El marquesado de Tojo y sus herencias
Mucho se ha hablado del Marquesado de Tojo en Tarija y mucha herencia queda de éste. Tras revisión bibliográfica se concluye que el marquesado inició con Juan José Campero de Herrera, pero Pablo Bernárdez de Ovando creó y consolidó el espacio territorial como encomienda, que con el paso...



Mucho se ha hablado del Marquesado de Tojo en Tarija y mucha herencia queda de éste. Tras revisión bibliográfica se concluye que el marquesado inició con Juan José Campero de Herrera, pero Pablo Bernárdez de Ovando creó y consolidó el espacio territorial como encomienda, que con el paso del tiempo, le valió a Campero, el título nobiliario.
El marqués es un título de honor o de dignidad otorgado por un monarca, su categoría es inferior al de un duque y superior al de un conde; se le entrega este título al señor de la marca de un reino, es decir en la frontera; se le entregaba el título al señor que defendía o expandía el límite del reino.
Aunque el Marquesado de Tojo (Tarija) se inició con Juan José Campero de Herrera, Pablo Bernárdez de Ovando creó y consolidó el espacio territorial. En el siglo XVI el Imperio Español se expandió por todo el continente Americano conquistando y colonizando el territorio.
El 4 de junio de 1574 Luis de Fuentes y Vargas fundó Tarija, acompañado por familias y aventureros que buscaban una mejora en su situación de vida. Uno de ellos fue el Hidalgo Pablo Gutiérrez Velásquez de Ovando, que ganó prestigio en la lucha contra los Chiriguanos en defensa de Tarija, estuvo presente en la captura de Diego Viltipoco en Purmamarca, junto a Francisco de Argañaraz, Juan de Ochoa de Zárate y Diego de Torres.
Por su participación en la conquista le valió donaciones de tierras; la más importante de las donaciones fue la hacienda de San Mateo. Su sucesor fue Pablo Bernárdez de Ovando, que recibió de su padre varias haciendas en: Tarija, Yavi y Santa Victoria. Bernárdez Ovando estableció el territorio del Marquesado.
En 1647 consiguió la estancia San Francisco en Yavi, en 1654 obtuvo la encomienda de Cochinoca y Casabindo; y vecino en Jujuy. Además de la encomienda ganó un juicio que le entregó la mita, Ovando gestionó el reintegro de los Aborígenes de Cochinoca y Casabindo que estaban retenidos en el Alto Perú.
En 1654 el Tribunal de Charcas autorizó la búsqueda y el reintegro de los indígenas a sus respectivos lugares. Ovando repobló sus territorios y su economía empezó a funcionar. Se casó con Ana maría Mogollón y Orozco, hija del capitán Francisco Mogollón de Figueroa, vecino de la ciudad de la Plata.
Las posesiones territoriales de Pablo Bernárdez de Ovando que obtuvo por herencia, por enlace matrimonial y por compra se extendían desde el corazón de la villa de Tarija hasta Yavi y Santa Victoria. Pablo Bernárdez de Ovando falleció y de su unión matrimonial nació su hija Juana Clemencia Bernárdez de Ovando que por arreglo matrimonial auspiciado por su madre y abuelo materno se casó a la edad de 11 años con Juan José Campero, que tenía 33 años de edad, en 1679.
A la muerte de Clemencia Bernárdez de Ovando, el territorio quedó en manos de Campero. Juan José Campero, hijo de un Hidalgo, había nacido el 16 de septiembre de 1645 en Burgos (España). Éste consolidó la obra de Ovando. Su pasado administrativo le proporcionó amigos prestigiosos en Tarija, Charcas y Lima. En 1690 financió la fundación del colegio jesuita de Tarija y sostuvo la obra misionera de los jesuitas con los aborígenes de Chiquito de Santa Cruz hasta 1716.
Campero decidió adquirir todo el territorio contenido dentro de los límites de la Encomienda de Casabindo y Cochinoca, y con ese objetivo entregó 17.000 pesos escudos de plata al tesoro del Consejo de Indias, que fueron destinados al mantenimiento de la flota de galeones.
En 1705 Campero gestionó el título de Marqués, el rey en agradecimiento por real cédula otorgó a Campero el Título de Marqués de Tojo el 9 de agosto de 1708. La encomienda se convirtió en una extensa hacienda, en un latifundio que iba desde el pueblo de Cochinoca hasta la frontera con la Provincia de Salta, hacia el sur; sumado a estos las haciendas en Yavi y Tarija. La región que dominaron los marqueses era el paso que unía el Alto Perú con Buenos Aires.
Campero falleció en 1718, se había casado en 1708 por segunda vez, con Josefa Gutiérrez de la Portilla. Tuvo dos hijas, la primera -Manuela Micaela Ignacia- heredó el título nobiliario, el mayorazgo y el goce de la encomienda por tres vidas.
La marquesa Manuela contrajo matrimonio en 1726 con Alejo Martierena del Barranco. Con quien tuvo cinco hijos (cuatro mujeres y un varón). Su hijo Juan José Gervasio Fernández Campero de Martierena nació el 19 de julio de 1754, se le otorgó el título de Marqués, quien se casó con su sobrina María Josefa Pérez de Uriondo.
El comercio de ganado hacia el Alto Perú fue el sustento del Marquesado, la producción se generaba en las tierras del marqués, pero la mayor cantidad del ganado era comprado en al antiguo Tucumán. La apertura del Puerto de Buenos Aires y la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 anunció vientos de cambios en la política económica del imperio español.
En 1777 nació el último marqués, don Juan José Feliciano Martierena y Pérez de Uriondo, que participó a favor de la guerra de la independencia y qué terminó sus últimos días en una prisión en Jamaica en 1820.
Las herencias en Tarija
Tarija guarda grandes tesoros arquitectónicos de la época colonial y éstos conviven con la arquitectura moderna a cada paso. Uno de los lugares que siempre visitamos los tarijeños y que se ha convertido en un lugar tradicional nuestro es la Casona de los Marqueses.
Se trata de una edificación que nos lleva a épocas pasadas y nos muestra los detalles de la arquitectura colonial tarijeña. Está ubicada en el solar de la esquina noroeste de la plaza Luis de Fuentes y Vargas de Tarija, es además una obra de arquitectura que posee un valor histórico muy grande al ser testigo de la historia colonial, republicana y contemporánea.
Durante la guerra de emancipación funcionó como cuartel. Por ello, a la muerte del IV Marqués del Tojo, ocurrida en 1820, su hijo Fernando Campero Barragán, a quien también conocían como el Marqués, lo sucedió y decidió recuperar algunas propiedades de su padre y en 1863 se planteó iniciar un nuevo proyecto en el lugar en el que se encontraba la casa ruinosa de sus abuelos y tomó la decisión de construir La Casona de los Marqueses.
De acuerdo a la investigación, “La Real Cédula de Creación del Marquesado de El Valle del Tojo” de Elías Vacaflor Dorakis, el 28 de octubre de 1863 se firmó un primer contrato con el arquitecto italiano José Aymetti y posteriormente, en 1865, otro contrato de servicios con Aymetti y el arquitecto Juan Madallena, quien posteriormente se retiró del proyecto.
De este modo, se dio inicio a la edificación cuyo costo fue de 22 mil bolivianos de aquellos tiempos, lo cual representaba una pequeña fortuna. La construcción duró al menos cuatro años, ya que se inició en 1863 y culminó en 1867.
A la muerte de Fernando Campero Barragán en 1883, por disposiciones testamentarias suyas, los bienes del marquesado fueron divididos entre sus hijos. Los ubicados en territorio boliviano fueron entregados a los hijos de su primer matrimonio con Tomasa de la Peña Campero y Santa Cruz. De este modo La Casona quedó en manos de sus descendientes bolivianos.
Actualmente, parte de la casona pertenece doña Yola Arce de Castellanos, quien la adquirió de descendientes de la familia Navajas. Hoy funcionan en la infraestructura el Banco Unión y el restaurante El Marqués.
Ocho cuadros coloniales
Pero también el marquesado dejó cuadros que son herencia patrimonial del histórico Marquesado de Tojo y desde la disolución de ésta fueron conservados en la Iglesia Santa Rosa de Lima de la comunidad.
Tras la remoción de ésta a su actual ubicación los cuadros se habrían movido también, permaneciendo allí hasta 1998. Se trata de ocho pinturas que representan a San Ambrosio, San Gerónimo, San Agustín, Santa Rosa de Lima, San Buenaventura, Santo Tomás y la Virgen María.
Detalles de la casona
Patio circular
Una característica única de La Casona es el patio circular con galerías circundantes tanto en el primer como en el segundo piso. En esta foto aún no se había colocado el domo de vidrio que cubre el patio actualmente
Restaurante
El restaurante El Marqués funciona en lo que fue La Casona y ha sido decorado procurando mantener los elementos propios de la época en que fue concebida y construida la edificación.
Galería
La galería en el segundo piso, en círculo alrededor del patio le da a La Casona el ambiente que permite volver con la imaginación a aquellas épocas en las que la riqueza se traducía en monumentales obras de infraestructura.
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El marqués es un título de honor o de dignidad otorgado por un monarca, su categoría es inferior al de un duque y superior al de un conde; se le entrega este título al señor de la marca de un reino, es decir en la frontera; se le entregaba el título al señor que defendía o expandía el límite del reino.
Aunque el Marquesado de Tojo (Tarija) se inició con Juan José Campero de Herrera, Pablo Bernárdez de Ovando creó y consolidó el espacio territorial. En el siglo XVI el Imperio Español se expandió por todo el continente Americano conquistando y colonizando el territorio.
El 4 de junio de 1574 Luis de Fuentes y Vargas fundó Tarija, acompañado por familias y aventureros que buscaban una mejora en su situación de vida. Uno de ellos fue el Hidalgo Pablo Gutiérrez Velásquez de Ovando, que ganó prestigio en la lucha contra los Chiriguanos en defensa de Tarija, estuvo presente en la captura de Diego Viltipoco en Purmamarca, junto a Francisco de Argañaraz, Juan de Ochoa de Zárate y Diego de Torres.
Por su participación en la conquista le valió donaciones de tierras; la más importante de las donaciones fue la hacienda de San Mateo. Su sucesor fue Pablo Bernárdez de Ovando, que recibió de su padre varias haciendas en: Tarija, Yavi y Santa Victoria. Bernárdez Ovando estableció el territorio del Marquesado.
En 1647 consiguió la estancia San Francisco en Yavi, en 1654 obtuvo la encomienda de Cochinoca y Casabindo; y vecino en Jujuy. Además de la encomienda ganó un juicio que le entregó la mita, Ovando gestionó el reintegro de los Aborígenes de Cochinoca y Casabindo que estaban retenidos en el Alto Perú.
En 1654 el Tribunal de Charcas autorizó la búsqueda y el reintegro de los indígenas a sus respectivos lugares. Ovando repobló sus territorios y su economía empezó a funcionar. Se casó con Ana maría Mogollón y Orozco, hija del capitán Francisco Mogollón de Figueroa, vecino de la ciudad de la Plata.
Las posesiones territoriales de Pablo Bernárdez de Ovando que obtuvo por herencia, por enlace matrimonial y por compra se extendían desde el corazón de la villa de Tarija hasta Yavi y Santa Victoria. Pablo Bernárdez de Ovando falleció y de su unión matrimonial nació su hija Juana Clemencia Bernárdez de Ovando que por arreglo matrimonial auspiciado por su madre y abuelo materno se casó a la edad de 11 años con Juan José Campero, que tenía 33 años de edad, en 1679.
A la muerte de Clemencia Bernárdez de Ovando, el territorio quedó en manos de Campero. Juan José Campero, hijo de un Hidalgo, había nacido el 16 de septiembre de 1645 en Burgos (España). Éste consolidó la obra de Ovando. Su pasado administrativo le proporcionó amigos prestigiosos en Tarija, Charcas y Lima. En 1690 financió la fundación del colegio jesuita de Tarija y sostuvo la obra misionera de los jesuitas con los aborígenes de Chiquito de Santa Cruz hasta 1716.
Campero decidió adquirir todo el territorio contenido dentro de los límites de la Encomienda de Casabindo y Cochinoca, y con ese objetivo entregó 17.000 pesos escudos de plata al tesoro del Consejo de Indias, que fueron destinados al mantenimiento de la flota de galeones.
En 1705 Campero gestionó el título de Marqués, el rey en agradecimiento por real cédula otorgó a Campero el Título de Marqués de Tojo el 9 de agosto de 1708. La encomienda se convirtió en una extensa hacienda, en un latifundio que iba desde el pueblo de Cochinoca hasta la frontera con la Provincia de Salta, hacia el sur; sumado a estos las haciendas en Yavi y Tarija. La región que dominaron los marqueses era el paso que unía el Alto Perú con Buenos Aires.
Campero falleció en 1718, se había casado en 1708 por segunda vez, con Josefa Gutiérrez de la Portilla. Tuvo dos hijas, la primera -Manuela Micaela Ignacia- heredó el título nobiliario, el mayorazgo y el goce de la encomienda por tres vidas.
La marquesa Manuela contrajo matrimonio en 1726 con Alejo Martierena del Barranco. Con quien tuvo cinco hijos (cuatro mujeres y un varón). Su hijo Juan José Gervasio Fernández Campero de Martierena nació el 19 de julio de 1754, se le otorgó el título de Marqués, quien se casó con su sobrina María Josefa Pérez de Uriondo.
El comercio de ganado hacia el Alto Perú fue el sustento del Marquesado, la producción se generaba en las tierras del marqués, pero la mayor cantidad del ganado era comprado en al antiguo Tucumán. La apertura del Puerto de Buenos Aires y la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 anunció vientos de cambios en la política económica del imperio español.
En 1777 nació el último marqués, don Juan José Feliciano Martierena y Pérez de Uriondo, que participó a favor de la guerra de la independencia y qué terminó sus últimos días en una prisión en Jamaica en 1820.
Las herencias en Tarija
Tarija guarda grandes tesoros arquitectónicos de la época colonial y éstos conviven con la arquitectura moderna a cada paso. Uno de los lugares que siempre visitamos los tarijeños y que se ha convertido en un lugar tradicional nuestro es la Casona de los Marqueses.
Se trata de una edificación que nos lleva a épocas pasadas y nos muestra los detalles de la arquitectura colonial tarijeña. Está ubicada en el solar de la esquina noroeste de la plaza Luis de Fuentes y Vargas de Tarija, es además una obra de arquitectura que posee un valor histórico muy grande al ser testigo de la historia colonial, republicana y contemporánea.
Durante la guerra de emancipación funcionó como cuartel. Por ello, a la muerte del IV Marqués del Tojo, ocurrida en 1820, su hijo Fernando Campero Barragán, a quien también conocían como el Marqués, lo sucedió y decidió recuperar algunas propiedades de su padre y en 1863 se planteó iniciar un nuevo proyecto en el lugar en el que se encontraba la casa ruinosa de sus abuelos y tomó la decisión de construir La Casona de los Marqueses.
De acuerdo a la investigación, “La Real Cédula de Creación del Marquesado de El Valle del Tojo” de Elías Vacaflor Dorakis, el 28 de octubre de 1863 se firmó un primer contrato con el arquitecto italiano José Aymetti y posteriormente, en 1865, otro contrato de servicios con Aymetti y el arquitecto Juan Madallena, quien posteriormente se retiró del proyecto.
De este modo, se dio inicio a la edificación cuyo costo fue de 22 mil bolivianos de aquellos tiempos, lo cual representaba una pequeña fortuna. La construcción duró al menos cuatro años, ya que se inició en 1863 y culminó en 1867.
A la muerte de Fernando Campero Barragán en 1883, por disposiciones testamentarias suyas, los bienes del marquesado fueron divididos entre sus hijos. Los ubicados en territorio boliviano fueron entregados a los hijos de su primer matrimonio con Tomasa de la Peña Campero y Santa Cruz. De este modo La Casona quedó en manos de sus descendientes bolivianos.
Actualmente, parte de la casona pertenece doña Yola Arce de Castellanos, quien la adquirió de descendientes de la familia Navajas. Hoy funcionan en la infraestructura el Banco Unión y el restaurante El Marqués.
Ocho cuadros coloniales
Pero también el marquesado dejó cuadros que son herencia patrimonial del histórico Marquesado de Tojo y desde la disolución de ésta fueron conservados en la Iglesia Santa Rosa de Lima de la comunidad.
Tras la remoción de ésta a su actual ubicación los cuadros se habrían movido también, permaneciendo allí hasta 1998. Se trata de ocho pinturas que representan a San Ambrosio, San Gerónimo, San Agustín, Santa Rosa de Lima, San Buenaventura, Santo Tomás y la Virgen María.
Detalles de la casona
Patio circular
Una característica única de La Casona es el patio circular con galerías circundantes tanto en el primer como en el segundo piso. En esta foto aún no se había colocado el domo de vidrio que cubre el patio actualmente
Restaurante
El restaurante El Marqués funciona en lo que fue La Casona y ha sido decorado procurando mantener los elementos propios de la época en que fue concebida y construida la edificación.
Galería
La galería en el segundo piso, en círculo alrededor del patio le da a La Casona el ambiente que permite volver con la imaginación a aquellas épocas en las que la riqueza se traducía en monumentales obras de infraestructura.
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