio y significaba que una tragedia iba a suceder. Cuentan que hace cinco mil años, los sacerdotes caldeos conocían la trayectoria de los astros al punto de poder predecir con precisión la fecha de los eclipses, a los que atribuían un significado de desgracia y malos presagios.
“Pensaban en que esto era un ominoso presagio y esto obviamente provocaba mucho terror. En base a eso se tejieron muchos mitos y leyendas”, declaró Álvaro Rojas, investigador del Instituto Milenio de Astrofísica.
“Muchas etnias latinoamericanas pensaban que cuando ocurría un eclipse, había la presencia de una especie de fluido maligno que se propagaba por la Tierra. Daban vuelta sus utensilios de cocina, para que sus alimentos no se contaminaran“, declaró Rojas.
Más aún, de acuerdo a la cultura se tejieron muchas otras creencias. Para los habitantes de la Grecia antigua, los eclipses de sol eran un signo de la ira de los dioses y una manifestación de su descontento con el hombre. También se pensaba que eran el presagio del desastre y la calamidad.
Los chinos creían que la vista parcial del sol se debía a que un dragón celestial desataba su furia arrancándole un pedazo al astro rey. Para asustar a dicha bestia, los chinos procuraban hacer un ruido estruendoso que lo ahuyentara.
Según la tradición hindú, Rahu es una entidad demoníaca que consta de una cabeza sin cuerpo montada en una carroza tirada por caballos negros. Rahu persigue al sol por los cielos para devorarlo y de vez en cuando consigue arrancarle un pedazo, ocasionando los eclipses solares.
Los indios tienen la tradición de hacer mucho ruido con cazuelas y sartenes para asustar a Rahu. En la actualidad, muchos no comen durante el eclipse solar, ya que consideran que cualquier alimento cocinado en este período puede ser dañino.
Algunos pueblos nativos de Norteamérica tenían una visión mucho más universal de estos eventos. Los indios navajos, por ejemplo, entendían los eclipses solares como un mecanismo del universo para crear balance, como una suerte de ley cósmica natural. Para ellos, era el momento ideal para hacer una pausa y reflexionar sobre el orden y la grandeza del universo. Para los inuit (esquimales), en cambio, los eclipse ocurrían después de una batalla entre Anningan (diosa de la luna) y Malina (diosa del sol).
En África, las tribus aborígenes también recibían los eclipses con especial interés. Los batammalibas consideraban que la luna y el sol peleaban durante los eclipses y lo interpretaban como un llamado a la paz y la conciliación. La única forma, para ellos, de detener un eclipse era sentándose con los adversarios para llegar a una resolución de los conflictos.
Los vikingos culpaban a Skoll, una criatura con forma de lobo, de robarse el sol y provocar los eclipses. Como otros pueblos, los vikingos trataban de asustar a Skoll haciendo mucho ruido.
En el México antiguo, los eclipses eran el evento astronómico más esperado y temido. En estas culturas, cuya cosmovisión estaba basada en la lucha del Sol al atravesar la noche para renacer al siguiente día, este fenómeno era un mal presagio, pero también un signo de renovación.
Una concepción distinta es la de los aymaras, que consideraban que el eclipse se producía cuando la Pachamama y el Inti Illimani mantenían relaciones sexuales. No lo veían como un mal presagio, ya que la unión de las dos entidades era imprescindible para que el mundo siguiera existiendo.
Pero sí era un acontecimiento que exigía una cierta etiqueta: no había que hacer ruido para no molestar a los amantes y no había que mirar directamente a los astros (la visión del coito de las divinidades fue severamente castigada en muchas civilizaciones, como lo demuestra el mito de Tiresias, adivino griego convertido en mujer por haber mirado cómo Afrodita copulaba con una serpiente).
Los mitos
Entre los mitos está el relacionado con las embarazadas. Según la creencia, una mujer encinta no debería contemplar un eclipse, puesto que corre el riesgo de que el pequeño nazca con malformaciones congénitas, lunares o manchas en la piel. Por lo mismo, hasta no hace mucho tiempo en la era moderna, a las embarazadas ni siquiera se les permitía salir de casa. El mito persiste hasta el día de hoy, pero la medicina lo descarta de plano.
El comportamiento de los animales durante un eclipse solar también ha despertado la curiosidad de la comunidad científica durante siglos. Fue en 1986 cuando se llevó a cabo un experimento que cambió la perspectiva en relación a este tema y determinó que efectivamente estos fenómenos podían despertar alteraciones en el reino animal. Según consignó el estudio publicado en el American Journal of Primatology, un grupo de primatólogos en Georgia, Estados Unidos, observó a chimpancés durante un eclipse solar.
Los primates que se encontraban en una reserva en el Centro Nacional de Investigación mostraron signos de confusión, aparentando conciencia sobre la anormalidad del fenómeno astronómico. “Cuando la luz solar fue obstruida por la Luna y la temperatura descendió, algunos ejemplares treparon sobre los árboles y colocaron sus rostros y cuerpos viendo hacia el sol. Al concluir el eclipse, los chimpancés bajaron de los árboles”, consigna el artículo.
Estos datos demostrarían que un evento natural de esta envergadura podría influir en el comportamiento de los chimpancés. Pero no así como se creía antes que podría enloquecer a los animales y desatar violencia.
Claves
Manchas en la piel
Totalmente falsa es la creencia popular de que las mujeres embarazadas no pueden ver el eclipse porque sus bebés nacerán con manchas en la piel, o incluso con malformaciones.
Trastorno del sueño
Las personas pueden experimentar sueño durante el eclipse, esto es real, debido a la reacción natural del organismo por la falta temporal de luz, pero aquello no pasaría de un simple bostezo.
Caos animal
El único animal que podría experimentar un nerviosismo de consideración es el caballo. Perros, gatos y demás animales, lo vivirían en total normalidad. Nada de jaurías feroces, o canes desorientados.
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Pero más allá de la explicación científica todas las culturas fueron sensibles a los eclipses y crearon una serie de mitos detrás de ellos. Muchas los explicaron como mensajes de los dioses o consecuencia de sus amores o peleas.
Cuando sucede un eclipse muchos fenómenos suceden. La temperatura desciende, las plantas dejan de hacer fotosíntesis y las flores se cierran. Los animales, confundidos, cambian su comportamiento y muchos buscan protección o su cueva o madriguera para esconderse de un predador. Otros, fiel a su naturaleza, se preparan para cazar de noche, aunque después esa oscuridad dure unos minutos.
Antiguamente el observar que el cielo se oscurecía de repente, no era un buen augurio y significaba que una tragedia iba a suceder. Cuentan que hace cinco mil años, los sacerdotes caldeos conocían la trayectoria de los astros al punto de poder predecir con precisión la fecha de los eclipses, a los que atribuían un significado de desgracia y malos presagios.
“Pensaban en que esto era un ominoso presagio y esto obviamente provocaba mucho terror. En base a eso se tejieron muchos mitos y leyendas”, declaró Álvaro Rojas, investigador del Instituto Milenio de Astrofísica.
“Muchas etnias latinoamericanas pensaban que cuando ocurría un eclipse, había la presencia de una especie de fluido maligno que se propagaba por la Tierra. Daban vuelta sus utensilios de cocina, para que sus alimentos no se contaminaran“, declaró Rojas.
Más aún, de acuerdo a la cultura se tejieron muchas otras creencias. Para los habitantes de la Grecia antigua, los eclipses de sol eran un signo de la ira de los dioses y una manifestación de su descontento con el hombre. También se pensaba que eran el presagio del desastre y la calamidad.
Los chinos creían que la vista parcial del sol se debía a que un dragón celestial desataba su furia arrancándole un pedazo al astro rey. Para asustar a dicha bestia, los chinos procuraban hacer un ruido estruendoso que lo ahuyentara.
Según la tradición hindú, Rahu es una entidad demoníaca que consta de una cabeza sin cuerpo montada en una carroza tirada por caballos negros. Rahu persigue al sol por los cielos para devorarlo y de vez en cuando consigue arrancarle un pedazo, ocasionando los eclipses solares.
Los indios tienen la tradición de hacer mucho ruido con cazuelas y sartenes para asustar a Rahu. En la actualidad, muchos no comen durante el eclipse solar, ya que consideran que cualquier alimento cocinado en este período puede ser dañino.
Algunos pueblos nativos de Norteamérica tenían una visión mucho más universal de estos eventos. Los indios navajos, por ejemplo, entendían los eclipses solares como un mecanismo del universo para crear balance, como una suerte de ley cósmica natural. Para ellos, era el momento ideal para hacer una pausa y reflexionar sobre el orden y la grandeza del universo. Para los inuit (esquimales), en cambio, los eclipse ocurrían después de una batalla entre Anningan (diosa de la luna) y Malina (diosa del sol).
En África, las tribus aborígenes también recibían los eclipses con especial interés. Los batammalibas consideraban que la luna y el sol peleaban durante los eclipses y lo interpretaban como un llamado a la paz y la conciliación. La única forma, para ellos, de detener un eclipse era sentándose con los adversarios para llegar a una resolución de los conflictos.
Los vikingos culpaban a Skoll, una criatura con forma de lobo, de robarse el sol y provocar los eclipses. Como otros pueblos, los vikingos trataban de asustar a Skoll haciendo mucho ruido.
En el México antiguo, los eclipses eran el evento astronómico más esperado y temido. En estas culturas, cuya cosmovisión estaba basada en la lucha del Sol al atravesar la noche para renacer al siguiente día, este fenómeno era un mal presagio, pero también un signo de renovación.
Una concepción distinta es la de los aymaras, que consideraban que el eclipse se producía cuando la Pachamama y el Inti Illimani mantenían relaciones sexuales. No lo veían como un mal presagio, ya que la unión de las dos entidades era imprescindible para que el mundo siguiera existiendo.
Pero sí era un acontecimiento que exigía una cierta etiqueta: no había que hacer ruido para no molestar a los amantes y no había que mirar directamente a los astros (la visión del coito de las divinidades fue severamente castigada en muchas civilizaciones, como lo demuestra el mito de Tiresias, adivino griego convertido en mujer por haber mirado cómo Afrodita copulaba con una serpiente).
Los mitos
Entre los mitos está el relacionado con las embarazadas. Según la creencia, una mujer encinta no debería contemplar un eclipse, puesto que corre el riesgo de que el pequeño nazca con malformaciones congénitas, lunares o manchas en la piel. Por lo mismo, hasta no hace mucho tiempo en la era moderna, a las embarazadas ni siquiera se les permitía salir de casa. El mito persiste hasta el día de hoy, pero la medicina lo descarta de plano.
El comportamiento de los animales durante un eclipse solar también ha despertado la curiosidad de la comunidad científica durante siglos. Fue en 1986 cuando se llevó a cabo un experimento que cambió la perspectiva en relación a este tema y determinó que efectivamente estos fenómenos podían despertar alteraciones en el reino animal. Según consignó el estudio publicado en el American Journal of Primatology, un grupo de primatólogos en Georgia, Estados Unidos, observó a chimpancés durante un eclipse solar.
Los primates que se encontraban en una reserva en el Centro Nacional de Investigación mostraron signos de confusión, aparentando conciencia sobre la anormalidad del fenómeno astronómico. “Cuando la luz solar fue obstruida por la Luna y la temperatura descendió, algunos ejemplares treparon sobre los árboles y colocaron sus rostros y cuerpos viendo hacia el sol. Al concluir el eclipse, los chimpancés bajaron de los árboles”, consigna el artículo.
Estos datos demostrarían que un evento natural de esta envergadura podría influir en el comportamiento de los chimpancés. Pero no así como se creía antes que podría enloquecer a los animales y desatar violencia.
Claves
Manchas en la piel
Totalmente falsa es la creencia popular de que las mujeres embarazadas no pueden ver el eclipse porque sus bebés nacerán con manchas en la piel, o incluso con malformaciones.
Trastorno del sueño
Las personas pueden experimentar sueño durante el eclipse, esto es real, debido a la reacción natural del organismo por la falta temporal de luz, pero aquello no pasaría de un simple bostezo.
Caos animal
El único animal que podría experimentar un nerviosismo de consideración es el caballo. Perros, gatos y demás animales, lo vivirían en total normalidad. Nada de jaurías feroces, o canes desorientados.
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