Migración rural, de oportunidad a desafío
THARANGA YAKUPITIYAGE PARA IPS Y REDACCIÓN CENTRAL Las migraciones internacionales suelen ocupar los titulares de prensa, pero el informe señala que los movimientos internos de los países son un fenómeno mucho mayor. El fenómeno se debate con cierta intensidad esta temporada en Naciones...



THARANGA YAKUPITIYAGE PARA IPS Y REDACCIÓN CENTRAL
Las migraciones internacionales suelen ocupar los titulares de prensa, pero el informe señala que los movimientos internos de los países son un fenómeno mucho mayor. El fenómeno se debate con cierta intensidad esta temporada en Naciones Unidas, donde todo lo que se habla suele sonar muy lejano, pero que sin embargo no es un fenómeno desconocido en Tarija y en Bolivia, donde todas las provincias pierden población que se refugia en las grandes ciudades.
Según los datos de las Naciones Unidas, más de 1.000 millones de personas en los países en desarrollo se desplazan dentro de su territorio, 80 por ciento de las cuales lo hacen desde zonas rurales.
Además, la migración entre los países en desarrollo es mucho mayor que la de estos hacia los países más industrializados. Es decir, la mayor parte de los migrantes de El Puente, por ejemplo, establecieron residencia en Tarija mientras que en menor proporción optaron por irse a un país más industrializado, especialmente en la última época en la que el país vecino de Argentina, donde se desplazaban habitualmente, ha entrado en crisis económica.
Las migraciones pueden plantear numerosos desafíos, pero deben verse como una oportunidad y encararse con políticas sólidas y coherentes que no frenen ni promuevan el fenómeno, concluye un estudio de la FAO.
El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) analiza la migración rural y urge a los países a maximizar el aporte de esos migrantes al desarrollo económico y social.
“No podemos ignorar los desafíos y costos asociados a la migración”, puntualizó el director general de la FAO, José Graziano da Silva.
“El objetivo es que la migración sea una opción, no una necesidad, y maximizar las consecuencias positivas a la vez que minimizar las negativas”, añadió.
El economista Andrea Cattaneo, autor del informe, coincidió: “La migración, a pesar de todos los desafíos que puede plantear, representa el eje del desarrollo económico, social y humano”.
Cattaneo también se refirió a la relación entre migrantes internos e internacionales, y observó que en los países de bajos ingresos, los desplazados internos tienen cinco veces más probabilidades de emigrar a otro país que las personas que nunca tuvieron que emigraron dentro de su propio país.
Un número significativo de migrantes internacionales proceden de áreas rurales, concluyó el estudio de la FAO. De hecho, casi 75 por ciento de las personas de hogares rurales de Malawi emigraron a otro país.
¿Por qué todo ese movimiento?
Los desplazamientos humanos ocurren desde tiempos inmemoriales, pero ahora responden a grandes necesidades. Además de las crisis prolongadas que expulsan a las personas de sus hogares, la falta de ingresos y de empleo está entre las principales causas de la migración rural. Algo que se ve con nitidez en Tarija, donde las zonas rurales han sido castigadas por los fenómenos naturales.
En China, la brecha de ingresos existente entre el campo y la ciudad hizo que los trabajadores rurales abandonaran la agricultura y emigraran a las ciudades.
Entre 1990 y 2015, la proporción de personas viviendo en zonas urbanas de China aumentó de 26 por ciento a 56 por ciento, y se estima que unos 200 millones de migrantes rurales trabajan actualmente en ciudades de Asia Pacífico.
Pero la rápida urbanización, que se ve en todo el mundo, plantea nuevos problemas relacionados con la disponibilidad de recursos como advierten desde los Gobiernos Municipales de Tarija o Yacuiba, que asumen los gastos de salud, educación y otros sin que estos movimientos se reflejen nítidamente en sus presupuestos.
Las malas condiciones ambientales y la deficiente productividad agrícola también son responsables de la expulsión de los trabajadores rurales.
Otro estudio concluyó que un aumento de un grado centígrado se asocia con un incremento de cinco por ciento en el número de migrantes, pero solo en las sociedades dependientes de la agricultura.
En otros países como Tailandia y Ghana, la migración es el resultado de la falta de infraestructura y del acceso a servicios básicos como educación y salud.
Todo eso subraya la importancia de invertir en áreas rurales para asegurarse de que la migración no resulte problemática y que la población tenga medios para llevar una vida próspera. Pero es importante considerar la inversión y el desarrollo necesarios, observó Cattaneo.
“El desarrollo por sí mismo no va a reducir la migración. Pero si se cuenta con la inversión y el desarrollo adecuados en las áreas rurales, es posible reducir las migraciones”, explicó en diálogo con IPS.
Perspectiva de futuro
La FAO propone un desarrollo territorial para reducir la migración rural, y con ella la migración internacional, lo que incluye invertir en servicios sociales y mejorar la infraestructura regional en, o cerca, de áreas rurales.
Este modelo se ha tratado de aplicar en Tarija con dispar suerte en sus diferentes aplicaciones, que van desde el Prosol hasta el reparto de recursos por subgobernaciones, eliminando el proyecto departamental como tal. Con todo, las provincias tarijeñas son, en comparación con otros departamentos del país, las que más han fijado población en su lugar de origen.
La FAO propone que por ejemplo, las inversiones en la infraestructura vinculada al sistema agroalimentario, como almacenes, refrigeración y mercados mayoristas, pueden generar empleo tanto en la agricultura como en otros sectores no agrícolas y ofrecer más incentivos para que las personas se queden, en vez de mudarse a las ciudades ya sobrecargadas.
Las políticas también deben ser progresistas y específicas a cada contexto, observó Cattaneo, al señalar las consecuencias del cambio climático.
so puede implicar invertir en nuevas actividades que sean viables para una región particular, mientras otra región avanza hacia cultivos más resistentes a la sequía.
Los desplazamientos de personas podrán continuar, pero no como resultado de la falta de oportunidades económicas o de condiciones de vida dignas.
“La migración es una libre elección, pero si se implementan buenas oportunidades, muchas personas podrán decidir no emigrar. Algunas igual querrán hacerlo, y está bien; ese es el tipo de migración que funciona: cuando no es por necesidad sino por elección”, explicó Cattaneo.
De hecho, las migraciones suelen desempeñar un papel en la reducción de las desigualdades, lo que es, incluso, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: el 10 busca reducir la desigualdad dentro y entre los países.
“Nos concentramos en los desafíos sin mirar las oportunidades que ofrecen las migraciones porque en definitiva, las personas son un recurso para la sociedad”, indicó Cattaneo.
“Si podemos encontrar la forma de que sean productivas, es un valor añadido para el país de destino o anfitrión”, añadió.
En los últimos años, Uganda registró un flujo de refugiados de países vecinos en conflicto como Sudán del Sur y República Democrática del Congo.
Con su política de puertas abiertas, ese país de África oriental tiene en la actualidad 1,4 millones de refugiados, lo que genera nuevas tensiones por los recursos.
Pero a pesar de las dificultades, la política para los refugiados permite que los extranjeros busquen trabajo, vayan a la escuela y reciban atención médica. El gobierno también ofrece un terreno a cada familia de refugiados para su uso personal.
Con la existencia de discursos que se refieren a los refugiados de forma negativa, la comunidad internacional todavía tiene mucho que aprender para poder convertir los desafíos en oportunidades.
“Queda mucho por hacer para eliminar la pobreza y el hambre en el mundo. Las migraciones fueron, y lo seguirán siendo, parte integrante del proceso de desarrollo más amplio”, concluyó Graziano da Silva.
El futuro es solo con nosotras, advierten mujeres rurales
Claudia Brito/ #MujeresRurales #mujeresconderechos
En las últimas semanas se ha hablado mucho acerca del futuro. El año 2030 ha sido señalado por las Naciones Unidas como el decisivo, cuando los efectos del cambio climático se vuelvan catastróficos e irreversibles, si es que nuestros sistemas de producción y consumo se mantienen tal como hoy.
Ese mismo año ya había sido establecido por los países del mundo como la fecha límite para resolver todas las desigualdades y desafíos de nuestro modelo de desarrollo actual.
Es decir, nos quedan menos de 12 años para lograr que todas las personas lleven una vida digna, sin hambre ni pobreza; para que nuestros sistemas productivos sean más responsables y hagan frente al cambio climático; para que las 8.600 millones de personas que seremos para entonces, vivamos en un entorno seguro, con paz y justicia.
Pensando el futuro de esa manera, el año 2030 no parece tan distante, sino abrumadoramente cercano. Tanto que nos hace preguntarnos si nuestros gobiernos, nuestras instituciones y nuestras capacidades técnicas y humanas serán suficientes para cumplir con las 169 metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, entre las cuales 132 son relevantes para el medio rural.
Son cientos de prioridades y mecanismos estratégicos. Millones de vidas en juego. Solo grandes cambios de comportamiento y transformaciones en las políticas pueden dar respuesta al desafío que hemos asumido como habitantes de este planeta.
La inminencia del año 2030 también debería hacer que nos preguntemos si de verdad estamos incluyendo a todas las personas en esta apuesta de la humanidad por el futuro.
Se habla mucho sobre la responsabilidad compartida entre los países ricos, pobres, grandes y pequeños, entre el mundo rural y el urbano, entre mujeres y hombres. Pero las desigualdades aún forman parte de la vida de más de 600 millones de personas latinoamericanas y caribeñas, entre ellas las mujeres y los pueblos indígenas.
¿Cómo podemos pedir a las agricultoras y agricultores familiares que implementen mejores prácticas agrícolas si los mercados y el sistema económico los sigue dejado atrás?
¿Cómo le decimos a una mujer rural que debe aumentar su productividad para abastecer la creciente demanda de las ciudades por alimentos, si la brecha de género ni si quiera le permite a ella producir en igualdad de condiciones que los hombres?
Y es que el soñar con un mejor futuro para el mundo, plantea la necesidad urgente de que el mundo mejore para millones de personas que permanecen marginadas tras siglos de discriminación, violencia e invisibilización.
Es por eso que este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en conjunto con ONU Mujeres, los mecanismos de integración de Centroamérica y Sudamérica, y las instituciones de desarrollo rural de Brasil y Uruguay, nos hemos unido para difundir un mensaje fuerte y claro:
“No lograremos el desarrollo sostenible si antes no eliminamos las desigualdades entre hombres y mujeres en los territorios rurales de América Latina y el Caribe”.
Si bien en las últimas décadas nuestra región ha tenido enormes avances en el empoderamiento de las mujeres, todavía quedan grandes desafíos para que puedan reconquistar el control sobre sus vidas, sus planes y sus sueños.
Porque cuando las mujeres se empoderan y ejercen sus derechos, también recuperan su voz para hablar del futuro. Si imagináramos qué diría esa voz sobre el 2030, nuestro año decisivo, seguramente el mensaje sería: El futuro es con nosotras y nada sobre nosotras podrá seguir siendo sin nosotras.
Sin duda, se trata de una deuda histórica que necesitamos saldar cuanto antes, si realmente creemos en que tenemos una responsabilidad compartida para que la vida continúe en el planeta y la dignidad de todas las personas prevalezca.
Por eso, ahora es el momento de equilibrar la balanza de las oportunidades en su favor, porque el momento también fue ayer. Y hace siglos.
Las migraciones internacionales suelen ocupar los titulares de prensa, pero el informe señala que los movimientos internos de los países son un fenómeno mucho mayor. El fenómeno se debate con cierta intensidad esta temporada en Naciones Unidas, donde todo lo que se habla suele sonar muy lejano, pero que sin embargo no es un fenómeno desconocido en Tarija y en Bolivia, donde todas las provincias pierden población que se refugia en las grandes ciudades.
Según los datos de las Naciones Unidas, más de 1.000 millones de personas en los países en desarrollo se desplazan dentro de su territorio, 80 por ciento de las cuales lo hacen desde zonas rurales.
Además, la migración entre los países en desarrollo es mucho mayor que la de estos hacia los países más industrializados. Es decir, la mayor parte de los migrantes de El Puente, por ejemplo, establecieron residencia en Tarija mientras que en menor proporción optaron por irse a un país más industrializado, especialmente en la última época en la que el país vecino de Argentina, donde se desplazaban habitualmente, ha entrado en crisis económica.
Las migraciones pueden plantear numerosos desafíos, pero deben verse como una oportunidad y encararse con políticas sólidas y coherentes que no frenen ni promuevan el fenómeno, concluye un estudio de la FAO.
El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) analiza la migración rural y urge a los países a maximizar el aporte de esos migrantes al desarrollo económico y social.
“No podemos ignorar los desafíos y costos asociados a la migración”, puntualizó el director general de la FAO, José Graziano da Silva.
“El objetivo es que la migración sea una opción, no una necesidad, y maximizar las consecuencias positivas a la vez que minimizar las negativas”, añadió.
El economista Andrea Cattaneo, autor del informe, coincidió: “La migración, a pesar de todos los desafíos que puede plantear, representa el eje del desarrollo económico, social y humano”.
Cattaneo también se refirió a la relación entre migrantes internos e internacionales, y observó que en los países de bajos ingresos, los desplazados internos tienen cinco veces más probabilidades de emigrar a otro país que las personas que nunca tuvieron que emigraron dentro de su propio país.
Un número significativo de migrantes internacionales proceden de áreas rurales, concluyó el estudio de la FAO. De hecho, casi 75 por ciento de las personas de hogares rurales de Malawi emigraron a otro país.
¿Por qué todo ese movimiento?
Los desplazamientos humanos ocurren desde tiempos inmemoriales, pero ahora responden a grandes necesidades. Además de las crisis prolongadas que expulsan a las personas de sus hogares, la falta de ingresos y de empleo está entre las principales causas de la migración rural. Algo que se ve con nitidez en Tarija, donde las zonas rurales han sido castigadas por los fenómenos naturales.
En China, la brecha de ingresos existente entre el campo y la ciudad hizo que los trabajadores rurales abandonaran la agricultura y emigraran a las ciudades.
Entre 1990 y 2015, la proporción de personas viviendo en zonas urbanas de China aumentó de 26 por ciento a 56 por ciento, y se estima que unos 200 millones de migrantes rurales trabajan actualmente en ciudades de Asia Pacífico.
Pero la rápida urbanización, que se ve en todo el mundo, plantea nuevos problemas relacionados con la disponibilidad de recursos como advierten desde los Gobiernos Municipales de Tarija o Yacuiba, que asumen los gastos de salud, educación y otros sin que estos movimientos se reflejen nítidamente en sus presupuestos.
Las malas condiciones ambientales y la deficiente productividad agrícola también son responsables de la expulsión de los trabajadores rurales.
Otro estudio concluyó que un aumento de un grado centígrado se asocia con un incremento de cinco por ciento en el número de migrantes, pero solo en las sociedades dependientes de la agricultura.
En otros países como Tailandia y Ghana, la migración es el resultado de la falta de infraestructura y del acceso a servicios básicos como educación y salud.
Todo eso subraya la importancia de invertir en áreas rurales para asegurarse de que la migración no resulte problemática y que la población tenga medios para llevar una vida próspera. Pero es importante considerar la inversión y el desarrollo necesarios, observó Cattaneo.
“El desarrollo por sí mismo no va a reducir la migración. Pero si se cuenta con la inversión y el desarrollo adecuados en las áreas rurales, es posible reducir las migraciones”, explicó en diálogo con IPS.
Perspectiva de futuro
La FAO propone un desarrollo territorial para reducir la migración rural, y con ella la migración internacional, lo que incluye invertir en servicios sociales y mejorar la infraestructura regional en, o cerca, de áreas rurales.
Este modelo se ha tratado de aplicar en Tarija con dispar suerte en sus diferentes aplicaciones, que van desde el Prosol hasta el reparto de recursos por subgobernaciones, eliminando el proyecto departamental como tal. Con todo, las provincias tarijeñas son, en comparación con otros departamentos del país, las que más han fijado población en su lugar de origen.
La FAO propone que por ejemplo, las inversiones en la infraestructura vinculada al sistema agroalimentario, como almacenes, refrigeración y mercados mayoristas, pueden generar empleo tanto en la agricultura como en otros sectores no agrícolas y ofrecer más incentivos para que las personas se queden, en vez de mudarse a las ciudades ya sobrecargadas.
Las políticas también deben ser progresistas y específicas a cada contexto, observó Cattaneo, al señalar las consecuencias del cambio climático.
so puede implicar invertir en nuevas actividades que sean viables para una región particular, mientras otra región avanza hacia cultivos más resistentes a la sequía.
Los desplazamientos de personas podrán continuar, pero no como resultado de la falta de oportunidades económicas o de condiciones de vida dignas.
“La migración es una libre elección, pero si se implementan buenas oportunidades, muchas personas podrán decidir no emigrar. Algunas igual querrán hacerlo, y está bien; ese es el tipo de migración que funciona: cuando no es por necesidad sino por elección”, explicó Cattaneo.
De hecho, las migraciones suelen desempeñar un papel en la reducción de las desigualdades, lo que es, incluso, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: el 10 busca reducir la desigualdad dentro y entre los países.
“Nos concentramos en los desafíos sin mirar las oportunidades que ofrecen las migraciones porque en definitiva, las personas son un recurso para la sociedad”, indicó Cattaneo.
“Si podemos encontrar la forma de que sean productivas, es un valor añadido para el país de destino o anfitrión”, añadió.
En los últimos años, Uganda registró un flujo de refugiados de países vecinos en conflicto como Sudán del Sur y República Democrática del Congo.
Con su política de puertas abiertas, ese país de África oriental tiene en la actualidad 1,4 millones de refugiados, lo que genera nuevas tensiones por los recursos.
Pero a pesar de las dificultades, la política para los refugiados permite que los extranjeros busquen trabajo, vayan a la escuela y reciban atención médica. El gobierno también ofrece un terreno a cada familia de refugiados para su uso personal.
Con la existencia de discursos que se refieren a los refugiados de forma negativa, la comunidad internacional todavía tiene mucho que aprender para poder convertir los desafíos en oportunidades.
“Queda mucho por hacer para eliminar la pobreza y el hambre en el mundo. Las migraciones fueron, y lo seguirán siendo, parte integrante del proceso de desarrollo más amplio”, concluyó Graziano da Silva.
El futuro es solo con nosotras, advierten mujeres rurales
Claudia Brito/ #MujeresRurales #mujeresconderechos
En las últimas semanas se ha hablado mucho acerca del futuro. El año 2030 ha sido señalado por las Naciones Unidas como el decisivo, cuando los efectos del cambio climático se vuelvan catastróficos e irreversibles, si es que nuestros sistemas de producción y consumo se mantienen tal como hoy.
Ese mismo año ya había sido establecido por los países del mundo como la fecha límite para resolver todas las desigualdades y desafíos de nuestro modelo de desarrollo actual.
Es decir, nos quedan menos de 12 años para lograr que todas las personas lleven una vida digna, sin hambre ni pobreza; para que nuestros sistemas productivos sean más responsables y hagan frente al cambio climático; para que las 8.600 millones de personas que seremos para entonces, vivamos en un entorno seguro, con paz y justicia.
Pensando el futuro de esa manera, el año 2030 no parece tan distante, sino abrumadoramente cercano. Tanto que nos hace preguntarnos si nuestros gobiernos, nuestras instituciones y nuestras capacidades técnicas y humanas serán suficientes para cumplir con las 169 metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, entre las cuales 132 son relevantes para el medio rural.
Son cientos de prioridades y mecanismos estratégicos. Millones de vidas en juego. Solo grandes cambios de comportamiento y transformaciones en las políticas pueden dar respuesta al desafío que hemos asumido como habitantes de este planeta.
La inminencia del año 2030 también debería hacer que nos preguntemos si de verdad estamos incluyendo a todas las personas en esta apuesta de la humanidad por el futuro.
Se habla mucho sobre la responsabilidad compartida entre los países ricos, pobres, grandes y pequeños, entre el mundo rural y el urbano, entre mujeres y hombres. Pero las desigualdades aún forman parte de la vida de más de 600 millones de personas latinoamericanas y caribeñas, entre ellas las mujeres y los pueblos indígenas.
¿Cómo podemos pedir a las agricultoras y agricultores familiares que implementen mejores prácticas agrícolas si los mercados y el sistema económico los sigue dejado atrás?
¿Cómo le decimos a una mujer rural que debe aumentar su productividad para abastecer la creciente demanda de las ciudades por alimentos, si la brecha de género ni si quiera le permite a ella producir en igualdad de condiciones que los hombres?
Y es que el soñar con un mejor futuro para el mundo, plantea la necesidad urgente de que el mundo mejore para millones de personas que permanecen marginadas tras siglos de discriminación, violencia e invisibilización.
Es por eso que este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en conjunto con ONU Mujeres, los mecanismos de integración de Centroamérica y Sudamérica, y las instituciones de desarrollo rural de Brasil y Uruguay, nos hemos unido para difundir un mensaje fuerte y claro:
“No lograremos el desarrollo sostenible si antes no eliminamos las desigualdades entre hombres y mujeres en los territorios rurales de América Latina y el Caribe”.
Si bien en las últimas décadas nuestra región ha tenido enormes avances en el empoderamiento de las mujeres, todavía quedan grandes desafíos para que puedan reconquistar el control sobre sus vidas, sus planes y sus sueños.
Porque cuando las mujeres se empoderan y ejercen sus derechos, también recuperan su voz para hablar del futuro. Si imagináramos qué diría esa voz sobre el 2030, nuestro año decisivo, seguramente el mensaje sería: El futuro es con nosotras y nada sobre nosotras podrá seguir siendo sin nosotras.
Sin duda, se trata de una deuda histórica que necesitamos saldar cuanto antes, si realmente creemos en que tenemos una responsabilidad compartida para que la vida continúe en el planeta y la dignidad de todas las personas prevalezca.
Por eso, ahora es el momento de equilibrar la balanza de las oportunidades en su favor, porque el momento también fue ayer. Y hace siglos.