El profe Melvin Ibañez, los recuerdos de un grande
Hablar de “un buen maestro en Tarija”, por mucho tiempo, tuvo nombre propio y éste era Melvin Ibañez Millares. Hoy su nombre aún estremece y un nudo en la garganta se hace presente al recordar su sonrisa. Especialmente en fechas como el Día del Maestro. “Aunque no era mi profesor...



Hablar de “un buen maestro en Tarija”, por mucho tiempo, tuvo nombre propio y éste era Melvin Ibañez Millares. Hoy su nombre aún estremece y un nudo en la garganta se hace presente al recordar su sonrisa. Especialmente en fechas como el Día del Maestro.
“Aunque no era mi profesor recuerdo aquella tarde en el colegio Belgrano que quise conocer a ese famoso profe, entonces pregunté ¿en qué curso está ahora?, y me dijeron segundo medio B. Sin pensar dos veces me paré en la puerta y como estaba abierta me asomé. Cuando me vio el profe, de inmediato me hizo pasar y me dijo ¿a quién mira, cuál de estos chicos le gusta?, me sonrojé y temblando le dije `ninguno profe, solo quería verlo a usted´ y entonces le tocó sonrojarse a él”, cuenta Daniela Rodríguez entre risas.
La fama del maestro provenía de su gran personalidad que se traducía en un humor incomparable, de su entretenida forma de enseñar y de esa manera tan apasionada de contar historias. Más aún, no se quedaban atrás sus sólidos valores y muchas más características que lo hicieron único.
“A un profesor que nos enseñó historia de una manera única, a un profesor que fue amigo, a un profesor que dio cariño, alegrías y risas le decimos que siempre vivirá en nuestros corazones”, decía la plaqueta dejada por la Promoción 2000 del Colegio San Bernardo el día del velorio del maestro.
Transcurría noviembre del año 2014 cuando el cáncer arrebató la vida del profe Melvin, el hecho conmovió a Tarija y su recuerdo aún pervive y se fortalece. El querido profe tenía 64 años, era abogado y maestro de profesión. Fue profesor de historia en muchos colegios entre ellos, el colegio Eustaquio Méndez, Belgrano, La Salle y San Bernardo, entre otros. Fue también docente universitario.
De acuerdo a un artículo publicado en nuestro suplemento cultural El Cántaro, Melvin llegó desde Santa Elena, Chuquisaca en la década de los 70, empezó a formar sus primeras amistades en Tarija en el colegio Eustaquio Méndez, donde comenzó a hacer reír a sus colegas como también a sus alumnos. De ahí formaría una familia y pasaría a ser uno de los personajes más queridos de esta ciudad.
Hoy todo lo que lo hizo único flota en el aire y se conserva en cada calle y detalle de Tarija
Cuentan que nunca pensó en la idea de jubilarse, como hicieron la mayoría de sus colegas que iniciaron la carrera con él. Así trabajó en la enseñanza hasta sus últimos días.
“Llegaba al aula -recuerdan sus innumerables alumnos- y tomaba asiento, no en la silla que le era asignada, sino en la mesita de sus materiales, frente a toda la clase, dando inicio al tema del día con alguna anécdota y la sonrisa llena de simpatía por los jóvenes que escuchaban con fascinación a su profesor favorito”, detallan.
Melvin fue el ejemplo total de que algunas cosas son eternas, realizó muchas llamadas de atención al corazón de sus alumnos, derramó lágrimas con una sonrisa y enseñó lecciones tan valiosas como “que no sólo se es pariente de alguien por la sangre sino por el cariño que se tiene”.
Más aún, su formalidad y sus lecciones se matizaban con su excelente humor. Así sus amigos lo recuerdan como aquel que bailaba en las fiestas de principio a final, el experto organizador de fiestas de carnaval y el cura que cantaba en la misa bufa.
Las características de un grande
[caption id="attachment_462318" align="alignnone" width="720"] El profesor Melvin junto a su estudiante[/caption]
Melvin Ibañez Millares tenía características muy puntuales como su extrema solidaridad. Pues bastaba que un estudiante tenga muchas ganas de emprender una carrera educativa para que el profe Melvin le dé una mano. Así acogió a jóvenes estudiantes que venían de zonas rurales y que su objetivo era lograr una profesión.
“Melvin aprovechaba sus contactos para conseguir el apoyo o empleo oportuno que les permitiera su sustento y la continuidad de sus estudios. Su propia casa y hogar acogió a varios de estos jóvenes”, dice Rodrigo Barja.
Otra de sus características fue el dominio que tenía de la lengua quechua, tanto que podía recitar poemas completos o contar relatos que había escuchado de los campesinos de la comunidad de Villa Charcas.
Pero uno de sus rasgos siempre recordados fue el de ser un incansable caminador, que recorría las calles de la ciudad de Tarija, erguido, con sonrisa amplia e impecable. El profe no tomaba micro ni taxi, y la idea de comprarse un vehículo siempre le pareció absurda.
A esto se sumaba su negación absoluta por usar celular, por lo que a tanta insistencia de sus estudiantes accedió a tener una cuenta de Facebook, que usó para efectuar salutaciones y mensajes familiares.
Su recuerdo en el Día del Maestro
Para muchos que fueron sus alumnos y para quienes fueron sus amigos, hijos o compadres “el profe, el papá y el amigo dejó un gran vacío” que aún se siente. Eso quedó demostrado ayer 6 de junio.
Una vez más para muchos el Día del Maestro en Tarija tuvo nombre y apellido, así varias personas recordaron al profe publicando salutaciones en su cuenta de Facebook.
Mariela Baldivieso Lema escribió “Recordando a un profesor que cambió e impactó la vida de quienes fuimos sus alumnos. Gracias Melvin Ibáñez Millares por los valores y por enseñar las ganas de aprender y generar la curiosidad e imaginación unida al humor de un ser extraordinario. Feliz día del maestro”.
La activista Claudia Tolay también expresó sus salutaciones al gran maestro, empleando una de las frases del mismo Melvin: “El corazón tiene más fuerza que un león. Si el amor se impusiera al razonamiento frío de la humanidad, no habría guerras”.
Melvin fue el gran ejemplo de que el parentesco no lo define un apellido sino el corazón, de que no es necesario nacer en un determinado lugar para ser amado en esa tierra y de que hay cosas eternas como la gratitud y las buenas enseñanzas.
“Se van del colegio, pero yo los tendré presentes siempre. En cada una de las paredes encontraré su recuerdo; en cada mueble estarán perpetuando su presencia en el colegio nuestro, y en cada travesura estarán palpables el ingenio y el buen humor de cada uno de ustedes. No los dejaré de recordar jamás, porque los buenos amigos no se olvidan nunca. En este momento postrero del adiós deben tener presente que no hay mejor política que la honradez, ni religión más elevada que la verdad", fueron las palabras que grabó en el corazón de sus alumnos el gran profe Melvin.
Los rasgos del maestro
El caminante
Muchos de sus estudiantes recuerdan a Melvin recorriendo las calles con su amplia sonrisa, maletín en mano y su impecable terno.
El viajero
Uno de sus gustos era el viajar y conocer nuevos lugares, por lo que las cosas materiales nunca fueron su prioridad.
El tradicional
Tenía negación absoluta por usar celular, por lo que a tanta insistencia de sus estudiantes accedió a tener una cuenta de Facebook.
“Aunque no era mi profesor recuerdo aquella tarde en el colegio Belgrano que quise conocer a ese famoso profe, entonces pregunté ¿en qué curso está ahora?, y me dijeron segundo medio B. Sin pensar dos veces me paré en la puerta y como estaba abierta me asomé. Cuando me vio el profe, de inmediato me hizo pasar y me dijo ¿a quién mira, cuál de estos chicos le gusta?, me sonrojé y temblando le dije `ninguno profe, solo quería verlo a usted´ y entonces le tocó sonrojarse a él”, cuenta Daniela Rodríguez entre risas.
La fama del maestro provenía de su gran personalidad que se traducía en un humor incomparable, de su entretenida forma de enseñar y de esa manera tan apasionada de contar historias. Más aún, no se quedaban atrás sus sólidos valores y muchas más características que lo hicieron único.
“A un profesor que nos enseñó historia de una manera única, a un profesor que fue amigo, a un profesor que dio cariño, alegrías y risas le decimos que siempre vivirá en nuestros corazones”, decía la plaqueta dejada por la Promoción 2000 del Colegio San Bernardo el día del velorio del maestro.
Transcurría noviembre del año 2014 cuando el cáncer arrebató la vida del profe Melvin, el hecho conmovió a Tarija y su recuerdo aún pervive y se fortalece. El querido profe tenía 64 años, era abogado y maestro de profesión. Fue profesor de historia en muchos colegios entre ellos, el colegio Eustaquio Méndez, Belgrano, La Salle y San Bernardo, entre otros. Fue también docente universitario.
De acuerdo a un artículo publicado en nuestro suplemento cultural El Cántaro, Melvin llegó desde Santa Elena, Chuquisaca en la década de los 70, empezó a formar sus primeras amistades en Tarija en el colegio Eustaquio Méndez, donde comenzó a hacer reír a sus colegas como también a sus alumnos. De ahí formaría una familia y pasaría a ser uno de los personajes más queridos de esta ciudad.
Hoy todo lo que lo hizo único flota en el aire y se conserva en cada calle y detalle de Tarija
Cuentan que nunca pensó en la idea de jubilarse, como hicieron la mayoría de sus colegas que iniciaron la carrera con él. Así trabajó en la enseñanza hasta sus últimos días.
“Llegaba al aula -recuerdan sus innumerables alumnos- y tomaba asiento, no en la silla que le era asignada, sino en la mesita de sus materiales, frente a toda la clase, dando inicio al tema del día con alguna anécdota y la sonrisa llena de simpatía por los jóvenes que escuchaban con fascinación a su profesor favorito”, detallan.
Melvin fue el ejemplo total de que algunas cosas son eternas, realizó muchas llamadas de atención al corazón de sus alumnos, derramó lágrimas con una sonrisa y enseñó lecciones tan valiosas como “que no sólo se es pariente de alguien por la sangre sino por el cariño que se tiene”.
Más aún, su formalidad y sus lecciones se matizaban con su excelente humor. Así sus amigos lo recuerdan como aquel que bailaba en las fiestas de principio a final, el experto organizador de fiestas de carnaval y el cura que cantaba en la misa bufa.
Las características de un grande
[caption id="attachment_462318" align="alignnone" width="720"] El profesor Melvin junto a su estudiante[/caption]
Melvin Ibañez Millares tenía características muy puntuales como su extrema solidaridad. Pues bastaba que un estudiante tenga muchas ganas de emprender una carrera educativa para que el profe Melvin le dé una mano. Así acogió a jóvenes estudiantes que venían de zonas rurales y que su objetivo era lograr una profesión.
“Melvin aprovechaba sus contactos para conseguir el apoyo o empleo oportuno que les permitiera su sustento y la continuidad de sus estudios. Su propia casa y hogar acogió a varios de estos jóvenes”, dice Rodrigo Barja.
Otra de sus características fue el dominio que tenía de la lengua quechua, tanto que podía recitar poemas completos o contar relatos que había escuchado de los campesinos de la comunidad de Villa Charcas.
Pero uno de sus rasgos siempre recordados fue el de ser un incansable caminador, que recorría las calles de la ciudad de Tarija, erguido, con sonrisa amplia e impecable. El profe no tomaba micro ni taxi, y la idea de comprarse un vehículo siempre le pareció absurda.
A esto se sumaba su negación absoluta por usar celular, por lo que a tanta insistencia de sus estudiantes accedió a tener una cuenta de Facebook, que usó para efectuar salutaciones y mensajes familiares.
Su recuerdo en el Día del Maestro
Para muchos que fueron sus alumnos y para quienes fueron sus amigos, hijos o compadres “el profe, el papá y el amigo dejó un gran vacío” que aún se siente. Eso quedó demostrado ayer 6 de junio.
Una vez más para muchos el Día del Maestro en Tarija tuvo nombre y apellido, así varias personas recordaron al profe publicando salutaciones en su cuenta de Facebook.
Mariela Baldivieso Lema escribió “Recordando a un profesor que cambió e impactó la vida de quienes fuimos sus alumnos. Gracias Melvin Ibáñez Millares por los valores y por enseñar las ganas de aprender y generar la curiosidad e imaginación unida al humor de un ser extraordinario. Feliz día del maestro”.
La activista Claudia Tolay también expresó sus salutaciones al gran maestro, empleando una de las frases del mismo Melvin: “El corazón tiene más fuerza que un león. Si el amor se impusiera al razonamiento frío de la humanidad, no habría guerras”.
Melvin fue el gran ejemplo de que el parentesco no lo define un apellido sino el corazón, de que no es necesario nacer en un determinado lugar para ser amado en esa tierra y de que hay cosas eternas como la gratitud y las buenas enseñanzas.
“Se van del colegio, pero yo los tendré presentes siempre. En cada una de las paredes encontraré su recuerdo; en cada mueble estarán perpetuando su presencia en el colegio nuestro, y en cada travesura estarán palpables el ingenio y el buen humor de cada uno de ustedes. No los dejaré de recordar jamás, porque los buenos amigos no se olvidan nunca. En este momento postrero del adiós deben tener presente que no hay mejor política que la honradez, ni religión más elevada que la verdad", fueron las palabras que grabó en el corazón de sus alumnos el gran profe Melvin.
Los rasgos del maestro
El caminante
Muchos de sus estudiantes recuerdan a Melvin recorriendo las calles con su amplia sonrisa, maletín en mano y su impecable terno.
El viajero
Uno de sus gustos era el viajar y conocer nuevos lugares, por lo que las cosas materiales nunca fueron su prioridad.
El tradicional
Tenía negación absoluta por usar celular, por lo que a tanta insistencia de sus estudiantes accedió a tener una cuenta de Facebook.